BIBLIOTECA EN LÍNEA Watchtower
Watchtower
BIBLIOTECA EN LÍNEA
Español
  • BIBLIA
  • PUBLICACIONES
  • REUNIONES
  • Rumania
    Anuario de los testigos de Jehová 2006
    • como Teodor Miron, oriundo de Topliţa, un pueblo del nordeste de Transilvania. Antes de que estallara la segunda guerra mundial, Teodor había llegado a la conclusión de que Dios prohíbe el homicidio, de modo que se negó a incorporarse al ejército. Por eso, en mayo de 1943 recibió una condena de cinco años de cárcel. Poco después conoció a Martin Magyarosi, Pamfil Albu y otros prisioneros Testigos, y accedió a estudiar la Biblia. Progresó rápidamente en sentido espiritual, y en cuestión de semanas dedicó su vida a Jehová. Ahora bien, ¿cómo se bautizó?

      Se presentó una buena oportunidad cuando Teodor y otros 50 Testigos rumanos fueron trasladados por una ruta indirecta al campo de prisioneros nazi de Bor (Serbia). De camino, se detuvieron en Jászberény (Hungría), donde se les unieron más de un centenar de hermanos húngaros. Aprovechando la parada, los guardias enviaron a varios hermanos al río a llenar un bidón de agua. Como contaban con la confianza de los supervisores, los hermanos fueron sin vigilancia. Teodor los acompañó y fue bautizado en el río. Desde Jászberény, los prisioneros viajaron a Bor en tren y en una embarcación que siguió el curso del río.

      En el campo de Bor había en aquel tiempo 6.000 judíos, 14 adventistas y 152 Testigos. “Las condiciones eran horribles —recuerda el hermano Miron—, pero Jehová nos cuidó. Un vigilante muy comprensivo al que enviaban a menudo a Hungría introducía publicaciones en el campo. Como varios Testigos en los que confiaba cuidaban de su familia en su ausencia, él se había convertido casi en un hermano para ellos. Este guardia, que era teniente, nos avisaba cuando iba a pasar algo. Teníamos quince ancianos, como los llamamos ahora, que organizaban tres reuniones semanales. Cuando los turnos lo permitían, la asistencia era de unos ochenta. También celebrábamos la Conmemoración.”

  • Rumania
    Anuario de los testigos de Jehová 2006
    • [Ilustración y recuadro de las páginas 98 a 100]

      Las bombas no lograron silenciarnos

      Teodor Miron

      Año de nacimiento: 1909

      Año de bautismo: 1943

      Otros datos: Aprendió la verdad de la Biblia en prisión. Pasó catorce años en campos de concentración nazis, así como en cárceles y campos de trabajo comunistas.

      El 1 de septiembre de 1944, las tropas nazis decidieron retirarse y nos obligaron a los 152 hermanos que estábamos en el campo de concentración serbio de Bor y a otros prisioneros a partir en dirección a Alemania. Pasamos días enteros sin comer, así que cuando encontrábamos comida, como algunas remolachas de un campo cercano tiradas al borde del camino, las compartíamos con todos. Y si alguien estaba muy débil para caminar, los más fuertes lo llevaban en una carretilla.

      Por fin llegamos a una estación de ferrocarril, donde, tras descansar cuatro horas, nos hicieron descargar dos vagones descubiertos para poder acomodarnos. No había sitio para que nos sentáramos, y como único abrigo cada uno disponía de una manta, que utilizamos para resguardarnos de la lluvia que no paró de caer en toda la noche. A las diez de la mañana del día siguiente, cerca de un pueblo, dos aviones bombardearon la locomotora. Ninguno de nosotros murió, aunque estábamos justo en el primer vagón. A pesar del incidente, se enganchó otra máquina a nuestro vagón y reemprendimos la marcha.

      Cuando llevábamos dos horas detenidos en una estación 100 kilómetros [60 millas] más adelante, vimos a varios hombres y mujeres con canastos llenos de papas. Pensamos que se trataba de vendedores, pero en realidad eran nuestros hermanos espirituales. Se habían enterado de la situación y como se imaginaban que estaríamos hambrientos, trajeron para cada uno tres papas cocidas grandes, un pedazo de pan y un poco de sal. Aquel “maná celestial” nos sustentó hasta llegar, cuarenta y ocho horas después, a la ciudad húngara de Szombathely. Era principios de diciembre.

      Allí pasamos el invierno, subsistiendo a base del maíz que encontrábamos bajo la nieve. Durante marzo y abril de 1945, la bella ciudad de Szombathely sufrió varios bombardeos que dejaron las calles sembradas de cuerpos mutilados. Muchas personas quedaron atrapadas bajo los escombros, y a veces oíamos sus gritos de socorro. Con palas y otras herramientas conseguimos sacar a algunas de ellas.

      Aunque cayeron varias bombas en los edificios próximos, el nuestro seguía intacto. Cuando sonaba la sirena antiaérea, todos salían corriendo aterrorizados en busca de un refugio. Al principio, nosotros hacíamos lo mismo, pero enseguida nos dimos cuenta de que era absurdo, pues no había ningún lugar seguro. Así que decidimos quedarnos donde estábamos tratando de no perder la calma. Los guardas no tardaron en unirse al grupo, pues según ellos, nuestro Dios también los protegería. La noche del 1 de abril, la última que pasamos en Szombathely, se produjo el bombardeo más intenso. Con todo, no nos movimos del edificio, sino que nos pusimos a cantar alabanzas a Jehová y a darle gracias por la paz que sentíamos (Fili. 4:6, 7).

      Al día siguiente partimos hacia Alemania. Contábamos con dos carros tirados por caballos, de modo que nos turnamos para caminar y descansar por unos 100 kilómetros [60 millas] hasta llegar a un bosque situado a 13 kilómetros [8 millas] del frente ruso. Tras pasar la noche en la propiedad de un terrateniente acaudalado, los soldados nos liberaron. Antes de irnos a nuestras casas, unos a pie y otros en tren, nos despedimos con lágrimas en los ojos agradecidos por la protección física y espiritual que nos había brindado Jehová.

Publicaciones en español (1950-2025)
Cerrar sesión
Iniciar sesión
  • Español
  • Compartir
  • Configuración
  • Copyright © 2025 Watch Tower Bible and Tract Society of Pennsylvania
  • Condiciones de uso
  • Política de privacidad
  • Configuración de privacidad
  • JW.ORG
  • Iniciar sesión
Compartir