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  • Ayude a sus hijos a afrontar los problemas escolares
    ¡Despertad! 1994 | 8 de agosto
    • Ayude a sus hijos a afrontar los problemas escolares

      LAS decadentes condiciones mundiales nos afectan a todos, incluso a los niños. La Palabra de Dios, la Biblia, predijo con exactitud que en nuestros días “se [presentarían] tiempos críticos, difíciles de manejar”, y que “hombres inicuos e impostores [avanzarían] de mal en peor”. (2 Timoteo 3:1-5, 13.) De modo que asistir a la escuela hoy en día supone una prueba, pues los estudiantes luchan con situaciones a las que sus padres raramente se enfrentaron. ¿Qué pueden hacer los padres para ayudar a los hijos en su lucha?

      La presión de los compañeros

      La mayoría de los niños sufren presión de sus compañeros de vez en cuando. Un joven estudiante francés dice en son de queja: “Los padres y la sociedad hacen lo que pueden, pero no basta con eso. Los delincuentes juveniles arrastran a otros jóvenes. [...] Los padres que no controlan a sus hijos no son padres de verdad”.

      Los padres responsables procuran ayudar a sus hijos a adquirir las cualidades espirituales que les infundirán la fuerza interior necesaria para resistir la presión dañina de los compañeros. “Nosotros nos esforzamos de todo corazón por ayudar a nuestros hijos a tener amor propio —cuenta un padre—; de ese modo no necesitan contar con la aprobación de sus compañeros. Si no consideran importante ser como los demás niños, les resultará más fácil decir que no cuando deban hacerlo.” Para enseñar a sus hijos a actuar en situaciones difíciles, este padre programa sesiones en las que la familia representa tales situaciones y demuestra cómo encararlas. Apoye a sus hijos y ayúdelos a tener confianza en sí mismos.

      Lenguaje soez

      A medida que van degenerando los principios morales en todo el mundo, el lenguaje soez se vuelve más común. En muchos países se escucha con frecuencia incluso en los programas de televisión de mayor audiencia. Como consecuencia, en los patios, pasillos y aulas escolares se oyen obscenidades continuamente.

      Algunos profesores justifican su lenguaje vulgar diciendo que así los alumnos pueden formar sus propios criterios sobre tal habla. Pero lo único que se consigue con esta actitud es que los estudiantes incorporen esas expresiones sucias a su lenguaje diario.

      El padre sensato explica bondadosamente a su hijo por qué no se toleran las palabrotas en la familia. También puede prevenir el problema del habla grosera en las clases comprobando en el plan de estudios qué libros leerá. Si alguna de las obras escogidas contiene lenguaje ordinario o ideas inmorales, tal vez pueda pedir al maestro del niño que seleccione otro libro de contenido aceptable. Si enfoca la cuestión con equilibrio, demostrará ser una persona razonable. (Filipenses 4:5.)

      Inmoralidad y drogas

      Según varias encuestas, un gran número de padres reconocen que “les da mucha vergüenza hablar del tema [de la educación sexual] en casa”. Tales padres confían en que sus hijos reciban información detallada al respecto en la escuela. Pero el rotativo londinense The Sunday Times afirma que, según un maestro con experiencia, la actual proliferación de embarazos de adolescentes guarda “más relación con la moralidad que con los métodos anticonceptivos”. Los padres son los más indicados para fijar las normas de conducta que esperan que sus hijos observen.

      Lo mismo ocurre con las drogas; cuando los padres no dan ninguna orientación a sus hijos, también empeora este problema. “Cuanto menos atractiva le resulta la vida familiar al niño —observa Francoscopie 1993—, mayor es la tendencia a buscar sustitutivos. La droga es a menudo uno de ellos.” “El papel de los padres es muy difícil —reconoce Micheline Chaban-Delmas, presidenta de la fundación Toxicomanie et Prévention Jeunesse (Toxicomanía y protección de la juventud)—. Han de estar siempre alerta; la droga sirve muchas veces de indicativo de que algo anda mal. Si el adolescente piensa que sus padres no lo comprenden, cuando le ofrezcan droga, esta puede parecerle el remedio mágico para sus problemas.”

      Un padre canadiense explica de qué forma él y su esposa se interesan genuinamente en la situación escolar de su hija adolescente: “Llevamos a Nadine a la escuela y vamos a buscarla. Después de recogerla, comenzamos a charlar, y en muchas ocasiones sale a la luz cómo le ha ido el día. Si descubrimos algún problema de naturaleza seria, hablamos con ella en ese momento o sacamos el tema a colación en la cena o durante una conversación familiar”. Usted también puede mostrar verdadero interés y amor por su hijo manteniendo una buena comunicación con él.

