Un árbol cantarín
De nuestro corresponsal en Kenia
EN LAS inmensas sabanas de África se destaca un árbol cantarín: la acacia espinosa. ¿Qué tiene de especial? Que al mecer el viento sus delicadas ramas se diría que eleva su voz.
Emite un son cadencioso cuando vibran al viento sus delgadas y larguísimas espinas. A esta melodía se agrega el silbido que producen las agallas huecas del árbol, sonido que semeja al de una botella cuando se sopla por su boca. Fabrican estos “instrumentos” las hormigas, que, para morar en las agallas esféricas, las ahuecan y les practican minúsculos orificios de entrada y salida. La variación en el tamaño de las agallas y de los agujeros da cuenta de la diversidad de tonalidades que embellecen y singularizan este árbol.
La acacia espinosa nos recuerda las siguientes expresiones metafóricas del salmista: “Prorrumpan gozosamente en [canto] todos los árboles del bosque delante de Jehová” (Salmo 96:12, 13). Ciertamente, cuando el viento discurre entre las púas de esta acacia y por sus agallas de aflautado silbido, emite los sonidos de una deliciosa y emotiva tonada africana.