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1945-1990 Se atrae a “muchos a la justicia” (Dan. 12:3). (Parte 3)Anuario de los testigos de Jehová 2014
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Al principio, los hermanos predicaban con cautela por temor a ser arrestados; pero a medida que ganaron confianza, ampliaron su actividad. Durante 1973, aquella pequeña congregación distribuyó 6.000 tratados. Después comenzaron a ofrecer las revistas en oficinas y centros comerciales. Poco a poco, los funcionarios y el público fueron entendiendo la naturaleza de nuestra obra y cobrándole aprecio. Como fruto de la paciencia y persistencia de los hermanos, el 15 de diciembre de 1993 se registró oficialmente la Asociación Cristiana de los Testigos de Jehová de Guinea.
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1945-1990 Se atrae a “muchos a la justicia” (Dan. 12:3). (Parte 4)Anuario de los testigos de Jehová 2014
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SIERRA LEONA Y GUINEA
1945-1990 Se atrae a “muchos a la justicia” (Dan. 12:3). (Parte 4)
La lucha contra el analfabetismo
Durante su segunda visita a Sierra Leona, a principios de 1963, Milton Henschel abordó una necesidad que la sucursal llevaba tiempo tratando de resolver: combatir con más intensidad el analfabetismo.
Algunas congregaciones daban clases de alfabetización en inglés. Pero tras la visita del hermano Henschel, empezaron a enseñar a los estudiantes a leer y escribir en su lengua materna. Había congregaciones que impartían clases en dos o tres idiomas. Estas clases se volvieron tan populares que un tercio de los publicadores del país se apuntaron.
En 1966, los hermanos de Liberia elaboraron una cartilla con dibujos para aprender a leer kisi. Cuando se la mostraron a los funcionarios del gobierno, les gustó tanto que decidieron publicarla y distribuirla de forma gratuita. Se repartió en Guinea, Liberia y Sierra Leona, y con ella aprendieron a leer y escribir centenares de personas de habla kisi. Con el tiempo, se produjeron o adaptaron cartillas para otros grupos lingüísticos a fin de alfabetizar a muchas más personas.
Sia calculaba su actividad en el ministerio utilizando cordones negros y rojos
Estas clases no solo enseñaron a la gente a leer y escribir, sino que también contribuyeron a su adelantamiento espiritual. Tomemos por caso a Sia Ngallah, una publicadora de 50 años que no sabía leer. Para calcular el tiempo que dedicaba a la predicación, empleaba cordones negros y rojos. Cuando predicaba una hora, hacía un nudo en el cordón negro, y después de una revisita, hacía un nudo en el rojo. Sia asistió a las clases de alfabetización y, como resultado, aprendió a llevar mejor la cuenta de su ministerio. Además, progresó hasta llegar al bautismo, y se hizo una predicadora y maestra más hábil.
Muchas congregaciones de Sierra Leona y Guinea aún organizan este tipo de clases. Un alto funcionario de Sierra Leona dijo lo siguiente a los hermanos de la sucursal: “Están haciendo una labor muy meritoria no solo por su obra de educación bíblica, sino por alfabetizar a nuestra sociedad”.
Hablan las “piedras”
Al aumentar el número de personas de distintas etnias que aprendían a leer, se acentuó la necesidad de traducir publicaciones para ellas. La mayoría de las tribus disponían de pocos o ningún texto editado en su idioma. Los sierraleoneses cultos leían inglés, mientras que los de Guinea leían francés. ¿Qué se podría hacer para proporcionar publicaciones bíblicas en las lenguas nativas?
En 1959, dos graduados de Galaad habían traducido al mendé un tratado y un folleto, pero su distribución fue muy escasa. Diez años más tarde se tradujeron al kisi los folletos “Estas buenas nuevas del reino” y Viviendo con la esperanza de un nuevo mundo justo. Se distribuyeron unos 30.000 ejemplares y se usaron para dirigir estudios bíblicos.
La sucursal inició en 1975 la publicación de artículos de estudio de La Atalaya en kisi, lo que emocionó muchísimo a los publicadores. Un hermano escribió: “Jehová ha hecho un milagro con nosotros. Nunca fuimos a la escuela. Éramos como piedras, incapaces de hablar. Pero ahora que tenemos La Atalaya en kisi, podemos hablar de los grandes actos de Jehová” (Luc. 19:40). Hubo otras publicaciones que también se tradujeron al kisi.
Muchas personas de Sierra Leona y Guinea todavía leen nuestras publicaciones en inglés o francés, que son los idiomas que se utilizan en las reuniones. Sin embargo, el número de publicaciones bíblicas en las lenguas vernáculas ha aumentado de manera espectacular. Actualmente se consiguen en fula, guerze, kisi, krío, maninkakan, mendé y susu. Un ejemplo son los folletos Escuche a Dios y vivirá para siempre y Escuche a Dios, herramientas fáciles de usar que permiten que muchas personas que no leen bien capten y aprecien el maravilloso mensaje de la Biblia.
Una nueva sucursal
Durante los primeros años de la década de 1960, los hermanos de Freetown estuvieron buscando un terreno donde construir una nueva sucursal. Finalmente, en 1965 adquirieron una propiedad en la avenida Wilkinson, que tenía vista al mar y estaba situada en uno de los barrios residenciales más exclusivos de la ciudad.
El diseño final constaba de un atractivo edificio que albergaría un Salón del Reino, un hogar misional y oficinas. La construcción despertó tanta curiosidad, que a veces el intenso tráfico de la avenida Wilkinson se detenía casi por completo porque conductores y pasajeros querían ver mejor. El edificio se dedicó el 19 de agosto de 1967. Al programa asistieron cerca de trescientas personas, entre ellas dignatarios de la localidad y varios hermanos mayores que habían sido bautizados en 1923 por Brown el de la Biblia.
Sucursal y hogar misional en Freetown (1965-1997)
El nuevo edificio elevó la opinión que la gente tenía de los testigos de Jehová. Además, proclamaba abiertamente que ellos estaban allí para quedarse, silenciando así a los críticos de otras religiones que habían dicho que los Testigos no durarían mucho en Sierra Leona.
El celo de los misioneros estimula el crecimiento
Un grupo de publicadores cruzando un campo de arroz anegado
Desde mediados de la década de 1970, la llegada continua de misioneros formados en Galaad le dio un fuerte empuje a la obra en Sierra Leona y Guinea. Unos ya habían servido en países africanos y se adaptaron rápidamente a las condiciones locales. Para otros era la primera vez. ¿Cómo les iría en la “tumba del hombre blanco”? Aquí van algunos de sus comentarios.
“La gente era humilde y tenía hambre espiritual. Ver cómo la verdad mejoraba sus vidas me producía una inmensa satisfacción.” (Hannelore Altmeyer.)
“Luchar con el clima tropical y con las enfermedades fue duro; pero la alegría de ver a personas sinceras servir a Jehová hizo que valiera la pena el sacrificio.” (Cheryl Ferguson.)
“Aprendí a ser paciente. En cierta ocasión le pregunté a una hermana cuándo llegarían sus visitantes. ‘Puede que hoy. Puede que mañana. O puede que pasado mañana’, respondió. Debió haber visto mi cara de asombro, porque enseguida añadió: ‘¡Pero seguro que vienen!’.” (Christine Jones.)
