-
El suicidio, una plaga de la juventud¡Despertad! 1998 | 8 de septiembre
-
-
El suicidio, una plaga de la juventud
COMO si la guerra, los asesinatos y las atrocidades no bastaran para arruinar a la juventud, también hay una plaga de autodestrucción en la forma de suicidio juvenil. Las drogas y el abuso del alcohol causan estragos en la mente y el cuerpo de los jóvenes y acaban con muchas vidas. Cada vez es más común escuchar que la víctima falleció de una sobredosis, ya sea deliberada o accidentalmente.
La revista Morbidity and Mortality Weekly Report del 28 de abril de 1995 dijo que “el suicidio es la tercera causa de muerte en Estados Unidos entre los adolescentes de 15 a 19 años”. El doctor J. J. Mann escribe en la publicación The Decade of the Brain: “Todos los años se suicidan más de treinta mil estadounidenses [en 1995 la cifra ascendió a 31.284]. Es trágico que las víctimas normalmente sean personas jóvenes [...]. Una cantidad diez veces mayor intenta quitarse la vida, pero sobrevive. [...] A los médicos les resulta muy complicado identificar la predisposición al suicidio porque no es fácil distinguir entre los pacientes con depresión grave que intentarán suicidarse y los que no”.
Simon Sobo, jefe de psiquiatría del Hospital de New Milford (Connecticut, E.U.A.), indicó: “En esta primavera [de 1995] ha habido más intentos de suicidio que los que he visto en los trece años que llevo aquí”. Anualmente en Estados Unidos tratan de suicidarse miles de adolescentes. Cada intento es una manera de reclamar ayuda y atención. ¿Quién estará a su lado para brindárselas antes de que sea demasiado tarde?
Un problema mundial
La situación no es muy distinta en muchos otros lugares. Según la revista India Today, en 1990 se suicidaron unos treinta mil jóvenes en la India. En Canadá, España, Finlandia, Francia, Israel, Nueva Zelanda, Países Bajos, Suiza y Tailandia, los índices de suicidio juvenil han aumentado. Un informe del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) publicado en 1996 afirma que los índices más altos son los de Eslovenia, Finlandia, Letonia, Lituania, Nueva Zelanda y Rusia.
Australia también figura entre los países con tasas de suicidio juvenil más altas. En 1995, el 25% de las defunciones de hombres jóvenes y el 17% de las de mujeres jóvenes se debieron a suicidio, indica un reportaje del periódico The Canberra Times. El porcentaje de suicidios consumados de los muchachos es unas cinco veces mayor que el de las muchachas. En la mayoría de los países se da una proporción similar.
¿Significa esto que entre los jóvenes tienen más predisposición al suicidio los varones que las mujeres? No necesariamente. Los datos muestran poca diferencia entre la cantidad de intentos de suicidio en ambos sexos. No obstante, “el número de suicidios de los hombres jóvenes es casi cuatro veces mayor que el de las mujeres de la misma edad en las naciones industrializadas según los últimos datos de la OMS [Organización Mundial de la Salud]” (El Progreso de las Naciones 1996, editado por UNICEF).
Pero estos escalofriantes datos no muestran el alcance total del problema. Las estadísticas sobre el suicidio juvenil, expresadas en términos objetivos y analíticos, son muy fáciles de leer. Sin embargo, lo que a menudo no se percibe detrás de cada dato frío es la cantidad de familias destrozadas y el sufrimiento, la angustia, el dolor y la desesperación de quienes quedan atrás, preguntándose qué razones hubo.
Así pues, ¿pueden prevenirse tragedias tales como el suicidio juvenil? La identificación de algunos factores claves que inducen al suicidio puede ayudar a evitar esta lamentable acción.
[Recuadro de la página 5]
Causas del suicidio
Hay muchas teorías respecto a las causas del suicidio. “El suicidio es la reacción de algunas personas ante problemas que les parecen insalvables, como el aislamiento social, la muerte de un ser querido (especialmente el cónyuge), un hogar deshecho en la niñez, una enfermedad física grave, la vejez, el desempleo, las dificultades económicas y la drogadicción.” (The American Medical Association Encyclopedia of Medicine.)
