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Las normas cambiantes generan desconfianzaLa Atalaya 2001 | 1 de junio
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Normas morales y familiares
¿Qué decir de los cambios en los patrones de conducta, o normas morales y de familia? El efecto que producen puede ser mucho más perjudicial. Gran cantidad de personas quedan horrorizadas por los informes actuales sobre la desintegración familiar, la promiscuidad sexual y el generalizado abuso de menores, que confirman que vivimos en una era de derrumbe moral. Las familias monoparentales, los hijos criados por “padres” del mismo sexo y el denigrante abuso sexual de niños protegidos por las autoridades son el resultado de que la gente dé la espalda a las normas aceptadas. Cada vez hay más individuos “amadores de sí mismos, [...] sin [...] cariño natural, [...] sin amor del bien, [...] amadores de placeres más bien que amadores de Dios”, como predijo la Biblia hace unos dos mil años (2 Timoteo 3:1-4).
El declive de las normas morales comporta desconfianza. Recientemente salieron a la luz en Hyde, población del norte de Inglaterra, graves violaciones de los elevados principios de la profesión médica. Lamentablemente, la confianza que habían depositado los habitantes de esa localidad en sus “respetados y confiables” médicos de familia se vio traicionada. ¿Por qué? Los informes procesales revelaron que uno de estos doctores fue el causante de la muerte de al menos quince mujeres pacientes suyas. De hecho, la policía tuvo que reexaminar más de ciento treinta defunciones en las que se vio envuelto el facultativo. El grado de abuso de confianza se destacó cuando fue condenado y enviado a la cárcel. Dos funcionarios de la prisión cuyas madres se cree que fueron asesinadas por este médico recibieron un cambio de trabajo para que no tuvieran que atender al infame prisionero. No extraña que en una noticia del caso, que apareció en The Daily Telegraph, se aludiera al médico con el apelativo de Doctor Muerte.
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¿En qué normas podemos confiar?La Atalaya 2001 | 1 de junio
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¿Por qué se han deteriorado las normas?
La Biblia indica la razón del deterioro de las normas actuales. El último de sus libros, Revelación (Apocalipsis), relata una guerra que se peleó en el cielo y cuyo resultado afecta a la humanidad hasta el día de hoy. El apóstol Juan escribió: “Estalló guerra en el cielo: Miguel y sus ángeles combatieron con el dragón, y el dragón y sus ángeles combatieron, pero este no prevaleció, ni se halló ya lugar para ellos en el cielo. De modo que hacia abajo fue arrojado el gran dragón, la serpiente original, el que es llamado Diablo y Satanás, que está extraviando a toda la tierra habitada; fue arrojado abajo a la tierra, y sus ángeles fueron arrojados abajo con él” (Revelación 12:7-9).
¿Cuál fue el efecto inmediato de aquella contienda? Juan continúa: “A causa de esto, ¡alégrense, cielos, y los que residen en ellos! ¡Ay de la tierra y del mar!, porque el Diablo ha descendido a ustedes, teniendo gran cólera, sabiendo que tiene un corto espacio de tiempo” (Revelación 12:12).
El “ay de la tierra” llegó en 1914 con el estallido de la I Guerra Mundial, la cual puso fin a una era de normas muy diferentes de las actuales. “La Gran Guerra de 1914-[19]18 —observa la historiadora Barbara Tuchman— aparece como una franja de tierra arrasada, que divide aquella época de la nuestra. Al destruir tantas vidas que hubieran resultado útiles en los años que siguieron; al desbaratar creencias, cambiar ideas y dejar heridas incurables en el espíritu, dicho conflicto contribuyó a crear un vacío físico y sicológico entre las dos épocas.” Con ella concuerda el historiador Eric Hobsbawm: “Desde 1914 se ha observado un notable deterioro de las normas consideradas habituales en los países desarrollados [...]. Nos cuesta comprender hasta qué grado estamos retrocediendo —por desgracia, cada vez más rápido— a lo que nuestros antepasados del siglo XIX habrían denominado las normas de la barbarie”.
En su libro Humanity—A Moral History of the Twentieth Century (Humanidad: historia moral del siglo XX), Jonathan Glover observa: “Una característica de nuestro tiempo es el debilitamiento de las leyes morales”. Pese a que el declive de la religión en Occidente ha llevado al escritor a ver con escepticismo las leyes morales de origen externo, advierte: “Incluso quienes no creemos en una ley moral de carácter religioso debemos preocuparnos por su decadencia”.
La desconfianza reinante hoy día —patente en el comercio, la política y la religión, e incluso en las relaciones familiares e interpersonales— y sus funestas consecuencias forman parte del infame plan del Diablo de causar un ay al género humano. Satanás está resuelto a guerrear hasta el final y a que junto con él sean destruidos todos aquellos que procuran seguir las normas de Dios (Revelación 12:17).
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