“En el hogar misional de Freetown vivíamos 14 misioneros de diferentes culturas y orígenes. Compartíamos dos baños, una ducha, una lavadora y una cocina. Los víveres eran escasos y de mala calidad. La luz se iba a cualquier hora, y a veces tardaba días en volver. Casi todos nos enfermamos de paludismo y de otras enfermedades tropicales. Aunque parecía ser la receta perfecta para el fracaso, aprendimos a llevarnos bien, a perdonar y a ver el lado cómico de los problemas. Predicar era una delicia, y entre nosotros se crearon lazos profundos de amistad.” (Robert y Pauline Landis.)
Pauline Landis dirigiendo un estudio bíblico
“El tiempo que vivimos en Sierra Leona fue uno de los mejores de nuestra vida. No tenemos nada de qué arrepentirnos o quejarnos; al contrario, lo echamos muchísimo de menos.” (Benjamin y Monica Martin.)
“Una vez nos alojamos en casa de una mujer interesada en la verdad. Nos ofreció un plato de comida de aspecto algo raro. ‘Es víbora —dijo—. Ya le quité los colmillos. ¿Quieren?’ Rechazamos amablemente su invitación, pero ella insistió. Aunque experiencias como esta nos intimidaban, agradecíamos la cálida hospitalidad de la gente, a quien llegamos a tenerle gran cariño.” (Frederick y Barbara Morrisey.)
“En mis cuarenta y tres años de servicio misional he vivido con más de cien misioneros. Para mí ha sido un privilegio conocer a tantos hermanos, todos con personalidades distintas pero con un mismo objetivo. ¡Qué gozo da poder colaborar con Dios y ver a la gente abrazar la verdad de la Biblia!” (Lynette Peters.)
“¡Qué gozo da poder colaborar con Dios y ver a la gente abrazar la verdad de la Biblia!”
Desde 1947 hasta el presente han servido en Sierra Leona 154 misioneros y en Guinea, 88. Una infinidad de otros Testigos han venido a ayudar en la predicación. Ahora mismo hay 44 misioneros en Sierra Leona y 31 en Guinea. Su espíritu infatigable y su devoción abnegada han dejado huella en las vidas de innumerables personas. Las siguientes palabras de Alfred Gunn, miembro veterano del Comité de Sucursal, resumen el parecer general: “Sentimos muchísimo cariño por ellos”.
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La tarjeta de identificación fue su “pasaporte”Anuario de los testigos de Jehová 2014
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SIERRA LEONA Y GUINEA
La tarjeta de identificación fue su “pasaporte”
“Más de mil personas acudieron a la Asamblea de Distrito ‘Paz Divina’, que se celebró en Guéckédou (Guinea) en 1987. Como la ciudad queda cerca de la frontera con Sierra Leona y Liberia, muchos asambleístas de estos dos países decidieron viajar cada día, aunque no tenían documentos de viaje. Entonces, los hermanos encargados llegaron a un acuerdo con las autoridades fronterizas. Los asambleístas solo necesitarían un documento: su tarjeta de identificación de la asamblea. Cuando la policía los veía con sus tarjetas de brillante color naranja, inmediatamente les hacía un gesto con la mano para que pasaran.” (Everett Berry, exmisionero.)
Los hermanos disfrutaron de exquisita comida en esta asamblea
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1991-2001 En el horno “de la aflicción” (Isa. 48:10). (Parte 1)Anuario de los testigos de Jehová 2014
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SIERRA LEONA Y GUINEA
1991-2001 En el horno “de la aflicción” (Isa. 48:10). (Parte 1)
La guerra civil
En la década de 1980, los problemas sociales, políticos y económicos suscitaron el descontento por toda África occidental. Cuando la guerra asoló al vecino país de Liberia, muchas personas huyeron a Sierra Leona. Ante esto, la sucursal dispuso que se usaran Salones del Reino y casas particulares para alojar a los Testigos refugiados, y las congregaciones se encargaron de cuidarlos.
Aunque la situación era difícil, también hubo momentos graciosos, como el que relata Isolde Lorenz, que ha sido misionera durante muchos años: “Un hermano mandó a su hijo que calentara la comida en un fogón que había en el jardín detrás del Salón del Reino de la sucursal. Cuando el niño volvió, le dijo a su padre que no habría comida ese día. ‘¿Por qué?’, le preguntó el padre. ‘¡Porque Jehová me acaba de salvar de la boca del león!’, exclamó el niño. ¿Qué había pasado? Que cuando volvía con la comida, se encontró con Lobo, el perro de la sucursal, un pastor alemán muy grande pero inofensivo. El niño se llevó el susto de su vida. Con el plato en las manos, extendió los brazos todo lo que pudo para mantener el perro a distancia. Como es lógico, Lobo pensó que la comida era para él y se la devoró”.
El 23 de marzo de 1991, el conflicto armado de Liberia se extendió a Sierra Leona, desatando una guerra civil que duró once años. Un grupo rebelde llamado Frente Unido Revolucionario (FUR) avanzó velozmente sobre Kailahun y Koindu, lo que obligó a sus habitantes a huir a Guinea, entre ellos 120 hermanos. Antes de la llegada de los rebeldes, otros Testigos refugiados de Liberia habían entrado a raudales en Sierra Leona.
“Durante varios meses fueron llegando al Betel de Freetown grupos de hermanos ojerosos, débiles y hambrientos —cuenta Billie Cowan, el coordinador del Comité de Sucursal de aquel entonces—. Muchos habían presenciado atrocidades indescriptibles y habían tenido que comer hierbas silvestres para no morirse de hambre. Enseguida les dimos comida y ropa, y atendimos a los familiares y personas interesadas que venían con ellos. Los hermanos les abrieron sus hogares y sus corazones. Los Testigos refugiados se ocuparon de inmediato en la predicación, ayudando así a las congregaciones. Con el tiempo, muchos se marcharon; pero mientras estuvieron con nosotros, fueron una gran fuente de estímulo.”
La guerra civil en Sierra Leona duró once años
Reciben consuelo y esperanza
La sucursal envió alimentos, medicinas, materiales de construcción, herramientas y utensilios a los Testigos que se hallaban en los campos de refugiados del sur de Guinea; también mandó una gran cantidad de ropa donada por Francia. “Mis hijos bailaban, cantaban y alababan a Jehová porque tenían ropa nueva para las reuniones”, escribió un padre. Algunos hermanos dijeron que nunca antes habían vestido tan bien.
Sin embargo, los refugiados necesitaban algo más que socorro material, pues Jesús dijo: “No de pan solamente debe vivir el hombre, sino de toda expresión que sale de la boca de Jehová” (Mat. 4:4). Por lo tanto, la sucursal envió publicaciones bíblicas, organizó asambleas de circuito y de distrito, y destinó precursores y superintendentes viajantes a la zona.
Cuando el superintendente de circuito André Baart visitó Koundou (Guinea), el oficial de un campo lo invitó a dar un discurso bíblico a los refugiados. Alrededor de cincuenta personas lo escucharon pronunciar el tema “Refugiémonos en Jehová”, basado en el Salmo 18. Cuando terminó, una anciana se puso de pie y dijo: “Nos ha hecho muy felices. El arroz no resuelve nuestros problemas, pero la Biblia nos muestra cómo confiar en Dios. Le agradecemos de todo corazón el consuelo y la esperanza que nos ha traído”.
