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Unidos bajo un pendón de amorLa Atalaya 1989 | 1 de enero
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A medida que este grupo representado por Jonatán empezaba a multiplicarse para ser al fin una gran muchedumbre, estalló la II Guerra Mundial, y tanto los ungidos como sus compañeros fueron sometidos a una prueba severa. Aquellos fueron años de cruel persecución, frecuentemente instigada por el clero. Esto fue parecido a los intentos de Saúl por matar al ungido David y, después, a Jonatán cuando este último, desplegando amor, se puso de parte de David.
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Unidos bajo un pendón de amorLa Atalaya 1989 | 1 de enero
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En 1918 el clero utilizó la crisis bélica para persuadir a las autoridades políticas de los Estados Unidos de que debían actuar contra los dirigentes responsables de la Sociedad Watch Tower y finalmente enviarlos a prisión. (Después aquellos estudiantes de la Biblia fueron completamente exonerados de culpa.) Durante la II Guerra Mundial los testigos de Jehová fueron proscritos en el dominio de las potencias del eje y en la mayoría de los países de la Comunidad Británica de Naciones, muchas veces como consecuencia de la presión religiosa. Note, por ejemplo, la traducción que aquí se presenta de una carta escrita por el arzobispo de Sydney (quien después fue creado cardenal) precisamente antes de que se proscribiera a los testigos de Jehová en Australia. Cuando la proscripción fue impugnada ante el Tribunal Supremo de Australia, el juez presidente, de apellido Starke, la describió como “arbitraria, caprichosa y opresiva”. La proscripción fue levantada el 14 de junio de 1943, y se le señalaron daños y perjuicios al gobierno. Más recientemente, la presión religiosa ejercida sobre algunos gobiernos africanos y asiáticos ha puesto bajo opresión cruel a los testigos de Jehová. Así, un Saúl de nuestros tiempos —el clero de la cristiandad— ha persistido en acosar al pueblo de Dios.
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Unidos bajo un pendón de amorLa Atalaya 1989 | 1 de enero
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Y el Saúl moderno —el clero de la cristiandad— quizás continúe causando dificultades a las clases representadas por David y Jonatán. (1 Samuel 20:32, 33.) Pero “a Jehová pertenece la batalla”.
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