      Intimidación y violencia

      La intimidación es “uno de los problemas escolares más perniciosos”, afirma Maureen O’Connor en su libro How to Help Your Child Through School (Cómo ayudar a su hijo en los años escolares). La autora observa asimismo que “por mucho que sufran, las víctimas por lo general no le cuentan a ningún adulto lo que les está ocurriendo por miedo a ser tachados de soplones”.

      Lamentablemente, algunos maestros consideran que esta actitud agresiva es normal. Pero muchos otros concuerdan con el educador Pete Stephenson, quien cree que la intimidación es una “forma de abuso” y sostiene que, “por el propio bien de los abusones, no debería permitirse tal conducta”.

      ¿Qué puede hacer, entonces, si su hijo se convierte en víctima de un abusón? “La principal protección debe ser la colectividad de adultos en la que viven [las víctimas]”, escribe O’Connor. Hable del asunto con un maestro comprensivo. Esto mostrará a su hijo que tanto usted como el maestro juzgan inadmisible tal comportamiento agresivo. Muchas escuelas han adoptado una política clara contra la intimidación, y los maestros la tratan abiertamente en clase.

      A Natalie la molestaban algunos compañeros a causa de su religión. “Me insultaban y a veces me rompían las cosas por ser testigo de Jehová”, cuenta. Pidió ayuda a sus padres, y estos le recomendaron que hablara con los maestros. Natalie siguió su consejo. “También tomé la iniciativa de telefonear a los padres de dos de los compañeros de clase que se metían conmigo —añade—. Les expliqué el problema, y ahora las cosas están mucho mejor. Me he ganado la confianza de los profesores y de la mayoría de mis compañeros.”

      En ocasiones los padres descubren que su hijo es el agresor en lugar del agredido. En ese caso deberían fijarse en lo que ocurre en el hogar. “Los niños que tienen un comportamiento más agresivo generalmente provienen de familias en las que los padres no resuelven los problemas de la forma más adecuada”, informa el rotativo londinense The Times, y añade: “La conducta violenta se aprende”.

      En algunos lugares la violencia alcanza proporciones epidémicas. Cuando los desórdenes políticos dificultan la actividad escolar, los niños que valoran la neutralidad a veces creen prudente quedarse en casa. Y si el disturbio estalla mientras se encuentran en la escuela, se marchan sigilosamente y permanecen en su hogar hasta que se restablece la calma.

      Enseñanza deficiente

      La buena comunicación entre los niños y los maestros puede servir de ayuda cuando la mediocridad de la enseñanza causa dificultades. “Nosotros siempre estimulamos a nuestra hija a que tenga una actitud positiva con respecto a las clases”, comenta una pareja. Pero cuando los profesores no consiguen presentar el tema de forma atractiva, los niños pierden el interés de inmediato. Si a su hijo le ocurre esto, ¿por qué no le aconseja que hable con el profesor en privado?

      Ayude a su hijo a preparar preguntas cuyas respuestas le permitan entender las lecciones y sacar provecho de ellas. Pero esto por sí solo no garantiza que su interés en el tema sea genuino y perdurable. Mucho depende del ejemplo que usted le dé. Muéstrele que se preocupa por su progreso comentando las lecciones con él y ofreciéndole su ayuda en los trabajos de investigación que le mande el maestro.

      Algunos escolares proceden de hogares desunidos o están desatendidos e incluso reciben malos tratos, y, por tanto, con frecuencia carecen de amor propio y confianza en sí mismos. En las aulas se mezclan con otros niños que quizás viven en mejores circunstancias. La mayoría de los padres se dan cuenta de que deben continuar ayudando a sus hijos a afrontar los problemas que surgen en la escuela. Ahora bien, ¿qué se puede decir de la comunicación entre padres y maestros? ¿Qué clase de relación deben cultivar, y cómo?

      [Recuadro/Fotografía en la página 7]

      ¿Es su hijo víctima de un abusón?

      LOS especialistas recomiendan a los padres que estén atentos para detectar indicios en su hijo. ¿Se niega a ir a la escuela, evita a los compañeros, llega a casa con contusiones o con la ropa desgarrada?

      Anímelo a que le diga qué ocurrió exactamente. De este modo podrá determinar si de verdad ha sido víctima de trato abusivo. Si así es, hable con un profesor comprensivo.

      Ayude a su hijo a superar la situación sugiriéndole que se mantenga cerca de compañeros confiables y que evite los lugares y las ocasiones en que lo podrían volver a intimidar. Un niño con un buen sentido del humor y que sepa resolver las situaciones hablando por lo general saldrá airoso.

      No se preocupe demasiado y no lo anime a desquitarse.