Los misioneros William y Claudia Slaughter fueron destinados a Guéckédou (Guinea), donde había una congregación de más de cien refugiados que fulguraba con el espíritu (Rom. 12:11). “Un buen número de jóvenes estaban procurando alcanzar metas espirituales —dice William—. Si alguien no podía dar su discurso en la Escuela del Ministerio Teocrático, aparecían 10 o 15 voluntarios para sustituirlo. Grandes grupos salían con entusiasmo a predicar. Algunos de aquellos jóvenes tan dispuestos llegaron más tarde a ser precursores especiales y superintendentes viajantes.”
Una construcción en medio del conflicto
A poco de haber comenzado la guerra civil, los hermanos de Freetown compraron un terreno de algo más de media hectárea (un acre y medio) en el 133 de la avenida Wilkinson, varios metros calle abajo de la sucursal. “Queríamos construir allí un hogar Betel, pero nos preocupaba la guerra —cuenta Alfred Gunn—. Aprovechando que Lloyd Barry, del Cuerpo Gobernante, nos estaba visitando, le manifestamos nuestra inquietud. Su respuesta fue: ‘Si dejamos que las guerras nos detengan, nunca lograremos nada’. Esas animadoras palabras nos sirvieron de estímulo para seguir adelante.”
Cientos de hermanos participaron en la construcción, entre ellos más de cincuenta voluntarios venidos de doce países y una multitud de ayudantes de las congregaciones locales. Las obras dieron comienzo en mayo de 1991. “La gente se quedaba impresionada con los bloques de alta calidad que se fabricaban en el sitio; además, la estructura de acero era muy diferente de la de los edificios del país —comenta Tom Ball, el superintendente de construcción—. Pero más impresionada se quedaba al ver a extranjeros blancos y lugareños negros trabajando unidos y felices.”
El 19 de abril de 1997, una feliz muchedumbre multinacional se dio cita para la dedicación de la nueva sucursal. Un mes después, tras cinco años de feroz conflicto rural, el FUR atacó Freetown.
La sucursal de Freetown durante su construcción y en la actualidad
La lucha por controlar Freetown
Miles de combatientes del FUR, con el pelo enmarañado y cintas rojas en la frente, recorrieron la ciudad saqueando, violando y asesinando. “La situación era extremadamente tensa —recuerda Alfred Gunn—. Casi todos los misioneros extranjeros fueron evacuados en el acto. Los últimos en salir fuimos Billie y Sandra Cowan, Jimmie y Joyce Holland, y Catherine y yo.
”Hicimos una oración con los betelitas que se ofrecieron a quedarse y luego nos dirigimos a toda prisa al punto de evacuación. En el camino nos detuvo una veintena de soldados rebeldes que estaban borrachos y tenían aspecto de locos. Cuando les dimos revistas y dinero, nos dejaron pasar. Llegamos, junto con otros más de mil evacuados, a un puesto de control a cargo de marines estadounidenses armados hasta las cejas. Nos subieron a un helicóptero militar que nos trasladó desde la costa hasta un barco de la Marina de Estados Unidos. Un oficial nos dijo después que aquella había sido la evacuación de civiles más grande realizada por la Marina desde la guerra de Vietnam. Al otro día volamos en helicóptero a Conakry (Guinea), donde abrimos una sucursal provisional.”
Alfred y Catherine Gunn estuvieron entre los evacuados
Los misioneros esperaban ansiosos noticias de Freetown. Al fin llegó una carta, que decía: “En medio del caos reinante seguimos distribuyendo el tratado Noticias del Reino número 35, titulado ¿Se amarán algún día todas las personas? La reacción del público ha sido muy positiva, y hasta algunos de los rebeldes están estudiando con nosotros. Por eso, hemos decidido intensificar la predicación”.
Jonathan Mbomah, quien servía de superintendente de circuito, recuerda: “Celebramos, incluso, una asamblea especial en Freetown. El programa fue tan motivador desde el punto de vista espiritual que viajé a Bo y Kenema para presentar allí el programa. Los hermanos de estas ciudades desgarradas por la guerra dieron muchas gracias a Jehová por el maravilloso alimento espiritual que recibieron.
”A finales de 1997 realizamos una asamblea de distrito en el Estadio Nacional de Freetown. El último día irrumpieron en el lugar soldados rebeldes y nos ordenaron salir. Les rogamos que nos permitieran terminar el programa. Tras una larga discusión, accedieron y se marcharon. Más de mil personas acudieron a la asamblea, y 27 se bautizaron. Varios hermanos efectuaron el peligroso viaje a Bo para escuchar por segunda vez el programa. ¡Qué maravillosas y qué fascinantes fueron aquellas asambleas!”.
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1991-2001 En el horno “de la aflicción” (Isa. 48:10). (Parte 2)Anuario de los testigos de Jehová 2014
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SIERRA LEONA Y GUINEA
1991-2001 En el horno “de la aflicción” (Isa. 48:10). (Parte 2)
Betel bajo ataque
En febrero de 1998, los soldados del gobierno y las tropas de las fuerzas de pacificación de la Comunidad Económica de los Estados de África Occidental (Ecomog, por sus siglas en inglés) lanzaron una ofensiva sin cuartel para expulsar a los rebeldes de Freetown. Lamentablemente, un hermano murió alcanzado por trozos de metralla durante el feroz combate.
Unos ciento cincuenta publicadores se refugiaron en los hogares misionales de Kissy y Cockerill. Laddie Sandy, uno de los dos vigilantes nocturnos de Betel, informa: “Philip Turay y yo estábamos de guardia cuando, bien entrada la noche, se aparecieron dos rebeldes armados del FUR y nos ordenaron abrir las puertas de cristal del vestíbulo. Philip y yo nos pusimos a salvo de un salto, mientras ellos le disparaban a la cerradura. Milagrosamente, la cerradura aguantó, y a ellos no se les ocurrió disparar a los cristales. Al final se marcharon rabiosos.
”Dos noches después, los rebeldes regresaron acompañados de unos veinte más que venían muy bien equipados y resueltos a entrar. Enseguida alertamos a la familia Betel y corrimos al refugio acordado, en el sótano. Los siete que estábamos allí nos escondimos detrás de dos barriles grandes, temblando de miedo en la oscuridad. Los rebeldes destrozaron a tiros la cerradura y entraron en el edificio. ‘¡Busquen a esos testigos de Jehová y córtenles el cuello!’, gritó uno. Permanecimos agazapados y en silencio las siete horas que estuvieron saqueando el edificio. Satisfechos con el botín de la noche, se marcharon.
”Recogimos nuestros efectos personales y corrimos al hogar misional de Cockerill —el antiguo hogar Betel—, situado unos metros calle arriba. En el camino nos asaltó otro grupo de rebeldes. Llegamos al hogar misional muy conmocionados, pero agradecidos de estar vivos. Al cabo de unos días de descanso, volvimos a Betel para limpiar todo el desorden”.
Dos meses más tarde, cuando las fuerzas de la Ecomog ya controlaban la ciudad, los misioneros empezaron a volver de Guinea; pero lo que menos se imaginaban era que permanecerían allí muy poco.
Una operación de exterminio
Ocho meses después, en diciembre de 1998, cientos de personas se hallaban disfrutando de la Asamblea de Distrito “Andemos en el Camino de Dios” en el Estadio Nacional de Freetown cuando de repente se oyó un estruendo lejano, y una columna de humo ascendió de las colinas. ¡El ejército rebelde había vuelto!
