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SurinamAnuario de los testigos de Jehová 1990
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Algún tiempo antes también había llegado a Paramaribo Albert Suhr, graduado en 1953 de la clase 20 de Galaad. Había servido de misionero en Curazao por trece años, hasta que la epilepsia le obligó a marcharse e instalarse en casa de unos parientes de Surinam. Sin hacer caso de su enfermedad, volvió a emprender el servicio de precursor, en el que se mantuvo hasta que su salud decadente le hizo ingresar en un hogar de ancianos. Aun así, no iba a dejar de predicar el Reino. Visitémosle:
Por la mañana expone un surtido de revistas La Atalaya y ¡Despertad! en la sala de recreo; después copia el texto del día en letras grandes para un vecino de ochenta años que no ve bien; luego distribuye revistas entre los residentes y las enfermeras, y al acabar el día, realiza su estudio personal. “Mi delicada salud me impide hacer más —dice Albert, que en la actualidad tiene sesenta y ocho años—, pero mi corazón aún desea servir a Jehová.” No obstante, se calla por modestia que en un mes reciente predicó durante ciento veintiséis horas. “Los hermanos que, como Albert, hacen su labor sin ostentación —dice un misionero— nos recuerdan lo que es auténtica fe.”
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SurinamAnuario de los testigos de Jehová 1990
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[Fotografía en la página 230]
Albert Suhr, graduado de la clase 20 de Galaad, testifica en una residencia de ancianos
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