-
Perdonemos de corazónLa Atalaya 1999 | 15 de octubre
-
-
9, 10. ¿Por qué no debe sorprendernos que surjan problemas entre hermanos?
9 En la Biblia, Dios nos dice claramente que podemos esperar imperfección en la congregación, entre nuestros hermanos. Leamos, por ejemplo, las palabras de Pablo recogidas en Colosenses 3:13: “Continúen soportándose unos a otros y perdonándose liberalmente unos a otros si alguno tiene causa de queja contra otro. Como Jehová los perdonó liberalmente a ustedes, así también háganlo ustedes”.
10 Es de interés que la Biblia nos recuerda aquí la relación que hay entre el que Dios nos perdone y nuestro deber y necesidad de perdonar a nuestro semejante. ¿Por qué resulta esto difícil? Porque, como Pablo reconoció, es posible que alguien tenga “causa de queja contra otro”. Sabía que estas causas existirían. Se dieron en el siglo primero, incluso entre los “santos” cristianos que tenían ‘una esperanza reservada para ellos en los cielos’ (Colosenses 1:2, 5). Por tanto, ¿es de esperar que sea diferente hoy en día cuando la mayoría de los cristianos verdaderos no tienen el testimonio del espíritu de que son “escogidos de Dios, santos y amados”? (Colosenses 3:12.) De modo que no deberíamos pensar que algo anda muy mal cuando en nuestra congregación se dan causas de queja: sentimientos heridos por injusticias reales o supuestas.
11. ¿Sobre qué nos alertó el discípulo Santiago?
11 Las palabras de Santiago, un medio hermano de Jesús, también muestran que debemos esperar encontrarnos, al menos ocasionalmente, con situaciones en las que hayamos de perdonar a nuestros hermanos. “¿Quién es sabio y entendido entre ustedes? Que muestre por su conducta excelente sus obras con una apacibilidad que pertenece a la sabiduría. Pero si ustedes tienen en el corazón amargos celos y espíritu de contradicción, no anden haciendo alardes y mintiendo contra la verdad.” (Santiago 3:13, 14.) ¿“Amargos celos y espíritu de contradicción” en el corazón de los verdaderos cristianos? Sí, las palabras de Santiago indican claramente que tales actitudes habían aflorado en la congregación del siglo primero y también lo harán hoy.
12. ¿Qué problema surgió en la antigua congregación de Filipos?
12 Un ejemplo real es el de dos cristianas ungidas que gozaban de una buena reputación por haber trabajado arduamente junto a Pablo. Es posible que recordemos haber leído sobre Evodia y Síntique, de la congregación de Filipos. Aunque no da todos los detalles, Filipenses 4:2, 3 muestra que existía algún problema entre ambas. ¿Empezó todo con algún comentario irreflexivo, algún desaire de un familiar o alguna manifestación de celos competitivos? Cualquiera que haya sido su naturaleza, se convirtió en algo tan grave que el apóstol Pablo oyó de ello desde la lejana Roma. Puede que las dos hermanas espirituales no se hablaran, lo que resultó en que se guardaran las distancias en las reuniones o hicieran comentarios críticos una de la otra a sus amigos.
13. ¿Qué es posible que surtiera efecto en el caso de Evodia y Síntique, y qué lección aprendemos de ello?
13 ¿Nos suena familiar algo de lo antedicho, como si hubiera ocurrido en nuestra congregación o nos hubiera sucedido a nosotros personalmente? Es posible que en cierta medida exista ahora un problema como aquel. ¿Qué podemos hacer? En el caso antiguo, Pablo exhortó a aquellas dos hermanas dedicadas a que fueran “de la misma mente en el Señor”. Tal vez concordaran en hablar sobre el asunto, limar asperezas, expresar su voluntad mutua de perdonar y luego imitar de hecho la actitud perdonadora de Jehová. No hay razones para pensar que Evodia y Síntique no tuvieran éxito, y nosotros también podemos tenerlo. Tal actitud perdonadora puede producir los mismos resultados hoy.
Hagamos las paces, perdonemos
14. ¿Por qué suele ser posible y también lo mejor simplemente dejar pasar las diferencias personales?