La situación en Freetown empeoró en los días siguientes. El Comité de Sucursal fletó una avioneta para evacuar hacia Conakry a 12 misioneros, 8 betelitas extranjeros y 5 voluntarios de construcción. A los tres días, el 6 de enero de 1999, los rebeldes lanzaron una brutal campaña de asesinato cuyo objetivo era no dejar ni un alma viva. Con aterradora violencia masacraron a unos seis mil civiles, amputaron brazos y piernas al azar, raptaron cientos de niños y destruyeron miles de edificaciones.
Edward Toby, un hermano muy querido, fue brutalmente asesinado. Más de doscientos publicadores traumatizados buscaron protección en Betel o en el hogar misional de Cockerill. Otros se escondieron en sus casas. Los Testigos que se habían refugiado en el hogar misional de Kissy, en el sector este de la ciudad, necesitaban medicinas con urgencia. Pero cruzar la ciudad era sumamente peligroso. ¿Quién se atrevería? Laddie y Philip, los intrépidos vigilantes nocturnos de Betel, se ofrecieron de inmediato.
“La ciudad era un caos —recuerda Philip—. Los soldados rebeldes mantenían numerosos puestos de control y acosaban a la gente a su antojo. Debido al estricto toque de queda que se impuso desde la media tarde hasta la media mañana, era muy difícil viajar. A los dos días de haber salido, llegamos al hogar misional de Kissy y nos encontramos con que lo habían saqueado y quemado.
”Al inspeccionar el lugar, encontramos al hermano Andrew Caulker con horribles heridas en la cabeza. Los rebeldes lo habían atado y le habían dado varios hachazos. Sorprendentemente había logrado sobrevivir y escapar. Lo llevamos a toda prisa al hospital, donde se recuperó poco a poco. Con el tiempo sirvió de precursor regular.”
(De izquierda a derecha) Laddie Sandy, Andrew Caulker y Philip Turay
A otros Testigos se les perdonó la vida o se salvaron de recibir heridas por su reputación de cristianos neutrales. Uno de ellos relata: “Los rebeldes nos ordenaron ponernos pañuelos blancos y bailar en la calle como muestra de apoyo a su causa. ‘Si no lo hacen, les cortaremos un brazo o una pierna, o los mataremos’, dijeron. Aterrorizados, mi esposa y yo nos hicimos a un lado, rogando en silencio a Jehová que nos ayudara. Viendo la situación desesperada en la que nos encontrábamos, un joven vecino que colaboraba con los rebeldes le dijo al comandante: ‘Este es nuestro “hermano”. No se mete en política, así que bailaremos nosotros por él’. Satisfecho, el comandante se dio media vuelta, y nosotros entramos rápidamente en la casa”.
Una estremecedora calma fue descendiendo sobre la ciudad, y los hermanos reanudaron las reuniones y la predicación con mucha prudencia. Los publicadores usaban las tarjetas de asamblea para identificarse en los puestos de control. Como las filas eran muy largas, se volvieron expertos en entablar conversaciones bíblicas.
Todo escaseaba en Freetown, de modo que la sucursal de Gran Bretaña mandó por avión 200 cajas de suministros. Billie Cowan y Alan Jones volaron de Conakry a Freetown a fin de escoltar el traslado del envío hasta Betel a lo largo de una sucesión de controles. La ayuda llegó justo antes del toque de queda de la tarde. James Koroma hizo varios viajes como mensajero a Conakry, de donde traía publicaciones y otros suministros esenciales. Parte de ese alimento espiritual se mandó a publicadores aislados de Bo y Kenema.
Llegan suministros de socorro a Freetown
El 9 de agosto de 1999, los misioneros que estaban en Conakry iniciaron su retorno a Freetown. Al año siguiente, una fuerza expedicionaria británica expulsó a los rebeldes de la ciudad. Durante algunos meses se libraron combates esporádicos, pero para enero del 2002 se declaró el final de la guerra. Los once años de conflicto dejaron como saldo 50.000 muertos, 20.000 mutilados, 1.200.000 desplazados y 300.000 hogares destruidos.
¿Cómo le fue a la organización de Jehová? Sin duda, contó con la protección y bendición divinas. Durante el conflicto se bautizaron unas setecientas personas. Pese a que cientos de Testigos habían abandonado la zona de guerra, el número de publicadores de Sierra Leona aumentó en un 50%, y en Guinea, en un 300%. Y lo que es más importante, los hermanos se mantuvieron leales. Aunque estuvieron en el “horno [...] de la aflicción”, demostraron un amor y una unidad inquebrantables, y “[continuaron] sin cesar enseñando y declarando las buenas nuevas” (Is. 48:10; Hech. 5:42).
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De niño soldado a precursor regularAnuario de los testigos de Jehová 2014
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SIERRA LEONA Y GUINEA
De niño soldado a precursor regular
TENÍA 16 años cuando los soldados rebeldes me reclutaron a la fuerza. Me daban drogas y alcohol, así que a menudo peleaba enloquecido bajo el efecto de las drogas. Participé en muchos enfrentamientos y cometí terribles atrocidades, algo que lamento profundamente.
Un día vino a predicar a nuestras barracas un viejito testigo de Jehová. A diferencia de la mayoría de la gente, que nos tenía miedo y nos despreciaba, él quería ayudarnos espiritualmente. Cuando me invitó a ir a una reunión, acepté. No recuerdo de qué se habló, pero sí recuerdo claramente el recibimiento tan cálido que me dieron.
Al recrudecer la guerra, perdí el contacto con los Testigos. Luego, me enviaron a una zona controlada por los rebeldes para que me recuperara de unas heridas graves que sufrí. Antes de que finalizara la guerra, hui a una zona controlada por el gobierno y entré en un programa de desarme, desmovilización y reinserción para excombatientes.
Necesitaba ayuda espiritual con desesperación. Asistí a una iglesia pentecostal, pero sus miembros me llamaban el Satanás del grupo. Entonces busqué a los testigos de Jehová. Empecé a estudiar la Biblia con ellos y a asistir a sus reuniones. Cuando confesé las cosas tan horrendas que había hecho, los hermanos me leyeron estas confortadoras palabras de Jesús: “Las personas en salud no necesitan médico, pero los enfermizos sí. [...] No vine a llamar a justos, sino a pecadores” (Mat. 9:12, 13).
Aquellas palabras me tocaron en lo más hondo. Le entregué mi puñal al hermano con quien estudiaba la Biblia y le dije: “He guardado esta arma para defenderme en caso de alguna represalia; pero ahora que sé que Jehová y Jesús me aman, ya no la quiero”.
Los hermanos me enseñaron a leer y escribir. Finalmente me bauticé y me hice precursor regular. Cuando les predico a antiguos rebeldes, me dicen que me respetan por haber limpiado mi vida. Hasta el ayudante del comandante de la que fue mi sección estudió la Biblia conmigo.
Mientras fui soldado tuve tres hijos. Cuando aprendí la verdad, me propuse ayudarlos espiritualmente. Para mi gran regocijo, dos de ellos respondieron con gusto: uno es publicador no bautizado y el mayor es ahora precursor auxiliar.
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2002-2013 Sucesos recientes (Parte 1)Anuario de los testigos de Jehová 2014
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SIERRA LEONA Y GUINEA
2002-2013 Sucesos recientes (Parte 1)
“¡Gracias, Jehová!”
