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  • ¡Asediados por el estrés!
    ¡Despertad! 2005 | 8 de febrero
    • ¡Asediados por el estrés!

      “EL MAYOR enemigo de la salud pública en Estados Unidos.” Así se titulaba un artículo publicado por el Instituto Americano del Estrés, según el cual la más grave amenaza para la salud no es ni el cáncer ni el sida. “Se calcula que del 75 al 90% de las consultas que reciben los médicos de cabecera —señala el informe— se deben a males ocasionados por la tensión nerviosa.”

      No es exagerado afirmar que vivimos asediados por el estrés. De acuerdo con la Liga Nacional de Consumidores, de Estados Unidos, “el empleo es la principal fuente de dificultades y tensión entre los adultos (39%), seguido por la familia (30%). Otros desencadenantes son la salud (10%), las preocupaciones de índole económica (9%) y los conflictos y el terrorismo a escala internacional (4%)”.

      Pero el problema no es ni mucho menos exclusivo de Estados Unidos. Una encuesta reveló que, “en los años 2001 y 2002, más de medio millón de británicos creían que las presiones que soportaban en su empleo eran tan intensas que los estaban enfermando”. De hecho, “en Gran Bretaña se pierden todos los años trece millones y medio de jornadas de trabajo” a consecuencia del “estrés laboral, la depresión o la ansiedad”.

      El panorama no es más halagüeño en el resto del Viejo Continente. La Agencia Europea para la Seguridad y la Salud en el Trabajo señala que “está demostrado que el estrés laboral perjudica a millones de europeos de todos los sectores económicos”. Un sondeo reveló que “afecta anualmente a unos cuarenta y un millones de trabajadores” de la Unión Europea.

      ¿Y qué decir de Asia? El informe de una conferencia celebrada en Tokio indicó que “el estrés laboral inquieta a muchos países, tanto industrializados como en vías de desarrollo”. El documento señaló que “varias naciones de Asia oriental que han experimentado una veloz industrialización y crecimiento económico —como China, Corea y Taiwan— están ahora muy preocupadas por el estrés en el trabajo y sus efectos en la salud de su fuerza laboral”.

      Lo cierto es que no es necesario que una investigación nos diga que la gente sufre estrés. De hecho, es muy probable que hasta usted mismo lo padezca. ¿De qué maneras pudiera perjudicarles a usted y sus seres queridos? ¿Cómo pueden las familias combatirlo? Los siguientes artículos examinarán estas cuestiones.

  • El estrés: causas y efectos
    ¡Despertad! 2005 | 8 de febrero
    • El estrés: causas y efectos

      ¿QUÉ es el estrés? Podría definirse como la tensión a la que se ve sometido el organismo o la mente a causa de factores físicos, químicos o emocionales. ¿Significa esto que el estrés sea dañino por naturaleza? En realidad no. Como señala la doctora Melissa C. Stöppler, “si es de grado moderado, pudiera beneficiarnos. Sentirnos bajo cierta tensión al realizar una tarea nos mueve a esmerarnos y a trabajar vigorosamente”.

      ¿Cuándo, entonces, se vuelve perjudicial el estrés? La doctora Stöppler responde: “Solo produce efectos adversos cuando es agobiante o no somos capaces de asimilarlo”. Veamos algunas causas frecuentes de tensión.

      La presión de ganarse la vida

      El rey Salomón dijo: “En cuanto al hombre, no hay nada mejor que el que coma y en realidad beba y haga que su alma vea el bien a causa de su duro trabajo” (Eclesiastés 2:24). Sin embargo, para muchos el lugar de empleo es un hervidero de presiones.

      Un informe de la Agencia Europea para la Seguridad y la Salud en el Trabajo señaló que el estrés del empleado suele agudizarse por factores como la mala comunicación con la gerencia, la toma de decisiones que le conciernen sin que se le dé voz ni voto en ellas, los conflictos con sus compañeros, la inseguridad laboral y los salarios inadecuados. Sean cuales sean las causas, tales presiones inciden en ocasiones en el ámbito familiar, pues dejan a los padres con muy pocas energías para cumplir con sus obligaciones en el hogar, las cuales pueden ser enormes. Por poner un ejemplo, en el plazo de un año, alrededor de cincuenta millones de estadounidenses cuidaron de un familiar anciano o enfermo. Los apuros económicos también generan grandes tensiones en el hogar. Rita, madre de dos hijos, pasó muchas penurias cuando su esposo, Leandro, quedó confinado a una silla de ruedas tras un accidente de tránsito. Ella reconoce: “Los problemas de dinero provocan tensión. Que no le alcance a uno hasta fin de mes influye en el estado de ánimo”.

