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Jehová da esperanza en medio del dolorLa Atalaya 1988 | 1 de septiembre
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El pecado no trae gozo. ¡Mire! La pecaminosa Jerusalén, que antes era populosa capital de Judá, está solitaria. Por su devastación, Judá misma es como una princesa viuda que llora. Sus “amadores”, como Egipto, no la salvaron de la conquista por los babilonios en 607 a.E.C. La gente ya no afluye a Sión para las fiestas. Los hijos de Sión son cautivos, y los enemigos se ríen del desplome de ella. Extranjeros inmundos han contaminado el templo, y su pueblo ha tenido que dar objetos valiosos por alimento. ¡Todo esto debido al pecado! (1:1-11.)
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Jehová da esperanza en medio del dolorLa Atalaya 1988 | 1 de septiembre
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Si pecamos voluntariosamente, podemos acarrearnos destrucción. Debido al pecado de Judá, se ha considerado a los “preciosos hijos de Sión” como vasijas rotas sin valor. Durante el sitio, a los que murieron por la espada les fue mejor que a los que murieron lentamente de hambre. Sí, Dios había “derramado su ardiente cólera”. Los profetas y sacerdotes contaminados vagaban ciegamente, y se había capturado al rey Sedequías, “el ungido de Jehová”.
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