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¿Cómo deberíamos tratar al prójimo?La Atalaya 2008 | 15 de mayo
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¿Cómo deberíamos tratar al prójimo?
“Así como quieren que los hombres les hagan a ustedes, háganles de igual manera a ellos.” (LUC. 6:31.)
1, 2. a) ¿Qué es el Sermón del Monte? b) ¿Qué analizaremos en este artículo y en el siguiente?
JESUCRISTO fue, sin lugar a dudas, el Gran Maestro. Cuando sus enemigos religiosos enviaron guardias a arrestarlo, estos regresaron con las manos vacías y dijeron: “Jamás ha hablado otro hombre así” (Juan 7:32, 45, 46). Uno de los discursos más destacados de Jesús fue el Sermón del Monte, que se encuentra en los capítulos 5 a 7 del Evangelio de Mateo. En Lucas 6:20-49 leemos información similar.a
2 Quizás la porción más conocida de dicho sermón sea la llamada Regla de Oro. Esta regla muestra la forma en que debemos tratar al prójimo: “Así como quieren que los hombres les hagan a ustedes, háganles de igual manera a ellos” (Luc. 6:31). ¡Y cuántas cosas buenas hizo Jesús por la gente! Curó a los enfermos y hasta resucitó a los muertos. Pero sobre todo, predicó las buenas nuevas, y quienes las aceptaron recibieron la mayor de las bendiciones (léase Lucas 7:20-22). Los testigos de Jehová también predicamos las buenas nuevas del Reino, y eso nos produce gran satisfacción (Mat. 24:14; 28:19, 20). En este artículo y en el siguiente analizaremos lo que Jesús dijo acerca de dicha labor, así como otros puntos del Sermón del Monte que muestran cómo debemos tratar al prójimo.
Seamos apacibles
3. ¿Qué implica ser apacible?
3 Jesús dijo: “Felices son los de genio apacible, puesto que ellos heredarán la tierra” (Mat. 5:5). Según las Escrituras, la apacibilidad no es en absoluto una debilidad. Ser apacible implica ser manso, dócil y amable, pues así nos lo manda Dios. Tal actitud se manifiesta en nuestra relación con quienes nos rodean. Por ejemplo, la persona apacible ‘no devuelve mal por mal a nadie’ (Rom. 12:17-19).
4. ¿Por qué son felices los de genio apacible?
4 Los de genio apacible son felices porque “heredarán la tierra”. Jesús, que es “de genio apacible y humilde de corazón”, fue nombrado “heredero de todas las cosas”. Por eso es el principal Heredero de la Tierra, aquel que la gobernará (Mat. 11:29; Heb. 1:2; Sal. 2:8). Pero no será el único. La Biblia predijo que habrá otros gobernantes en el Reino celestial aparte del “hijo del hombre” (Dan. 7:13, 14, 21, 22, 27). Se trata de 144.000 cristianos ungidos, que también demuestran apacibilidad. Estos son los llamados “coherederos con Cristo” (Rom. 8:16, 17; Rev. 14:1). Habrá, además, otras personas apacibles que recibirán vida eterna en la Tierra bajo el Reino (Sal. 37:11).
5. ¿Qué logramos cuando imitamos la apacibilidad de Cristo?
5 Si tratamos con rudeza a los hermanos, seguramente se cansarán de nosotros y terminarán por evitarnos. En cambio, si imitamos la apacibilidad de Jesús, se sentirán atraídos por nuestra personalidad agradable y edificante. La apacibilidad es parte del fruto que el espíritu de Dios produce en quienes viven y andan por dicho espíritu (léase Gálatas 5:22-25). ¿Verdad que todos deseamos estar entre las personas apacibles a quienes Jehová guía mediante su fuerza activa?
¡Qué felices son los misericordiosos!
6. ¿Qué notables cualidades distinguen a “los misericordiosos”?