Según el sociólogo Emile Durkheim, existen cuatros tipos básicos de suicidio:
1. Suicidio egoísta. “Se cree que se origina en la falta de integración del individuo en la sociedad. Las víctimas del suicidio egoísta, en su mayoría personas solas, no se relacionan con su comunidad ni dependen de ella.” Tienden a ser individuos solitarios.
2. Suicidio altruista. “La persona está tan integrada en un grupo que cree que ningún sacrificio que se haga es demasiado grande.” Algunos ejemplos son los pilotos kamikazes de la aviación japonesa durante la II Guerra Mundial, y los extremistas religiosos que sacrifican su vida al acabar con la de sus supuestos enemigos. Otro ejemplo sería el de los que se inmolan para llamar la atención a una causa.
3. Suicidio anómico. “La víctima de un suicidio anómico es incapaz de hacer frente a una crisis de forma racional y decide que el suicidio es la solución al problema. [Esto] ocurre cuando la relación normal del individuo con la sociedad se altera súbita y radicalmente.”
4. Suicidio fatalista. “Se cree que lo provoca una excesiva regulación social que restringe por completo la libertad personal.” Sus víctimas “piensan que no existe un futuro viable para ellos” (Adolescent Suicide: Assessment and Intervention, de Alan L. Berman y David A. Jobes).
-
-
Cuando se extinguen la esperanza y el amor¡Despertad! 1998 | 8 de septiembre
-
-
Cuando se extinguen la esperanza y el amor
UNA joven canadiense de 17 años anotó las razones que tenía para desear la muerte. Entre ellas figuraban: ‘Me siento sola y me da miedo el futuro; me considero muy inferior a mis compañeros de trabajo; la guerra nuclear; la capa de ozono; soy muy fea, así que nunca me casaré, y me quedaré sola; no creo que haya mucho por lo cual vivir, de modo que por qué esperar para encontrarlo; mi muerte aliviará a todo el mundo; nunca más me harán daño’.
¿Podrían ser estas algunas de las razones por las que los jóvenes ponen fin a su vida? En Canadá, “el suicidio es actualmente la segunda causa de muerte juvenil después de los accidentes de carretera” (The Globe and Mail).
El profesor Riaz Hassan, de la Universidad Flinders de Australia Meridional, dice en su trabajo “Vidas truncadas: tendencias del suicidio juvenil”: “Hay varias razones sociológicas que inciden en la cuestión y que parecen haber contribuido significativamente al incremento del suicidio de adolescentes. Son el alto índice de desempleo juvenil, los cambios en la familia australiana, el aumento de la toxicomanía, el aumento de la violencia juvenil, la salud mental y una separación creciente entre la ‘libertad teórica’ y la autonomía experimental”. El mencionado profesor también afirma que los resultados de varios estudios han puesto de manifiesto una actitud pesimista con relación al futuro, e indican que “una gran proporción de los jóvenes sienten temor e inquietud respecto a su futuro y el del mundo. Prevén un planeta devastado por la guerra nuclear, la contaminación y la degradación ambiental, una sociedad deshumanizada en la que la tecnología estará fuera de control y el desempleo se habrá generalizado”.
Según una encuesta Gallup realizada a jóvenes de 16 a 24 años de edad, otras causas de suicidio son el aumento de la brecha entre ricos y pobres, la cantidad creciente de familias monoparentales, el uso cada vez más generalizado de armas, el abuso de menores y una extendida “falta de fe en el mañana”.
La revista Newsweek informa que en Estados Unidos “la posesión de armas de fuego tal vez sea el principal factor de riesgo [en el suicidio de adolescentes]. Un estudio en el que se comparaba a adolescentes que aparentemente no sufrían trastornos mentales pero se habían quitado la vida, con otros que no habían intentado suicidarse, mostró que había una única diferencia: un arma cargada en la casa. ¿Quién dice que las armas no matan a la gente?”. Y hay armas cargadas en millones de hogares.
