-
Islas SalomónAnuario de los testigos de Jehová 1992
-
-
Durante las dos semanas que el hermano Fanidua permaneció en el término municipal de Gizo, el inspector de policía del distrito le animó a continuar predicando y les dijo a él y a su compañero que se pusieran en contacto con él si tenían algún problema en su jurisdicción, que abarcaba el grupo insular de Nueva Georgia. Los precursores llegaron en poco tiempo a Munda, un municipio que está a orillas de la laguna Roviana, en la isla de Nueva Georgia.
Munda está compuesto en realidad por una serie de aldeas levantadas alrededor de una pista de aterrizaje que construyó el ejército japonés a principios de los años cuarenta. Las fuerzas aéreas de Estados Unidos ocuparon posteriormente la pista de aterrizaje, la ampliaron y la utilizaron durante el resto de la II Guerra Mundial. Las tribus de esta zona son sociedades matriarcales. El hermano Fanidua recuerda: “Cuando llegamos a Munda en el barco del correo, empezamos a preguntarnos dónde y con quién nos alojaríamos y qué clase de acogida tendría la verdad en esta nueva zona. Nos pusimos a caminar por la carretera que bordeaba la laguna y en seguida llegamos frente a la casa de un nativo de Malaita, Taude Kenaz. Yo sabía que Taude nos iba a recibir bien, pues era kwara’ae, como nosotros, pero el que nos alojáramos en su casa durante nuestra estancia en Munda dependía mucho de la acogida que nos dispensara la dueña de la propiedad, su suegra Míriam, que era viuda”.
Míriam era conocida y respetada en la tribu roviana de la isla de Nueva Georgia. Además de ser una terrateniente, tenía mucha influencia en la Iglesia unida. Su difunto esposo había contribuido a la entrada de esa religión en la zona. Míriam había soñado que iba a recibir visitas inesperadas, así que no daba crédito a sus ojos cuando vio a los dos precursores en su puerta con carteras y Biblias en las manos. Inmediatamente los invitó a quedarse en su casa, con gran asombro de los precursores. Su hospitalidad redundó en bendiciones para toda su familia, pues los precursores dedicaban las tardes a estudiar con los que se mostraban amables, entre ellos Míriam, su hija Ester y el esposo de esta, Taude.
Por ese entonces, en 1970, los superintendentes viajantes John Cutforth y Jim Smith visitaron Munda mientras iban de regreso a Papua Nueva Guinea. El hermano Smith se dio cuenta del interés potencial que había en Munda, así que dijo a los precursores que era conveniente que se quedaran hasta que se formara una congregación. Los dos superintendentes se afanaron por ayudar a los precursores a organizar las reuniones. A partir de entonces se empezaron a oír canciones de alabanza a Jehová en la isla de Nueva Georgia. Una vez que dejaron a los precursores al cargo de las ovejas de Munda, los superintendentes viajantes partieron hacia otros territorios.
Cierta noche, una multitud enfurecida despertó bruscamente a los precursores. El cabecilla del grupo, un policía que no estaba de servicio, ordenó con firmeza a los hermanos que se marcharan de allí inmediatamente. El hermano Fanidua se dirigió a la multitud y les refirió lo que el inspector de policía de Gizo les había dicho: “Si tienen cualquier problema en algún lugar de los que están bajo mi jurisdicción, no duden en ponerse en contacto conmigo”. El policía se asustó cuando oyó esto, y la chusma se dispersó. No obstante, las noticias de este incidente corrieron rápidamente y llegaron a oídos del inspector de Gizo.
