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    Anuario de los testigos de Jehová 1992
    • Un mordisco “diferente” en las islas Reef

      Poco después de que John Mealue aceptó la verdad, Michael Polesi, un anglicano de Gawa, una localidad de las islas Reef, que están situadas en el grupo de islas del extremo oriental, empezó a asistir al Colegio de Enseñanza Superior de Honiara. Una mañana pasaba por el mercado en el que los Testigos predicaban bajo los árboles, cuando observó que unos niños se burlaban de algunos publicadores mayores. El blanco más frecuente de sus mofas era Benjamín Ru’u, que tenía una pierna parcialmente amputada. Cuando Michael lo vio caminar con una pierna artificial atada a la coyuntura de la rodilla, sintió lástima de él y le aceptó el libro La verdad que lleva a vida eterna. Se lo llevó consigo al regresar a Malo (islas de Santa Cruz), donde daba clases de enseñanza primaria.

      Allí conoció a Drawman, el hermano de John Mealue, que por entonces todavía era maestro de enseñanza primaria. Michael se alegró de que alguien le ayudara a comprender la Biblia. Desgraciadamente, el curso escolar estaba tocando a su fin, y Michael pronto regresaría a su hogar, las islas Reef, donde vivía su familia. Cuando llegó ese momento, solo había leído tres capítulos del libro La verdad, pero a pesar de su limitado conocimiento de las Escrituras, empezó a predicar en cuanto llegó a su casa.

      Puesto que Michael hablaba sin parar a todo el mundo de la verdad, el clero presionó a los funcionarios del sector de la enseñanza de Lata Station para que lo despidieran, como hicieron posteriormente con James y Drawman. Michael decidió vivir de la tierra. Él, su esposa Naomi y sus hijos finalmente se vieron obligados a marcharse del pueblo como proscritos. Lejos de allí construyeron una nueva casa y, más tarde, un Salón del Reino. Cuando se marcharon del pueblo, se llevaron un perrito llamado Diferente, pues, como dijo Michael, “sirve de muestra de que somos diferentes del mundo”. Y parece que Diferente también conoce la diferencia porque, según Michael, hasta el día de hoy “solo ha mordido el trasero de los que no son testigos de Jehová o personas interesadas”.

      Retomemos ahora nuestro relato. Algún tiempo después, James Sopi, Billy Kwalobili y Joe Kwasui viajaron en barco desde las islas de Santa Cruz hasta las Reef con el fin de pasar siete días dando estímulo espiritual a Michael y ayudándole a atender a las personas interesadas. Michael llegó a ser un celoso publicador, y algún tiempo más tarde se bautizó en una asamblea de distrito celebrada en Honiara. El número de publicadores de las islas Reef iba en aumento, así que en 1984 llegaron los precursores especiales David Kirite’e y Ben Ramo. No obstante, a estos no les fueron muy bien las cosas.

      Las hojas claman

      Uno de los problemas a los que se enfrentaron David y Ben se debía en parte a la enemistad existente entre algunos habitantes de las islas Reef y de Malaita. Esta actitud hostil se manifestó a raíz de una lucha entre facciones anglicanas rivales de Honiara, que se inició por las mismas fechas en que llegaron los precursores a las islas Reef. Como ellos eran originarios de Malaita, les resultaba muy difícil ir a predicar solos. El problema se agravaba por el hecho de que la gente vivía atemorizada por el obispo y los sacerdotes. El clero visitaba con regularidad a las personas para comprobar si tenían en casa publicaciones de la Sociedad. En caso de que encontraran alguna, reprendían severamente al amo de casa y le obligaban a entregársela para destruirla. Así pues, era muy difícil predicar; las personas salían corriendo en cuanto veían aproximarse a un Testigo.

      Los precursores se dieron cuenta de que tenían que cambiar de método. “Decidimos utilizar hojas de árboles —contaron⁠—. Íbamos a un cruce de caminos, arrancábamos una hoja grande de un árbol cercano y escribíamos sobre ella un texto bíblico en letras grandes y una explicación en letras más pequeñas. A continuación añadíamos en letra todavía más pequeña: ‘Si desea tener más información sobre este versículo, escriba a los testigos de Jehová de las islas Salomón o pregunte a cualquier Testigo que viva en su vecindad’.”

      David y Ben nos dan otro ejemplo de su testificación mediante hojas: “Escribíamos un tema, ‘El Reino de Dios’, y luego anotábamos debajo el primer texto, Mateo 24:14, seguido de las palabras: ‘Debemos predicar sobre este Reino’. En la línea siguiente formulábamos una pregunta: ‘¿Qué va a hacer el Reino de Dios?’, y por último poníamos otro texto, Revelación 21:4”.