  • Padres, actúen en favor de sus hijos
    ¡Despertad! 1994 | 8 de agosto
    • Padres, actúen en favor de sus hijos

      LOS padres desean lo mejor para sus hijos. De hecho, el apóstol Pablo mandó a los padres de familia criar a sus hijos en la disciplina de Dios. (Efesios 6:4.) El rey Salomón de la antigüedad aconsejó a los jóvenes: “Escucha los avisos de tu padre, no rechaces las instrucciones de tu madre”. ¿Por qué razón? ‘Porque han de hacerte amable y honrado’. (Proverbios 1:8, 9; Biblia del Peregrino; Casiodoro de Reina [1569], nota.)

      ¿Qué cometido cumplen las escuelas, entonces, en la educación que los padres deben procurar a sus hijos? Y ¿qué relación debería existir entre padres y maestros?

      Los papeles de los padres y los maestros

      “Los padres son [...] los principales educadores de sus hijos”, sostiene Doreen Grant, autora de un estudio sobre la influencia de la escuela en el ámbito familiar. Pero es posible que usted, como padre o madre, encuentre difícil de aceptar tal idea.

      Tal vez vea que los métodos docentes han cambiado notablemente desde que salió de la escuela. Las escuelas actuales enseñan materias que antes eran desconocidas, como periodismo, educación sanitaria y microelectrónica. Por esta razón, algunos padres reducen al mínimo su contacto con la escuela. “Al hablar con los profesores de su hijo, el adulto más seguro de sí mismo puede sentirse como un niño de 5 años —escribe el Dr. David Lewis en su libro Help Your Child Through School (Ayude a su hijo en los años escolares)—. En vez de hablar de las dificultades o preocupaciones con los maestros en igualdad de condiciones, algunos se comportan como niños.”

      Hay padres que solo se ponen en comunicación con los maestros de sus hijos cuando surgen dificultades serias. Y en la mayoría de los casos lo hacen para quejarse. No obstante, los padres pueden contribuir significativamente a la educación de sus hijos cooperando con los profesores, y así lo hacen muchos de ellos.

      Para cumplir con su obligación de padres, deben interesarse en lo que sus hijos aprenden en la escuela y examinarlo. ¿Por qué decimos esto? Porque los maestros, por la naturaleza de su trabajo, hacen las veces de representantes morales suyos. Los valores por los que se rigen influyen en los alumnos, ya que estos los ven como modelos. La mayoría de los maestros, por su parte, agradecen la cooperación de los padres.

      El director de un colegio del sur de Alemania escribió a los padres de los alumnos: “Para nosotros, los profesores, resulta obvio, más que en ningún año anterior, que una gran cantidad de alumnos, en especial los que han iniciado el primer curso [en Alemania, a los 6 años de edad], ya se muestran indiferentes e insensibles como resultado de una mala crianza. Muchos son completamente indomables y no saben dónde poner límites a sus acciones; no tienen sentimientos de culpa; son extremadamente egocéntricos, antisociales, y sin ninguna razón aparente se vuelven agresivos y dan patadas [a sus compañeros] o intentan estrangularlos”.

      Este educador continuó: “Aunque los profesores tenemos muchos más problemas como resultado de esta situación, no queremos quejarnos. Pero hemos de reconocer que, pese a todos nuestros esfuerzos, la escuela no puede educar y criar a los niños por sí sola. Quisiéramos animarlos, estimados padres, a que se resuelvan a intervenir más ustedes mismos en la crianza de sus hijos, y a no dejar que la televisión o la calle se encarguen de la tarea que en realidad les corresponde a ustedes de contribuir a la formación de su personalidad, enseñándoles normas de conducta”. (Cursivas nuestras.)

      Incluso cuando los maestros suplican de tal forma la colaboración de los padres, muchos de estos se muestran renuentes a ayudar. “No es por indiferencia o por falta de tiempo o de confianza —afirma David Lewis—, sino por su firme convicción de que el rendimiento escolar guarda mucha más relación con los genes que con la crianza.” Pero esta idea es del todo errónea.

      Tal como los problemas domésticos suelen afectar el trabajo del niño en clase, así mismo una buena vida familiar puede ayudarle a obtener el máximo provecho de la escuela. “La familia influye mucho más en el éxito o el fracaso escolar que la propia escuela”, concluye un estudio sobre la educación. El libro How to Help Your Child Through School lo corrobora: “Hasta los padres más ocupados deberían reconocer que su actitud —el interés y el ánimo que muestren, y el apoyo que den, aunque no estén presentes físicamente— puede ser crucial para el progreso del niño”.

      Por lo tanto, ¿cómo puede usted lograr una buena cooperación con los maestros de su hijo?