      Las presiones que afrontan los padres sin cónyuge

      Los padres que procuran satisfacer las necesidades familiares sin el apoyo de un cónyuge también soportan elevados niveles de estrés. Es agotador, tanto física como emocionalmente, tener que levantarse temprano para preparar el desayuno, vestir a los hijos y llevarlos a la escuela, correr para llegar a tiempo al trabajo y entonces cumplir con las exigencias del empleo. Y cuando una madre termina su jornada laboral, otro ciclo de tensión se pone en marcha al apresurarse a buscar a sus hijos a la salida de clase, hacer la cena y realizar las tareas del hogar. María, una madre sola con cuatro hijas adolescentes, compara su vida a una olla a presión. “La tensión —confiesa— se acumula hasta tal punto que siento que voy a estallar.”

      Hijos con estrés

      El sociólogo Ronald L. Pitzer afirma: “Muchos jóvenes padecen elevados niveles de estrés”. Sufren los cambios físicos y emocionales de la pubertad, así como diversas presiones en los centros de enseñanza. Según el libro Childstress! (El estrés infantil), el típico día escolar “está cargado de problemas y presiones que generan estrés: en los estudios, en los deportes y en el trato con compañeros y profesores”.

      En algunas zonas, la violencia escolar agrava la ansiedad, sin mencionar el miedo al terrorismo y otros desastres que ahora sienten muchos jóvenes. Una adolescente escribe: “Si nuestros padres no paran de hablar de que les asusta la situación del mundo, es normal que nosotros nos asustemos”.

      Aunque los padres deberían ser una fuente de fortaleza para sus hijos, “demasiadas veces —afirma Pitzer, el citado sociólogo— restan importancia, niegan, justifican o pasan por alto los intentos de niños y adolescentes de expresarles sus más vivos sentimientos”. En algunos casos, las disputas conyugales hacen que los progenitores no reaccionen ante las necesidades de sus hijos. “Parecía que siempre estaban peleando”, dice Tito, un niño cuyos padres acabaron divorciándose. Como señala el libro Childstress!, “las agresiones físicas y verbales no son las únicas que provocan traumas a los hijos. También les perturba el persistente resentimiento que se trasluce aun cuando se enmascare con palabras de cariño fingido”.

      El precio del estrés

      Independientemente de que seamos jóvenes o mayores, y de que el origen de las tensiones sea el trabajo o la escuela, lo cierto es que el estrés crónico puede repercutir en nuestra salud. Un autor especializado en temas médicos explica: “El cuerpo responde a tales presiones como un avión que se prepara para el despegue”. En efecto, aumentan el ritmo cardíaco, la tensión arterial, los niveles de azúcar en la sangre y la producción de hormonas. “Si el estrés persiste —prosigue dicho autor—, el funcionamiento de todas las partes del cuerpo directamente implicadas (cerebro, corazón, pulmones, vasos sanguíneos y músculos) se acelera o deprime de manera crónica, lo que termina provocando lesiones físicas o psicológicas.” La lista de dolencias vinculadas al estrés es alarmante: enfermedades cardíacas, derrames cerebrales, trastornos inmunológicos, cáncer, afecciones reumáticas y diabetes, por mencionar solo unas cuantas.

      Motivo de especial preocupación es que muchos —sobre todo jóvenes— intenten librarse del estrés de una forma dañina. La doctora Bettie B. Youngs se lamenta: “Es desalentador ver que los adolescentes buscan una válvula de escape en el alcohol y las drogas, la inasistencia a clase, el delito, la promiscuidad sexual, la agresión y la violencia, medios que les acarrean problemas aún peores que las situaciones de las que intentaban escapar”.

      Dado que el estrés es parte de la vida moderna, no es posible librarse por completo de él. Sin embargo, como mostrará el siguiente artículo, podemos hacer mucho para controlarlo.

