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SudáfricaAnuario de los testigos de Jehová 2007
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EL AMOR Y LA PACIENCIA DAN SU FRUTO
Doreen Kilgour e Isabella Elleray se graduaron de Galaad en 1956 y 1957, respectivamente, y sirvieron durante veinticuatro años entre la comunidad india de Chatsworth, en la periferia de Durban.
Doreen explica cómo era su predicación: “Teníamos que tener paciencia; algunos nunca habían oído hablar de Adán y Eva. Los hindúes son muy hospitalarios; para ellos, no está bien dejar que un visitante se quede en la puerta. ‘Tomen té y váyanse’, nos decían. Esa era su manera de invitarnos a tomar té antes de pasar a la siguiente casa. Después de varias casas no nos cabía ni una gota más de té. Cada vez que un indio abandonaba sus creencias tan arraigadas y decidía servir a Jehová, para nosotros ocurría un milagro”.
Isabella nos cuenta una experiencia: “Mientras estaba en el ministerio del campo, hablé con un señor que aceptó las revistas. Su esposa, Darishnie, que acababa de regresar de la iglesia con su bebé, se nos unió. Tuvimos una agradable conversación y quedé en volverlos a visitar. Pero nunca encontré a Darishnie en casa. Con el tiempo me contó que su pastor le había dicho que se fuera de casa cuando yo apareciera por allí para, según él, hacerme creer que ella no tenía interés. Por aquel entonces fui a Inglaterra a visitar a mi familia, pero seguía pensando en ella. Así que al regresar a Sudáfrica fui a verla. Al encontrarnos, me preguntó dónde había estado. ‘¡Qué gusto verte de nuevo! —exclamó—. Estaba segura de que creías que no tenía interés.’ Comenzamos a estudiar, aunque su esposo no nos acompañó, y ella se aplicó con entusiasmo; con el tiempo se bautizó.
”Su religión enseñaba que la mujer casada debe llevar alrededor del cuello un tali, un colgante de oro atado a un cordel amarillo. Solo se lo puede quitar si fallece su esposo. Cuando Darishnie quiso empezar a predicar, entendió que debía quitarse el tali, y me preguntó qué debía hacer. Le recomendé que hablara con su marido para ver qué pensaba. A él no le gustó la idea, así que le dije que tuviera paciencia y que más adelante, cuando su esposo estuviera de buen humor, volviera a hablarle del asunto. Al final, él estuvo de acuerdo en que se quitara el colgante. Por supuesto, siempre animábamos a nuestros estudiantes de la Biblia a que adoptaran una firme postura a favor de la verdad, pero al mismo tiempo les aconsejábamos que fueran prudentes y mostraran respeto a las enseñanzas hindúes. De esa manera no herirían los sentimientos de sus amigos y parientes, quienes, a su vez, asimilarían más fácilmente su cambio de religión.”
Cuando les preguntaron qué las había ayudado a aguantar tantos años de misioneras, Doreen dijo: “Nos encariñamos con la gente. Nos entregamos a nuestra asignación y realmente la disfrutamos”. Isabella añadió: “Hicimos muchas buenas amistades. Fue muy triste tener que dejar nuestra asignación, pero nuestra salud se ha deteriorado. Así que aceptamos agradecidas la bondadosa invitación de servir en Betel”. Isabella falleció el 22 de diciembre de 2003.
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SudáfricaAnuario de los testigos de Jehová 2007
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[Ilustración de las páginas 104 y 105]
Isabella Elleray
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