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Cómo evitar que lo asalten¡Despertad! 2006 | octubre
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Sudáfrica tiene una proporción aún mayor que Estados Unidos, pues con una sexta parte de su población, registró más de 14.000 por año. Cuando lea los siguientes relatos, comprenderá por qué muchos ven el robo de autos con violencia como uno de los más temidos delitos. A continuación se narran situaciones reales ocurridas en Johannesburgo, la mayor ciudad de Sudáfrica. Probablemente le ayudarán a saber qué hacer si se ve alguna vez en un trance semejante o, mejor aún, cómo reducir el riesgo de ser la víctima de uno de estos asaltos.
Casos reales
◼ “Hacía un año que mi amiga Susan y yo salíamos juntas al ministerio. Un miércoles, antes de dirigirnos a nuestro siguiente estudio bíblico, detuvimos el auto bajo un árbol en un barrio residencial para tomar un té. Susan se bajó para sacar la cesta del maletero. Justo cuando me entregaba la taza, aparecieron de la nada dos hombres. Uno de ellos le puso a Susan una pistola en el cuello. Aterrorizada, traté de salir, pero el otro hombre me lo impidió de un empujón. Así estaban las cosas: dos hombres se llevaban a dos mujeres a la fuerza. Yo pensé que nos violarían o nos matarían.” Anika, joven casada.
◼ “Me dirigía a mi trabajo a las siete de la mañana. Paré en un cruce en el que suele haber gente desempleada en busca de trabajo. Estaba distraído, cuando, de repente, alguien metió la mano por la ventanilla y me puso una pistola en el cuello diciendo: ‘Sal del auto o te mato’. En aquel instante apareció un helicóptero de tráfico que sobrevolaba la zona. Creyendo que era la policía, el asaltante apretó el gatillo y huyó. La bala me penetró en el cuello y me partió la médula espinal, lo que me dejó paralizado del cuello para abajo. No siento las manos ni las piernas y no puedo valerme de ellas.”—Barry, padre de un adolescente.
◼ “Estaba en el coche esperando a mi esposa Lindsay para irnos a comer. Tenía las puertas cerradas con llave, pero las ventanillas estaban medio bajadas debido al calor. Desde el asiento del conductor vi a dos hombres doblar la esquina y caminar distraídamente hacia donde yo estaba. A pocos metros de mí se separaron: uno a la derecha y el otro a la izquierda. De pronto, tenía a uno en cada puerta apuntándome con una pistola y gritándome. Obedecí sus órdenes y arranqué el motor; luego me gritaron que saliera y me colocara en el asiento trasero. Uno de ellos conducía, y el otro me obligaba a bajar la cabeza. ‘¿Qué motivo me das para no matarte?’, me preguntó. ‘Soy testigo de Jehová’, le contesté. No dejó de amenazarme, y yo seguí orando y pensando en mi querida esposa y en su reacción al ver que tanto el coche como su esposo habían desaparecido.”—Alan, padre y superintendente viajante.
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Cómo evitar que lo asalten¡Despertad! 2006 | octubre
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Cómo hacer frente a las secuelas
Afortunadamente, el caso de Susan y Anika tuvo un final feliz. Cuando los atracadores las secuestraron, las dos mujeres comenzaron a hablarles de la obra de enseñanza bíblica en la que participaban, lo cual pareció tocar la conciencia de los hombres. “Pidieron disculpas por lo que estaban haciendo —cuenta Anika—, pero dijeron que debido a los tiempos que corren, se veían forzados a robar y asaltar a los conductores para subsistir. Nosotras les explicamos por qué permite Dios la pobreza y el sufrimiento.” El mensaje de la Biblia llegó al corazón de estos hombres, quienes decidieron devolver el dinero y los relojes que les habían robado a Susan y a Anika y les aseguraron que no les harían ningún daño. “Entonces, uno de ellos nos dijo cómo evitar que volviéramos a sufrir un atraco”, recuerda Susan. Y Anika añade: “Nos hicieron prometer que no volveríamos a parar al lado de la calle para tomar un té”. A continuación, tal como les habían dicho, los asaltantes detuvieron el vehículo, salieron de él, y dejaron que Susan y Anika regresaran sanas y salvas, no sin antes aceptar amablemente algunas publicaciones bíblicas.
A Alan, el superintendente viajante, le ordenaron que saliera del vehículo cuando llegaron a un lugar solitario. Aunque perdió algunos artículos valiosos, estaba agradecido de no haber sufrido ningún daño. “Creo que salí bien parado —recuerda Alan— porque cooperé con ellos, no los desafié y no perdí la calma. Pero seguro que podría haber sido más observador. He aprendido por experiencia propia que no es hora de bajar la guardia, pues estamos muy adentrados en los últimos días del malvado sistema de cosas de Satanás.” Al día siguiente, Alan y Lindsay volvieron al mismo territorio para seguir predicando con la congregación a la que estaban sirviendo esa semana. Alan cuenta: “Hicimos oración, y estuvimos alerta todo el día. No fue fácil, pero Jehová nos dio ‘el poder que es más allá de lo normal’” (2 Corintios 4:1, 7).
Barry, la víctima más afectada, quedó en una silla de ruedas desde entonces, once años atrás. Es admirable que no haya perdido el optimismo y no haya permitido que esta mala experiencia le amargue la vida. Su fe en la promesa divina de un justo nuevo mundo no ha tambaleado (2 Pedro 3:13). Barry sigue asistiendo a las reuniones cristianas regularmente y aprovecha toda oportunidad para hablar de su fe. Dice: “Siempre ha sido un gozo servir a Jehová. Aunque esté en una silla de ruedas y pueda hacer poco, medito a menudo en todo lo que Jehová ha hecho por mí, y eso me ayuda a aguantar. Este malvado sistema pronto terminará, y llegará el maravilloso día en que vuelva a caminar” (Isaías 35:6; 2 Timoteo 3:1-5).
Las autoridades sudafricanas han tomado medidas que han hecho disminuir el número de robos de autos con violencia.
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