14 ¿Qué es necesario para perdonar cuando tenemos un problema con otro cristiano? Francamente, no existe ningún método sencillo y único, pero la Biblia ofrece ejemplos útiles y consejo realista. Una recomendación clave, aunque no sea fácil de aceptar y seguir, es sencillamente olvidar el asunto, dejarlo pasar. Cuando existe un problema, como en el caso de Evodia y Síntique, cada una de las partes suele pensar que es la otra la que está equivocada. De modo que en una situación como esa quizá pensemos que el otro cristiano es el principal culpable o que ha cometido el mayor daño. No obstante, ¿podemos sencillamente perdonar y zanjar la cuestión? Tengamos presente que si la otra parte es la principal o única culpable (lo que es mucho suponer), se espera que seamos nosotros quienes dejemos pasar el asunto perdonando y dándolo por terminado.
15, 16. a) ¿Qué dijo Miqueas sobre Jehová? b) ¿Qué significa que Dios ‘pase por alto la transgresión’?
15 No perdamos de vista que Dios es nuestro modelo en cuanto al perdón (Efesios 4:32–5:1). El profeta Miqueas escribió sobre el ejemplo de Jehová de dejar pasar los errores: “¿Quién es un Dios como tú, uno que perdona el error y pasa por alto la transgresión del resto de su herencia? Ciertamente no tendrá asida su cólera para siempre, porque se deleita en la bondad amorosa” (Miqueas 7:18).
16 Al decir que Jehová “pasa por alto la transgresión”, la Biblia no da a entender que no pueda recordar las faltas, como si tuviera cierto tipo de amnesia selectiva. Veamos los casos de Sansón y David, dos hombres que cometieron graves errores. Dios recordaba aquellos pecados mucho tiempo después; incluso nosotros estamos enterados de algunos de sus pecados porque Jehová hizo que se escribieran en la Biblia. De todos modos, nuestro Dios perdonador tuvo misericordia de aquellos dos hombres y los colocó ante nosotros como ejemplos de fe que podemos imitar (Hebreos 11:32; 12:1).
17. a) ¿Qué enfoque puede ayudarnos a dejar pasar los errores u ofensas? b) ¿De qué manera imitamos a Jehová si nos esforzamos por actuar así? (Véase la nota.)
17 En efecto, Jehová podía ‘dejar pasar’a las transgresiones, tal como David se lo pidió en repetidas ocasiones (2 Samuel 12:13; 24:10). ¿Podemos imitar a Dios en ese particular, estando dispuestos a pasar por alto los desaires y las ofensas de nuestros consiervos, seres humanos imperfectos? Imaginémonos que vamos en un avión que está despegando. Al mirar por la ventanilla, vemos cerca de la pista a una conocida que hace el rudo gesto pueril de sacar la lengua. Sabemos que se siente molesta y que tal vez esté pensando en nosotros. O puede que ni siquiera se acuerde de nosotros. En cualquier caso, cuando el avión describe un círculo para ganar altitud, pasamos muy por encima de aquella persona, que ahora nos parece como una motita de polvo. Al cabo de una hora estamos a cientos de kilómetros de distancia, y su rudo gesto ha quedado muy atrás. De igual modo, muchas veces nos resultará más fácil perdonar si intentamos ser como Jehová y, sabiamente, dejamos pasar la ofensa (Proverbios 19:11). ¿No nos parecerá insignificante el desaire de aquí a diez años o cuando llevemos doscientos años en el Milenio? ¿Por qué no pasarlo simplemente por alto?
18. Si nos parece imposible dejar atrás una ofensa, ¿qué consejo podemos seguir?
18 Es posible que en alguna ocasión aislada hayamos orado sobre el asunto y hayamos intentado perdonar, pero nos parece que no somos capaces. ¿Qué hacer entonces? Jesús instó a ir al hermano e intentar resolver la diferencia privadamente a fin de conseguir la paz. “Si estás llevando tu dádiva al altar y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja tu dádiva allí enfrente del altar, y vete; primero haz las paces con tu hermano, y luego, cuando hayas vuelto, ofrece tu dádiva.” (Mateo 5:23, 24.)