6 En su Sermón del Monte, Jesús también mencionó lo siguiente: “Felices son los misericordiosos, puesto que a ellos se les mostrará misericordia” (Mat. 5:7). “Los misericordiosos” sienten ternura y compasión por los desfavorecidos y los tratan con consideración. Jesús alivió milagrosamente el sufrimiento de las personas porque se sintió “enternecido” y “se compadeció” de ellas (Mat. 14:14; 20:34). La compasión y la consideración también nos impulsan a nosotros a actuar con misericordia (Sant. 2:13).
7. ¿Qué hizo Jesús movido por la compasión?
7 En una ocasión, Jesús decidió tomar un descanso. Sin embargo, al ver que una muchedumbre había ido a buscarlo, “se enterneció por ellos, porque eran como ovejas sin pastor”, y “comenzó a enseñarles muchas cosas” (Mar. 6:34). De igual modo, nosotros le hablamos a la gente acerca del Reino y de la gran misericordia de Dios. ¡Y qué contentos nos sentimos de poder hacerlo!
8. ¿Por qué son felices los misericordiosos?
8 Los misericordiosos son felices porque a ellos también “se les mostrará misericordia”. Cuando tratamos a las demás personas con misericordia, normalmente recibimos la misma respuesta de ellas (Luc. 6:38). Además, Jesús dijo: “Si perdonan a los hombres sus ofensas, su Padre celestial también los perdonará a ustedes” (Mat. 6:14). Solo los misericordiosos tienen la dicha de que Jehová les perdone los pecados y les conceda su favor.
¿Por qué son felices “los pacíficos”?
9. ¿Qué haremos si somos pacíficos?
9 Jesús se refirió a otra cualidad que produce felicidad cuando dijo: “Felices son los pacíficos, puesto que a ellos se les llamará ‘hijos de Dios’” (Mat. 5:9). La palabra griega que aquí se traduce “pacíficos” significa literalmente “pacificadores”, es decir, personas que promueven la paz. Si tenemos esta cualidad, no haremos nada que “[separe] a los que se han familiarizado entre sí”, como difundir calumnias, y tampoco toleraremos que otros lo hagan (Pro. 16:28). Promoveremos la paz de palabra y obra, tanto dentro como fuera de la congregación (Heb. 12:14). Pero, sobre todo, nos esforzaremos al máximo por estar en paz con Jehová (léase 1 Pedro 3:10-12).
10. ¿Por qué son felices “los pacíficos”?
10 Jesús dijo que “los pacíficos” son felices porque “se les llamará ‘hijos de Dios’”. Por su fe en Jesús, a los ungidos se les otorga el privilegio de “llegar a ser hijos de Dios” (Juan 1:12; 1 Ped. 2:24). ¿Y qué hay del pacífico grupo de las “otras ovejas”? Pues bien, Jesús será su “Padre Eterno” durante el Reinado de Mil Años, período en el cual gobernará desde los cielos junto con sus coherederos (Juan 10:14, 16; Isa. 9:6; Rev. 20:6). Al final del Milenio, los pacíficos habitantes de la Tierra llegarán a ser hijos de Dios en todo el sentido de la expresión (1 Cor. 15:27, 28).
11. ¿Cómo trataremos a los demás si dejamos que “la sabiduría de arriba” nos guíe?
11 Para tener una relación íntima con Jehová, “el Dios de la paz”, debemos imitar todos los rasgos de su personalidad, lo que incluye su carácter pacífico (Fili. 4:9). Si dejamos que “la sabiduría de arriba” nos guíe, seremos pacíficos con las demás personas (Sant. 3:17). Y al promover la paz, sin duda seremos felices.
“Resplandezca la luz de ustedes”
12. a) ¿Qué dijo Jesús sobre la iluminación espiritual? b) ¿Cómo hacemos brillar nuestra luz?
