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La búsqueda de un buen liderazgoLa Atalaya 2004 | 1 de noviembre
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Ya por miles de años se han sucedido innumerables coronaciones, revoluciones, golpes de estado, nombramientos, elecciones, asesinatos y cambios de régimen. Reyes, primeros ministros, príncipes, presidentes, secretarios generales y dictadores han accedido a sus cargos y los han perdido. Cambios inesperados han provocado incluso la caída de gobernantes poderosos (véase el recuadro “Privados del poder de repente”, en la página 5). Aun así, la búsqueda de un liderazgo competente y duradero no ha dado resultados.
¿“Debemos conformarnos”, o hay alternativa?
En consecuencia, no sorprende que muchos hayan perdido la ilusión de encontrar un buen líder. En algunos países, la apatía y la desesperanza de las personas se hacen aún más evidentes en época de elecciones. Geoff Hill, un periodista de África, señaló: “La apatía o la abstención [de votar] prevalecen cuando los ciudadanos se sienten impotentes para acabar con la miseria en que viven. [...] En África, si la gente no vota, no se debe necesariamente a que esté satisfecha. Con mayor frecuencia, la abstención es el grito de socorro de quienes sienten que nadie los escucha”. Un columnista estadounidense escribió algo parecido respecto a unas elecciones inminentes: “Desearía que se presentara un candidato perfecto”. Entonces añadió: “No existe un candidato así. Nunca lo hay. Debemos conformarnos”.
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¿Quién es el mejor líder para nuestro tiempo?La Atalaya 2004 | 1 de noviembre
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¿Quién es el mejor líder para nuestro tiempo?
En 1940 se produjo una crisis de liderazgo en el Parlamento británico. Entre los que presenciaban el debate se encontraba David Lloyd George, de 77 años, que había conducido a Gran Bretaña a la victoria en la I Guerra Mundial. Sus muchos años en la política le permitían valorar con acierto la labor de dirigentes destacados. En un discurso dirigido a la Cámara de los Comunes el 8 de mayo afirmó: “La nación está preparada para cualquier sacrificio mientras tenga liderazgo, mientras el gobierno muestre claramente cuáles son sus metas y mientras los ciudadanos tengan la seguridad de que sus dirigentes están haciendo todo lo que pueden”.
LAS palabras de Lloyd George dejan claro que la gente espera que sus líderes sean competentes y hagan verdaderos esfuerzos por mejorar las cosas. Una mujer que trabajaba en una campaña electoral lo expresó de esta forma: “Cuando una persona vota por un presidente, da su voto a alguien a quien confía su vida, su futuro, sus hijos”. ¿Por qué es una tarea monumental conservar dicha confianza?
Nuestro mundo está plagado de problemas que parece imposible solucionar. ¿Qué mandatario, por ejemplo, ha sido lo bastante sabio y poderoso para erradicar el delito y la guerra? ¿Quién de entre los líderes de nuestros días tiene los recursos y la compasión que se requieren para proporcionar a todos los seres humanos alimento, agua potable y atención médica? ¿Quién posee los conocimientos y la determinación necesarios para proteger y restablecer el medio ambiente? ¿Quién cuenta con la capacidad y el poder para garantizar que la humanidad entera disfrute de una vida larga y feliz?
Imposible para los seres humanos
Es verdad que algunos líderes han logrado cierto éxito. Sin embargo, pueden gobernar como máximo unas décadas. ¿Y quién es su sucesor entonces? He aquí la conclusión a la que llegó uno de los gobernantes más capaces de todos los tiempos, el rey Salomón del antiguo Israel, cuando se planteó esa pregunta: “Yo, yo mismo, odié todo mi duro trabajo en que estaba trabajando duro bajo el sol, que dejaría atrás para el hombre que llegaría a ser después de mí. ¿Y quién hay que sepa si él resultará ser sabio o tonto? Sin embargo, él asumirá el control de todo mi duro trabajo en que trabajé duro y en el que mostré sabiduría bajo el sol. Esto también es vanidad” (Eclesiastés 2:18, 19).
Salomón ignoraba si su sucesor continuaría su labor o si la echaría a perder. Opinaba que el ciclo de reemplazar a los viejos gobernantes con otros nuevos era “vanidad”. Otras traducciones de la Biblia califican este proceso de “futilidad” o “absurdo”, y hay una versión que dice: “No tiene sentido”.
A veces se ha utilizado la violencia para forzar dichos cambios y se ha eliminado a líderes capaces mientras desempeñaban sus cargos. Abraham Lincoln, un presidente muy estimado de Estados Unidos, dijo en cierta ocasión ante un auditorio: “He sido elegido para ocupar un puesto importante por un breve período de tiempo, y ahora estoy, ante sus ojos, investido de una autoridad que pronto pasará”. Y, en efecto, su gobierno fue breve. A pesar de todos sus logros y de su deseo de hacer más por la gente, el presidente Lincoln solo dirigió a su país durante cuatro años, pues al principio de su segundo mandato fue asesinado por un hombre que deseaba un cambio de liderazgo.
Ni siquiera los gobernantes humanos más capaces pueden asegurarse su propio futuro. ¿Deberíamos confiar entonces en que puedan asegurar el nuestro? La Biblia dice: “No cifren su confianza en nobles, ni en el hijo del hombre terrestre, a quien no pertenece salvación alguna. Sale su espíritu, él vuelve a su suelo; en ese día de veras perecen sus pensamientos”. La Versión Popular traduce así la última parte del versículo 4: “Ese mismo día terminan sus proyectos” (Salmo 146:3, 4).
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¿Quién es el mejor líder para nuestro tiempo?La Atalaya 2004 | 1 de noviembre
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[Recuadro de la página 5]
Privados del poder de repente
Por lo general, un gobernante cuenta con el respeto y el apoyo de sus súbditos si les proporciona una medida razonable de paz y condiciones de vida seguras. Sin embargo, si por alguna razón la gente pierde la confianza en él, es probable que su cargo no tarde en pasar a otra persona. A continuación se ofrecen algunos ejemplos de situaciones que privaron repentinamente del poder a gobernantes poderosos.
Malas condiciones de vida. A finales del siglo XVIII, muchos ciudadanos franceses se vieron obligados a vivir en una situación en la que abundaban los impuestos y escaseaba la comida. Dichas condiciones contribuyeron al estallido de la Revolución francesa, que en 1793 envió a la guillotina al rey Luis XVI.
Guerra. La I Guerra Mundial puso fin al dominio de algunos de los emperadores más poderosos de la historia. Por ejemplo, en 1917 una hambruna causada por la guerra azotó a San Petersburgo (Rusia), lo que desembocó en la Revolución de febrero. Esta revuelta destronó al zar Nicolás II e instauró el gobierno comunista. En noviembre de 1918, Alemania buscaba la paz, pero los aliados no dejaron de luchar hasta que lograron un cambio de régimen. Como resultado, el emperador alemán Guillermo II se vio obligado a exiliarse en los Países Bajos.
Deseo de sistemas de gobierno diferentes. En 1989 fue eliminada la cortina de hierro (telón de acero). Regímenes que parecían sólidos como la roca se derrumbaron a medida que sus súbditos rechazaban el comunismo y establecían sistemas de gobierno diferentes.
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