Cuando la situación de Sierra Leona se estabilizó, los hermanos regresaron a lo que quedaba de sus hogares. Las congregaciones que se habían disuelto por causa de la guerra resurgieron con fuerza, sobre todo en la desgarrada zona del este. Los precursores especiales de cierto lugar informaron: “A nuestra primera reunión asistieron 16 personas; a la siguiente, 36; a la que vino después, 56; y a la Conmemoración, 77. No salíamos de nuestro asombro”. Se formaron 9 congregaciones más, lo que elevó el total a 24. La llegada de 10 misioneros de Galaad le dio nuevos bríos a la predicación. En el 2004 acudieron a la Conmemoración 7.594 personas, más de cinco veces el total de publicadores. Guinea vivió un crecimiento similar.
El Cuerpo Gobernante asignó de inmediato fondos de emergencia para ayudar a los refugiados a instalarse (Sant. 2:15, 16). Equipos de socorro itinerantes, formados por voluntarios, construyeron o repararon 12 Salones del Reino y repararon un Salón de Asambleas en Koindu; asimismo, erigieron 42 modestas viviendas de ladrillo para alojar a las familias cuyas casas habían sido destruidas. Mirando su nueva casa con techo de cinc, y con lágrimas de alegría corriéndole por las mejillas, una hermana viuda de más de 70 años exclamó: “¡Gracias, Jehová! ¡Gracias, Jehová! ¡Gracias, hermanos!”.
La sucursal también inició la construcción de Salones del Reino con fondos del programa para países con recursos limitados. Saidu Juanah, anciano y precursor de la Congregación Bo West, relata: “Una hermana me dijo: ‘El día que oiga que vamos a tener un Salón del Reino nuevo, voy a aplaudir con pies y manos’. Y, efectivamente, eso fue lo que hizo, pues cuando anuncié que tendríamos un nuevo salón, saltó de la silla y se puso a brincar y a palmotear”.
En el 2010, la Congregación Waterloo dedicó un nuevo Salón del Reino que puede transformarse en un Salón de Asambleas de 800 asientos. El mismo día que la congregación compró la propiedad, la dueña recibió una oferta mejor. Pero dijo: “Prefiero que mi terreno se use para un centro de conferencias religiosas a que se use con fines comerciales”.
Gracias al programa para países con recursos limitados se han construido 17 Salones del Reino en Sierra Leona y 6 en Guinea. Estos lugares de culto, sencillos y dignos a la vez, han animado a muchas más personas a asistir a las reuniones.
En busca de las ovejas perdidas de Jehová
Cuando la predicación tomó impulso, la sucursal programó una campaña de dos meses para predicar en lugares que se habían visitado muy poco. Los publicadores distribuyeron cerca de 15.000 libros y tuvieron muchas experiencias interesantes. Las personas les preguntaban si iban a abrir congregaciones en algún pueblo cerca. Como resultado de aquella campaña se formaron más tarde dos congregaciones. En un pueblo remoto, los hermanos encontraron a dos hermanas que habían sido desplazadas por la guerra y habían perdido todo contacto con los Testigos. Inmediatamente se organizaron las reuniones y se comenzaron varios estudios bíblicos allí.
En el 2009, la sucursal se enteró de que en un pueblo enclavado en lo profundo de la selva guineana había personas que decían ser testigos de Jehová. Los hermanos que fueron a investigar descubrieron que un hermano de edad avanzada había regresado a su pueblo natal después de jubilarse y les había dado clases bíblicas a varios hombres antes de morir. Uno de ellos creyó en Jehová y se puso a enseñar a otros lo que sabía y a celebrar reuniones con las publicaciones del hermano fallecido. El grupo había estado veinte años adorando a Jehová hasta que un publicador los encontró. La sucursal envió sin demora hermanos para ayudarlos espiritualmente. En el 2012 asistieron 172 personas a la Conmemoración de la muerte de Cristo.
En los últimos años se han ido encontrando otras “ovejas perdidas”: personas que se habían apartado o habían sido expulsadas de la congregación. Muchos de estos hijos pródigos han vuelto a la senda de la verdad, y el pueblo de Jehová los ha recibido con los brazos abiertos (Luc. 15:11-24).
Musulmanes sinceros aceptan la verdad
Al comunicar las buenas nuevas, el apóstol Pablo se hizo “toda cosa a gente de toda clase”, es decir, trató de encontrar algo en común con sus oyentes (1 Cor. 9:22, 23). De igual manera, los siervos de Jehová de Sierra Leona y Guinea adaptan su forma de presentar el mensaje a diferentes tipos de personas, como los seguidores del islam, la religión predominante de ambos países. Veamos qué argumentación utilizan algunos.
Saidu Juanah, que fue musulmán, explica: “Los musulmanes creen que Adán fue formado del polvo, pero que primero vivió en un paraíso celestial. Para ayudarles a comprender la verdad, les pregunto: ‘¿De dónde viene el polvo?’
—De la tierra.
—Entonces, ¿dónde tuvo que ser creado Adán?
—En la Tierra.
”Para subrayar el punto, leo Génesis 1:27, 28, y pregunto: ‘¿Tienen hijos los ángeles?’.
—No, porque no son ni machos ni hembras.
—Cuando Dios mandó a Adán y Eva que tuvieran hijos, ¿dónde tenían que estar?’.
—En la Tierra.
—En tal caso, cuando Dios restaure el Paraíso, ¿dónde estará ese Paraíso?
—Aquí, en la Tierra.
”Estos argumentos hacen que muchos musulmanes sinceros quieran seguir escuchando y acepten publicaciones bíblicas”, concluye Saidu.
Tal fue el caso de Momoh, un tendero musulmán que esperaba convertirse en imán algún día. Cuando unos misioneros razonaron con él empleando las Escrituras, le entró curiosidad. Asistió a una sesión de una asamblea de circuito y le gustó lo que oyó. Cuatro días más tarde asistió en compañía de su mujer, Ramatu, y sus cinco hijos a la Conmemoración de la muerte de Jesús. A partir de ese momento se aplicó al estudio de la Biblia. Tras unas cuantas lecciones dejó de vender cigarrillos, explicándoles a los clientes que fumar hace daño y es algo que Dios no aprueba. Su mujer y sus hijos comenzaron a estudiar con él en la tienda. Si llegaba un cliente, él le pedía que se sentara a esperar y le explicaba que lo que estaba haciendo era muy importante para su familia. Cuando legalizó su matrimonio, las familias de ambos se les opusieron. Pero en vez de dejarse intimidar, los dos les predicaron con valor a sus parientes, que con el tiempo llegaron a respetarlos por su conducta excelente. Momoh se bautizó en el 2008, y Ramatu, en el 2011.
Respeto por la santidad de la sangre
El pueblo de Jehová defiende con valentía las normas divinas sobre la moralidad, entre ellas la relativa a la sangre (Hech. 15:29). Esta postura les ha ganado el respeto de un creciente número de médicos de Sierra Leona y Guinea.
Hermanos consolando a una hermana en el hospital
En el año 1978, los hermanos distribuyeron por toda Sierra Leona el folleto titulado Los testigos de Jehová y la cuestión de la sangre entre médicos, enfermeros, directores de hospital, abogados y jueces. Poco después de esta campaña, una hermana que estaba de parto sufrió una hemorragia interna. Los médicos se negaron a tratarla si no aceptaba sangre; pero hubo uno que se ofreció a atenderla gracias a la información tan instructiva y lógica que había leído en el folleto. La hermana dio a luz un bebé sano y se recuperó por completo.