12 Como hemos visto, debemos tratar bien a nuestros semejantes. Pero lo mejor que podemos hacer por ellos es ayudarles a recibir iluminación espiritual de parte de Dios (Sal. 43:3). Jesús les dijo a sus discípulos que ellos eran “la luz del mundo” y les mandó que hicieran brillar su luz para que así la gente pudiera ver “sus obras excelentes”, es decir, sus buenas acciones a favor del prójimo. Su luz brillaría “delante de los hombres”, iluminando espiritualmente a la humanidad (léase Mateo 5:14-16). Hoy en día, nuestra luz resplandece cuando ayudamos en lo que podemos a nuestros vecinos y cuando colaboramos en la labor de evangelización que se lleva a cabo “en todas las naciones”, sí, “en todo el mundo” (Mar. 13:10; Mat. 26:13). ¡Qué gran honor tenemos!
13. ¿Por qué cosas se nos conoce a los cristianos?
13 Jesús señaló: “No se puede esconder una ciudad cuando está situada sobre una montaña”. En efecto, una ciudad así se vería fácilmente, aun a la distancia. De la misma manera, a los proclamadores del Reino se nos conoce por nuestras buenas obras y por nuestras buenas cualidades, como la moderación y castidad (Tito 2:1-14).
14. a) ¿Cómo eran las lámparas del siglo primero? b) ¿Cómo evitamos ocultar la luz espiritual bajo una “cesta de medir”?
14 Jesús explicó que si alguien encendía una lámpara, no era para colocarla debajo de una cesta, sino sobre un candelero, de modo que alumbrara “a todos los que est[uvieran] en la casa”. Por lo común, las lámparas del siglo primero eran vasijas de barro rellenas de aceite de oliva o de otro tipo. Una mecha absorbía el aceite por atracción capilar y así alimentaba la llama. La lámpara se colocaba sobre un candelero, una base alta de madera o metal, precisamente para que alumbrara a todos los que estuvieran en la casa. A nadie se le hubiera ocurrido colocarla debajo de una cesta de medir (recipiente de unos nueve litros [unos dos galones y medio] de capacidad que se usaba para medir cereales). Pues bien, Jesús no quería que sus discípulos ocultaran su luz bajo una “cesta de medir”; su luz espiritual debía brillar sin estorbos de ningún tipo. Por eso, nunca permitamos que la oposición o la persecución hagan que ocultemos las verdades bíblicas, que dejemos de hablar de ellas.
15. ¿Cómo influyen nuestras obras excelentes en algunas personas?
15 Después de hablar de la lámpara, Jesús dijo lo siguiente a sus discípulos: “Así mismo resplandezca la luz de ustedes delante de los hombres, para que ellos vean sus obras excelentes y den gloria al Padre de ustedes que está en los cielos”. Hay quienes le dan gloria a Dios y se hacen sus siervos debido a nuestras obras excelentes. Saber esto es sin duda un poderoso incentivo para continuar resplandeciendo “como iluminadores en el mundo” (Fili. 2:15).
16. En vista de que somos “la luz del mundo”, ¿qué debemos hacer?
16 En vista de que somos “la luz del mundo”, debemos predicar el Reino y hacer discípulos. Pero hace falta algo más. El apóstol Pablo lo expresó así: “Sigan andando como hijos de la luz, porque el fruto de la luz consiste en toda clase de bondad y justicia y verdad” (Efe. 5:8, 9). Nuestra conducta siempre debe demostrar que servimos a Dios. Así es, debemos seguir este consejo del apóstol Pedro: “Mantengan excelente su conducta entre las naciones, para que, en la cosa de que hablan contra ustedes como de malhechores, ellos, como resultado de las obras excelentes de ustedes, de las cuales son testigos oculares, glorifiquen a Dios en el día para la inspección por él” (1 Ped. 2:12). Ahora bien, ¿qué hemos de hacer cuando las relaciones con algún hermano se vuelven tirantes?
“Haz las paces con tu hermano”
17-19. a) ¿Qué era la dádiva que se menciona en Mateo 5:23, 24? b) ¿Cuánta importancia tiene reconciliarse con un hermano, y cómo lo destacó Jesús?
