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    Anuario de los testigos de Jehová 1990
    • Un teniente se vuelve soldado de Cristo

      En 1942, Kalle Salavaara, un joven teniente de veintitrés años, resultó herido debido a la explosión de una granada, y fue enviado a un hospital para que le operaran. “Después de la intervención quirúrgica —relata⁠—, me hallé en el hospital militar que se había habilitado en la misma escuela de la que había sido alumno. Junto a mi cama estaba el hermano Sakari Kanerva, quien me había hablado de la verdad muchas veces con anterioridad. Ya había tomado mi decisión y solo me faltaba resolver algunos detalles prácticos. Me dije: ‘Mañana en el lago Möysänjärvi pondré punto final a mi carrera militar’.

      ”Al día siguiente el hermano Kanerva me bautizó. Puesto que todavía tenía todo el cuerpo escayolado, el vendaje, como es lógico, se mojó y se ablandó durante la ceremonia. A la mañana siguiente, el coronel médico Heinonen miró con reproche la escayola y me preguntó: ‘¿Se puede saber dónde se ha metido? ¡La escayola está completamente deformada!’.

      ”‘Me he bautizado, señor’, le contesté. Se quedó tan callado que me pareció que guardaba un minuto de silencio en memoria de mi muerte. ‘¿Cómo ha dicho?’, preguntó por fin el coronel. Entonces pude dar mi primer testimonio público.”

      Una vez recuperado, Kalle Salavaara usó su libertad, así como su pasaporte militar, para ir y venir distribuyendo “alimento sólido” a los hermanos. Cuando partió hacia las congregaciones del sudoeste de Finlandia con información mimeografiada, Väinö Pallari, que trabajaba en Betel, le puso sobre aviso en cuanto a la policía de Matku. A él lo habían llevado varias veces a la comisaría para interrogarle y parecían saber con exactitud cuándo iba a llegar un mensajero. Kalle relata:

      “Cuando llegué a Matku en tren desde Urjala, en seguida se me acercó un corpulento policía y en tono oficial me pidió mi documentación. Se sorprendió cuando le mostré mi pasaporte militar. Con un tono de voz bastante diferente, me pidió mi certificado de trabajo. Precisamente por eso me había matriculado en la universidad de Helsinki, así que le entregué un certificado firmado por el rector de la universidad en el que se decía que yo trabajaba allí, aunque no especificaba qué clase de trabajo desempeñaba. Eso doblegó su resistencia. Cuando empecé a arrastrar mis maletas hasta el autobús, se ofreció cortésmente a llevarlas. No pude resistir la tentación de darle la maleta grande y pesada que contenía los artículos mimeografiados prohibidos. Por alguna razón me parecía que estaban más seguros en sus manos.”

      En muchas ocasiones, los hermanos y hermanas llegaban a las estaciones a última hora de la noche en trineos de empuje, de caballos o a pie para conseguir unos pocos artículos prohibidos. La temperatura a veces bajaba en invierno a 30 °C bajo cero. “Nadie se quejaba —recuerda el hermano Salavaara⁠—. Solo encontré hermanos y hermanas felices y apreciativos que me recordaban las palabras del Sermón del Monte: ‘Felices son los que tienen conciencia de su necesidad espiritual’. Para ellos era como maná venido del cielo.”

  • Finlandia
    Anuario de los testigos de Jehová 1990
    • [Fotografía en la página 170]

      Kalle Salavaara conoció la verdad en un hospital militar

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