Como por el año 1991, el doctor Bashiru Koroma, cirujano del Hospital de Kenema, leyó el folleto ¿Cómo puede salvarle la vida la sangre? Quedó tan impresionado que comenzó a estudiar la Biblia y a asistir a las reuniones cristianas. Cuando un niño Testigo de nueve años se perforó el bazo en un accidente, los médicos no quisieron operarlo sin sangre y les dijeron a sus padres: “¡Llévenselo, y que se muera en casa!”. Entonces, los padres hablaron con el doctor Koroma, quien realizó la operación con éxito.
El doctor Koroma se convirtió pronto en el hermano Koroma, un tenaz defensor de la medicina sin sangre. Aunque otros médicos lo marginaron debido a esto, sus pacientes se recuperaban siempre muy bien. Por tal razón, algunos de sus colegas empezaron a consultarle sobre casos complicados.
A partir de 1994, la Sección de Información sobre Hospitales de la sucursal en Freetown ha creado Comités de Enlace con los Hospitales en Sierra Leona y en Guinea. Dichos comités han dado apoyo amoroso a muchos Testigos enfermos y han conseguido que decenas de médicos colaboren con nuestra postura tocante a la sangre.
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2002-2013 Sucesos recientes (Parte 2)Anuario de los testigos de Jehová 2014
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SIERRA LEONA Y GUINEA
2002-2013 Sucesos recientes (Parte 2)
Ayuda para los sordos
Según cálculos, hay de 3.000 a 5.000 personas sordas en Sierra Leona y centenares en Guinea. Dado que la “voluntad [de Jehová] es que hombres de toda clase se salven”, ¿qué se ha hecho para que los sordos “oigan” las buenas nuevas? (1 Tim. 2:4.)
Michelle Washington, una misionera de Galaad que llegó en 1998 a Sierra Leona, relata: “Mi esposo, Kevin, y yo fuimos enviados a una congregación a la que asistían cuatro sordos. Como yo conocía el lenguaje de señas americano, quise ayudarlos. La sucursal me pidió que interpretara en las reuniones y asambleas e informó de esta medida a las congregaciones cercanas; asimismo, organizó clases de lenguaje de señas para los publicadores que estuvieran interesados en ayudar a los sordos. Empezamos a buscar a las personas sordas de la comunidad y a darles clases bíblicas. Aunque muchos elogiaban nuestros esfuerzos por ayudar a los sordos, a algunos no les hizo ninguna gracia. Un pastor de una iglesia de sordos nos acusó de ser ‘falsos profetas’ y les ordenó a sus feligreses y sus familias que no tuvieran ningún trato con nosotros. A varios los amenazaron con quitarles la ayuda económica que les daba la iglesia si nos escuchaban. La comunidad sorda se dividió en dos bandos: el de los que no nos conocían y apoyaban al pastor, y el de los que sí nos conocían y no lo apoyaban. Algunos de estos últimos se pusieron de parte de la verdad y progresaron hasta bautizarse”.
Femi fue uno de ellos. Era sordo de nacimiento y solo se comunicaba mediante gestos básicos. Desconfiaba de todo el mundo, en particular de los oyentes, y se sentía amargado y poco querido. Entonces empezó a estudiar la Biblia con hermanos del grupo de lenguaje de señas. Al poco tiempo ya asistía a las reuniones cristianas y se comunicaba muy bien. Se bautizó y ahora es feliz enseñando la verdad a otros sordos.
Femi (extremo derecho) cantando un cántico del Reino en señas
En julio del 2010, el grupo de lenguaje de señas americano de Freetown se convirtió en congregación. Además, hay grupos en Bo y en Conakry.
Pobres, pero “ricos en fe”
La Biblia muestra que la gran mayoría de los cristianos del siglo primero eran pobres en sentido material. El discípulo Santiago escribió: “Dios escogió a los que son pobres respecto al mundo para que sean ricos en fe” (Sant. 2:5). La fe en Jehová ha ofrecido consuelo y esperanza también a los publicadores de Sierra Leona y Guinea.
Movidas por esa fe, muchas familias que viven en zonas remotas se pasan meses ahorrando para ir a las asambleas de distrito. Algunas cultivan la tierra para pagarse el viaje. Grupos de 20 o 30 asambleístas se apiñan en pequeños camiones y viajan veinte horas o más por carreteras polvorientas y llenas de baches en medio del calor agobiante. Otros recorren a pie largas distancias. Un hermano cuenta lo que él y su familia hicieron: “Caminamos los primeros 80 kilómetros (50 millas) cargados de bananas, que fuimos vendiendo a lo largo del camino. Así aligeramos la carga y conseguimos suficiente dinero para hacer el resto del viaje en camión”.
Viajando en camión a una asamblea de distrito
La fe también ha ayudado a muchos publicadores a resistir la tentación de mudarse a países materialmente prósperos. Emmanuel Patton, graduado de la Escuela Bíblica para Varones Solteros, afirma: “Confiamos en que Jehová cubrirá nuestras necesidades. Al vivir en un país con tanta necesidad de predicadores del Reino, comprendemos lo especialmente valioso que es nuestro servicio” (Mat. 6:33). Emmanuel es ahora anciano de congregación, y tanto él como su esposa, Eunice, trabajan sin descanso en el adelanto de los intereses del Reino. Otros cabezas de familia optan por no emigrar a fin de proteger la unidad y espiritualidad de los suyos. “No quise aceptar trabajos que me separaran de mi familia durante largos períodos de tiempo —dice Timothy Nyuma, que fue precursor especial y superintendente de circuito sustituto—. Mi esposa, Florence, y yo pusimos a nuestros hijos en escuelas cercanas en vez de mandarlos lejos con otros parientes para que ellos los educaran.”
La fe de otros hermanos se evidencia en la perseverancia con que realizan sus actividades cristianas pese a las dificultades. Kevin Washington, mencionado antes, comenta: “Muchos publicadores siguen predicando y atendiendo sus deberes en la congregación aunque se enfrentan a problemas que tal vez harían que uno se quedara en casa y se amargara. Algunos sufren enfermedades crónicas y no cuentan con atención médica ni tratamientos que en otras partes se consiguen fácilmente. Otros hacen grandes esfuerzos por aprender a leer y escribir. Si alguna vez se me ocurre criticar la manera como un hermano presenta una asignación, me pregunto: ‘Si yo trabajara todo el día, tuviera graves problemas de salud y mala visión, contara con muy pocas publicaciones bíblicas y no hubiera electricidad, ¿lo habría hecho tan bien?’”.
Los hermanos de Sierra Leona y Guinea ensalzan a Jehová de estas y otras infinitas maneras. Al igual que los primeros cristianos, dan muestras de que son ministros de Dios “por el aguante de mucho, por tribulaciones, por necesidades, [...] como pobres, pero enriqueciendo a muchos, como no teniendo nada y, sin embargo, poseyendo todas las cosas” (2 Cor. 6:4, 10).
Optimistas ante el futuro
Hace más de noventa años, Alfred Joseph y Leonard Blackman informaron que los campos de Sierra Leona estaban “blancos para la siega” (Juan 4:35). Unos treinta y cinco años después, Manuel Diogo escribió desde Guinea: “En este lugar hay mucho interés”. Hoy, los siervos de Jehová de ambos países están convencidos de que muchas más personas recibirán con gusto las buenas nuevas.
