-
Emprendí la mejor carrera de mi vida¡Despertad! 2010 | septiembre
-
-
Me fascinaba demostrarles que la Palabra de Dios compara la vida cristiana con una carrera: la carrera cuyo premio es la vida eterna (2 Timoteo 2:5; 4:7, 8).
Sin duda, lo que da felicidad y verdadero sentido a la vida no es ganar una competición, sino agradar a nuestro Creador. Las conversaciones que tuve con algunos compañeros los motivaron a replantearse sus objetivos, y varios abrazaron las verdades bíblicas que me habían transformado. Me alegra ver que la mayoría de ellos han servido a Dios con la misma entrega que demostraban por el atletismo.
-
-
Emprendí la mejor carrera de mi vida¡Despertad! 2010 | septiembre
-
-
Con el transcurso de los años he podido ayudar a muchos en su carrera hacia “la vida que realmente lo es”, la vida de verdad en el nuevo mundo de Dios (1 Timoteo 6:19). Para lograr que un atleta aproveche todo su potencial, el entrenador tiene que conocerlo. Solo así podrá ayudarlo a desarrollar sus puntos fuertes y vencer sus debilidades. Además, tiene que infundirle ánimo para que siga adelante y utilice al máximo su capacidad.
Me sorprende lo mucho que los cristianos verdaderos y los atletas tienen en común, como bien destacó el apóstol Pablo en su primera carta a los Corintios. Un buen atleta se concentra en su entrenamiento físico y no se limita a soñar con el triunfo. Al contrario, se fija metas realistas y trabaja de forma sistemática a fin de alcanzarlas. Si pierde de vista su objetivo y deja de esforzarse, echará por la borda todo lo que había logrado. De igual modo, quien sirve a Dios no se puede dar el lujo de distraerse.
El buen atleta también cuida rigurosamente su alimentación. El cristiano verdadero hace lo mismo en sentido espiritual, pues no llena su mente de enseñanzas inmundas que, como indicó el apóstol Pablo, provienen de “la mesa de demonios”. En vez de eso, aprovecha el nutritivo alimento espiritual que Dios ofrece en su Palabra, la Biblia (1 Corintios 10:21). Cabe señalar que un gran atleta es positivo ante los obstáculos, reconoce sus errores y los corrige. Respecto a su carrera espiritual, Pablo escribió: “La manera como estoy corriendo no es incierta [...]; antes bien, aporreo mi cuerpo”. ¿Para qué? Para no ser descalificado, o desaprobado, por Dios (1 Corintios 9:24-27).
Es cierto que mi esposa y yo seguimos yendo al gimnasio para mantenernos en forma, pero no permitimos que esto nos distraiga de servir a Jehová, el Creador del maravilloso cuerpo humano (Salmo 139:14). Más bien, nos concentramos en alcanzar el premio de la vida eterna “que ha de venir” en el nuevo mundo de Dios (1 Timoteo 4:8).
Después de hablar respecto a una “nube de testigos” de tiempos precristianos, el apóstol Pablo hizo la siguiente exhortación: “Quitémonos nosotros también todo peso, y el pecado que fácilmente nos enreda, y corramos con aguante la carrera que está puesta delante de nosotros” (Hebreos 12:1). Esta es, sin duda, la carrera más importante que pueda existir, pues cuando sus participantes crucen la meta, gozarán de bendiciones eternas (2 Timoteo 4:7, 8).
-