BIBLIOTECA EN LÍNEA Watchtower
Watchtower
BIBLIOTECA EN LÍNEA
Español
  • BIBLIA
  • PUBLICACIONES
  • REUNIONES
  • Surinam
    Anuario de los testigos de Jehová 1990
    • Unos meses más tarde, cuando la lucha entre el ejército y los llamados comandos de la jungla (en su mayoría negros bush) se concentraba alrededor de Albina, pueblo situado a orillas del río Marowijne, los hermanos bush que vivían al sudeste de Surinam debieron decidir si asistían o no a la asamblea de Paramaribo. “Pese a darse cuenta de que el viaje suponía atravesar la zona donde el combate era más encarnizado —explica Cecyl⁠—, decidieron ir a la asamblea, pues no querían perdérsela.” Diez días antes del comienzo de esta, un total de sesenta hermanos, hermanas y niños se dirigieron en canoa río abajo hacia la zona de combate. El viernes llegaron a Albina e instalaron las hamacas en el Salón del Reino con la intención de pernoctar allí.

      No había amanecido y ya resonaban los disparos en las calles de Albina. Los comandos de la jungla se habían lanzado al asalto del pueblo, y el ejército, a su vez, repelía la ofensiva. Las balas rebotaban contra el techo del Salón, lo que obligó a los Testigos a ponerse a cubierto donde pudieron y a quedarse tendidos en el suelo el resto del día.

      Por la noche, uno de los hermanos logró telefonear a la sucursal. “Que alguien venga a recogernos”, suplicó. El domingo por la tarde, tres ancianos se pusieron en camino, y a eso de las once de la noche llegaron a donde estaban los desamparados hermanos.

      Los ancianos tenían la intención de regresar al día siguiente, pero los hermanos bush les recomendaron ‘irse en ese momento, pues podía iniciarse otro tiroteo’. Así que pasada la medianoche y tras pedir los ancianos la guía de Jehová, tres automóviles sobrecargados salían lentamente hacia la capital.

      Paul Naarendorp, uno de los conductores, recuerda: “La carretera estaba desierta. Al aproximarnos a un control militar, el corazón me latía cada vez más deprisa. Imagínese: el ejército luchaba contra los comandos de la jungla, y de repente, aparecía ante ellos un grupo que transportaba a sesenta negros bush, muchos de ellos hombres jóvenes y fuertes”. ¿Los confundirían con comandos de la jungla?

      Un soldado que estaba detrás de un poste dio el alto a los automóviles. “Nuestra mirada se clavó en seguida en el cañón de un tanque —prosigue Paul⁠—. Nos rodeó un grupo de soldados armados hasta los dientes. Un solo movimiento inesperado y podían abrir fuego. La situación cambió, no obstante, cuando les dijimos que éramos Testigos, así que, tras inspeccionar los coches, nos dejaron marchar.”

      Al llegar a Paramaribo, oyeron que había vuelto a estallar la lucha en Albina. Habían salido justo a tiempo.

      El regreso

      Una vez concluida la asamblea, los hermanos se enteraron de que el ejército había cortado la única carretera que llevaba a Albina, así que los hermanos bush de nuevo estaban en un atolladero. Tras una espera de dos semanas, añoraban tanto la selva tropical que suplicaron a los hermanos que ‘los llevaran hasta el río, y desde allí llegarían a casa’.

      Además de pedir la dirección de Jehová, los hermanos elaboraron un plan. Primero, diez timoneles y algunos ancianos de Paramaribo intentarían llegar a Albina. Un anciano nos cuenta lo siguiente sobre esto: “Aunque los militares nos vieron, por alguna razón no nos hicieron retroceder”. Ni que decir tiene que cuando los hermanos bush por fin divisaron el Marowijne, se pusieron a saltar de alegría.

      Al día siguiente partieron las hermanas y los niños, a quienes también se les permitió pasar el control, y eso a pesar de que habían detenido a otros que también lo habían intentado. En el río los aguardaban los timoneles con los botes. ¡Fue un encuentro muy alegre!

      Se planeó un viaje más. De nuevo se dirigieron hacia el control, esta vez con dos camiones con víveres, 96 sacos de arroz, 16 bidones de gasolina y 7 de queroseno. Aunque no se permitía introducir suministros en el territorio que ocupaban los comandos de la jungla, los guardias dejaron que los camiones pasasen. “Fue un milagro en el que se vio la mano de Jehová claramente”, dijo un hermano.

      Una semana más tarde, los sesenta hermanos llegaban a su casa con todas las provisiones. Les había tomado cinco semanas asistir a una asamblea de tres días. A las pocas semanas, el ejército cortó el paso de suministros hacia el interior, lo que produjo una gran carestía. Sin embargo, los hermanos que habían asistido a la asamblea tuvieron víveres durante los meses siguientes y gasolina para ir a predicar. “Cuando pienso en ello —dice Cecyl⁠—, me doy cuenta de que Jehová nos dirigió para que tomáramos la decisión correcta en el momento oportuno.”

      Huyen para salvar la vida

      Al año siguiente, la lucha se desplazó a Moengo, ciudad minera situada al este de Paramaribo. Cuando llegó el ejército, debió enfrentarse a una feroz resistencia. Las balas corrían por toda la ciudad, las casas eran pasto de las llamas y la gente salía huyendo para salvar la vida.

      La mayoría de los hermanos de Moengo se internaron en la selva para protegerse del conflicto. Algunos llegaron a Paramaribo, mientras que otros se dirigieron en canoa al Marowijne, límite fronterizo de la Guayana Francesa, cruzaron los cinco kilómetros de anchura de este río y entraron en el país vecino. Así se salvaron unos cincuenta Testigos.

  • Surinam
    Anuario de los testigos de Jehová 1990
    • pero después, a mediados de los ochenta, se trasladó junto con otros precursores al Marowijne, donde la reacción de la gente fue magnífica. Había una dificultad, y era que los bush estaban tan dispersos por la zona que era imposible llegar a todos. Este obstáculo, no obstante, se solventó en 1985. ¿Cómo?

      Aquel año el Cuerpo Gobernante aprobó un aumento de la ayuda a los precursores especiales de la selva tropical para la compra de gasolina. Gracias a que tenían más combustible, pudieron desplazarse en sus fuerabordas de un poblado a otro, y encontraron muchísimo interés. En 1985 se formó una nueva congregación en el pueblo de Gakaba. En su origen contaba con unos treinta publicadores, pero unos meses más tarde ya tenía cincuenta, y unos veinte empezaban a servir de precursores. No pasó mucho antes de que Do Amedon volviera a llevar sacos de cemento a través de los rápidos. ¡Ya había un segundo Salón del Reino en la selva tropical!

      Un aumento del mil por ciento

      “Un grupo de hermanos jóvenes construyó un Salón de 200 asientos en una pintoresca isla del Marowijne —informa el coordinador de la sucursal Wim van Seijl, que visitó la zona hace poco⁠—.

Publicaciones en español (1950-2025)
Cerrar sesión
Iniciar sesión
  • Español
  • Compartir
  • Configuración
  • Copyright © 2025 Watch Tower Bible and Tract Society of Pennsylvania
  • Condiciones de uso
  • Política de privacidad
  • Configuración de privacidad
  • JW.ORG
  • Iniciar sesión
Compartir