17 En el Sermón del Monte, Jesús advirtió a sus discípulos que no se encolerizaran con sus hermanos ni los trataran con desprecio. Les aconsejó que, más bien, hicieran las paces sin demora con cualquier hermano que estuviera ofendido con ellos (léase Mateo 5:21-25). Detengámonos a analizar este consejo de Jesús. Imagine que usted está llevando una dádiva al altar del templo y, al llegar allí, recuerda que un hermano tiene algo contra usted. ¿Qué debería hacer? Dejar la dádiva frente al altar e ir a hacer las paces con él. Una vez arreglado el problema, podría regresar a ofrecer su dádiva.
18 Esta dádiva era una ofrenda que se presentaba en el templo de Jehová y que a menudo consistía en un animal que iba a ser sacrificado. Era muy importante que los israelitas realizaran este tipo de ofrendas como parte de su adoración, pues así lo estipulaba la Ley mosaica. Pero si un israelita recordaba que un hermano suyo tenía algo contra él, lo más importante en ese momento no era ofrecer la dádiva, sino arreglar el problema. “Deja tu dádiva allí enfrente del altar, y vete —dijo Jesús—; primero haz las paces con tu hermano, y luego, cuando hayas vuelto, ofrece tu dádiva.” En efecto, reconciliarse con un hermano era más importante que cumplir las obligaciones establecidas en la Ley.
19 Pero tengamos en cuenta que Jesús no habló de ningún tipo de ofrendas en particular ni de pecados específicos. Por lo tanto, sin importar qué clase de ofrenda estuviera llevando, el israelita debía posponerla si recordaba que un hermano tenía algo en su contra. Si se trataba de un animal, tenía que dejar el animal vivo allí, “enfrente del altar” para ofrendas quemadas, situado en el patio de los sacerdotes. Una vez que el problema se resolviera, el israelita podía volver y presentar su ofrenda.
20. Si estamos enojados con algún hermano, ¿por qué debemos solucionar el problema de inmediato?
20 Para que Dios apruebe nuestra adoración, tenemos que llevarnos bien con los hermanos. En Israel, los sacrificios perdían todo su valor a los ojos de Dios si quienes los ofrecían no trataban bien a sus hermanos (Miq. 6:6-8). De ahí que Jesús recalcara a sus discípulos la necesidad de “arreglar prestamente los asuntos” (Mat. 5:25). De la misma manera, Pablo escribió: “Estén airados, y, no obstante, no pequen; que no se ponga el sol estando ustedes en estado provocado, ni dejen lugar para el Diablo” (Efe. 4:26, 27). Aunque tengamos razones para molestarnos con alguien, debemos resolver el problema de inmediato. De lo contrario, nos quedaríamos “en estado provocado” —es decir, enojados— y le daríamos al Diablo la oportunidad de aprovecharse de la situación (Luc. 17:3, 4).
Siempre tratemos con respeto al prójimo
21, 22. a) ¿Cómo podemos seguir las instrucciones de Jesús que acabamos de analizar? b) ¿Qué veremos en el siguiente artículo?
21 Este repaso de algunas porciones del Sermón del Monte debe motivarnos a tratar al prójimo con bondad y respeto. Aunque somos imperfectos, podemos seguir las instrucciones de Jesús, pues ni él ni nuestro Padre celestial nos pedirían algo que no pudiéramos hacer. Si le solicitamos a Jehová su ayuda y ponemos de nuestra parte, seremos personas apacibles, misericordiosas y pacíficas. Además, resplandeceremos con luz espiritual para la gloria de Jehová y lograremos restablecer la paz con nuestros hermanos cuando surjan dificultades.
22 En conclusión, si queremos que Dios acepte nuestra adoración, debemos tratar bien al prójimo (Mar. 12:31). En el siguiente artículo veremos otros pasajes del Sermón del Monte que también nos ayudarán a hacer el bien. Después de meditar en las lecciones que hemos extraído de este incomparable discurso de Jesús, preguntémonos: “¿Trato yo bien a los demás?”.
[Nota]
a Le será útil leer ambos pasajes antes de estudiar en su hogar este artículo y el siguiente.