      Actúe en favor de su hijo

      1) Interésese vivamente en lo que su hijo aprende en la escuela. El mejor momento para empezar es cuando el niño comienza a asistir al colegio. Los niños pequeños por lo general aceptan la ayuda de los padres mejor que los adolescentes.

      Lea con su hijo. “Aproximadamente el 75% del aprendizaje formal —según David Lewis— se consigue mediante la lectura.” Usted puede desempeñar un papel fundamental en que su hijo llegue a leer con fluidez. Las investigaciones llevadas a cabo indican que el progreso de los niños a quienes se enseña a leer en casa es superior al de los jóvenes que reciben asistencia de maestros especializados en la escuela.

      De igual modo, puede enseñar a su hijo caligrafía e incluso aritmética. “No tiene que ser un cerebro en matemáticas para enseñarle las operaciones básicas”, comenta el educador Ted Wragg. Si usted mismo necesita ayuda en estos campos, no permita que su poca capacidad lo disuada de interesarse sinceramente en lo que su hijo aprende.

      2) Consulte al maestro de su hijo sobre el plan de estudios. Averigüe lo que le van a enseñar a su hijo leyendo el programa de estudios. Si lo hace antes del inicio del curso, detectará problemas potenciales. A continuación hable con el maestro sobre cómo se pueden respetar sus deseos de padre, con lo cual se preparará el terreno para una buena cooperación. Aproveche las reuniones que la escuela organiza para que los profesores conozcan a los padres. Si hay días especiales en que se invita a los padres a asistir a las clases como observadores, vaya a la escuela y hable con los profesores de su hijo. Tales contactos son de mucho valor, sobre todo cuando surgen dificultades.

      3) Ayude a su hijo a escoger las asignaturas optativas o vocacionales. Conozca las preferencias de su hijo. Hable con él sobre las metas que valen la pena. Asesórese con los maestros sobre cuáles son todas las opciones posibles. Ellos sabrán si hay alguna restricción en la elección de asignaturas por cuestiones de horario.

      Con una buena comunicación se pueden evitar los resentimientos. Muchas escuelas presionan a los alumnos más destacados para que sigan estudios superiores. Pero los estudiantes que deciden dedicarse al ministerio cristiano no suelen escoger carreras universitarias largas. Prefieren, más bien, si es que optan por continuar estudiando, seguir un curso que los capacite para obtener un empleo y ganarse el sustento. Los maestros concienzudos a veces interpretan erróneamente esta decisión como un rechazo de todo lo que han tratado de enseñar. Si les muestra con paciencia las posibilidades que se ofrecen a su hijo de recibir más educación en el campo que él ha elegido, comprenderán que los padres cristianos desean que sus hijos sigan aprendiendo.a

      El método adecuado

      Puede ahorrarse muchas preocupaciones y dolores de cabeza por la educación de sus hijos si recuerda que para que haya cooperación, es imprescindible comunicarse bien. (Véase el recuadro “Pasos necesarios para una buena comunicación entre padres y maestros”.)

      En lugar de quejarse y criticar, actúe en favor de sus hijos consultando y cooperando con los maestros. De esta forma ayudará a sus hijos a beneficiarse al máximo de la escuela.

      [Nota a pie de página]

      a Los testigos de Jehová que escogen el ministerio cristiano como carrera y sirven de ministros de tiempo completo, tienen la posibilidad de asistir a un curso de dos semanas en la Escuela del Servicio de Precursor. Algunos de ellos reúnen más adelante los requisitos para matricularse en un curso de cinco meses que organiza la Escuela Bíblica de Galaad de la Watchtower para formar misioneros.

      [Fotografías en la página 9]

      Lea con su hijo

      Hable con los maestros sobre el plan de estudios

      Ayúdele a escoger las materias optativas

      [Recuadro en la página 10]

      Pasos necesarios para una buena comunicación entre padres y maestros

      1. Conozca a los maestros de su hijo.

      2. Verifique bien los hechos antes de quejarse.

      3. Si está molesto o enfadado, no hable con el maestro hasta que se haya calmado.

      4. Antes de encontrarse con el maestro, anote las preguntas que quiere hacerle y los objetivos que espera alcanzar.

      5. Exponga su postura clara y firmemente, y después colabore con el profesor para determinar qué pasos prácticos se pueden dar para vencer los problemas.

      6. Póngase en el lugar del maestro y pregúntese qué haría usted. Eso le ayudará a negociar una solución satisfactoria.

      7. Escuche con atención y hable cuando sea oportuno. No tema hacer preguntas si no entiende algo. En caso de que no esté de acuerdo con lo que él dice, manifiésteselo y explíquele respetuosamente la razón.

      (Basado en Help Your Child Through School, del Dr. David Lewis.)

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