  • Usted puede controlar el estrés
    ¡Despertad! 2005 | 8 de febrero
    • Usted puede controlar el estrés

      “LA LUCHA por equilibrar los compromisos laborales, familiares y de otros tipos se ha recrudecido en los últimos años”, declara un libro reciente que habla de la familia. Así es, vivimos en una época de mucha tensión. Sin embargo, este hecho no sorprende a los estudiantes de la Biblia, pues esta predijo que nuestros tiempos serían “críticos, difíciles de manejar” (2 Timoteo 3:1-5).

      Jesús, padre de tres hijos, afirma: “El estrés es algo normal, así que hay que aprender a controlarlo”. Claro, es más fácil decirlo que hacerlo, pero existen sugerencias y principios bíblicos que le serán muy útiles.

      Cómo reducir el estrés laboral

      ¿Se siente usted sometido a tensión, quizá por las condiciones que soporta en su trabajo? Sufrir en silencio solo aumentará la presión. Como dice la Biblia en Proverbios 15:22, “resultan frustrados los planes donde no hay habla confidencial”.

      Los especialistas en estrés laboral recomiendan “hablar con la gerencia: si esta no sabe que hay un problema, no podrá ayudar”. No es que usted deba dar rienda suelta a su ira y frustración. Eclesiastés 10:4 señala que “la calma misma templa grandes pecados”. Por tanto, no se acalore ni busque la confrontación. Quizá pueda convencer a su patrono de que cuanto menor sea el estrés, mayor será la productividad.

      Lo mismo cabe decir de otros problemas laborales, como las tensiones y los conflictos entre compañeros. Busque maneras de resolver tales desavenencias, documentándose si es preciso. En esta revista se ha publicado un buen número de artículos útiles.a Y si la situación no parece tener remedio, tal vez lo mejor sea pensar en cambiar de empleo.

      Alivio de las presiones económicas

      En la Biblia también hallará consejos para afrontar las presiones económicas. Jesucristo dio esta exhortación: “Dejen de inquietarse respecto a su alma en cuanto a qué comerán o qué beberán, o respecto a su cuerpo en cuanto a qué se pondrán” (Mateo 6:25). ¿Cómo es posible tal cosa? Cultivando confianza en que Jehová Dios satisfará sus necesidades básicas (Mateo 6:33). La promesa divina no es una afirmación vacía, pues alienta a millones de cristianos hoy día.

      Claro está, también se requiere “sabiduría práctica” tocante al dinero (Proverbios 2:7; Eclesiastés 7:12). La Biblia nos recuerda: “Nada hemos traído al mundo, y tampoco podemos llevarnos cosa alguna. Teniendo, pues, sustento y con qué cubrirnos, estaremos contentos con estas cosas” (1 Timoteo 6:7, 8). Una actitud realista y práctica es aprender a contentarse con menos. ¿Recuerda a Leandro, a quien un accidente confinó a una silla de ruedas? Él y su esposa tomaron medidas para arreglárselas con menos. Leandro explica: “Procuramos economizar. Por ejemplo, si una luz no se usa, la apagamos. En cuanto al automóvil, pensamos adónde vamos a ir y combinamos los mandados para ahorrar combustible”.

      Los padres pueden enseñar a sus hijos la debida actitud. Carmen, hija de Leandro, confiesa: “Me inclino a comprar por impulso, pero mis padres me han ayudado a distinguir lo que es necesario y lo que no. Al principio me costó, pero he aprendido la diferencia entre caprichos y necesidades”.

      La comunicación alivia el estrés

      La familia debería ser un refugio contra el estrés, pero a menudo es uno de sus principales causantes. ¿La razón? El libro Survival Strategies for Couples (Estrategias de supervivencia para parejas) comenta: “Los cónyuges [...] cuyas relaciones son un tanto problemáticas o incluso hostiles dicen que la falta de comunicación es la causa más frecuente de discordias”.

      La aplicación de los principios bíblicos mejora la comunicación conyugal. En efecto, la Palabra de Dios enseña que hay “tiempo de callar y tiempo de hablar” y que “una palabra a su tiempo apropiado, ¡oh, cuán buena es!” (Eclesiastés 3:1, 7; Proverbios 15:23). Con estas ideas presentes, no sacaremos a relucir temas que despierten las emociones cuando el otro está cansado o tenso. ¿No es mejor esperar al momento en que quizá esté más dispuesto a escuchar?

