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Nunca abandonemos a nuestros hermanosLa Atalaya 2011 | 15 de marzo
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Las inquietudes de la vida pueden abrumarnos
Como ya hemos indicado, la preocupación por cubrir las necesidades físicas de la familia pudiera abrumarnos y distorsionar nuestros valores (Mat. 13:22). Marek, de quien ya hablamos antes, explica lo que le sucedió: “Mi negocio fracasó, así que me busqué un trabajo bien pagado en el extranjero. Me fui solo por tres meses, luego por otros tres, y otros tres... y así sucesivamente. Entre una temporada y otra solo pasaba un poco de tiempo en casa. Debido a ello, mi esposa, que no es testigo de Jehová, lo pasó muy mal emocionalmente”.
Pero no solo se perjudicó la vida de familia: “Me veía obligado a trabajar muchas horas con un calor sofocante —prosigue Marek— y a relacionarme con personas muy groseras que trataban de abusar de los demás y se comportaban como matones. Sentía que me estaban explotando y caí en una depresión. Como no tenía tiempo de cuidar de mí mismo, me entraron dudas de que fuera capaz de cuidar a nadie”.
Al ver los tristes frutos que han cosechado personas como Marek, deberíamos pensarlo dos veces antes de mudarnos al extranjero. Tal vez esa opción nos parezca una buena forma de salir de apuros económicos, pero el remedio pudiera ser peor que la enfermedad. Por eso, deberíamos preguntarnos: “¿Afectará el bienestar emocional y espiritual de mi familia? ¿Exigirá que corte los lazos con la organización? ¿Me privará del honor de servir a mis hermanos?” (1 Tim. 3:2-5).
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Nunca abandonemos a nuestros hermanosLa Atalaya 2011 | 15 de marzo
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Marek da esta advertencia a quienes están con la duda de si deberían mudarse al extranjero en busca de un mejor trabajo: “Cuando uno está fuera de su país, es fácil caer en las trampas de este mundo. Y si no conoces bien el idioma, te cuesta mucho comunicarte. Quizás acabes volviendo a casa con dinero, pero también con heridas espirituales que tal vez tarden años en cicatrizar”.
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