Gobierno por Dios: la única solución
LA HISTORIA de los gobiernos muestra que es imposible que unos humanos imperfectos gobiernen bien a otros. Como dijo lord Acton, de Inglaterra: “El poder tiende a corromper, y la corrupción a que lleva el poder absoluto es absoluta”. Por eso, como dice la Biblia: “El hombre ha dominado al hombre para perjuicio suyo”. (Eclesiastés 8:9.)
Al principio Jehová Dios concedió al hombre dominio sobre los animales, pero no sobre otros humanos. Dios dijo a su primer Hijo creado en los cielos: “Hagamos al hombre a nuestra imagen, según nuestra semejanza, y tengan ellos en sujeción los peces del mar y las criaturas voladoras de los cielos y los animales domésticos y toda la tierra y todo animal moviente que se mueve sobre la tierra”. (Génesis 1:26.) El Gobernante del hombre era el Creador. Entonces, ¿qué alteró la situación?
Cuando el hombre se rebeló en el jardín de Edén, rechazó a Dios como Gobernante, y ha seguido haciendo eso desde entonces. (Génesis, capítulo 3.) Esto se hizo patente en el caso del antiguo Israel, una nación escogida por Dios como pueblo suyo. Cuando los israelitas exigieron un rey humano, Jehová dijo a su profeta Samuel: “No es a ti a quien han rechazado, sino que es a mí a quien han rechazado de ser rey sobre ellos”. (1 Samuel 8:7.)
Dios gobernó a los israelitas con benevolencia. Mediante Moisés, su representante, Jehová les dio un código de leyes que reflejaba consideración amorosa por el bienestar del pueblo. El código los protegía de muchas enfermedades y promovía consideración a los de edad avanzada, a las viudas y a los huérfanos. La Ley exigía respeto a la propiedad ajena y honradez en los tratos comerciales. Condenaba la parcialidad, el testimonio falso y el soborno. En verdad Dios los gobernaba con rectitud y justicia.
Jehová prometió que no solo gobernaría a Israel, sino a toda la humanidad. Quitaría de los hombres pecaminosos el poder de gobernar a otros humanos, y lo daría a su Hijo unigénito. Así predijo Dios esto en la profecía de Ezequiel: “Ciertamente no llegará a ser de nadie hasta que venga aquel que tiene el derecho legal, y tengo que dar esto a él”. (Ezequiel 21:27.)
Dios dio a Jesucristo derecho legal a gobernar a la humanidad como representante de la soberanía de Jehová. Puesto que el Reino de Dios mediante Cristo es el mejor medio de gobernar a toda la humanidad, Jesús enseñó a sus oyentes a orar por ese Reino. “Ustedes, pues, tienen que orar de esta manera —dijo Cristo—: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Efectúese tu voluntad, como en el cielo, también sobre la tierra.” (Mateo 6:9, 10.)
Jesús mostró la clase de gobernante que sería por la manera como trató con la gente. Cristo ciertamente fue compasivo, pues “al ver las muchedumbres, se compadeció de ellas, porque estaban desolladas y desparramadas como ovejas sin pastor”. (Mateo 9:36.) Jesús manifestó su profundo amor a sus seguidores al decir: “Les doy un nuevo mandamiento: que se amen unos a otros; así como yo los he amado, que ustedes también se amen los unos a los otros”. (Juan 13:34.) Amó a la gente lo suficiente como para dar su vida para rescatarla. Los que acepten este sacrificio pueden ser librados del pecado, las enfermedades y hasta la muerte. (1 Juan 2:1, 2; Revelación 21:1-4.)
Así describió bajo inspiración el profeta Isaías la rectitud, justicia y paz de la gobernación de Dios mediante Jesucristo: “Un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado; y el regir principesco vendrá a estar sobre su hombro. Y por nombre se le llamará Maravilloso Consejero, Dios Poderoso, Padre Eterno, Príncipe de Paz. De la abundancia del regir principesco y de la paz no habrá fin, sobre el trono de David y sobre su reino a fin de establecerlo firmemente y sustentarlo por medio del derecho y por medio de la justicia, desde ahora en adelante y hasta tiempo indefinido. El mismísimo celo de Jehová de los ejércitos hará esto”. (Isaías 9:6, 7.)
Los representantes terrestres de la gobernación divina serán como los hombres que ahora reflejan las cualidades amorosas de Jesús en calidad de superintendentes en la verdadera congregación cristiana. A diferencia del clero tiránico, estos hombres se interesan amorosamente en el rebaño, como lo hizo Jesucristo. Respecto a esos hombres piadosos el profeta Isaías escribió: “¡Mira! Un rey reinará para justicia misma; y en cuanto a príncipes, gobernarán como príncipes para derecho mismo”. (Isaías 32:1.) Esos representantes de la gobernación divina también atenderán los intereses divinos en el nuevo mundo. (Salmo 45:16.)
¡Se acerca un gran cambio!
Antes de que el Reino de Dios llegue a ser el único gobierno sobre la humanidad, tiene que venir un gran cambio. Este cambio pondrá fin a las divisiones nacionales. En vez de haber muchos gobiernos humanos en conflicto, habrá un solo gobierno celestial justo que unirá a la humanidad como un solo pueblo que vivirá en paz. Así predijo esto el profeta Daniel: “En los días de aquellos reyes el Dios del cielo establecerá un reino que nunca será reducido a ruinas. Y el reino mismo no será pasado a ningún otro pueblo. Triturará y pondrá fin a todos estos reinos [gobiernos humanos], y él mismo subsistirá hasta tiempos indefinidos”. (Daniel 2:44.)
La gobernación divina es la única solución a los problemas gubernamentales de la humanidad hoy día. ¡La humanidad está ahora en una situación que amenaza su mismísima existencia! Y no hay solución humana que pueda tener éxito. Por lo tanto, sería sabio prestar atención a la solución bíblica y esperar con confianza el tiempo cercano en que los humanos de corazón recto se regocijarán bajo la bendita gobernación divina, que entonces será la única que existirá.
[Ilustración en la página 6]
“Un rey reinará para justicia misma”