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Hagamos siempre el bienLa Atalaya 2008 | 15 de mayo
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Hagamos siempre el bien
“Continúen [...] haciendo [el] bien.” (LUC. 6:35.)
1, 2. ¿Por qué no siempre es fácil hacer el bien a los demás?
NO SIEMPRE es fácil hacer el bien a los demás. Por ejemplo, a veces los tratamos con bondad, pero no recibimos el mismo trato de ellos. O nos interesamos en el bienestar espiritual de nuestros vecinos y les llevamos “las gloriosas buenas nuevas del Dios feliz” y de su Hijo, pero nos responden con apatía o ingratitud (1 Tim. 1:11). Incluso hay quienes llegan a ser maliciosos “enemigos del madero de tormento del Cristo” (Fili. 3:18). ¿Cómo deberíamos tratar los cristianos a todas esas personas?
2 Jesucristo dijo a sus discípulos: “Continúen amando a sus enemigos y haciendo [el] bien” (Luc. 6:35). En este artículo analizaremos estas palabras, así como otras exhortaciones de Jesús relacionadas con hacer el bien a los demás.
‘Amen a sus enemigos’
3. a) Resuma las palabras de Jesús que aparecen en Mateo 5:43-45. b) ¿Qué pensaban los líderes religiosos sobre los judíos y los no judíos?
3 En su famoso Sermón del Monte, Jesús dijo a sus oyentes que debían amar a sus enemigos y orar por los que los perseguían (léase Mateo 5:43-45). Todos los presentes en aquella ocasión eran judíos, de modo que conocían el mandato divino: “No debes tomar venganza ni tener rencor contra los hijos de tu pueblo; y tienes que amar a tu prójimo como a ti mismo” (Lev. 19:18). Pues bien, los líderes religiosos del siglo primero sostenían que las expresiones “los hijos de tu pueblo” y “tu prójimo” se referían exclusivamente a los judíos. También enfatizaban que la Ley mosaica les exigía mantenerse separados de las demás naciones. Esto llevó a dichos líderes a la conclusión de que todos los que no fueran judíos eran enemigos y que había que odiarlos.
4. ¿Cómo debían tratar los discípulos de Jesús a sus enemigos?
4 Jesús, en cambio, dijo: “Continúen amando a sus enemigos y orando por los que los persiguen” (Mat. 5:44). Sus discípulos tenían que tratar con amor a quienes fueran hostiles con ellos. Según el evangelista Lucas, Jesús declaró: “Les digo a ustedes los que escuchan: Continúen amando a sus enemigos, haciendo bien a los que los odian, bendiciendo a los que los maldicen, orando por los que los insultan” (Luc. 6:27, 28). Nosotros, al igual que los discípulos del siglo primero, tomamos a pecho las enseñanzas de Jesús. ¿Cómo ‘hacemos el bien a los que nos odian’? Respondiendo a su hostilidad con actos bondadosos. ¿Cómo ‘bendecimos a los que nos maldicen’? Hablándoles de forma amable y considerada. Y ¿cómo ‘oramos por los que nos persiguen’ valiéndose de violencia física o de insultos? Pidiéndole a Jehová que tales personas cambien y obtengan su favor. Cuando así lo hacemos, demostramos que amamos a nuestros enemigos.
5, 6. ¿Por qué debemos amar a nuestros enemigos?
5 ¿Por qué deben los cristianos tratar con amor a sus enemigos? ‘Para demostrar que son hijos de su Padre que está en los cielos’, señaló Jesús (Mat. 5:45). ¿Y en qué sentido demostramos así que somos hijos de Dios? En el sentido de que lo estamos imitando, pues Jehová “hace salir su sol sobre inicuos y buenos y hace llover sobre justos e injustos” o, como lo expresa Lucas, “es bondadoso para con los ingratos e inicuos” (Luc. 6:35).
