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  • ¿Qué hay de malo en robar?
    ¡Despertad! 1995 | 22 de junio
    • Por qué roban

      Por definición, ladrón es el que deliberadamente le quita a otro algo que le pertenece sin su permiso. A veces el hurto parece estar justificado por la necesidad. “Me hallaba en una situación muy apurada —recuerda un joven indigente—. Iba a la parte trasera de un [restaurante de comida rápida], abría la puerta de una patada y tomaba varios trozos de pollo. Pero nada más. Lo hacía porque tenía hambre.”

      Un proverbio bíblico dice: “La gente no desprecia al ladrón simplemente porque comete robo para llenarse el alma cuando tiene hambre”. No obstante, robar es incorrecto. El siguiente versículo bíblico muestra que quien hurtaba, aunque fuera para comer, debía ‘resarcir’ al perjudicado con un cuantioso pago. (Proverbios 6:30, 31.)

  • ¿Qué hay de malo en robar?
    ¡Despertad! 1995 | 22 de junio
    • La opinión de Dios

      La idea de poseer artículos inasequibles para ti, de sentir la emoción de las actividades de alto riesgo o de ser aceptado por los compañeros puede hacer que el robo parezca atractivo. No obstante, uno de los Diez Mandamientos de la Biblia es: “No debes hurtar”. (Éxodo 20:15.) El apóstol Pablo escribió que los ‘ladrones no heredarán el reino de Dios’. (1 Corintios 6:10.) La opinión de Dios debe interesar sobre todo a los jóvenes que han recibido una crianza cristiana. ¡Qué hipócrita sería presentar una fachada de honradez y a escondidas ser un ladrón! El apóstol Pablo lo expresó así: “Tú, sin embargo, el que enseñas a otro, ¿no te enseñas a ti mismo? Tú, el que predicas: ‘No hurtes’, ¿hurtas?”. (Romanos 2:21.)

      La humillante posibilidad de ser arrestado es razón suficiente para no caer en este vicio. Tras su detención por robo, un joven dijo: “Quería morirme”. Pero la principal razón para no ceder al impulso o la presión de hurtar es saber que Jehová ‘odia el robo’. (Isaías 61:8.) Aun cuando ni los encargados de los negocios, ni la policía ni los padres descubrieran los hurtos, uno no podría ocultárselos a Jehová. Inevitablemente saldrían a la luz. (Isaías 29:15.)

      Recuerda también que el pecado insensibiliza. (Hebreos 3:13.) Los robos de poca importancia tienden a convertirse en acciones más cínicas y temerarias. Por ejemplo, un joven llamado Carlos inició su carrera delictiva robando dinero del portamonedas de su madre. Con el tiempo acabó derribando al suelo a ancianas para quitarles el bolso.

      Cómo resistir la tentación

      Hay que reconocer que si se ha comenzado a robar en secreto, quizás no sea fácil dejar de hacerlo. “Era como una adicción”, admitió un muchacho. ¿Qué puede ayudar al joven a cambiar su conducta?

      Confiesa tu pecado a Dios. Él “perdonará en gran manera” a quienes se arrepientan de sus errores y se los confiesen sinceramente. (Isaías 55:7.)

      Busca ayuda. Muchos lectores de esta revista conocen bien la congregación cristiana de testigos de Jehová de su zona. En tal caso pueden acudir a los superintendentes cristianos locales en busca de ayuda espiritual y corrección. (Santiago 5:14, 15.) Los padres que tienen buenos principios morales también pueden proporcionar ayuda y apoyo. Si la mala conducta se debe a dolor, angustia o simple aburrimiento, puede resultar útil hablar con una persona compasiva. (Proverbios 12:25.)

      Devuelve lo robado. La Ley mosaica estipulaba que los ladrones devolvieran con intereses los bienes robados. (Levítico 6:4, 5.) Al hacerlo no solo se tranquiliza la conciencia, sino que uno se percata bien del perjuicio que causa a los demás. La Biblia promete que si la persona ‘devuelve la cosa misma tomada en prenda, paga las mismas cosas tomadas por robo, y realmente anda en los estatutos mismos de vida [...], positivamente seguirá viviendo. No morirá’. (Ezequiel 33:15.)

      No cedas a la envidia y la codicia. El último de los Diez Mandamientos es: “No debes desear [...] cosa alguna que pertenezca a tu semejante”. (Éxodo 20:17.) Si verdaderamente necesitas o deseas algo pero no está a tu alcance, puedes buscar una manera de ganar dinero para comprarlo. El apóstol Pablo aconsejó: “El que hurta, ya no hurte más, sino, más bien, que haga trabajo duro, haciendo con las manos lo que sea buen trabajo”. (Efesios 4:28.)

      Ten cuidado con las compañías. “Si estás con uno o varios amigos, y estos hacen algo malo o cometen un delito —apunta la escritora Denise Lang—, a ti también te acusarán, por haber estado en la escena de los hechos.” Ten el valor de negarte si los amigos te proponen hacer algo ilegal. (Proverbios 1:10-19.)

      Piensa en el daño que causas a los demás. El ladrón solo piensa en sí mismo. Pero Jesús nos aconseja: “Por lo tanto, todas las cosas que quieren que los hombres les hagan, también ustedes de igual manera tienen que hacérselas a ellos”. (Mateo 7:12.) Cuando uno aprende a preocuparse por los demás, se siente menos inclinado a hacer cualquier cosa que pueda perjudicarlos.

      Reflexiona en las repercusiones que tendría en ti mismo. (Gálatas 6:7.) En lugar de pensar en cuánto te gustaría tener ese lujoso aparato o esa chuchería que no está a tu alcance, piensa en la vergüenza que pasarás si te atrapan y te juzgan; piensa en la deshonra que será para tus padres y para Dios. Seguro que concluirás que robar no es tan buena idea como parecía.

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