En el 2012 asistieron a la Conmemoración en Guinea 3.479 personas, más de cuatro veces y media el total de publicadores del país. Los 2.030 publicadores de Sierra Leona lograron una asistencia de 7.854, casi cuatro veces su número. Entre los presentes se hallaba Winifred Remmie, una precursora especial de 93 años que llegó a Sierra Leona junto con su esposo, Lichfield, en 1963. Tras sesenta años sirviendo de tiempo completo, aún seguía como precursora especial. Ella exclamó: “¡Quién se hubiera imaginado que Sierra Leona iba a ser tan rica en hermanos espiritualmente fuertes! Aunque ya estoy muy vieja, quiero seguir contribuyendo a este gozoso aumento”.a
Los testigos de Jehová de Sierra Leona y Guinea comparten el mismo sentir de Winifred. Como si de árboles majestuosos y bien regados se tratara, están resueltos a seguir llevando fruto para la alabanza de Jehová (Sal. 1:3). Con las fuerzas que él les da, seguirán proclamando la verdadera esperanza de libertad para los hombres: “la gloriosa libertad de los hijos de Dios” (Rom. 8:21).
Comité de Sucursal (de izquierda a derecha): Collin Attick, Alfred Gunn, Tamba Josiah y Delroy Williamson
a Winifred Remmie falleció mientras se redactaba este relato.
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Jehová me levantóAnuario de los testigos de Jehová 2014
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SIERRA LEONA Y GUINEA
Jehová me levantó
Jay Campbell
AÑO DE NACIMIENTO 1966
AÑO DE BAUTISMO 1986
OTROS DATOS Víctima de la polio que llegó a ser precursora regular.
DE NIÑA quedé lisiada de la cintura para abajo. Vivía con mi madre en un conjunto de viviendas para familias pobres de Freetown. Como me daba vergüenza y miedo que los demás me vieran, me aventuré a salir solo una vez en dieciocho años.
Pauline Landis, una misionera Testigo, me visitó cuando yo tenía 18 años y se ofreció a darme clases bíblicas. Le respondí que no sabía leer ni escribir, pero ella dijo que me enseñaría. Así que acepté.
Estaba encantada con lo que aprendía de la Biblia. Un día le pregunté a Pauline si podía asistir a la reunión que se celebraba en una casa que quedaba en la otra calle. “Puedo usar mis bloques de madera para llegar”, le dije.
Cuando ella vino a buscarme, mi madre y los vecinos me miraban con cierta preocupación. Agarré los bloques y los puse en el suelo; apoyándome en ellos, me impulsé hacia adelante. Así fui avanzando hasta llegar al patio. En ese momento, los vecinos le gritaron a Pauline: “¡No la obligue! ¡Ya lo ha intentado antes y no ha podido!”.
“Jay, ¿tú quieres ir?”, me preguntó ella amablemente.
“¡Sí! —le respondí—. ¡Estoy decidida!”
Los vecinos se quedaron observándome sin decir palabra hasta que llegué al portón. Cuando salí, todos comenzaron a aplaudir y dar gritos de alegría.
¡Me gustó tanto esa reunión! La siguiente meta fue ir al Salón del Reino. Para ello, tenía que “caminar” hasta el final de la calle, tomar un taxi y luego subir una cuesta empinada en brazos de los hermanos. Muchas veces llegaba toda mojada y llena de lodo, por lo que tenía que cambiarme de ropa en el salón. Con el tiempo, una hermana de Suiza tuvo la gentileza de enviarme una silla de ruedas, lo que hizo posible que me desplazara de una forma más digna.
Leer las experiencias de otros Testigos con discapacidades me motivó a esforzarme más en el servicio a Jehová, de modo que en 1988 me hice precursora regular. Le pedí a Jehová que me permitiera alcanzar el objetivo que me había propuesto: ayudar a alguien de mi familia y a alguien del territorio a ser un siervo suyo. Mis oraciones fueron contestadas, pues pude enseñarles la verdad a dos de mis sobrinos y a una mujer a la que le prediqué en la calle.
Mis brazos ya están muy débiles, y dependo de que otros me empujen la silla de ruedas. También padezco dolor crónico. Pero he descubierto que enseñar a otros acerca de Jehová es un remedio para el dolor. El gozo que obtengo me alivia y me consuela, porque fue Jehová quien me levantó y le dio sentido a mi vida.
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Escapamos de la muerte a manos de los rebeldesAnuario de los testigos de Jehová 2014
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SIERRA LEONA Y GUINEA
Escapamos de la muerte a manos de los rebeldes
Andrew Baun
AÑO DE NACIMIENTO 1961
AÑO DE BAUTISMO 1988
OTROS DATOS Era precursor regular en Pendembu, en la provincia oriental de Sierra Leona, cuando estalló la guerra en 1991.
UNA tarde entraron los rebeldes en el pueblo y estuvieron unas dos horas disparando al aire. Algunos eran tan jovencitos que les costaba sostener el arma. Iban muy sucios, despeinados, y parecían estar bajo el efecto de las drogas.
Al día siguiente comenzó la matanza. Las personas fueron salvajemente mutiladas o ejecutadas. Las mujeres fueron violadas. La situación era caótica. El hermano Amara Babawo y su familia, junto con cuatro personas interesadas, se refugiaron en mi casa. Estábamos aterrorizados.
De pronto llegó un comandante rebelde que nos ordenó presentarnos por la mañana para recibir entrenamiento militar. Estábamos resueltos a permanecer neutrales aunque nos costara la vida. Pasamos casi toda la noche orando. Nos levantamos temprano, leímos el texto diario y esperamos a los rebeldes. Pero nunca vinieron.
“Si están leyendo el texto diario, deben ser testigos de Jehová”
Después, un oficial y cuatro de sus hombres se apropiaron de mi casa. Como nos dijeron que nos quedáramos, seguimos celebrando allí las reuniones y analizando el texto del día. Unos soldados dijeron: “Si están leyendo el texto diario, deben ser testigos de Jehová”. No estaban interesados en la Biblia, pero sí nos respetaban.
Un día llegó un comandante de alto rango a pasar revista a los soldados que estaban acuartelados en mi casa. Le hizo un saludo militar al hermano Babawo y le tendió la mano. Dirigiéndose a los soldados, gritó: “¡Este hombre es jefe mío y de ustedes! ¡Si le tocan un pelo a él o a cualquiera de los que están con él, tendrán problemas! ¿Comprendido?”. “¡Sí, señor!”, respondieron. Luego nos dio una carta en la que se le ordenaba al Frente Unido Revolucionario que no nos hicieran daño porque éramos ciudadanos pacíficos.
Meses más tarde, las facciones rebeldes se enzarzaron en peleas unas con otras, por lo que huimos al vecino país de Liberia. Allí nos amenazó otro grupo rebelde. “Somos testigos de Jehová”, les dijimos. “¿Ah, sí? ¿Qué dice Juan 3:16?”, preguntó un soldado. Cuando se lo recitamos de memoria, nos dejó ir.
Más adelante nos encontramos con otro comandante rebelde. Nos ordenó al hermano Babawo y a mí que lo siguiéramos. Pensamos que nos iba a matar. Entonces nos confesó que había estudiado con los Testigos antes de la guerra. Nos dio dinero y aceptó llevar a los hermanos de una congregación cercana una carta que les habíamos escrito. Poco después llegaron dos hermanos con suministros y nos condujeron a un lugar seguro.
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El AtalayaAnuario de los testigos de Jehová 2014
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SIERRA LEONA Y GUINEA
El Atalaya
James Koroma
AÑO DE NACIMIENTO 1966
AÑO DE BAUTISMO 1990
OTROS DATOS Hizo de mensajero durante la guerra civil.
