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  • Paz en la familia en que hay hijastros
    ¡Despertad! 1986 | 8 de enero
    • Paz en la familia en que hay hijastros

      • ‘Padrastro se impacienta y mata a golpes a su hijastro.’

      • ‘Muchacha adolescente mata a su padrastro de una serie de disparos’, según el informe policial.

      • ‘Joven de catorce años muerto de un disparo por su madrastra, quien, según el informe, estaba harta de su comportamiento.’

      “LOS hogares en los que hay hijastros pueden llegar a ser sumamente depresivos”, explica el Dr. John Visher, quien es cofundador de una asociación americana para familias de esta clase. Y añadió: “Cuando una persona entra en una relación de este tipo, con un punto de vista irreal, es probable que con el tiempo se queje de hallarse en una situación muy tensa”. Debido al rápido crecimiento en el índice de divorcios, ha aumentado sensiblemente el número de familias que tienen hijastros. Pero, lamentablemente, un 44% de estas familias se deshacen ¡en los primeros cinco años! Sin embargo, muchas han resuelto el singular problema de fusionar dos familias en una. Para conseguirlo, ha sido necesario aplicar los siguientes principios bíblicos.

      “Mejor es el fin de un asunto, posteriormente, que su principio. Mejor es el que es paciente que el que es altivo de espíritu. No te des prisa [...] a sentirte ofendido.” (Eclesiastés 7:8, 9.) ¡La paciencia es el factor decisivo! Las relaciones que en la familia natural se dan por sentadas tienen que establecerse desde su base en familias con hijastros. Ese proceso no es instantáneo. En opinión de algunos expertos, el proceso por el que se desarrolla el sentimiento colectivo de “nosotros” puede durar de cuatro a siete años. En la fase inicial, el padrastro o la madrastra debe tomarlo con calma. Debe esforzarse por no sentirse ofendido fácilmente si es rechazado en sus primeros intentos por ganarse al hijastro.

      “Por la presunción solo se ocasiona una lucha, pero con los que consultan juntos hay sabiduría.” (Proverbios 13:10.) Una actitud presuntuosa y voluntariosa —tanto por parte de los hijos como de los padres— resulta en conflictos. Tengan por costumbre consultar juntos como familia, tratando a fondo los problemas que pudieran surgir. Aprendan a expresar sus sentimientos tomando en consideración los sentimientos de los demás miembros de la familia. Cuanto más conozca a los “nuevos” miembros de su familia, manteniendo abiertas las vías de comunicación, más allegado a ellos llegará a estar.

      “El que está mostrando perspicacia en un asunto hallará el bien, y feliz es el que está confiando en Jehová.” (Proverbios 16:20.) La perspicacia implica profundizar, ir más allá de lo superfluo, y entender las razones que explican cierta actitud o comportamiento. (Véase la entrevista de la página siguiente.) Esta cualidad permite que uno vea los rasgos buenos de otras personas.

      Por ejemplo, en el transcurso de una discusión acalorada, una madrastra interrumpió la discusión y sugirió: “Tratemos de decir de cada uno de nosotros algo que no nos gusta y, seguidamente, mencionemos algo que realmente nos gusta”. Más tarde ella escribió: “Quedamos sorprendidos al ver cuántas características buenas habíamos observado en cada uno de los demás miembros de la familia”. La experiencia terminó en lágrimas y abrazos. En otro hogar, un adolescente se hizo rebelde cuando su madre se casó de nuevo, pero la perspicacia restauró la paz. Jeff, el joven adolescente, reconoció: “Después de unos cuantos meses, me di cuenta de que este hombre hacía a mi madre feliz. Y eso es lo que realmente importa”.

      No obstante, la aplicación de estos principios depende de la disposición espiritual que usted tenga. La ‘confianza en Jehová’ y el deseo de agradarle es la clave para que haya paz en familias que tienen hijastros.

  • La vida en una familia en que hay hijastros
    ¡Despertad! 1986 | 8 de enero
    • La vida en una familia en que hay hijastros

      —Entrevista con la directora de una fundación dedicada a familias que tienen hijastros.

      La Sra. Jeannette Lofas, directora de una fundación dedicada a familias que tienen hijastros y coautora del libro Living in Step (La vida en una familia en que hay hijastros), ha estudiado el tipo de presiones que son peculiares a estas familias. A continuación se recoge la entrevista que un corresponsal de la revista ¡Despertad! le hizo, y sus respuestas en cuanto a cómo enfrentarse con éxito a dichas presiones.

