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Parte 15: 1095–1453 E.C. — Se recurre a la espada¡Despertad! 1989 | 8 de agosto
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En el siglo VI, el Imperio romano de Occidente ya había dejado de existir y había sido reemplazado por su homónimo oriental, el Imperio bizantino (Imperio romano de Oriente), con su capital en Constantinopla. Pero a sus respectivas Iglesias, cuyas relaciones eran ya sumamente tirantes, pronto las amenazó un enemigo común: el islam, cuyas fronteras avanzaban con gran rapidez.
La Iglesia de Oriente se dio cuenta de esto a más tardar cuando en el siglo VII los musulmanes conquistaron Egipto y otros territorios norteafricanos del Imperio bizantino.
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Parte 15: 1095–1453 E.C. — Se recurre a la espada¡Despertad! 1989 | 8 de agosto
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Como consecuencia de las cruzadas también aumentó la tensión Oriente-Occidente, que se había estado acrecentando desde que en el año 1054 el patriarca de la Iglesia de Oriente Miguel Cerulario y el cardenal de la Iglesia de Occidente Humberto se excomulgaron el uno al otro. Cuando los cruzados reemplazaron a los clérigos griegos con obispos latinos en las ciudades conquistadas, el cisma Oriente-Occidente empezó a afectar a la gente común.
La ruptura de las dos Iglesias fue total con motivo de la cuarta cruzada, cuando, según Herbert Waddams, anterior canónigo anglicano de Canterbury, el papa Inocencio III hizo “un doble juego”. Por un lado, expresó su indignación por el saqueo de Constantinopla (véase el recuadro de la página 24). Él escribió: “¿Cómo puede esperarse que la Iglesia de los griegos vuelva a ser devota a la Sede Apostólica cuando ha visto a los latinos poner un ejemplo de maldad y de hacer la obra del diablo de modo que los griegos, y con buena razón, ya los odian más que si fuesen perros?”. Por otro lado, se aprovechó sin demora de la situación y fundó allí un reino latino bajo un patriarca occidental.
Después de dos siglos de lucha casi continua, el Imperio bizantino estaba tan debilitado que no fue capaz de resistir los ataques de los turcos otomanos, quienes finalmente conquistaron Constantinopla el 29 de mayo de 1453. No había sido solo la espada islámica la que había acabado con el imperio, sino también la que blandía la otra Iglesia hermana del imperio, la de Roma.
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