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RusiaAnuario de los testigos de Jehová 2008
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MUCHO TRABAJO POR DELANTE
Durante la II Guerra Mundial y después, la obra en Rusia se realizaba en condiciones sumamente difíciles. Una carta de la sucursal de Polonia dirigida a la sede mundial, con fecha del 10 de abril de 1947, decía: “Los líderes religiosos intimidan a sus feligreses diciéndoles que si aceptan una Atalaya o un folleto de los testigos de Jehová, serán deportados y pasarán diez años haciendo trabajos forzados. De modo que la gente está atemorizada, pero anhela ver la luz”.
El Yearbook (Anuario) de 1947 comentaba: “Los Testigos no tienen publicaciones impresas ni La Atalaya en su atractivo formato. [...] En muchos casos todavía se está copiando laboriosamente a mano, y así es como se pasa a otros [...]. A veces detienen a nuestros mensajeros, y si les encuentran encima una Atalaya, los meten en la cárcel”.
Regina Krivokulskaya explica: “Me daba la sensación de que el país entero se hallaba cercado por una alambrada y que nosotros nos encontrábamos presos, aunque no estuviéramos en prisión. Los hombres pasaban la mayor parte de su vida en cárceles y campos por su servicio celoso a Dios. Las mujeres tuvimos que aguantar mucho: todas pasábamos noches sin dormir; el Comité de Seguridad del Estado (KGB) nos tenía bajo vigilancia y nos sometía a presión psicológica; perdimos el empleo y pasamos otras muchas tribulaciones. Las autoridades probaron diversos medios para desviarnos del camino de la verdad (Isa. 30:21). No había duda de que Satanás se valía de la situación para tratar de detener la predicación del Reino. Pero Jehová no abandonó a su pueblo; su ayuda era muy evidente.
”Las publicaciones bíblicas, introducidas en el país con mucha dificultad, nos daban ‘el poder que es más allá de lo normal’ (2 Cor. 4:7). Jehová dirigía a su pueblo, y aun bajo la fuerte oposición del Estado, seguían entrando personas nuevas en la organización de Dios. Era asombroso ver como desde el mismo principio estaban dispuestas a aguantar penalidades junto con el pueblo de Jehová. Aquello solo se pudo lograr gracias al espíritu de Jehová.”
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“HACE FALTA EXPLICARLES LA SITUACIÓN”
Durante la guerra y los años posteriores, el gobierno soviético siguió oponiéndose con firmeza a las actividades de los testigos de Jehová. En marzo de 1947, los hermanos de Polonia informaron que un oficial de alto rango de cierta región occidental de la Unión Soviética había declarado que para finales de la primavera no quedaría allí ni un solo testigo de Jehová. El informe añadía: “Mientras les escribíamos esta carta, nos llegaron noticias de que se arrestó a 100 hermanos y hermanas en un solo día”. En otra carta se informó lo siguiente sobre los hermanos de los campos de prisioneros: “Se están manteniendo increíblemente íntegros a los ojos de Jehová. Muchos ya han dado su vida, y los demás esperan a que Jehová los libere, como hicieron los que estaban en los campos de concentración”.
A los Testigos también se les arrestaba por predicar y por negarse a votar. En 1947, los hermanos de Polonia que estaban encargados de la obra escribieron: “Parece que las máximas autoridades de Rusia no están muy enteradas de lo que les sucede a los hermanos, pero creemos que tampoco desean matarlos. Hace falta explicarles la situación”.
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[Recuadro de las páginas 92 y 93]
La lucha por captar adeptos
El gobierno soviético no pretendía exterminar a los Testigos, sino convertirlos a la ideología soviética, bien mediante la persuasión, bien mediante la fuerza. Para conseguir su objetivo se valieron del Comité de Seguridad del Estado (KGB). A continuación aparecen algunos de los métodos que utilizaba la KGB.
Registros domiciliarios. Registraban las casas de los Testigos, incluso por la noche. Lo hacían con tanta frecuencia que algunas familias se vieron obligadas a mudarse a otro lugar.
Vigilancia. Además de intervenir el teléfono y el correo de los hermanos, colocaban micrófonos ocultos en sus casas.
Imposición de multas por reunirse. En toda Rusia, las autoridades locales trataban de averiguar dónde se congregaban los hermanos, interrumpían las reuniones y multaban a los asistentes. Con frecuencia, la multa ascendía a la mitad del salario mensual promedio, o incluso más.
Soborno y chantaje. A algunos Testigos, la KGB les prometió apartamentos en el centro de Moscú y también automóviles a cambio de su colaboración. En muchos casos, a los hermanos les decían que si no colaboraban pasarían años en campos de trabajos forzados.
Propaganda. En el cine, la televisión y la prensa se pintaba a los Testigos como una amenaza para la sociedad. En las cárceles y los campos de trabajos forzados incluso se daban discursos en los que se acusaba a los hermanos de, supuestamente, utilizar la Biblia como excusa para promover sus ideas políticas. Toda aquella propaganda hizo que los Testigos sufrieran un trato discriminatorio: los niños recibían bajas calificaciones y a los trabajadores se les negaban los beneficios o las vacaciones que les correspondían.
Infiltración. Hubo agentes de la KGB que, fingiendo interés en el mensaje del Reino, estudiaron la Biblia con los Testigos y llegaron a bautizarse. Algunos hasta consiguieron ocupar puestos de responsabilidad en la organización. Querían detener la predicación creando divisiones y levantando sospechas entre los hermanos.
Deportación. A muchos Testigos se les envió a zonas remotas del territorio nacional, donde tuvieron que efectuar agotadores trabajos físicos durante doce horas diarias para ganarse a duras penas la vida. En invierno tenían que soportar un frío glacial, y en verano, las picaduras de mosquitos y tábanos.
Confiscación y separaciones. Les confiscaron sus tierras, sus casas y sus bienes. Hubo niños que fueron separados de sus padres Testigos.
Burlas y palizas. Muchos Testigos, incluidas mujeres, recibieron insultos, burlas y, en algunos casos, hasta palizas brutales.
Encarcelamiento. El encarcelamiento tenía el objetivo de obligar a los Testigos a renunciar a su fe o aislarlos de sus hermanos.
Campos de trabajos forzados. Los hermanos de los campos estaban exhaustos. Muchas veces tenían que cavar en la tierra para sacar enormes tocones de árboles. También trabajaban en las minas de carbón, en la construcción de carreteras y tendiendo líneas de ferrocarril. Los prisioneros vivían en barracones, separados de sus familias.
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