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Se ofrecieron de buena gana para servir en Nueva YorkLa Atalaya 2015 | 15 de enero
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HACE unos años, César y su esposa, Rocío, vivían cómodamente en California. Él trabajaba de jornada completa con sistemas de calefacción, ventilación y aire acondicionado, y ella trabajaba de media jornada en un consultorio médico. La casa donde vivían era suya, y no tenían hijos. Pero ocurrió algo que les cambió la vida.
En octubre de 2009, la sucursal de Estados Unidos envió una carta a todas las congregaciones del país. En ella se animaba a los que tuvieran experiencia en diferentes oficios a ofrecerse como voluntarios para trabajar en la ampliación de las instalaciones de Wallkill (Nueva York). Se invitó incluso a quienes pasaban la edad máxima para solicitar el servicio de Betel. “Con nuestra edad, entendimos que se trataba de una oportunidad única en la vida —cuentan César y Rocío—. ¡Por nada del mundo íbamos a dejarla escapar!” ¿Qué hicieron? Llenaron las solicitudes enseguida.
Algunos voluntarios que trabajan en Warwick
Pasó más de un año y seguían sin recibir noticias. Aun así, hicieron algunas cosas para simplificar su vida. César explica: “Transformamos nuestro garaje en un pequeño apartamento y nos mudamos allí. Así podíamos alquilar el resto de la casa. Dejamos la casa de nuestros sueños —de 2.200 pies cuadrados [200 metros cuadrados]—, que habíamos construido hacía solo un par de años, y nos fuimos a vivir en aquel cuarto de 270 pies cuadrados [25 metros cuadrados]. Hacer esos cambios nos permitiría aceptar la invitación a Betel, si finalmente llegaba”. ¿Qué ocurrió? Rocío explica: “Un mes después de mudarnos se nos invitó a servir de voluntarios temporales en Wallkill. Vimos claramente que, al dar el paso de simplificar nuestra vida, le habíamos dado a Jehová algo que bendecir”.
Jason, César y William
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Se ofrecieron de buena gana para servir en Nueva YorkLa Atalaya 2015 | 15 de enero
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Muchas parejas han dejado sus cómodas casas, sus buenos trabajos y hasta a sus mascotas para servir a Jehová más de lleno. ¿Cómo ha respondido él? ¿Ha bendecido ese espíritu de sacrificio? ¡Claro que sí!
Way
Por ejemplo, Way, que es electricista, y Debra, ambos de casi 60 años, vendieron su casa y la mayoría de las cosas que tenían en Kansas y se fueron a Wallkill para servir de voluntarios externos en Betel.b Aunque tuvieron que hacer cambios en su vida, sienten que ha valido la pena. Debra dice lo siguiente sobre su trabajo en Betel: “A veces me siento como si estuviera en una de esas escenas del Paraíso que aparecen en nuestras publicaciones, en las que se ven hermanos construyendo casas”.
Melvin y Sharon, de Carolina del Sur, también vendieron su casa y sus pertenencias para irse a ayudar a Warwick. Hacer todo eso no fue fácil, pero consideraron un honor colaborar en una obra tan importante. Comentan: “Es fantástico saber que estás haciendo algo que va a beneficiar a hermanos de todo el mundo, ¡te sientes tan bien!”.
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