      P. ¿Por qué es tan difícil, Sra. Lofas, ser padrastro o madrastra?

      R. Con frecuencia, una madrastra da comienzo a su papel en la nueva familia en franca desventaja, con un ojo morado, por decirlo así y, con el transcurso del tiempo, termina con un ojo morado de verdad. La mayoría de estos padres esperan que se les dé el reconocimiento que se le otorga a los padres naturales. Pero, por lo general, no lo reciben. Consciente o inconscientemente, casi siempre tratan de probar que son capaces de asumir tal papel. Pero, frecuentemente, el hijastro le rechaza por creer que de otro modo sería desleal al padre natural. El puesto que ocupaba el padre natural es sagrado. Al principio, el padrastro o la madrastra recibe un vapuleo. Por lo general, la idea de ‘si tú me quieres, llegarás a querer a mis hijos también’ no resulta cierta.

      P. ¿Por qué es que frecuentemente los hijastros son tan hostiles?

      R. Es una experiencia muy dura para un niño el que sus padres se divorcien. El niño se resiente de que su madre haya dejado el hogar o que su padre ya no esté en casa para prestarle atención. A menudo, descarga estos malos sentimientos sobre el padrastro o la madrastra. Ocurre lo que se llama un desplazamiento de sentimientos. De modo que el padrastro o la madrastra fácilmente se convierte en chivo expiatorio, sobre quien revierte estos malos sentimientos. Súbitamente, el comportamiento del niño es horriblemente malo con su padrastro o madrastra.

      P. ¿Cómo se puede ayudar al niño a vencer estos “malos” sentimientos?

      R. En primer lugar, tanto el padre o la madre como el niño han de reconocer que tales sentimientos son parte de la dinámica, o esquema de comportamiento, de una familia en que hay hijastros. Si se culpa al niño o, por ejemplo, a su padrastro o madrastra en lugar de a la dinámica propia de la situación, uno podría meterse en serias dificultades. El niño necesita entender que, al principio, es normal que él esté contrariado y se sienta furioso y frustrado. A menudo, el ayudar al niño a comprender por qué se siente así y el ponerse en su lugar, puede ser de gran ayuda. Por otra parte, la madre debe asegurarle al niño que él siempre ocupará un lugar especial y que, por lo tanto, no hay razón para temer que el padrastro vaya a usurpar la posición que él ocupa o a echarlo del hogar.

      P. ¿Puede un padrastro llegar a disciplinar a su hijastro?

      R. Sí, por medio de establecer desde el comienzo las ‘reglas de la casa’. Amor significa que al niño se le señalarán límites y que no se le dejará hacer lo que le parezca. Han de equilibrarse la disciplina y el amor, tanto en una familia de estas características, como en una familia natural. Pero, a menudo se le hace difícil a la familia que tiene hijastros percibir el amor. El vínculo consanguíneo y los antecedentes histórico-familiares comunes no existen, por lo tanto, pudiera ser que el padrastro exagere su papel o el hijastro resienta la disciplina que recibe de un “extraño”. El padrastro debe establecer su autoridad por medio de llevar la delantera y no por medio de hacerse dominante.

      P. ¿Qué ocasiona que surjan serios problemas cuando se impone algún castigo?

      R. Que los padres discutan en presencia de los hijos. El que un niño vea discutir a las dos personas adultas que él más ama es lo peor que le puede ocurrir. Entonces, el niño no tiene a quién acudir. Puede ser devastador para esta familia no tener una norma interna coherente. Es muy importante que los padres discutan en privado y acuerden el conjunto de normas que ha de regir la casa y las consecuencias que pudieran resultar si estas se violan. Luego, esto debe explicársele al niño con toda claridad. Un padrastro lo puso en estos términos: “Es muy bonito cuando oigo a la madre decir, ‘este es mi esposo y tu padrastro. Entre los dos te criaremos’”.

      P. ¿Cuán importante es la relación de la pareja?

      R. Esta es la relación básica, y tiene que ser fuerte; de otro modo lo demás no funcionará. Es necesario desarrollar lo que llamamos la fuerza del matrimonio. Esto resulta en que haya cohesión en la familia. Sin ella, los niños no solo recibirán instrucciones contradictorias, sino hasta pueden llegar a deshacer los lazos que unen a la pareja. La pareja debe salir junta. Deben disfrutar de los hijos juntos y no hacer descansar la carga sobre uno solo.

      P. ¿Son de alguna ayuda los valores religiosos?

      R. Sí, mucho. Hacen posible que la pareja esté por encima de errores nimios que hayan podido cometer el uno contra el otro. Por ejemplo, pudiera ser que en un determinado momento el esposo, erróneamente, favorezca a su hijo natural. La esposa está que echa chispas. Ahora bien, ¿logrará ella sobreponerse a la tendencia de iniciar una discusión pueril? Es cierto que el esposo obró mal. ¿Y qué? Lo hecho, hecho está. ¿Qué hacer a partir de ahí? Los valores religiosos pueden ayudarle a pensar: ‘¿Qué espera Dios de nosotros? Que hagamos que la familia funcione. Entonces, ¿qué debemos hacer ahora para lograrlo? Si nos esforzamos sinceramente por seguir tras la voluntad de Dios, podemos hacer que tenga éxito’.

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