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  • La búsqueda de libertad en Senegal
    La Atalaya 1991 | 15 de agosto
    • “Tengo entendido que hay muchos misioneros aquí”, comenté.

      “Sí, hay unos 60 asignados a los diferentes territorios que atendemos, y han venido de 13 países. Los misioneros trabajan duro y han contribuido mucho a establecer bien la obra aquí. Los hermanos locales reflejan ese espíritu en su amor y celo por la verdad. A pesar de que se encaran con problemas como el desempleo y recursos materiales limitados, muchos hermanos dedican 15 horas o más al ministerio del campo cada mes. Esperamos que durante su visita conozca a algunos de estos trabajadores celosos.”

      Lo mismo esperaba yo.

      En el campo con los misioneros

      Margaret, quien fue misionera por más de 20 años hasta hace poco, cuando murió, se ofreció a llevarme a su territorio en el centro de la ciudad. Tomamos un car rapide (auto rápido) para saborear algo de la vida típica. En realidad era un autobús pequeño que hacía paradas frecuentes. Tiene cabida para 25 pasajeros, y si todos fueran delgados, quizás el viaje hasta pudiera ser cómodo. Las dos señoras que se sentaron en el mismo banco conmigo no eran de ningún modo delgadas, pero acepté la situación con una sonrisa.

      “En mi territorio del centro de la ciudad se ven muchas cosas interesantes”, explicó Margaret cuando llegamos. “¿Ve esas sandalias de vivo color?”, preguntó, señalando a unos quioscos al lado de la acera. “Están hechas de cuero de oveja y cabra teñido.” Abordamos a los fabricantes de las sandalias, y Margaret comenzó su presentación en el idioma de ellos, uolof. Ellos escucharon atentamente y quedaron fascinados por las ilustraciones de Adán y Eva en el folleto ilustrado.

      Poco después nos acosaron vendedores ambulantes —conocidos aquí como hombres bana-bana— que ofrecían una gran variedad de artículos. Unos tenían escobas; otros nos mostraban ropa, candados, medicinas, carteras, naranjas, y hasta pájaros vivos. Uno quiso venderme un kora, un instrumento de cuerda hecho con la mitad de una calabaza y un palo como mástil; se toca con ambas manos. Pude notar que el instrumento tenía detrás una pequeña imagen de una máscara hecha de cuero, cuerno de cabra y pequeños caracoles de “buena suerte”. Le explicamos que no compraríamos nada que estuviera adornado con símbolos conectados con la hechicería ni con ritos no cristianos. Para sorpresa nuestra, el bana-bana concordó con nosotros, y dijo que era musulmán. Escondió el kora detrás de su gran vestidura exterior, su boubou, y escuchó atentamente mientras Margaret le presentaba el folleto, que estaba escrito en árabe. Tanto se entusiasmó que aceptó el folleto y empezó a leerlo allí mismo. Después de muchas expresiones de agradecimiento, se fue con el folleto y el kora que no vendió. Estábamos seguros de que estudiaría el folleto en su hogar.

      Después hablé con John, quien también ha sido misionero por más de 20 años.

      “La gente aquí es muy amigable, y uno puede hablar con casi toda persona —me dijo John—. El saludo popular, ‘assalam alaikum’, significa ‘la paz sea con ustedes’, y la mayoría de las personas son pacíficas. Esta es la tierra de teranga, o la hospitalidad, que se expresa por bondad, cordialidad y alegría.” Se me estaba haciendo fácil comprender por qué tantos Testigos jóvenes extranjeros podían dejar a sus familias y amigos para servir en este campo misional.

      Librados para seguir el ministerio de tiempo completo

      El espíritu del misionero tiene profunda influencia en los Testigos locales.

  • La búsqueda de libertad en Senegal
    La Atalaya 1991 | 15 de agosto
    • Dominic, un misionero que predica en Ziguinchor y en sus alrededores, me dijo que la predicación va muy bien en esta zona. “Hace solo 10 años —dijo— había 18 publicadores en la congregación de Ziguinchor. Ahora hay 80. Para atender este gran aumento construimos un bello Salón del Reino, y para ello usamos arcilla roja que se halló en los alrededores del salón. El proyecto fue un gran testimonio para la comunidad. Se oyeron comentarios favorables de la gente que vio a personas de diferentes tribus trabajando juntas pacíficamente. Hace poco, para una asamblea de circuito, la concurrencia máxima fue de 206 personas, y 4 se bautizaron.”

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