EN 1997, mientras las fuerzas rebeldes y las del gobierno luchaban encarnizadamente en Freetown, me ofrecí a llevar correspondencia de Freetown a la sucursal provisional de Conakry (Guinea).
Tomé un autobús en la terminal junto con otros hombres. Oímos disparos a lo lejos, y nos dio muchísimo miedo. Íbamos por una calle de la ciudad cuando una lluvia de balas nos tomó por sorpresa. El conductor echó marcha atrás y siguió por otra ruta. Al poco rato, nos detuvo un grupo de rebeldes armados, quienes nos ordenaron bajar del vehículo. Después de interrogarnos, nos dejaron pasar. Más adelante nos detuvo otro grupo de soldados. Dio la casualidad de que uno de los pasajeros conocía al comandante, así que también nos dejaron ir. Al salir de la ciudad nos encontramos con un tercer grupo que, al igual que el primero, nos interrogó y nos ordenó seguir adelante. Nos dirigimos hacia el norte, pasando por muchos otros controles, hasta que nuestro polvoriento vehículo entró en Conakry al anochecer.
En otros viajes que hice llevé cajas de publicaciones, material de oficina, documentos de la sucursal y suministros de socorro. Casi siempre iba en automóvil o minibús, aunque en ocasiones también me valí de porteadores y canoas para transportar publicaciones a través de selvas y ríos.
Cierto día llevaba unos equipos de Freetown a Conakry. En la frontera, los rebeldes detuvieron el minibús en que viajaba. Uno de ellos vio mi equipaje y, mirándome con sospecha, comenzó a interrogarme. En ese preciso instante vi entre los soldados a un antiguo compañero de escuela y oí que lo llamaban el Matón. No había otro con aspecto más feroz. Le dije al que me estaba interrogando que venía a ver al Matón, y lo llamé. Él me reconoció enseguida y vino corriendo. Nos abrazamos contentos de vernos. Entonces se puso serio.
—¿Hay algún problema? —me preguntó.
—Estoy tratando de llegar a Guinea —le contesté.
De inmediato ordenó a los soldados que dejaran pasar el minibús sin inspeccionarlo.
Desde ese día, siempre que pasaba por aquel control, el Matón les ordenaba a los soldados que me dejaran pasar. Yo les daba revistas, que a ellos les encantaban. Por eso comenzaron a apodarme el Atalaya.
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Algo mejor que diamantesAnuario de los testigos de Jehová 2014
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SIERRA LEONA Y GUINEA
Algo mejor que diamantes
Tamba Josiah
AÑO DE NACIMIENTO 1948
AÑO DE BAUTISMO 1972
OTROS DATOS Trabajó en minas de diamantes antes de ser Testigo. En la actualidad forma parte del Comité de Sucursal de Sierra Leona.
EN 1970 trabajaba para una empresa minera británica en Tongo Fields, una rica región diamantífera situada al norte de Kenema. También dedicaba mi tiempo libre a buscar diamantes. Cuando encontraba mis propias piedras, me arreglaba y viajaba a Kenema para venderlas e irme de juerga.
En 1972 conocí a los testigos de Jehová y comencé a estudiar la Biblia con ellos. A los cinco meses ya estaba listo para el bautismo. Como no me quedaban días de vacaciones, le pedí a un compañero que me sustituyera para poder asistir a la asamblea de distrito y bautizarme. Estuvo de acuerdo a condición de que le diera el salario de una semana. Mi bautismo era mucho más valioso que el dinero, así que acepté de inmediato. Cuando volví de la asamblea, me dijo que me quedara con el dinero, ya que servir a Dios era lo correcto. Seis meses después dejé aquel trabajo tan bien pagado con el fin de acumular tesoros en el cielo como precursor especial (Mat. 6:19, 20).
Durante dieciocho años serví de precursor especial y superintendente de circuito en distintas zonas del país. En ese tiempo me casé con Christiana, una compañera leal que me ha apoyado siempre, y fuimos bendecidos con una hija, Lynette.
En el pasado soñaba con encontrar diamantes literales, pero he encontrado algo mucho mejor: riquezas espirituales
Durante la guerra civil de Sierra Leona, Christiana y yo fuimos precursores en Bo, ciudad situada en otra importante región diamantífera del país. Allí encontramos muchos “diamantes” espirituales: genuinos discípulos cristianos. En cuatro años, nuestra congregación creció más de un 60%. Ahora hay allí tres prósperas congregaciones.
En el 2002 fui invitado a formar parte del Comité de Sucursal de Sierra Leona. Como vivimos cerca de Betel, voy y vengo cada día. Christiana sirve de precursora especial y Lynette trabaja en Betel en el equipo de traducción al krío.
En el pasado soñaba con encontrar diamantes literales, pero he encontrado algo mucho mejor: riquezas espirituales. Además, he tenido la alegría de desenterrar 18 “diamantes”, es decir, verdaderos discípulos de Cristo. Puedo asegurar que Jehová me ha colmado sin medida de bendiciones.
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Resueltos a servir a JehováAnuario de los testigos de Jehová 2014
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SIERRA LEONA Y GUINEA
Resueltos a servir a Jehová
Philip Tengbeh
AÑO DE NACIMIENTO 1966
AÑO DE BAUTISMO 1997
OTROS DATOS Refugiado que colaboró en la construcción de cinco Salones del Reino.
EN 1991, Satta —mi esposa— y yo huimos de nuestra ciudad, Koindu (Sierra Leona), para ponernos a salvo de los soldados rebeldes que la invadieron. Pasamos los siguientes ocho años en campos de refugiados, con poca comida, soportando enfermedades y rodeados de vecinos inmorales.
En cada campo solicitábamos a las autoridades un terreno para un Salón del Reino. Unas veces lo conseguíamos, otras no; pero siempre nos las arreglábamos para tener un lugar donde adorar a Jehová. Estábamos resueltos a servirle. En total, construimos cuatro Salones del Reino.
No pudimos volver a casa cuando terminó la guerra porque los años de conflicto habían convertido Koindu en un desierto, así que nos enviaron a otro campo de refugiados cerca de Bo. Allí, utilizando fondos de la sucursal, construimos nuestro quinto Salón del Reino.
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Me enamoré de Sierra LeonaAnuario de los testigos de Jehová 2014
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SIERRA LEONA Y GUINEA
Me enamoré de Sierra Leona
Cindy McIntire
AÑO DE NACIMIENTO 1960
AÑO DE BAUTISMO 1974
OTROS DATOS Misionera desde 1992, sirvió en Guinea y Senegal; actualmente sirve en Sierra Leona.
A LAS dos semanas de haber llegado, ya me había enamorado de Sierra Leona. Me maravillaba la facilidad con que la gente llevaba pesadas cargas en la cabeza. Los vecindarios desbordaban vida. Los niños jugaban y bailaban en las calles, creando alegres ritmos con las manos y los pies. Todo era color, movimiento y música.
Pero lo que más me gusta de aquí es la predicación. Los sierraleoneses se enorgullecen de su hospitalidad. Respetan la Biblia y escuchan su mensaje. Cuando llego a una casa, a menudo me invitan a pasar; y cuando me voy, siempre hay alguien que me acompaña parte del camino. Esos hermosos detalles me ayudan a llevar con paciencia las pequeñas incomodidades, como la escasez de agua y los cortes de luz.
Como soy soltera, la gente a veces me pregunta si no me siento sola. La verdad es que no, pues me mantengo muy ocupada. Puedo decir que mi vida está llena de sentido.
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