Este tomó en seguida un avión para Munda. Poco después de su llegada, le pidió al hermano Fanidua que se presentara en la comisaría. Cuando este entró, reparó en que estaban presentes dos superiores de policía locales. Entonces cayó en la cuenta: el inspector había preparado una entrevista con él pensando en los dos policías locales. Una vez que el hermano Fanidua explicó para qué habían venido él y su compañero a Munda, el inspector resumió su alegato diciendo: “Yo tengo mi religión; tú, Albert [señalando a uno de los dos policías], tienes la tuya, y tú, Alex [el otro policía], la tuya. La ley de las islas Salomón garantiza la libertad de culto a todos sus ciudadanos. Los Testigos están hospedados en casa de Míriam por invitación de esta. Ella es la propietaria consuetudinaria, de modo que tiene todo el derecho legal y tribual de recibir en su casa visitas de personas de cualquier religión, y ustedes, como representantes de la ley, no tienen ningún derecho de impedir que ella se interese en los testigos de Jehová, tanto si están de servicio como si no”. Concluyó dejando a los dos precursores bajo el cuidado y protección especial de los policías locales.
-
-
Islas SalomónAnuario de los testigos de Jehová 1992
-
-
El derribo de una cruz en la provincia de Temotu
A unos 900 kilómetros al sudeste de Honiara se encuentra la provincia de Temotu, que comprende las islas del extremo oriental de las Salomón, incluidas las islas de Santa Cruz. Esta provincia era muy peculiar. Solo había una religión, la Iglesia anglicana. Ninguna otra había logrado influir en las gentes serias de aquellas islas. Sin embargo, en 1976 la Iglesia anglicana envió al predicador lego John Mealue a Papua Nueva Guinea a fin de prepararlo como traductor de lenguas nativas. La mentalidad religiosa de la provincia estaba a punto de cambiar.
Mientras residía en Papua Nueva Guinea, cierta mañana John abrió la puerta a un testigo de Jehová. Ese fue su primer contacto con las buenas nuevas del Reino. Unas cuantas conversaciones le bastaron para convencerse de que lo que estaba escuchando era la verdad de la Biblia. Aunque se le había seleccionado para ser el siguiente obispo anglicano de las islas de Santa Cruz, dejó sus estudios lingüísticos y regresó a las Salomón. En el camino de vuelta a las islas de Santa Cruz, hizo una parada en la sucursal de Honiara para pedir que alguien visitara su isla con el objeto de abrir una congregación. La sucursal empezó a hacer planes de inmediato.
Una vez en su pueblo, John testificó a sus hermanos carnales, James Sopi y Drawman Alilvo, ambos maestros de escuela, pero estos se opusieron al mensaje. Sus hermanos y conocidos quisieron saber por qué había regresado. John les contestó con franqueza y les explicó que el clero le había desengañado. “Nos han mentido desde un principio”, les dijo, y les puso ejemplos. Hay que tener en cuenta que todavía no se le había enseñado a testificar con tacto. En una ocasión se encaminó con un hacha en la mano hacia el centro de un pueblo llamado Malo, donde se levantaba una enorme cruz. La derribó a hachazos, se la llevó arrastrándola por el suelo y la tiró al mar. Nadie se atrevió a ponerle la mano encima. No obstante, tuvo que responder ante un tribunal por esta acción, y, además, los dirigentes religiosos predijeron que en ocho días caería muerto por haber derribado su símbolo sagrado.
Ocho días después John seguía vivo. Este fue el momento crucial para las personas de condición de oveja. Las noticias del suceso corrieron como un reguero de pólvora. Cuando John compareció ante el tribunal, no solo estaba abarrotado el juzgado, sino que todo Lata Station, la capital de la provincia de Temotu, era un hervidero de gente.
Cuando John se puso en pie para iniciar su defensa, en la sala se podía oír el vuelo de una mosca. Apeló a la conciencia de los presentes cuando habló en detalle del origen de la cruz, la hipocresía de la cristiandad y de que el clero los había tenido a él y a su pueblo en la Edad del Oscurantismo en sentido espiritual. El juez anunció su veredicto: “Queda absuelto de las acusaciones. No obstante, deberá pagar una multa de veinte dólares por destrucción de propiedad privada”.
El clero salió derrotado; a los líderes religiosos les hubiera gustado que se le hubiera sentenciado a realizar trabajos forzados en prisión. Un buen número de personas, incluidos sus hermanos James y Drawman, quedaron impresionados por lo que escucharon en el tribunal, y tiempo después aceptaron la verdad.
