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  • Islas Salomón
    Anuario de los testigos de Jehová 1992
    • En muchas regiones inaccesibles de Malaita, sobre todo en las regiones montañosas, y en las otras islas, hay tribus que apenas han tenido contacto ni con la cristiandad ni con el verdadero cristianismo. En su mayor parte practican el culto de antepasados, aunque algunas son animistas.

  • Islas Salomón
    Anuario de los testigos de Jehová 1992
    • Además de la restricción respecto a la ropa que existe en algunos poblados, los hermanos tienen que respetar otras restricciones derivadas de las creencias de estas gentes. Arturo Villasin, en la actualidad superintendente de circuito, informa: “Los hermanos que dirigen los grupos de testificación se esfuerzan por respetar los esfuerzos de los aldeanos por evitar cualquier cosa que ofenda a los espíritus. En algunos poblados está terminantemente prohibido pronunciar ciertas palabras o nombres, como, por ejemplo, el nombre propio de un antepasado muerto que, según creen, ejerce poder sobre el poblado. También consideran sagrados algunos árboles, y solo los varones pueden sentarse a su sombra. Hay un pueblo en el que es ofensivo llevar ciertos colores; no se puede ir de rojo ni de negro. Así que los hermanos no utilizan en la testificación libros ni Biblias con cubierta roja o negra.

      ”A las mujeres se les prohíbe terminantemente la entrada en algunos sectores del poblado. Un hombre no puede sentarse en el mismo asiento que una mujer que no sea su esposa. La violación de una de estas costumbres conlleva el pago inmediato de una indemnización. Por lo tanto, es vital que los hermanos conozcan con todo detalle las normas, leyes y restricciones de cada pueblo a fin de dar un testimonio eficaz. Así pues, antes de entrar en un poblado, el hermano que dirige el grupo considera con todo detalle lo que deben y no deben hacer, en especial las hermanas, que pasan por alto más fácilmente las costumbres machistas sin darse cuenta. Los hermanos se adaptan de buena gana a las circunstancias, con tal de que no se viole ningún principio recto de Jehová, a fin de que los aldeanos tengan la oportunidad de oír las buenas nuevas. Muchas personas ya han respondido y con mucho gusto han dejado costumbres que desagradan al Dios verdadero.”

      Rodeado de demonios

      En el distrito montañoso de Kwaio (Malaita) se encuentra el pueblo de Aiolo, compuesto básicamente de familias de testigos de Jehová.

      Aiolo es un refugio para el pueblo de Jehová, rodeado como está del culto demoniaco. En sus alrededores se ven muchos terrenos sagrados, zonas de densa vegetación en lo alto de colinas que tienen las laderas peladas para distinguir el suelo sagrado del territorio neutro. El sacerdote sacrifica cerdos a los dioses en tales zonas. Después, él mismo, y a veces otros hombres, se come parte de los sacrificios. A las mujeres no les está permitido comer carne sacrificada ni participar en la ofrenda del sacrificio bajo pena de muerte, aunque es ella principalmente quien se ocupa de criar los cerdos. Una vez efectuado el sacrificio, el sacerdote o los que lo hayan ofrecido deben permanecer en una casa santa dentro de los confines del poblado durante una determinada cantidad de días antes de regresar a su casa.

      En Aiolo se levantó una casa ‘de construcción rápida’ con bambú y otros materiales del bosque. Un Testigo la proveyó para los ‘fugitivos’, es decir, las personas, a veces familias enteras, que huyen del culto demoniaco de sus poblados y buscan refugio en Aiolo. En una ocasión llegó un matrimonio y algunos hermanos y hermanas del esposo huyendo de su pueblo porque sus vecinos querían matarlos por haber ofendido a su demonio al negarse a sacrificarle un cerdo. La pena por tal ofensa era la muerte.

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    Anuario de los testigos de Jehová 1992
    • En cierto pueblo no se pueden usar las palabras inglesas wicked (inicuo) y war (guerra), pues corresponden a los nombres de dos demonios suyos. Pronunciar esos nombres se considera una ofensa, y se exige que el ofensor pague una considerable indemnización. Cuando el nuevo superintendente viajante se dirigía hacia este lugar para predicar junto con los hermanos nativos, les dijo que prefería escuchar en las puertas. Los hermanos no estuvieron de acuerdo; insistieron en que hablara en una puerta, ya que le habían explicado bien cuáles eran las costumbres locales. Acabó accediendo. Mientras caminaba por los senderos del bosque, montaña arriba y montaña abajo, repetía para sus adentros una y otra vez: “No digas GUERRA, no digas INICUO”.

      Cuando por fin llegaron al territorio, un hombre invitó a pasar a su casa al superintendente viajante y a dos hermanos más. Estos iniciaron la conversación y luego presentaron al nervioso superintendente. Este hizo una breve presentación bíblica, y todo fue bien. El amo de casa parecía complacido con lo que escuchaba. El superintendente, que también se sentía satisfecho de sí mismo, abrió el libro Usted puede vivir para siempre en el paraíso en la Tierra y empezó a enseñarle dibujos del paraíso. Pero entonces añadió, quedándose horrorizado: “Y Dios eliminará la guerra”.

      El hombre puso cara de asombro, igual que el superintendente. Este se volvió con rapidez hacia los dos hermanos en busca de ayuda y respiró profundamente, pero ellos se quedaron mirando al amo de casa como diciendo: “No ha dicho ‘guerra’, ¿verdad?”. El amo de casa los miró a ellos como diciendo: “No, creo que no”. De modo que la conversación concluyó sin que se tuviera que pagar ninguna indemnización.

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