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  • “A donde tú vayas yo iré”
    La Atalaya 2012 | 1 de julio
    • Suegra y nuera se adaptan poco a poco a la vida de Belén, y Rut piensa en cómo cuidar de sí misma y de Noemí. Se entera de que la Ley que Jehová entregó a Israel incluye la rebusca, una bondadosa medida para ayudar a los pobres. Durante la temporada de la recolección pueden entrar en los campos para ir recolectando lo que los segadores dejan atrás. También pueden recoger lo que ha crecido en las orillas y esquinas de los terrenos de cultivo (Levítico 19:9, 10; Deuteronomio 24:19-21).c

      Ha llegado el tiempo de recolectar la cebada (alrededor del mes de abril según nuestro calendario). Rut sale a los campos en busca de alguien que le permita trabajar de rebuscadora. Por casualidad, acaba en las tierras de un señor llamado Boaz, un rico terrateniente y pariente del difunto esposo de Noemí. Aunque ella tiene el derecho de entrar a rebuscar, no lo da por sentado y le pide permiso al joven capataz de los segadores. Él se lo concede, y Rut se pone a trabajar de inmediato (Rut 1:22–2:3, 7).

      Mientras los segadores cortan la cebada con sus hoces de pedernal, Rut va detrás. Se agacha para recoger lo que se les cae o pasan por alto, hace gavillas atando las espigas y las coloca en un lugar donde después pueda sacar el grano. Es una labor lenta y agotadora que se vuelve más y más difícil a medida que avanza la mañana. Con todo, Rut no se distrae y solo se detiene para secarse el sudor y comer algo “en la casa” (posiblemente un refugio para que los trabajadores descansen a la sombra).

      Es probable que Rut ni espere ni busque llamar la atención. Pero cuando Boaz la ve, pregunta al joven capataz quién es ella. ¿Y qué clase de persona es Boaz? Es un hombre de admirable fe y profundo amor a Dios que saluda así a sus trabajadores: “Jehová esté con ustedes”. Y ellos —algunos tal vez sean jornaleros o extranjeros— le responden de forma parecida. Boaz, que es mucho mayor que Rut, se preocupa por ella como por una hija (Rut 2:4-7).

      Por eso la llama “hija” y le aconseja que siga rebuscando en sus campos y se mantenga cerca de las jóvenes de su casa para que ninguno de los trabajadores la moleste. Además, se asegura de que no le falte comida a la hora del almuerzo. Ante todo, la felicita y anima. ¿Por qué? (Rut 2:8, 9, 14.)

      Rut le pregunta a Boaz a qué se debe que la trate tan bien pese a ser extranjera. Él le responde que se ha enterado de todo lo que ha hecho por Noemí. Esta debe haber hablado bien de su querida nuera a las mujeres de Belén. Es más, él también sabe que Rut ha decidido servir a Jehová, pues le dice: “Que Jehová recompense tu manera de obrar, y que llegue a haber para ti un salario perfecto procedente de Jehová el Dios de Israel, bajo cuyas alas has venido a buscar refugio” (Rut 2:12).

      ¡Cuánto deben haber animado estas palabras a Rut! No cabe duda de que se ha refugiado bajo las protectoras alas de Jehová, tal como un polluelo se acurruca bajo las alas de su madre. Tras agradecerle a Boaz sus tranquilizadoras palabras, sigue trabajando hasta que cae la tarde (Rut 2:13, 17).

      Las obras de fe de Rut son un ejemplo magnífico para todos nosotros hoy, en especial en esta época de tantas dificultades económicas. Como Rut no daba por sentado que tenían que ayudarla, agradecía todo lo que le ofrecían. No se avergonzaba de trabajar tanto ni tan duro en una labor humilde para cuidar de la persona que amaba. Además, valoró y aceptó los buenos consejos sobre cómo trabajar con seguridad y en buena compañía. Pero sobre todo, nunca perdió de vista quién la estaba protegiendo: su Padre y Protector, Jehová.

  • “A donde tú vayas yo iré”
    La Atalaya 2012 | 1 de julio
    • c Esta era una medida muy solidaria, distinta a todo lo que Rut había conocido en Moab. En el antiguo Oriente Próximo no se trataba bien a las viudas. Una obra de consulta explica: “Por lo general, tras la muerte de su esposo, la viuda dependía de sus hijos. Y si no tenía, solo le quedaba venderse como esclava, vivir de la prostitución o morir”.

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