19. ¿Qué actitud debemos tener cuando buscamos la paz con nuestro hermano, y cuál debemos evitar?
19 Es de interés que Jesús no dijo que había que ir al hermano para convencerlo de que nosotros tenemos la razón y él no. Puede que la tenga. Lo más probable es que ambas partes compartan cierto grado de culpa. En cualquier caso, el objetivo no es que la otra parte, por decirlo así, admita la derrota o se humille. Si damos ese enfoque a la conversación, el fracaso está prácticamente garantizado. Tampoco es necesario repasar en detalle la ofensa real o imaginaria. Cuando la conversación calmada con un espíritu de amor cristiano pone de manifiesto que el problema se debe a un lamentable malentendido, ambos deben procurar dejar el asunto resuelto. Pero aunque la conversación no conduzca a un acuerdo total, ¿es este siempre necesario? ¿No sería mejor que al menos concordaran en que ambos desean servir sinceramente a nuestro Dios perdonador? Cuando se comprende esa realidad, es posible que sea más fácil para ambos decir sinceramente: “Siento que en nuestra imperfección hayamos tenido esa diferencia. Por favor, dejémosla atrás”.
20. ¿Qué podemos aprender del ejemplo de los apóstoles?
20 Recordemos que los apóstoles tuvieron sus discrepancias, como cuando algunos de ellos aspiraron a un puesto de mayor honra (Marcos 10:35-39; Lucas 9:46; 22:24-26). Estas les causaron tensión, quizá hasta resentimiento o incluso agravio. Pero pudieron pasar por alto aquellas diferencias y seguir trabajando juntos. Uno de ellos escribió posteriormente: “El que quiera amar la vida y ver días buenos, reprima su lengua de lo que es malo, y sus labios de hablar engaño; antes bien, apártese de lo que es malo y haga lo que es bueno; busque la paz y siga tras ella” (1 Pedro 3:10, 11).
21. ¿Qué consejo detallado sobre perdonar dio Jesús?
21 Antes hicimos referencia a una fase de un ciclo: Dios perdonó muchos pecados que cometimos en el pasado, de modo que debemos imitarlo y perdonar a nuestros hermanos (Salmo 103:12; Isaías 43:25). Pero este ciclo tiene otra fase. Tras dar la oración modelo, Jesús dijo: “Si perdonan a los hombres sus ofensas, su Padre celestial también los perdonará a ustedes”. Un año más tarde repitió la idea al enseñar a sus discípulos a orar: “Perdónanos nuestros pecados, porque nosotros mismos también perdonamos a todo el que nos debe” (Mateo 6:12, 14; Lucas 11:4). Luego, días antes de su muerte, Jesús añadió: “Cuando estén de pie orando, perdonen lo que tengan contra alguno; para que su Padre que está en los cielos también les perdone sus ofensas” (Marcos 11:25).
22, 23. ¿Cómo puede afectar nuestro futuro el que estemos dispuestos a perdonar?
22 En efecto, nuestras perspectivas de seguir recibiendo el perdón de Dios dependen en gran medida de que nosotros estemos dispuestos a perdonar a nuestros hermanos. Cuando surja un problema personal entre cristianos, preguntémonos: “¿No es conseguir el perdón de Dios mucho más importante que probar que un hermano nos desairó, ofendió o evidenció de algún otro modo menor su imperfección humana?”. Sabemos cuál es la respuesta.
23 Pero ¿qué hacer cuando el asunto es más grave que una ofensa o diferencia personal sin importancia? Y ¿cuándo es aplicable el consejo de Jesús de Mateo 18:15-18? En el siguiente artículo se tratan estos asuntos.
-
-
Podemos ganar a nuestro hermanoLa Atalaya 1999 | 15 de octubre
-
-
Podemos ganar a nuestro hermano
“Ve y pon al descubierto su falta entre tú y él a solas. Si te escucha, has ganado a tu hermano.” (MATEO 18:15.)
1, 2. ¿Qué consejo práctico dio Jesús sobre cómo solventar diferencias?
