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Kenia y los países vecinosAnuario de los testigos de Jehová 1992
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Las ondas transportaban la verdad bíblica que denunciaba las falsedades enseñadas por las diferentes religiones. No es de extrañar que los periódicos religiosos, que ejercen una considerable influencia en Ruanda, empezaran a atacar a los testigos de Jehová. Pero, como suele suceder en estos casos, el ataque solo sirvió para atraer a más personas a la verdad. Más o menos por aquel entonces también se empezó a parar a los Testigos en la calle para interrogarlos, y se les impusieron multas por formar parte de una sociedad ilegal.
“Penoso afán mediante decreto”
En noviembre de 1982 los tres precursores especiales que habían firmado la solicitud para obtener el registro legal recibieron una citación para presentarse en Kigali. A su llegada fueron detenidos y encarcelados sin proceso y sin posibilidad de recurrir. Se cerró el Salón del Reino y la predicación pasó a efectuarse de forma clandestina.
El ministro de Justicia envió una carta a todas las prefecturas (distritos) en la que comunicaba que se proscribía a los testigos de Jehová. Se produjeron más detenciones, y la mayoría de los precursores extranjeros tuvieron que abandonar el país. Fue un período de pruebas y refinamiento para los hermanos ruandeses. Justo en el momento oportuno empezó a proveerse más alimento espiritual con la impresión en kinyaruanda de La Atalaya.
Los tres precursores especiales —Gaspard Rwakabubu, Joseph Koroti y Ferdinand I’Mugarula— tenían mucho trabajo que hacer en la enorme prisión de Kigali. Conducían estudios bíblicos con otros prisioneros regularmente, y varios de ellos aprendieron la verdad de esa manera. Pasaron meses sin que se les llevara a juicio. Por fin, en octubre de 1983 un tribunal vio su caso. Los tres hermanos fueron acusados de malversar el dinero de la gente, de rebelarse contra el gobierno y de otros delitos, acusaciones todas ellas completamente infundadas. No se aportó ni una sola cifra ni documento acreditativo alguno como prueba durante todo el proceso, ni se presentó ningún testigo para respaldar las acusaciones.
Se les sentenció a dos años de prisión, y no se les concedió ni un solo día de gracia. (Por aquellas mismas fechas se indultó a ciertos asesinos.) Otros cinco Testigos aguantaron fielmente casi dos años de encarcelamiento en Gisenyi sin haber sido sometidos a juicio.
En 1985 los hermanos aprovecharon una breve tregua de las autoridades para asistir a la asamblea de distrito de Nairobi, donde se encontraron con hermanos del Cuerpo Gobernante. Pero en marzo de 1986 las detenciones estaban a la orden del día en todo el país. Se produjeron muchas detenciones en los domicilios de los hermanos. Ni siquiera las mujeres embarazadas y los niños pequeños se salvaron. En algunas zonas los Testigos figuraban en las listas de personas buscadas. Con el tiempo, más de ciento cuarenta Testigos fueron a parar a la cárcel, ¡casi un tercio de los Testigos activos del país!
¿Confianza en el hombre, o en el Todopoderoso?
El caso de los Testigos se llevó por fin a los tribunales el 24 de octubre de 1986. Para entonces algunos llevaban en prisión más de seis meses. Incluso había nacido un bebé en la cárcel, al que se puso el acertado nombre de Shikama Hodari (Mantenerse Firme). Se impusieron crueles sentencias, que oscilaban entre cinco y doce años. Una mujer interesada que todavía no era publicadora fue sentenciada a diez años de prisión.
Estos casos llegaron a conocerse a nivel internacional e incluso fueron tema de conversación de jefes de estado europeos y africanos. Altos funcionarios ruandeses recibieron muchas cartas de protesta del extranjero. Un anuncio radiado dijo que algunos días el gobierno recibió 500 cartas a favor de los testigos de Jehová.
Esta situación brindó muchas oportunidades de dar testimonio en la prisión. Los Testigos pusieron un sobresaliente ejemplo de unión orando y estudiando la Palabra de Dios todos juntos. Muchos compañeros de prisión sintieron curiosidad y empezaron a estudiar la Biblia, y ahora anteriores criminales y prostitutas progresan en el camino de la vida eterna.
Los Testigos mantuvieron un espíritu gozoso pese a las largas sentencias que se les habían impuesto. Decían: “A nosotros nos han caído doce años, pero a Satanás le van a caer mil”. También decían: “Nosotros tenemos más libertad que nuestros hermanos de fuera, porque aquí podemos cantar en las reuniones y ellos no pueden”.
Una sorpresa agradable
El 1 de julio de 1987 el presidente de Ruanda pronunció un discurso por radio con motivo del vigésimo quinto aniversario de la independencia del país, en el que se disculpó por la violación de los derechos humanos y anunció que se pondría en libertad a todos los que habían sido sentenciados el 24 de octubre de 1986. ¡Qué decisión tan intrépida y admirable! En cuestión de días, se puso en libertad a los 49 hermanos y hermanas sentenciados.
Sin embargo, quedaba pendiente el caso de aquellos sobre los que todavía no se había dictado sentencia. Pasaron varias semanas. Al final fueron llamándolos a todos ante el tribunal y les dijeron que realizarían un mejor servicio al país si se iban a casa y se dedicaban al cultivo y a otros menesteres provechosos.
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Kenia y los países vecinosAnuario de los testigos de Jehová 1992
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Pascasie fue una de las personas que aguantaron pruebas con gozo. Su esposo la llevó a la comisaría para que la detuvieran acobardado por la proscripción decretada contra los Testigos. Aunque todavía no estaba bautizada, la metieron en la cárcel con las hermanas. Fue sentenciada a diez años. Si bien le dolía dejar a sus hijos en casa, reconocía que era necesario sufrir por la adoración verdadera. Mientras estuvo en la cárcel, progresó espiritualmente y fue una de las que se bautizó al salir libres. Además, cuando regresó a casa, recibió otra gran alegría al descubrir que su esposo estaba dispuesto a estudiar la Biblia con los testigos de Jehová. Su constancia se ha visto recompensada, pues su esposo se convirtió en su hermano espiritual, uniendo así a la familia en la adoración verdadera.
A principios de 1990, en otra región del país resurgió una acusación pendiente desde 1985 y, como consecuencia, cuatro hermanos recibieron sentencias de diez años de prisión cada uno.
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