      Si estaban predicando en una zona donde había fuerte oposición a la verdad, concluían la inscripción en la hoja con el Salmo 37:9: “Porque los malhechores mismos serán cortados, pero los que esperan en Jehová son los que poseerán la tierra”. Luego ponían la hoja en medio de los senderos más transitados y se marchaban. ¿Produjo buenos resultados este sistema de predicar?

      Un día uno de los precursores escribió un sermón en una hoja con bolígrafo y la colocó justo en medio de una carretera muy transitada. Se apartó unos cuantos metros y esperó escondido entre los árboles para ver quién la recogía. Ante su mirada asombrada, un perro que iba por la carretera se paró y se puso a olfatear la hoja. “Creo que sabía leer —dijo el precursor en broma⁠—, porque empezó a ladrar a la hoja. Hizo tanto ruido, que un cazador que se hallaba en las inmediaciones pensó que tenía algún marsupial o lagarto atrapado en lo alto de un árbol. El cazador corrió hacia el lugar de donde procedían los ladridos y se encontró al perro ladrando y golpeando la hoja con la pata. Apartó al perro y recogió con cuidado la hoja. Estuvo un rato leyendo el sermón y luego volvió a colocar la hoja con igual cuidado en medio de la carretera”.

      El precursor concluye el relato: “Cuando más tarde pase por delante de la casa del cazador, este me gritó: ‘¿Ha puesto usted algo en la carretera?’. Iniciamos una conversación de la Biblia, que en seguida se convirtió en un estudio bíblico regular. En la actualidad, tanto él como toda su familia son publicadores de las buenas nuevas”.

      El ciego ve

      Billy Kwalobili se casó en 1986. Él y su esposa, Lina, fueron asignados a las islas Reef como precursores especiales. Uno de sus estudiantes de la Biblia preferidos era un joven ciego llamado Eriki, a quien le fascinaban el canto y los sonidos que emitían los pájaros y los insectos, y los imitaba a la perfección. Gracias al estudio bíblico que le conducían los Kwalobili, llegó a conocer al Hacedor de todas aquellas criaturas, además de aprender por qué enferma la gente y por qué él era ciego. Billy leía todos los párrafos de la lección en voz alta; Eriki escuchaba con atención y luego contestaba las preguntas de los párrafos con sus propias palabras. Memorizó más de treinta textos bíblicos.

      Un superintendente viajante que le visitó recomendó a los hermanos: “No lo retengan. Déjenlo predicar”. Aquel mismo fin de semana Eriki acompañó a un grupo de ocho publicadores en una caminata hacia el territorio a través de la espesura. El superintendente viajante sostenía un extremo de un paraguas y Eriki le seguía rápidamente agarrado al otro extremo. De vez en cuando alguien gritaba: “¡Hay un tronco en el camino!” o: “¡Cuidado con la roca de la izquierda!”, tras lo cual Eriki levantaba la pierna para pasar por encima del tronco o se apartaba para salvar la roca. Muchas personas le escuchaban con atención hablar de su esperanza, y cuando les citaba versículos de memoria, movían la cabeza asombrados al tiempo que le seguían en sus Biblias.

      Cuando finalizó la visita, Eriki le dijo al superintendente viajante: “Hay tres cosas que me encantaría tener si pudiera”. El superintendente le preguntó cuáles eran, y él respondió: “Una Biblia, un cancionero y un bolso de predicar”.

      “¿Y para qué quieres esas cosas, Eriki?”, preguntó el superintendente, a lo que él respondió: “Para no desentonar con mis hermanos ni en el Salón del Reino ni en el servicio del campo. Cuando salgo a predicar, las personas pueden dudar de lo que digo, pero si se lo muestro en mi Biblia, pueden leerlo ellas mismas. Y para llevar la Biblia y el cancionero, necesito un bolso”. Poco después recibió dos regalos: una Biblia nueva y un cancionero. Como los hermanos no tienen bolsos de piel, cortan sacos de arroz por la mitad y les cosen correas para colgarlos del hombro. A Eriki también le regalaron un ‘saco de arroz’ para la predicación. Su sueño se había hecho realidad. Toda la congregación compartió su alegría.

      Al poco tiempo Michael Polesi volvió a tener su trabajo de maestro. En este puesto podía ponerse en contacto con más personas de las islas Reef. El bautismo de las dos primeras mujeres de estas islas en la asamblea de circuito celebrada en las islas de Santa Cruz en 1990 fue otro motivo de alegría. No hay duda alguna de que en la provincia de Temotu hay muy buenas perspectivas.

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    Anuario de los testigos de Jehová 1992
    • ‘Si desea tener más información sobre este versículo, escriba a los testigos de Jehová de las islas Salomón o pregunte a cualquier Testigo que viva en su vecindad’.

  • Islas Salomón
    Anuario de los testigos de Jehová 1992
    • [Fotografía en la página 227]

      Las hojas de taro sirven de paraguas, aunque también se pueden escribir mensajes en ellas

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