CUANDO le faltaba menos de un año para terminar su ministerio, Jesús aún tenía lecciones muy importantes que enseñar a sus discípulos. Podemos leerlas en el capítulo 18 de Mateo. Una de ellas era la importancia de ser humildes, como son los niños. Después puso el acento en que no se hiciera tropezar “a uno de estos pequeños” y se intentara recuperar a los “pequeños” que se descarriaban para que no perecieran. Luego Jesús añadió un consejo valioso y práctico para zanjar dificultades entre cristianos.
2 Posiblemente recordemos sus palabras: “Si tu hermano comete un pecado, ve y pon al descubierto su falta entre tú y él a solas. Si te escucha, has ganado a tu hermano. Pero si no escucha, toma contigo a uno o dos más, para que por boca de dos o tres testigos se establezca todo asunto. Si no les escucha a ellos, habla a la congregación. Si no escucha ni siquiera a la congregación, sea para ti exactamente como hombre de las naciones y como recaudador de impuestos” (Mateo 18:15-17). ¿Cuándo hay que seguir este consejo, y con qué actitud deberíamos hacerlo?
3. ¿Qué proceder general debemos seguir con respecto a los errores de los demás?
3 El artículo anterior destacó que, como todos somos imperfectos y propensos al error, tenemos que esforzarnos por perdonar, especialmente cuando nos duele lo que otro cristiano dice o hace (1 Pedro 4:8). A menudo es mejor dejar pasar la ofensa, es decir, perdonar y olvidar. Este proceder puede considerarse como una contribución a la paz de la congregación cristiana (Salmo 133:1; Proverbios 19:11). De todos modos, en ocasiones tal vez nos parezca que tenemos que resolver el asunto con el hermano que nos ha perjudicado. En estos casos, las palabras supracitadas de Jesús nos marcan la pauta.
4. En principio, ¿cómo podemos seguir Mateo 18:15 cuando los demás cometen errores?
4 Jesús dio este consejo al ofendido: “Pon al descubierto su falta entre tú y él a solas”. Este proceder es el más prudente. Algunas traducciones alemanas dicen “presenta su falta ante cuatro ojos”, es decir, los nuestros y los suyos. Cuando tratamos el problema con bondad y en privado, normalmente resulta más fácil resolverlo. Es probable que el hermano que ha hecho o dicho algo ofensivo o descortés reconozca antes su error si está a solas con nosotros. Si hubiera otras personas escuchando, puede que la naturaleza humana imperfecta le llevara a negar su error o a intentar justificarlo. Pero cuando hablamos del asunto “ante cuatro ojos”, tal vez concluyamos que fue un malentendido más bien que un pecado o una injusticia deliberada. Una vez que ambas partes llegan a esa conclusión, pueden zanjar el asunto para que esta trivialidad no cobre importancia y perjudique su relación. Por tanto, el principio de Mateo 18:15 es aplicable también a ofensas menores que se producen en la vida cotidiana.
¿Qué quiso decir Jesús?
5, 6. ¿A qué clase de pecado se refiere Mateo 18:15 según el contexto, y qué lo indica?
5 Estrictamente hablando, el consejo de Jesús tiene que ver con asuntos más graves. Él dijo: “Si tu hermano comete un pecado”. En sentido amplio, “un pecado” puede referirse a cualquier error o falta (Job 2:10; Proverbios 21:4; Santiago 4:17). Sin embargo, el contexto da a entender que Jesús aludía a un pecado grave. Era tan grave que podía llegar a considerarse al malhechor “como hombre de las naciones y como recaudador de impuestos”. ¿Qué significa esa frase?
6 Los discípulos de Jesús que escucharon esas palabras sabían que sus coterráneos no confraternizaban con los gentiles (Juan 4:9; 18:28; Hechos 10:28). Y también evitaban a los recaudadores de impuestos quienes, pese a ser de nacionalidad judía, abusaban del pueblo. De modo que, en sentido estricto, Mateo 18:15-17 hace referencia a pecados graves, no a ofensas personales o daños que simplemente puedan perdonarse y olvidarse (Mateo 18:21, 22).a
7, 8. a) ¿Qué clase de pecados deben atender los ancianos? b) ¿Qué clase de pecados pueden resolverse entre dos cristianos, según Mateo 18:15-17?