      Es verdad que tras una dura jornada tal vez no resulte fácil ser apacible ni paciente. Pero ¿qué ocurrirá si nos dejamos dominar por las frustraciones y tratamos con aspereza a nuestro cónyuge? La Biblia nos recuerda que “la palabra que causa dolor hace subir la cólera” (Proverbios 15:1). Por el contrario, “los dichos agradables son un panal de miel, dulces al alma y una curación a los huesos” (Proverbios 16:24). Hace falta verdadera determinación para lograr que la comunicación de la pareja se mantenga libre de “toda amargura maliciosa y cólera e ira y gritería y habla injuriosa” (Efesios 4:31). No obstante, el esfuerzo vale la pena. Cuando hay buena comunicación, el matrimonio es fuente de consuelo y apoyo para ambos. “Con los que consultan juntos hay sabiduría”, dice Proverbios 13:10.b

      El reto de la comunicación entre padres e hijos

      La comunicación con los hijos es todo un reto, en especial si se dispone de poco tiempo. La Biblia anima a los padres a hablar con ellos en toda oportunidad, como cuando ‘se sientan en la casa y andan por el camino’ (Deuteronomio 6:6-8). “Hay que buscar los momentos —apunta Leandro—. Cuando voy en el automóvil con mi hijo, aprovecho la ocasión para conversar con él.”

      Es cierto que no a todos los padres les resulta sencillo comunicarse. Alejandra, madre de tres hijos, reconoce: “No sabía escuchar. La falta de comunicación me hacía sentir enojada y culpable”. ¿Qué puede hacer usted si le pasa algo parecido? Pues bien, empiece por aprender a ser “presto en cuanto a oír” (Santiago 1:19). “Escuchar atentamente es la medida más eficaz para reducir el estrés”, dice la doctora Bettie B. Youngs. Por tanto, fíjese en cómo escucha a sus hijos. Mírelos cuando le hablen. En vez de restar importancia a los problemas que atraviesan, anímelos a decir lo que sienten y hágales preguntas oportunas. No se contenga de expresarles su amor y su confianza en que harán lo que está bien (2 Tesalonicenses 3:4). Ore con ellos.

      El diálogo constructivo exige esfuerzo, pero reduce las tensiones en la familia, ya que permite discernir si los hijos padecen estrés y, una vez que se comprenden sus sentimientos y circunstancias, se les puede orientar mejor. Por último, si a un joven se le anima a desahogar sus tensiones hablando, será menos probable que las desahogue comportándose mal.

      Tareas del hogar: la cooperación es la clave

      Las tareas del hogar pueden convertirse en otra causa de estrés cuando ambos cónyuges trabajan fuera. Algunas madres en dicha situación han optado por simplificarlas. Quizá concluyan que no es práctico servir platos complicados. Recordemos el consejo de Jesús a una mujer que estaba preparando una comida de este tipo: “Son pocas, sin embargo, las cosas que se necesitan, o solo una” (Lucas 10:42). Por consiguiente, simplificar es la clave. Por ejemplo, el libro The Single-Parent Family (La familia monoparental) sugiere: “A fin de tener menos que limpiar, haga guisos y otras comidas que se cocinen en un solo recipiente”. Como vemos, simplificar los quehaceres domésticos reduce el estrés.

      Aun así, quizás quede mucho por hacer en la casa. Una madre que trabaja fuera del hogar reconoce: “De joven podía con todo, pero con el paso de los años se me va haciendo cuesta arriba. La vida ajetreada que he llevado me está pasando factura. Por eso, el que la familia entera sea considerada y colabore evita que me abrume”. En efecto, con la cooperación de todos, las faenas se llevan a cabo sin sobrecargar a nadie. Un libro dirigido a los padres señala: “Asignar tareas domésticas a los hijos es una de las mejores maneras de infundirles [...] un sentido de valía personal. Los quehaceres habituales establecen buenos hábitos y actitudes hacia el trabajo”. Además, las labores de la casa brindan la oportunidad de pasar tiempo con los hijos.