6 Jesús destacó así la importancia de que sus discípulos amaran a sus enemigos: “Si aman a los que los aman, ¿qué galardón tienen? ¿No hacen también la misma cosa los recaudadores de impuestos? Y si saludan a sus hermanos solamente, ¿qué cosa extraordinaria hacen? ¿No hace la misma cosa también la gente de las naciones?” (Mat. 5:46, 47). Si solo mostráramos amor a quienes nos lo muestran a nosotros, no mereceríamos ningún “galardón” de parte de Dios, es decir, no mereceríamos su favor. Hasta los recaudadores de impuestos, a quienes muchos judíos consideraban despreciables, trataban con amor a las personas que los amaban (Luc. 5:30; 7:34).
7. ¿Por qué no hacía nada extraordinario el siervo de Dios que solo saludaba a sus hermanos?
7 El saludo común entre los judíos incluía la palabra “paz”, lo que daba a entender que a la persona se le deseaba salud y prosperidad (Jue. 19:20; Juan 20:19). Por eso, el siervo de Dios que solo saludaba a quienes consideraba sus hermanos no estaba haciendo nada extraordinario. Como indicó Jesús, “la gente de las naciones” actuaba de igual modo.
8. Cuando Jesús les dijo a sus oyentes que tenían que ser perfectos, ¿a qué se refería?
8 Jesús concluyó esta parte de su discurso diciendo: “Ustedes, en efecto, tienen que ser perfectos, como su Padre celestial es perfecto” (Mat. 5:48). Pero los discípulos de Cristo no podían ser perfectos, pues habían heredado el pecado de Adán (Rom. 5:12). Entonces, ¿a qué se refería Jesús? A que debían imitar a su Padre celestial de una manera en particular: haciendo que su amor llegara a ser “perfecto”, es decir, más completo. ¿Cómo lo lograrían? Amando incluso a sus enemigos. De los cristianos de la actualidad se espera lo mismo.
¿Por qué perdonar?
9. ¿Qué significan las palabras “perdónanos nuestras deudas”?
9 Otra forma de hacer el bien consiste en perdonar misericordiosamente a quienes pecan contra nosotros. La oración del padrenuestro dice en parte: “Perdónanos nuestras deudas, como nosotros también hemos perdonado a nuestros deudores” (Mat. 6:12). Por supuesto, Jesús no estaba hablando aquí de deudas económicas. El Evangelio de Lucas deja claro que se refería a los pecados, pues dice: “Perdónanos nuestros pecados, porque nosotros mismos también perdonamos a todo el que nos debe” (Luc. 11:4).
10. ¿Cómo podemos imitar la manera en que Jehová perdona?
10 Todos nosotros tenemos que imitar a Dios, quien perdona con generosidad a los pecadores arrepentidos. El apóstol Pablo escribió: “Háganse bondadosos unos con otros, tiernamente compasivos, y perdónense liberalmente unos a otros, así como Dios también por Cristo liberalmente los perdonó a ustedes” (Efe. 4:32). El salmista David cantó: “Jehová es misericordioso y benévolo, tardo para la cólera y abundante en bondad amorosa. [...] No ha hecho con nosotros aun conforme a nuestros pecados; ni conforme a nuestros errores ha traído sobre nosotros lo que merecemos. [...] Tan lejos como está el naciente del poniente, así de lejos ha puesto de nosotros nuestras transgresiones. Como un padre muestra misericordia a sus hijos, Jehová ha mostrado misericordia a los que le temen. Pues él mismo conoce bien la formación de nosotros, y se acuerda de que somos polvo” (Sal. 103:8-14).
11. ¿A quiénes perdona Jehová?
11 Para que Dios nos perdone, primero tenemos que perdonar a quienes han pecado contra nosotros (Mar. 11:25). Así lo destacó Jesús cuando dijo: “Si perdonan a los hombres sus ofensas, su Padre celestial también los perdonará a ustedes; mientras que si no perdonan a los hombres sus ofensas, tampoco perdonará su Padre las ofensas de ustedes” (Mat. 6:14, 15). En efecto, Jehová solo perdona a quienes perdonan de todo corazón a sus semejantes. Así pues, sigamos este consejo de Pablo: “Como Jehová los perdonó liberalmente a ustedes, así también háganlo ustedes” (Col. 3:13). Esta es, sin duda, una forma de hacer el bien al prójimo.