7 Bajo la Ley, algunos pecados requerían más que solo el perdón de la persona ofendida. La blasfemia, la apostasía, la idolatría y los pecados sexuales de la fornicación, el adulterio y la homosexualidad debían informarse a los ancianos (o a los sacerdotes) para que estos los atendieran. Ese también es el procedimiento que se sigue en la congregación cristiana (Levítico 5:1; 20:10-13; Números 5:30; 35:12; Deuteronomio 17:9; 19:16-19; Proverbios 29:24). Observemos, sin embargo, que los pecados de los que Jesús habló en esta ocasión son de la clase que pueden solventarse entre dos personas. He aquí algunos ejemplos: una persona movida por la cólera o los celos calumnia a otra. Un cristiano se compromete a realizar un trabajo con ciertos materiales y a terminarlo para cierta fecha. Otro concuerda en que devolverá el dinero prestado a plazos o en una fecha determinada. Una persona da su palabra de que si su patrono lo prepara, aunque cambie de trabajo, no competirá con él ni le quitará los clientes durante un tiempo convenido o en una zona designada.b El que un hermano no cumpla su palabra y no se arrepienta constituye una falta grave (Revelación [Apocalipsis] 21:8). Pero tales faltas pueden zanjarse entre las dos partes implicadas.
8 Pero ¿qué hacer para resolver el problema? Por lo general se entiende que estas palabras de Jesús comprenden tres pasos. Analicemos cada uno de ellos. En vez de verlos como procedimientos invariables o legales, intentemos entender el sentido sin perder nunca de vista nuestro amoroso objetivo.
Procuremos ganar al hermano
9. ¿Qué debemos tener presente en cuanto a lo que dice Mateo 18:15?
9 Jesús empezó: “Si tu hermano comete un pecado, ve y pon al descubierto su falta entre tú y él a solas. Si te escucha, has ganado a tu hermano”. Está claro que este no es un paso fundamentado en meras sospechas. Debemos tener pruebas o información específica que podamos usar para ayudar al hermano a ver que cometió un error y que debe corregir la situación. Es conveniente actuar con prontitud para que el asunto no se complique ni su actitud se consolide. Y no olvidemos que darle vueltas al asunto también puede perjudicarnos a nosotros. Como la conversación debe de ser entre nosotros y él a solas, evitemos hablar con otras personas de antemano para conseguir su solidaridad o mejorar nuestra imagen personal (Proverbios 12:25; 17:9). ¿Por qué? Por el objetivo que tenemos.
10. ¿Qué nos ayudará a ganar a nuestro hermano?
10 Nuestro objetivo debe ser ganar al hermano, no castigarlo, humillarlo o arruinarlo. Si en realidad se ha comportado mal, su relación con Jehová está en peligro, y queremos que siga siendo nuestro hermano cristiano. La probabilidad de tener éxito aumentará si en la conversación en privado nos mantenemos calmados y evitamos las palabras duras o un tono acusatorio. En esta confrontación amorosa, recordemos que ambos somos imperfectos, seres humanos pecadores (Romanos 3:23, 24). Cuando se dé cuenta de que no hemos hablado del asunto con los demás y que sinceramente queremos ayudarlo, la solución puede estar muy cerca. Este enfoque bondadoso y claro será especialmente sensato si resulta que la culpa es compartida o que la raíz del problema es tan solo un malentendido (Proverbios 25:9, 10; 26:20; Santiago 3:5, 6).
11. ¿Qué podemos hacer si el ofensor no nos escucha?
11 Si le ayudamos a entender que cometió un mal y que es serio, posiblemente se sienta motivado a arrepentirse. Sin embargo, siendo realistas, el orgullo puede suponer un obstáculo (Proverbios 16:18; 17:19). Por esta razón, si no admite inicialmente su error ni se arrepiente, podemos aguardar antes de llevar el asunto más lejos. Jesús no dijo ‘ve solo una vez y pon al descubierto su falta’. Puesto que es un pecado cuya solución está en nuestras manos, contemplemos la posibilidad de volver a hablar con él en otra ocasión con la actitud que recomienda Gálatas 6:1 y “ante cuatro ojos”. Quizá entonces tengamos éxito (compárese con Judas 22, 23). Pero ¿qué hacer si estamos convencidos de que la otra persona ha cometido un pecado y no quiere admitirlo?