El temor y la insensibilidad de la sociedad pueden llevar a los jóvenes vulnerables al borde del suicidio. Piense en los siguientes datos: Se cometen más del doble de delitos violentos contra los adolescentes de 12 a 19 años que contra la población en general. Ciertos estudios han demostrado que “las jóvenes de 14 a 24 años tienen más probabilidades de sufrir agresiones”, informó la revista Maclean’s. También indicó: “A las mujeres normalmente las atacan y asesinan personas que dicen amarlas”. ¿Con qué resultado? Estos y otros temores “erosionan la confianza y el sentimiento de seguridad de estas jóvenes”. En un estudio que se realizó con mujeres violadas, casi un tercio de las entrevistadas confesaron que habían pensado en suicidarse.
Un informe procedente de Nueva Zelanda ofrece otra perspectiva del suicidio juvenil. Dice: “Los actuales valores materialistas y mundanos que equiparan el éxito personal con la riqueza, la apariencia y el poder hacen que muchos jóvenes se sientan inútiles y marginados”. La revista The Futurist también indica: “[Los jóvenes] tienen una fuerte propensión a la gratificación inmediata: lo quieren todo y rápido. Sus programas de televisión preferidos son las telenovelas, y quisieran que su mundo estuviera lleno de las mismas personas atractivas que van vestidas a la última moda, poseen mucho dinero y prestigio y no tienen que trabajar mucho”. Parece que el albergar tantas expectativas irrealistas e irrealizables produce una desesperación que en algunos casos lleva al suicidio.
¿Una cualidad salvadora?
Shakespeare escribió: “El Amor consuela como los rayos del sol después de la lluvia”. La Biblia dice: “El amor nunca falla” (1 Corintios 13:8). El problema de los jóvenes proclives al suicidio está ligado a esta cualidad, a su ansia de recibir amor y de comunicarse. The American Medical Association Encyclopedia of Medicine explica: “Los suicidas normalmente se sienten terriblemente solos; lo único que a veces se necesita para evitar el acto de desesperación es la oportunidad de hablar con alguien comprensivo y compasivo”.
Los jóvenes tienen, por lo general, una necesidad imperiosa de sentirse amados y aceptados. Pero en este mundo desamorado y destructivo, en el que su opinión cuenta poco o nada, cada día es más difícil satisfacer esta necesidad. El rechazo de los padres debido a la ruptura familiar y al divorcio puede ser un factor que contribuya al suicidio de los adolescentes. Y tal rechazo presenta múltiples facetas.
Tomemos, por ejemplo, el caso de los padres que raramente están en casa con sus hijos. Puede que el trabajo les absorba por completo o que se entreguen a alguna actividad recreativa que excluya a los niños. El mensaje indirecto que reciben los hijos es de rechazo manifiesto. El destacado periodista e investigador Hugh Mackay indica que “los padres son cada vez más egoístas. Se ponen a sí mismos en primer lugar para mantener su modo de vida. [...] Dicho con rudeza, los niños están pasados de moda. [...] La vida es dura y la gente tiende a concentrarse en sus propios intereses”.
En algunas culturas, los hombres de mentalidad machista no desean que se les vea criando niños. La periodista Kate Legge lo expresa así: “Los hombres con inclinación por el servicio público generalmente escogen trabajos de salvamento o de extinción de incendios antes que las tareas de atención personal [...]. Prefieren el heroísmo enérgico y sin palabras que batalla contra las fuerzas externas, en vez de las labores que implican una estrecha relación con la gente”. Y una de las tareas que requieren una relación más estrecha con otros seres humanos es la de ser padre. La atención deficiente al hijo equivale a rechazarlo, lo cual puede hacer que este se cree una imagen negativa de sí mismo y no desarrolle las aptitudes necesarias para vivir en sociedad. La revista The Education Digest señala: “Sin una imagen positiva de sí mismos, los niños carecen de base para tomar decisiones en su propio beneficio”.
La desesperación resultante
Los investigadores creen que uno de los factores que más contribuye al suicidio es la desesperación. Gail Mason escribió lo siguiente sobre el suicidio juvenil en Australia: “Se cree que la desesperación guarda más relación con los pensamientos suicidas que la depresión. A veces se considera que la desesperación es un síntoma de depresión. [...] Por lo común consiste en un sentimiento general de desesperanza y desaliento respecto al futuro de la juventud, en particular su futuro económico, y a un grado menor, en desesperación respecto a la situación mundial”.
