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Usted puede hallar la verdadera felicidad¡Despertad! 2006 | abril
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Hace dos mil años, Jesucristo enseñó un modo de vida que es muchísimo mejor y que alivia las tensiones. Su enseñanza se basa en esta verdad sencilla, a la vez que profunda: “Felices son los que tienen conciencia de su necesidad espiritual” (Mateo 5:3). En efecto, Jesús animó a sus oyentes a centrarse en la mayor necesidad que tenemos los seres humanos: conocer la verdad acerca de nuestro Creador y del propósito que tiene para nosotros.
Como veremos en los próximos artículos, además de llenarnos de esperanza, esa verdad espiritual nos ayuda a determinar qué es realmente importante, lo que a su vez nos permite llevar una vida más feliz y significativa.
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La receta de la verdadera felicidad¡Despertad! 2006 | abril
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La receta de la verdadera felicidad
CON una buena receta y un buen cocinero sale delicioso cualquier plato. En cierto sentido ocurre igual con la felicidad. No es el resultado de un único factor, sino de un cúmulo de ellos, como el trabajo, el ocio, la compañía de la familia y los amigos, y las actividades espirituales. Además, hay otros ingredientes más sutiles, como las actitudes, deseos y metas en la vida.
¡Menos mal que no tenemos que andar averiguando por nuestra cuenta la receta de la verdadera felicidad! ¿Por qué no? Porque el Creador nos ha proporcionado un maravilloso manual, la Biblia, que ya se puede leer entera o en parte en 2.377 idiomas y dialectos, mucho más que cualquier otra publicación.
Su asombrosa difusión muestra cuánto se interesa Dios por la felicidad y el bienestar espiritual de cada ser humano (Hechos 10:34, 35; 17:26, 27). Él mismo dice: “Soy [...] Aquel que te enseña para que te beneficies a ti mismo”, y nos promete que, si obedecemos sus mandamientos, disfrutaremos de una paz y una tranquilidad tan abundantes “como un río” (Isaías 48:17, 18).
Esta promesa nos recuerda las palabras de Jesús citadas en el artículo anterior: “Felices son los que tienen conciencia de su necesidad espiritual” (Mateo 5:3). La espiritualidad que menciona este versículo no es una piedad superficial, sino una fuerza que influye en toda nuestra existencia. Dicha espiritualidad refleja el deseo de escuchar a Dios y permitir que nos enseñe, pues somos conscientes de que nos conoce mejor que nosotros mismos. “Lo que más me convence de que la Biblia viene de Dios —señala Errol, quien lleva más de cincuenta años estudiándola— es que sus consejos nunca fallan.”
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