Consigamos ayuda madura
12, 13. a) ¿Qué segundo paso expuso Jesús a este respecto? b) ¿Qué precauciones debemos tener al dar este paso?
12 ¿Nos gustaría que los demás nos consideraran un caso perdido si nosotros fuéramos culpables de un mal grave? Por supuesto que no. Por ello Jesús mostró que, después de dar el primer paso, nosotros tampoco debemos renunciar a ganar a nuestro hermano, a mantenerlo en unión con nosotros y con todos aquellos que adoran a Dios de manera aceptable. Jesús expuso un segundo paso: “Si no escucha, toma contigo a uno o dos más, para que por boca de dos o tres testigos se establezca todo asunto”.
13 Él dijo que tomáramos a “uno o dos más”. No dijo que después de dar el primer paso nos sintiéramos libres de hablar del problema con todo el mundo, de ponernos en contacto con el superintendente viajante o de escribir a los hermanos acerca del problema. Aunque estemos convencidos del mal, este no está todavía establecido. No debemos divulgar información negativa que pudiera constituir una calumnia de nuestra parte (Proverbios 16:28; 18:8). Pero Jesús sí dijo que lleváramos a uno o dos más. ¿Por qué? ¿Y quiénes podrían ser?
14. ¿A quién podemos llevar con nosotros al dar el segundo paso?
14 Intentamos ganar a nuestro hermano convenciéndole de que ha cometido un pecado y motivándolo a arrepentirse para que esté en paz con nosotros y con Dios. Para ello, lo ideal sería que estos “uno o dos” fueran testigos del mal cometido. Quizá estuvieron presentes cuando ocurrió o dispongan de información válida sobre lo que se hizo (o no se hizo) en una cuestión de negocios. Si no los hay, pueden ser hermanos que tengan experiencia en el asunto que se discute, de modo que puedan demostrar que verdaderamente se cometió un mal. Además, de ser necesario, más adelante podrían ser testigos de lo que se dijo, confirmando los hechos presentados y el esfuerzo realizado (Números 35:30; Deuteronomio 17:6). De modo que no son sencillamente mediadores neutrales o árbitros; en cualquier caso, están presentes para ayudarnos a ganar a nuestro hermano y al suyo.
15. ¿Por qué pueden resultarnos de ayuda los ancianos cristianos si tenemos que dar el segundo paso?
15 No debemos pensar que las personas a las que llamamos tienen que ser ancianos de la congregación. Sin embargo, los hombres maduros que son ancianos posiblemente puedan ser de ayuda por sus cualidades espirituales. Tales ancianos son “como escondite contra el viento y escondrijo contra la tempestad de lluvia, como corrientes de agua en país árido, como la sombra de un peñasco pesado en una tierra agotada” (Isaías 32:1, 2). Tienen experiencia en razonar con los hermanos y reajustarlos. Además, el pecador tiene razones para confiar en tales “dádivas en hombres”c (Efesios 4:8, 11, 12). Hablar del asunto en presencia de estos hermanos maduros y orar junto con ellos puede crear un nuevo ambiente que permita resolver lo que parecía irresoluble (compárese con Santiago 5:14, 15).
Un último intento de ganarlo
16. ¿Qué tercer paso expuso Jesús?
16 Si el segundo paso no produce resultados, los superintendentes de la congregación están necesariamente implicados en el tercero. “Si no les escucha a [estos uno o dos], habla a la congregación. Si no escucha ni siquiera a la congregación, sea para ti exactamente como hombre de las naciones y como recaudador de impuestos.” ¿Qué significan estas palabras?
17, 18. a) ¿Qué modelo nos ayuda a entender el significado de ‘hablar a la congregación’? b) ¿Cómo damos este paso hoy?