La manera pacífica de predicar
En 1981 Billy Kwalobili y Joe Kwasui tomaron tierra en la pista de aterrizaje de Lata, provincia de Temotu, tras haber pasado dos años trabajando en la construcción de la sucursal. Estaban ansiosos de ayudar a que la verdad creciera en ese nuevo territorio. Los publicadores nuevos tenían que aprender que ‘el esclavo del Señor no tiene necesidad de pelear, sino de ser amable para con todos, manteniéndose reprimido bajo lo malo’. (2 Tim. 2:24.) Por ejemplo: cierto día, mientras un grupo de publicadores se hallaba predicando, una chusma de anglicanos furiosos incitados por el clero atacó a uno de ellos y prohibió a los demás predicar en el pueblo. Los publicadores pensaron que la única manera de terminar su testificación era eliminar el obstáculo por la fuerza, así que dieron una buena paliza a toda la chusma, hasta el punto de romper una pierna a uno de los opositores. Pero gracias a la instrucción recibida de la Sociedad y al ejemplo de los precursores, con el tiempo, y pese a algún que otro traspié inquietante, los nuevos publicadores aprendieron a predicar de manera pacífica.
Billy y Joe se enfrentaron a más desafíos. Los superintendentes de circuito y distrito iban a llegar al cabo de tres semanas para celebrar la primera asamblea de circuito de las islas de Santa Cruz. No obstante, había un grave problema: no disponían de un lugar donde celebrarla. En seguida se pusieron a buscar un terreno para construir un Salón del Reino. Pero ¿dónde? Aunque en Nemba había muchas personas interesadas, la oposición de la Iglesia anglicana era muy fuerte. Desgraciadamente, todos los propietarios tradicionales del terreno eran miembros de la Iglesia, y no iban a tolerar que se construyera un Salón del Reino en la vecindad. Por lo tanto, se decidió que se edificaría en el pueblo natal de John Mealue, en la isla de Malo, a tres horas de Nemba en canoa.
Cuando los precursores presentaron la sugerencia a John, este contestó: “Eso es exactamente lo que quería”. De manera que ese mismo día empezaron a construir a un ritmo frenético. El superintendente de circuito llegó para efectuar la visita regular a la congregación cuando estaban en mitad de las obras, y también se unió al equipo de construcción. Los hermanos terminaron justo a tiempo un Salón bien construido a base de hojas, con tejado, plataforma y tres lados abiertos, listo para acomodar a la multitud que previsiblemente asistiría al programa de la asamblea.
Algún tiempo después, John, James, Drawman y sus respectivas esposas se bautizaron. La Iglesia anglicana había tenido en gran estima a estos tres hermanos carnales, pero una vez que aceptaron la verdad, el clero presionó a funcionarios del sector de la enseñanza para que despidieran de sus trabajos a James y Drawman. Los dos hermanos no se dejaron desanimar. Decidieron que vivirían de los productos de la tierra y el mar y utilizarían su tiempo para predicar de casa en casa las maravillosas verdades del Reino, que eran auténticos tesoros. Poco después, muchos más se unieron a ellos. Al final se construyó un Salón del Reino en Nemba.
-
-
Islas SalomónAnuario de los testigos de Jehová 1992
-
-
Un mordisco “diferente” en las islas Reef
Poco después de que John Mealue aceptó la verdad, Michael Polesi, un anglicano de Gawa, una localidad de las islas Reef, que están situadas en el grupo de islas del extremo oriental, empezó a asistir al Colegio de Enseñanza Superior de Honiara. Una mañana pasaba por el mercado en el que los Testigos predicaban bajo los árboles, cuando observó que unos niños se burlaban de algunos publicadores mayores. El blanco más frecuente de sus mofas era Benjamín Ru’u, que tenía una pierna parcialmente amputada. Cuando Michael lo vio caminar con una pierna artificial atada a la coyuntura de la rodilla, sintió lástima de él y le aceptó el libro La verdad que lleva a vida eterna. Se lo llevó consigo al regresar a Malo (islas de Santa Cruz), donde daba clases de enseñanza primaria.