El mal ejemplo que dan los dirigentes civiles en cuanto a honradez no incita a los jóvenes a elevar sus propios niveles de ética y moral. Estos concluyen que no sirve de nada esforzarse por ser honrados. La publicación Harper’s Magazine señala acerca de la capacidad de la juventud para detectar la hipocresía: “Los jóvenes, con su fino olfato para la hipocresía, son lectores consumados, pero no de libros. Lo que leen con tanta agudeza son las señales sociales que emanan del mundo en el que tendrán que ganarse la vida”. ¿Y qué indican estas señales? La escritora Stephanie Dowrick afirma: “Nunca antes hemos dispuesto de tantísima información sobre cómo vivir la vida. Nunca antes hemos sido tan ricos ni hemos alcanzado un nivel educativo tan alto. Aun así, hay desesperación en todas partes”. Y existen muy pocos modelos de conducta buenos en los estratos superiores de la sociedad política y religiosa. Dowrick plantea unas cuantas preguntas pertinentes: “¿Qué sabiduría, fortaleza e incluso sentido podemos hallar en el sufrimiento sin sentido? ¿Cómo podemos cultivar amor en un clima de egoísmo, irritabilidad y codicia?”.
En el siguiente artículo encontrará las respuestas a estas preguntas, y tal vez le sorprendan.
-
-
Cuando renacen la esperanza y el amor¡Despertad! 1998 | 8 de septiembre
-
-
Cuando renacen la esperanza y el amor
LOS padres, profesores y otras personas que tratan con adolescentes se dan cuenta de que ni ellos ni los jóvenes ni ningún otro ser humano puede cambiar el mundo, pues hay poderosas fuerzas en juego que les resulta imposible detener. No obstante, todos podemos contribuir significativamente a que los jóvenes sean más felices, más sanos y estén mejor adaptados.
Puesto que es mejor prevenir que curar, los padres deben reflexionar sobre cómo su modo de vivir y sus prioridades pueden moldear las actitudes y el comportamiento de sus hijos. Si existe un ambiente de amor y comprensión en el hogar, se genera un sentimiento de seguridad que evita la conducta autodestructiva. Una de las necesidades más acuciantes de los jóvenes es tener alguien que los escuche. Si los padres no los escuchan, tal vez lo hagan personas indeseables.
¿Qué significa esto para los padres de hoy día? Que deben dedicar tiempo a sus hijos cuando estos lo necesitan: en su niñez y adolescencia. Para muchas familias no es fácil, ya que ambos padres se ven obligados a trabajar para poder llegar a fin de mes. Los que tienen la disposición y la posibilidad de sacrificarse para pasar más tiempo con sus hijos a menudo reciben la recompensa de verlos triunfar en la vida. Ahora bien, como se indicó antes, a veces surgen problemas serios con los hijos aunque los padres hayan hecho cuanto ha estado en su mano.
Los amigos y otros adultos pueden ayudar
Paliar el daño que las guerras, las violaciones y otros abusos han causado a los jóvenes exige grandes esfuerzos por parte de los adultos que se interesan sinceramente por ellos. Es posible que los jóvenes traumatizados por tales experiencias negativas ni siquiera reaccionen bien ante las tentativas de ayuda. Quizás sea necesario invertir una gran cantidad de tiempo y energía en ellos. No sería prudente ni considerado, desde luego, denigrarlos o rechazarlos. ¿Por qué no analizamos mejor lo que podemos hacer a fin de mostrar la bondad y el amor necesarios para llegar a los que se encuentran en peligro?
No solo los padres sino también los amigos e incluso los hermanos deben estar muy pendientes para detectar tendencias en los jóvenes que puedan revelar un estado emocional frágil y tal vez desequilibrado (véase el recuadro “Se necesita ayuda profesional”, página 8). Si hay indicios de tal desajuste en el joven, préstele inmediata atención. De ser posible, trate de hacerle hablar, planteándole preguntas bondadosas que le confirmen su amistad sincera. Los amigos y parientes de confianza pueden ayudar a los padres a manejar situaciones difíciles, aunque, por supuesto, deben tener cuidado de no asumir el papel de padres. Los intentos de suicidio de los menores son en muchos casos un llamamiento desesperado para recibir atención paternal.