“Dejen de juzgar”
12. ¿Qué dijo Jesús sobre juzgar a los demás?
12 Jesús señaló en el Sermón del Monte una manera más de hacer el bien cuando les dijo a sus oyentes que dejaran de juzgar a los demás. Después de hacer esa exhortación, recalcó la idea con una impactante ilustración (léase Mateo 7:1-5). Veamos primero a qué se refería Jesús exactamente con las palabras “dejen de juzgar”.
13. ¿Qué significa la exhortación de Jesús de ‘poner en libertad’?
13 Mateo recoge así las palabras de Jesús: “Dejen de juzgar, para que no sean juzgados” (Mat. 7:1). Lucas lo expresó de este modo: “Dejen de juzgar, y de ninguna manera serán juzgados; y dejen de condenar, y de ninguna manera serán condenados. Sigan poniendo en libertad, y se les pondrá en libertad” (Luc. 6:37). Los fariseos juzgaban a la gente con dureza basándose en tradiciones contrarias a las Escrituras. A todos los que tenían esa costumbre, Jesús les estaba diciendo que ‘dejaran de juzgar’ a los demás y que, en vez de eso, los ‘pusieran en libertad’ o los liberaran de sus culpas; en otras palabras, que les perdonaran sus faltas. El apóstol Pablo dio un consejo parecido sobre el perdón en Efesios 4:32, como ya hemos visto.
14. ¿Qué lograrían los discípulos de Jesús si perdonaban a otras personas?
14 Si los discípulos de Jesús perdonaban a otras personas, estas se sentirían impulsadas a responder de igual modo. “Con el juicio con que ustedes juzgan, serán juzgados; y con la medida con que miden, se les medirá”, dijo Jesús (Mat. 7:2). En el campo de las relaciones humanas, verdaderamente se cosecha lo que se siembra (Gál. 6:7).
15. ¿Cómo enfatizó Jesús que está mal criticar?
15 Para enfatizar que está mal criticar a los demás, Jesús preguntó: “¿Por qué miras la paja que hay en el ojo de tu hermano, pero no tomas en cuenta la viga que hay en tu propio ojo? O, ¿cómo puedes decir a tu hermano: ‘Permíteme extraer la paja de tu ojo’; cuando ¡mira!, hay una viga en tu propio ojo?” (Mat. 7:3, 4). Una persona criticona señala un defecto de menor importancia en el “ojo” de su hermano, dando así a entender que este no es capaz de ver ni evaluar con claridad los asuntos. Aunque el defecto es menor —como una pajita—, se ofrece a corregirlo; le dice: “Permíteme extraer la paja de tu ojo”. Con hipocresía, se ofrece a ayudar a su hermano a ver las cosas con mayor claridad.
16. ¿Por qué puede decirse que los fariseos tenían “una viga” en el ojo?
16 Los líderes religiosos judíos siempre estaban criticando a los demás. Por ejemplo, en cierta ocasión, un ciego a quien Jesús había curado dijo que este tenía que haber sido enviado por Dios, a lo que los fariseos respondieron: “Tú naciste del todo en pecados, ¿y sin embargo nos enseñas a nosotros?” (Juan 9:30-34). Los fariseos no tenían ni visión espiritual ni capacidad para juzgar debidamente porque en su propio ojo tenían “una viga” que los cegaba por completo. Por eso Jesús dijo lo siguiente de todo aquel que actuaba como ellos: “¡Hipócrita! Primero extrae la viga de tu propio ojo, y entonces verás claramente cómo extraer la paja del ojo de tu hermano” (Mat. 7:5; Luc. 6:42). Si estamos resueltos a hacer el bien a los demás, no seremos criticones ni estaremos buscando “pajas” en los ojos de nuestros hermanos. Reconoceremos que somos imperfectos y que, por tanto, no debemos juzgar a nuestros queridos compañeros.