Allí conoció a Drawman, el hermano de John Mealue, que por entonces todavía era maestro de enseñanza primaria. Michael se alegró de que alguien le ayudara a comprender la Biblia. Desgraciadamente, el curso escolar estaba tocando a su fin, y Michael pronto regresaría a su hogar, las islas Reef, donde vivía su familia. Cuando llegó ese momento, solo había leído tres capítulos del libro La verdad, pero a pesar de su limitado conocimiento de las Escrituras, empezó a predicar en cuanto llegó a su casa.
Puesto que Michael hablaba sin parar a todo el mundo de la verdad, el clero presionó a los funcionarios del sector de la enseñanza de Lata Station para que lo despidieran, como hicieron posteriormente con James y Drawman. Michael decidió vivir de la tierra. Él, su esposa Naomi y sus hijos finalmente se vieron obligados a marcharse del pueblo como proscritos. Lejos de allí construyeron una nueva casa y, más tarde, un Salón del Reino. Cuando se marcharon del pueblo, se llevaron un perrito llamado Diferente, pues, como dijo Michael, “sirve de muestra de que somos diferentes del mundo”. Y parece que Diferente también conoce la diferencia porque, según Michael, hasta el día de hoy “solo ha mordido el trasero de los que no son testigos de Jehová o personas interesadas”.
Retomemos ahora nuestro relato. Algún tiempo después, James Sopi, Billy Kwalobili y Joe Kwasui viajaron en barco desde las islas de Santa Cruz hasta las Reef con el fin de pasar siete días dando estímulo espiritual a Michael y ayudándole a atender a las personas interesadas. Michael llegó a ser un celoso publicador, y algún tiempo más tarde se bautizó en una asamblea de distrito celebrada en Honiara. El número de publicadores de las islas Reef iba en aumento, así que en 1984 llegaron los precursores especiales David Kirite’e y Ben Ramo. No obstante, a estos no les fueron muy bien las cosas.
Las hojas claman
Uno de los problemas a los que se enfrentaron David y Ben se debía en parte a la enemistad existente entre algunos habitantes de las islas Reef y de Malaita. Esta actitud hostil se manifestó a raíz de una lucha entre facciones anglicanas rivales de Honiara, que se inició por las mismas fechas en que llegaron los precursores a las islas Reef. Como ellos eran originarios de Malaita, les resultaba muy difícil ir a predicar solos. El problema se agravaba por el hecho de que la gente vivía atemorizada por el obispo y los sacerdotes. El clero visitaba con regularidad a las personas para comprobar si tenían en casa publicaciones de la Sociedad. En caso de que encontraran alguna, reprendían severamente al amo de casa y le obligaban a entregársela para destruirla. Así pues, era muy difícil predicar; las personas salían corriendo en cuanto veían aproximarse a un Testigo.
Los precursores se dieron cuenta de que tenían que cambiar de método. “Decidimos utilizar hojas de árboles —contaron—. Íbamos a un cruce de caminos, arrancábamos una hoja grande de un árbol cercano y escribíamos sobre ella un texto bíblico en letras grandes y una explicación en letras más pequeñas. A continuación añadíamos en letra todavía más pequeña: ‘Si desea tener más información sobre este versículo, escriba a los testigos de Jehová de las islas Salomón o pregunte a cualquier Testigo que viva en su vecindad’.”
David y Ben nos dan otro ejemplo de su testificación mediante hojas: “Escribíamos un tema, ‘El Reino de Dios’, y luego anotábamos debajo el primer texto, Mateo 24:14, seguido de las palabras: ‘Debemos predicar sobre este Reino’. En la línea siguiente formulábamos una pregunta: ‘¿Qué va a hacer el Reino de Dios?’, y por último poníamos otro texto, Revelación 21:4”.
Si estaban predicando en una zona donde había fuerte oposición a la verdad, concluían la inscripción en la hoja con el Salmo 37:9: “Porque los malhechores mismos serán cortados, pero los que esperan en Jehová son los que poseerán la tierra”. Luego ponían la hoja en medio de los senderos más transitados y se marchaban. ¿Produjo buenos resultados este sistema de predicar?