Uno de los mejores regalos que se puede ofrecer a la juventud es la esperanza firme de un futuro feliz, lo cual es un incentivo para vivir. Muchos jóvenes se han convencido de que son verídicas las promesas bíblicas de que pronto habrá un sistema mundial mejor.
Rescatados de un posible suicidio
Una joven japonesa que había pensado muchas veces en suicidarse dice lo siguiente: “He deseado tomar ese camino en numerosas ocasiones. Una persona en quien confiaba abusó sexualmente de mí siendo muy niña. [...] En el pasado escribí tantas notas que decían: ‘Quiero morir’, que perdí la cuenta. Luego me hice testigo de Jehová, y ahora soy evangelizadora de tiempo completo. Sin embargo, de vez en cuando todavía siento el impulso de suicidarme. [...] Pero Jehová me ha permitido seguir viva, y parece que me está diciendo dulcemente: ‘Sigue viviendo’”.
Una muchacha rusa de 15 años explicó: “Cuando tenía ocho años de edad, empecé a sentir que nadie me necesitaba. Mis padres no tenían tiempo de hablar conmigo y yo trataba de arreglármelas por mi cuenta. Me volví introvertida. Estaba todo el día riñendo con mis familiares. Se me pasó por la cabeza la idea de suicidarme. ¡Cuánto me alegró conocer a los testigos de Jehová!”.
De Australia llega este comentario animador de Cathy, actualmente de poco más de 30 años, que muestra que la desesperación puede convertirse en esperanza: “Constantemente pensaba en diferentes formas de quitarme la vida y al final intenté suicidarme. Quería huir de este mundo tan vacío en el que predominan el dolor y la ira. Me sentía atrapada en una ‘tela de araña’ de la que se me hacía muy difícil escapar a causa de la depresión. El suicidio parecía la única salida en aquel momento.
”Cuando oí hablar por primera vez de la posibilidad de que la Tierra se convierta en un paraíso en el que todos vivan tranquilos y felices, me entusiasmó la idea, pero parecía un sueño imposible. Sin embargo, poco a poco fui entendiendo cómo considera Jehová la vida y lo valiosos que somos cada uno de nosotros a sus ojos. Empecé a convencerme de que hay una esperanza para el futuro. Finalmente encontré la manera de escapar de la ‘tela de araña’, pero se me hizo difícil. A veces la depresión se apoderaba de mí y me sentía sumamente confundida. No obstante, al centrar mi vida en Jehová Dios llegué a estar muy unida a él, lo cual me dio seguridad. Le doy gracias a Jehová por todo lo que ha hecho por mí.”
Cuando ya no mueran más jóvenes
Al estudiar la Biblia, el joven se da cuenta de que puede esperar algo mejor: lo que el apóstol cristiano Pablo llama “la vida que realmente lo es”. Él aconsejó al joven Timoteo: “A los que son ricos [...] da órdenes de que [...] cifren su esperanza, no en las riquezas inseguras, sino en Dios, que nos proporciona todas las cosas ricamente para que disfrutemos de ellas; que trabajen en lo bueno, que sean ricos en obras excelentes, [...] atesorando para sí con seguridad un fundamento excelente para el futuro, para que logren asirse firmemente de la vida que realmente lo es” (1 Timoteo 6:17-19).
El consejo de Pablo implica que debemos relacionarnos con otras personas para ayudarlas a tener una esperanza sólida para el futuro. Jehová ha prometido que “la vida que realmente lo es” se hará realidad en el nuevo mundo, compuesto de unos “nuevos cielos y una nueva tierra” (2 Pedro 3:13).
Muchos jóvenes que habían estado en peligro de quitarse la vida han comprendido que la drogadicción y los estilos de vida inmorales no son más que un largo y tortuoso camino a la muerte, del que el suicidio es solo un atajo. Se han dado cuenta de que este mundo, con sus guerras, odio, conductas abusivas y falta de amor pronto pasará. Han aprendido que este sistema mundial no tiene remedio. Tienen la convicción de que el Reino de Dios es la única esperanza verdadera, pues instaurará un nuevo mundo donde ni los jóvenes ni ninguna persona obediente tendrá que morir jamás... ni tampoco lo deseará (Revelación [Apocalipsis] 21:1-4).
-