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    Anuario de los testigos de Jehová para 1987
    • EL PRESIDENTE EN EL UMBRAL DE LA PUERTA

      Entre las primeras personas que aceptaron la verdad por medio del hermano Weber estuvo la señora Anna Bachmann, de Basilea. Aunque ella había asistido con regularidad a la iglesia reformada evangélica, se le despertó su interés en el estudio de la Biblia cuando el hermano Weber le habló acerca del propósito de Dios para la humanidad y de las verdades fundamentales de la Biblia. Aceptó el Plan Divino de las Edades y lo estudió entero por su cuenta, puesto que no había nadie cerca para ayudarla. Un año después el hermano Weber regresó, respondió a sus preguntas con su calma habitual, y la animó a que continuase estudiando la Palabra de Dios.

      Entonces, en mayo de 1903, quedó sorprendida al hallar a dos visitantes en el umbral de su puerta. Uno de ellos era un estudiante de la Biblia de la cercana Mülhausen (entonces una ciudad alemana pero que ahora pertenece a Francia), y el otro era el mismísimo presidente de la Sociedad Watch Tower, el hermano Russell. La conversación, que fue traducida por el estudiante de la Biblia, fue muy edificante y ayudó a la señora Bachmann a progresar. Con el trascurso del tiempo ella llegó a ser una sierva devota de Jehová, y tanto su esposo como posteriormente su hijo Fritz aceptaron la verdad. Muchas otras personas también manifestaron interés, así que a partir de 1909 se organizó un grupo de estudio en Basilea. Fritz Bachmann, ahora de edad avanzada, todavía es miembro de una de las congregaciones de Basilea.

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    • Al mirar atrás, uno no puede evitar quedar impresionado por su espíritu emprendedor. Viajar a comienzos del siglo XX no era tan rápido y cómodo como lo es hoy, y sin embargo casi cada año el hermano Russell hacía el esfuerzo de cruzar el océano a fin de fortalecer a los hermanos de Europa y dar impulso a la obra. ¡Y qué programa tan ocupado tenía!

      En 1912 visitó Ginebra, Basilea, Zurich y Sankt Gallen. Su discurso público, “Más allá de la sepultura”, fue anunciado por medio de grandes carteles en los que se mostraba un dedo señalando a una procesión de clérigos, y las palabras: “¡Ay de vosotros! [...] porque habéis quitado la llave del conocimiento”. (Luc. 11:52, Versión del Rey Jaime.) El tema fue una verdadera revelación y causó sensación. Por toda la ciudad las personas hablaban acerca de la evidencia de que no hay un infierno de fuego, de que los muertos están inconscientes y de que existe la esperanza de que vuelvan a vivir. (Ecl. 9:10; Hech. 2:22-31; 24:15.) Las noticias se esparcieron como un reguero de pólvora. Las salas que se alquilaban nunca parecían ser lo suficientemente grandes. A menudo se tuvo que negar la entrada a multitudes enteras debido a falta de espacio. Esta proclamación de la verdad acerca de la condición de los muertos estaba sacudiendo los fundamentos de la religión tradicional.

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