      Una joven llamada Julieta comenta: “A mi madre se le alegra el semblante cuando le quito parte de la carga. Eso me gusta, me hace sentir responsable y me ayuda a valorar mi hogar. Aprender estas tareas me ha preparado bien para el futuro”. De igual modo, Mary Carmen comenta: “Tuvimos la gran ventaja de que mis padres nos enseñaran desde pequeños a valernos por nosotros mismos”.

      Modos saludables de enfrentarse al estrés

      El estrés forma parte de la vida moderna; no hay manera de evitarlo. Sin embargo, sí es posible controlarlo (véase el recuadro de la pág. 10). Para ello, son muy útiles los principios bíblicos. Por ejemplo, si alguna situación lo abruma, recuerde que “existe un amigo más apegado que un hermano” (Proverbios 18:24). Hable de los problemas con un amigo maduro o con su cónyuge. “No se los guarde dentro —aconseja el sociólogo Ronald L. Pitzer—. Confíe sus sentimientos y desvelos a alguien capaz de comprenderlos y de interesarse por usted.”

      La Biblia también nos anima a “trata[r] recompensadoramente [nuestra] propia alma” (Proverbios 11:17). En otras palabras, no hay nada malo en satisfacer las necesidades de uno. La Biblia declara: “Mejor es un puñado de descanso que un puñado doble de duro trabajo y esforzarse tras el viento” (Eclesiastés 4:6). Dedicar algo de tiempo para usted puede obrar maravillas, aunque solo sean unos pocos minutos por la mañana temprano para saborear una taza de café, leer, orar o meditar con calma.

      Asimismo, el ejercicio moderado y una dieta sana son muy convenientes. Otro libro sobre la labor de los padres contiene esta observación: “Cuando invierte parte de su valioso tiempo y energías en usted mismo, está haciendo, a fin de cuentas, un ingreso en su cuenta personal de recursos. [...] Si siempre está dando, cerciórese de que también haya entradas, o correrá el riesgo de quedarse emocionalmente insolvente o hasta en bancarrota”.

      Por otra parte, la Biblia nos enseña a cultivar cualidades necesarias para controlar el estrés, como la apacibilidad, la paciencia y la bondad (Gálatas 5:22, 23; 1 Timoteo 6:11). Más aún, nos da una esperanza: la promesa de un nuevo mundo en el que se eliminarán todas las causas del sufrimiento humano (Revelación [Apocalipsis] 21:1-4). Es provechoso, pues, adquirir la costumbre de leer la Palabra de Dios a diario. Si desea que lo ayuden a empezar, los testigos de Jehová estarán encantados de hacerlo de forma totalmente gratuita.

      No es que los cristianos estén libres por completo del estrés, pero, como indicó Jesús, sí pueden evitar sentirse “cargados debido a [...] las inquietudes de la vida” (Lucas 21:34, 35). Además, Jehová Dios será un verdadero refugio para usted si se hace su amigo (Salmo 62:8). Él lo ayudará a controlar las tensiones de la vida.

      [Notas]

      a Véase el reportaje “Cómo afrontar el acoso laboral” en nuestro número del 8 de mayo de 2004.

      b Hallará más información en el cap. 3 del libro El secreto de la felicidad familiar, editado por los testigos de Jehová.

      [Comentario de la página 11]

      “De joven podía con todo, pero con el paso de los años se me va haciendo cuesta arriba. La vida ajetreada que he llevado me está pasando factura”

      [Ilustraciones y recuadro de la página 10]

      Cómo reducir el estrés

      ◼ Descanse lo suficiente todos los días

      ◼ Lleve una dieta sana. No coma en exceso

      ◼ Practique ejercicios adecuados, como andar a paso ligero

      ◼ Hable de sus preocupaciones con algún amigo

      ◼ Pase más tiempo con su familia

      ◼ Delegue las tareas del hogar o compártalas

      ◼ Conozca sus limitaciones físicas y emocionales

      ◼ Fíjese metas alcanzables; no sea perfeccionista

      ◼ Sea organizado; siga un horario razonable y equilibrado

      ◼ Cultive cualidades cristianas como la apacibilidad y la paciencia

      ◼ Dedíquese algo de tiempo

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