Un día uno de los precursores escribió un sermón en una hoja con bolígrafo y la colocó justo en medio de una carretera muy transitada. Se apartó unos cuantos metros y esperó escondido entre los árboles para ver quién la recogía. Ante su mirada asombrada, un perro que iba por la carretera se paró y se puso a olfatear la hoja. “Creo que sabía leer —dijo el precursor en broma—, porque empezó a ladrar a la hoja. Hizo tanto ruido, que un cazador que se hallaba en las inmediaciones pensó que tenía algún marsupial o lagarto atrapado en lo alto de un árbol. El cazador corrió hacia el lugar de donde procedían los ladridos y se encontró al perro ladrando y golpeando la hoja con la pata. Apartó al perro y recogió con cuidado la hoja. Estuvo un rato leyendo el sermón y luego volvió a colocar la hoja con igual cuidado en medio de la carretera”.
El precursor concluye el relato: “Cuando más tarde pase por delante de la casa del cazador, este me gritó: ‘¿Ha puesto usted algo en la carretera?’. Iniciamos una conversación de la Biblia, que en seguida se convirtió en un estudio bíblico regular. En la actualidad, tanto él como toda su familia son publicadores de las buenas nuevas”.
El ciego ve
Billy Kwalobili se casó en 1986. Él y su esposa, Lina, fueron asignados a las islas Reef como precursores especiales. Uno de sus estudiantes de la Biblia preferidos era un joven ciego llamado Eriki, a quien le fascinaban el canto y los sonidos que emitían los pájaros y los insectos, y los imitaba a la perfección. Gracias al estudio bíblico que le conducían los Kwalobili, llegó a conocer al Hacedor de todas aquellas criaturas, además de aprender por qué enferma la gente y por qué él era ciego. Billy leía todos los párrafos de la lección en voz alta; Eriki escuchaba con atención y luego contestaba las preguntas de los párrafos con sus propias palabras. Memorizó más de treinta textos bíblicos.
Un superintendente viajante que le visitó recomendó a los hermanos: “No lo retengan. Déjenlo predicar”. Aquel mismo fin de semana Eriki acompañó a un grupo de ocho publicadores en una caminata hacia el territorio a través de la espesura. El superintendente viajante sostenía un extremo de un paraguas y Eriki le seguía rápidamente agarrado al otro extremo. De vez en cuando alguien gritaba: “¡Hay un tronco en el camino!” o: “¡Cuidado con la roca de la izquierda!”, tras lo cual Eriki levantaba la pierna para pasar por encima del tronco o se apartaba para salvar la roca. Muchas personas le escuchaban con atención hablar de su esperanza, y cuando les citaba versículos de memoria, movían la cabeza asombrados al tiempo que le seguían en sus Biblias.
Cuando finalizó la visita, Eriki le dijo al superintendente viajante: “Hay tres cosas que me encantaría tener si pudiera”. El superintendente le preguntó cuáles eran, y él respondió: “Una Biblia, un cancionero y un bolso de predicar”.
“¿Y para qué quieres esas cosas, Eriki?”, preguntó el superintendente, a lo que él respondió: “Para no desentonar con mis hermanos ni en el Salón del Reino ni en el servicio del campo. Cuando salgo a predicar, las personas pueden dudar de lo que digo, pero si se lo muestro en mi Biblia, pueden leerlo ellas mismas. Y para llevar la Biblia y el cancionero, necesito un bolso”. Poco después recibió dos regalos: una Biblia nueva y un cancionero. Como los hermanos no tienen bolsos de piel, cortan sacos de arroz por la mitad y les cosen correas para colgarlos del hombro. A Eriki también le regalaron un ‘saco de arroz’ para la predicación. Su sueño se había hecho realidad. Toda la congregación compartió su alegría.