17 No deben entenderse como una instrucción de hablar del pecado o el mal en una reunión regular o especial de toda la congregación. La Palabra de Dios nos ayuda a determinar el procedimiento apropiado. Veamos lo que había que hacer en el antiguo Israel en caso de rebelión, glotonería y borrachera: “En caso de que un hombre llegue a tener un hijo terco y rebelde, que no escucha la voz de su padre ni la voz de su madre, y ellos lo han corregido, pero él no quiere escucharles, entonces su padre y su madre tienen que asirlo y sacarlo a los ancianos de su ciudad y a la puerta de su lugar, y tienen que decir a los ancianos de su ciudad: ‘Este hijo nuestro es terco y rebelde; no escucha nuestra voz, es glotón y borracho’. Entonces todos los hombres de su ciudad tienen que lapidarlo” (Deuteronomio 21:18-21).
18 Los pecados del hombre no los oía ni juzgaba toda la nación, ni siquiera toda la tribu a la que pertenecía, sino que los trataban los “ancianos” reconocidos como representantes de toda la congregación (compárese con Deuteronomio 19:16, 17 que habla de un caso que atendieron ‘los sacerdotes y los jueces que actuaban en aquellos días’). De igual modo, cuando hoy se hace necesario dar el tercer paso, quienes atienden el asunto son los ancianos, que representan a la congregación. Su objetivo es el mismo: de ser posible, ganar al hermano cristiano. Demuestran que tienen esa intención siendo justos, no prejuzgando el caso ni siendo parciales.
19. ¿Qué deben esforzarse por hacer los ancianos encargados de oír el asunto?
19 Se esfuerzan por evaluar los hechos y oír a los testigos necesarios para establecer si en realidad se cometió un pecado (o sigue cometiéndose). Quieren proteger a la congregación de la corrupción y mantener fuera el espíritu del mundo (1 Corintios 2:12; 5:7). Sus cualidades bíblicas les permiten “exhortar por la enseñanza que es saludable y también censurar a los que contradicen” (Tito 1:9). Es de esperar que el pecador no sea como los israelitas sobre los que el profeta de Jehová escribió: “Llamé, pero no respondieron; hablé, pero no escucharon; y siguieron haciendo lo que era malo a mis ojos, y escogieron la cosa en que no tuve deleite” (Isaías 65:12).
20. ¿Qué dijo Jesús que debía hacerse si el pecador no quería escuchar ni arrepentirse?
20 Sin embargo, en relativamente pocas ocasiones, el pecador refleja aquella misma actitud. En tales casos, la instrucción de Jesús es clara: “Sea para ti exactamente como hombre de las naciones y como recaudador de impuestos”. El Señor no recomendó que seamos inhumanos ni que tengamos el deseo de hacer daño. Sin embargo, no hay ambigüedad en la instrucción del apóstol Pablo de excluir de la congregación a los pecadores impenitentes (1 Corintios 5:11-13). Aun esta medida puede conseguir con el tiempo el objetivo de ganar al pecador.
21. ¿Qué posibilidad existe para la persona a quien se excluye de la congregación?
21 En la parábola de Jesús del hijo pródigo se pone de relieve esa posibilidad. Según esa ilustración, después de vivir durante un tiempo fuera de la amorosa casa de su padre, aquel pecador “recobró el juicio” (Lucas 15:11-18). Pablo dijo a Timoteo que algunos pecadores con el tiempo se arrepentirían y ‘recobrarían el juicio fuera del lazo del Diablo’ (2 Timoteo 2:24-26). Por supuesto, esperamos que todo el que peque, no se arrepienta y tenga que ser excluido de la congregación, sienta esa pérdida —tanto de la aprobación de Dios como del compañerismo afectuoso y del contacto social de los cristianos leales— y entonces recobre el juicio.
22. ¿Cómo podemos todavía ganar a nuestro hermano?
22 Jesús no pensaba que la gente de las naciones y los recaudadores de impuestos estuvieran fuera del alcance de la redención. Uno de estos últimos, Mateo Leví, se arrepintió, ‘siguió a Jesús’ sinceramente e incluso fue escogido como apóstol (Marcos 2:15; Lucas 15:1). En consecuencia, si un pecador hoy “no escucha ni siquiera a la congregación” y se le excluye de ella, podemos esperar para ver si con el tiempo se arrepiente y hace sendas rectas para sus pies. Si así sucede y vuelve a pertenecer a la congregación, nos sentiremos felices de haber ganado de nuevo a nuestro hermano al redil de la adoración verdadera.
-