Cómo debemos tratar al prójimo
17. Según Mateo 7:12, ¿cómo debemos tratar a los demás?
17 En el Sermón del Monte, Jesús indicó que Jehová, como buen Padre que es, nos trata con bondad, y por eso contesta nuestras oraciones (léase Mateo 7:7-12). Jesús también señaló la manera en que nosotros, por nuestra parte, debemos tratar a los demás: “Por lo tanto, todas las cosas que quieren que los hombres les hagan, también ustedes de igual manera tienen que hacérselas a ellos” (Mat. 7:12). Solo si tratamos al prójimo de este modo, demostraremos ser verdaderos seguidores de Jesucristo.
18. ¿Por qué puede decirse que “la Ley” animaba a tratar al prójimo como a uno le gustaría ser tratado?
18 Después de decir que debemos tratar al prójimo como nos gustaría ser tratados, Jesús añadió: “Esto, de hecho, es lo que significan la Ley y los Profetas”. Cuando cumplimos esa regla de conducta, actuamos de acuerdo con el espíritu de “la Ley”, es decir, los escritos que constituyen los cinco primeros libros bíblicos (Génesis a Deuteronomio). Estos libros revelaban el propósito divino de producir una descendencia que acabaría con el mal. Además, contenían el conjunto de normas que Dios había dado a Israel mediante Moisés en 1513 antes de nuestra era (Gén. 3:15). Pues bien, algunas de esas normas estipulaban claramente cómo debían tratar los israelitas al prójimo: tenían que ser justos e imparciales y debían hacer el bien a los más desfavorecidos y a los residentes forasteros (Lev. 19:9, 10, 15, 34).
19. ¿Cómo muestran “los Profetas” que debemos hacer el bien?
19 Al mencionar a “los Profetas”, Jesús se refería a los libros proféticos de las Escrituras Hebreas. Además de contener profecías mesiánicas que se cumplieron en el propio Jesús, estos libros muestran que Dios bendice a sus siervos cuando hacen lo que él aprueba y cuando tratan bien a sus semejantes. Por ejemplo, en la profecía de Isaías se dio el siguiente consejo a los israelitas: “Esto es lo que ha dicho Jehová: ‘Guarden el derecho y hagan lo que es justo. [...] Feliz es el hombre mortal que hace esto, y el hijo de la humanidad que se ase de ello, [...] que guarda su mano para no hacer ninguna clase de maldad’” (Isa. 56:1, 2). Así es, Dios espera que sus siervos hagan siempre el bien.
Nunca dejemos de hacer el bien
20, 21. ¿Cuál fue la reacción de las muchedumbres al Sermón del Monte, y por qué debería usted meditar en él?
20 Aunque solo hemos tratado unos cuantos de los muchos puntos importantes que Jesús incluyó en su incomparable Sermón del Monte, entendemos perfectamente por qué sus oyentes reaccionaron como lo hicieron. La Biblia dice: “Cuando Jesús terminó estos dichos, el efecto fue que las muchedumbres quedaron atónitas por su modo de enseñar; porque les enseñaba como persona que tiene autoridad, y no como sus escribas” (Mat. 7:28, 29).
21 Jesucristo demostró que era, sin lugar a dudas, el “Maravilloso Consejero” que se había predicho (Isa. 9:6). El Sermón del Monte es un magnífico ejemplo de lo bien que conocía la forma de pensar de su Padre celestial. Además de los puntos que hemos tratado, ese sermón habla sobre cómo alcanzar la felicidad verdadera, cómo evitar la inmoralidad, cómo practicar la justicia y cómo tener un futuro seguro y dichoso, entre muchos otros asuntos. ¿Por qué no vuelve a leer con atención los capítulos 5 a 7 de Mateo? Tras orar a Jehová, medite en los excelentes consejos que Jesús dio en el Sermón del Monte y esfuércese por ponerlos en práctica. Si así lo hace, alegrará a Jehová, tratará a su prójimo como es debido y hará siempre el bien.
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