-
-
Islas SalomónAnuario de los testigos de Jehová 1992
-
-
Las buenas nuevas llegan a la provincia de Makira
En 1984 se abrió un territorio nuevo para los Testigos: la isla de San Cristóbal, donde todavía predominaba la estructura tribual. Resultaba difícil asignar a precursores a la isla, porque en el modo de vida tribual no estaban previstas las visitas. No obstante, las perspectivas mejoraron cuando un hermano que manejaba maquinaria pesada fue trasladado por su compañía a San Cristóbal. La sucursal aprovechó en seguida esta circunstancia para enviar a San Cristóbal al precursor especial James Ronomaelana, ahora miembro del Comité de Sucursal, con el fin de evaluar las posibilidades de iniciar la obra.
Al principio James tropezó con mucha oposición. Un día descubrió sorprendido un letrero que advertía: “¡Gente de Jehová! Prohibido entrar sin permiso”. Aunque se le presentaron muchos contratiempos similares, su celo no disminuyó, por lo que se le bendijo con una emocionante experiencia. Relata: “Mientras predicaba en un pueblo, llegué frente a una gran casa. El dueño era propietario de ganado y de una plantación de cocoteros, y, obviamente, era mucho más rico que sus vecinos. Así que me di media vuelta, pensando que ese hombre no dispondría de tiempo para la verdad. Mientras me alejaba de la casa, empecé a evaluar mi timidez. Me pregunté seriamente a mí mismo: ‘¿Por qué paso de largo esta casa?’, y me dije con resolución: ‘Jehová me ha enviado aquí, y quizás sea la última vez que vengo. Debo ir a hablar con ese hombre’”.
Cuando llegó a la casa, se encontró con los dueños, Oswald y Rachel Oli. James inició la conversación con entusiasmo hablando del nombre personal de Dios y de Su propósito para la Tierra. La pareja se regocijó al enterarse de que Dios va a convertir la Tierra en un paraíso. En la segunda visita se empezó un estudio bíblico. Oswald y Rachel en seguida comenzaron a adaptar sus vidas a los justos principios de Jehová. Oswald contribuía mucho dinero para la iglesia, de modo que, como era de esperar, la Iglesia anglicana se le opuso ferozmente. Coincidió que por aquel entonces se asignó a precursores especiales a abrir más territorio, lo que aumentó la cólera de los pastores locales, hasta el grado de que llegaron a ordenar a sus feligreses que utilizaran la violencia para silenciar a los precursores.
Ni los precursores ni Oswald y su familia se desanimaron. Ocurrió en cierta ocasión que mientras el precursor especial Hankton Salatalau testificaba a un hombre interesado, un anglicano empezó a insultarle a gritos. Entonces, cuando Hankton se retiraba respetuosamente, el hombre le atacó brutalmente por detrás y lo tiró sobre unas afiladas rocas coralinas, donde le estuvo dando patadas sin piedad durante más de un cuarto de hora. Mientras tanto, la gente del pueblo contemplaba horrorizada lo que ocurría, pero sin atreverse a acudir en su ayuda debido al gran temor que tenía a sus pastores. Hankton yacía desvalido en el suelo tratando de protegerse la cabeza y el cuerpo con las manos. Tenía la espalda casi en carne viva debido al roce con las cortantes rocas. Algunos aldeanos finalmente se armaron de valor e intervinieron. Agarraron al atacante y lo retuvieron mientras Hankton se marchaba a su casa con el cuerpo magullado.
La mayoría de los isleños, por desgracia, viven aún en temor de la iglesia. No obstante, algunos empiezan a percibir la diferencia entre el cristianismo verdadero y la cristiandad. Por otra parte, el aguante de los cuatro precursores especiales se ha visto recompensado. En San Cristóbal florecen ahora dos congregaciones trabajadoras y felices, y Oswald, Rachel y sus hijos, así como la familia de Rachel, son en la actualidad intrépidos publicadores de las buenas nuevas.
-
-
Islas SalomónAnuario de los testigos de Jehová 1992
-
-
‘Si desea tener más información sobre este versículo, escriba a los testigos de Jehová de las islas Salomón o pregunte a cualquier Testigo que viva en su vecindad’.
-
-
Islas SalomónAnuario de los testigos de Jehová 1992
-
-
[Fotografía en la página 227]
Las hojas de taro sirven de paraguas, aunque también se pueden escribir mensajes en ellas
-