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Mi aporte a la difusión mundial de la enseñanza bíblicaLa Atalaya 2003 | 1 de abril
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El hermano Rutherford me da ánimos
Mi deseo de participar todavía más en esta obra educativa me llevó a iniciar el servicio de precursor de tiempo completo en 1931. Quería comenzar apenas finalizara una asamblea de Londres. Sin embargo, en una de las pausas del mediodía, el hermano Joseph Rutherford, quien supervisaba la obra en ese momento, quiso hablar conmigo. Tenía previsto enviar un precursor a África, así que me preguntó: “¿Estarías dispuesto a ir?”. Aunque me tomó un poco por sorpresa, logré responderle con bastante seguridad: “Sí, lo estoy”.
Por aquel entonces, nuestro principal objetivo era distribuir tantas publicaciones bíblicas como fuera posible, lo que implicaba trasladarse continuamente de un sitio a otro. Como a la mayoría de los hermanos que ocupaban puestos de responsabilidad en ese tiempo, se me animó a permanecer soltero. Mi territorio comenzaba en Ciudad del Cabo, en el extremo sur de África,
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Mi aporte a la difusión mundial de la enseñanza bíblicaLa Atalaya 2003 | 1 de abril
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Doscientas cajas de riquezas espirituales
Cuando llegué a Ciudad del Cabo, me mostraron las doscientas cajas de publicaciones que habían sido asignadas a África oriental. Estaban impresas en cuatro idiomas europeos y cuatro asiáticos, pero en ninguno africano. Al preguntar por qué estaban allí todas aquellas publicaciones antes de mi llegada, me dijeron que sus destinatarios originales habían sido Frank y Gray Smith, dos precursores que habían partido recientemente para predicar en Kenia. Por desgracia, nada más llegar a dicho país, ambos contrajeron la malaria, y Frank murió.
Aunque la noticia me hizo pensar, no desistí en mi empeño. Mi compañero David Norman y yo nos embarcamos en Ciudad del Cabo rumbo a nuestra primera asignación, Tanzania, a unos 5.000 kilómetros de distancia.
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