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Mari, antigua reina del desiertoLa Atalaya 2005 | 15 de mayo
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Mari, antigua reina del desierto
“ESA noche me da [...] vueltas la cabeza cuando regreso a mi cuarto después de haber festejado, con mis colaboradores, la suerte que tuvimos”, relató el arqueólogo francés André Parrot. En enero de 1934, en Tell Hariri, cerca del pequeño pueblo de Abu Kemal, ubicado a orillas del Éufrates en Siria, Parrot y su equipo habían desenterrado una estatua que llevaba la inscripción “Lamgi-Mari, rey de Mari, sumo sacerdote de Enlil”. Como era de esperar, estaban muy emocionados con el hallazgo.
¡Por fin se había encontrado la ciudad de Mari!
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Mari, antigua reina del desiertoLa Atalaya 2005 | 15 de mayo
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Cuando las tropas de Hammurabi arrasaron Mari, rindieron sin querer un gran servicio a los historiadores y arqueólogos de la actualidad. Al tumbar los muros de adobe, enterraron edificios de hasta cinco metros [15 pies] de altura en ciertas partes, lo cual los libró de los estragos del tiempo. Los arqueólogos han desenterrado las ruinas de templos y palacios, así como muchos enseres y miles de inscripciones que arrojan luz sobre la antigua civilización.
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Mari, antigua reina del desiertoLa Atalaya 2005 | 15 de mayo
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¿Qué revelan las ruinas?
La religión floreció en Mari como en otras partes de Mesopotamia. Servir a los dioses se consideraba un deber del hombre. Nadie olvidaba averiguar la voluntad de las deidades antes de tomar decisiones importantes. Los arqueólogos han encontrado los restos de seis templos. Entre ellos se halla el Templo de los Leones (según algunos, erigido en honor a Dagán, el Dagón mencionado en la Biblia) y los santuarios de Istar, la diosa de la fertilidad, y de Shamash, el dios Sol. Originalmente, estos templos tenían una estatua de la deidad a la que se hacían ofrendas y súplicas. Los devotos colocaban estatuas de sí mismos en las que se representaban sonrientes, orando en los bancos del santuario, pues creían que su imagen prolongaba el acto de adoración que rendían. Parrot observó: “La estatua, como la vela en el catolicismo hoy día, era realmente un sustituto para el creyente, pero a un grado mayor”.
El descubrimiento más espectacular en las ruinas de Tell Hariri fueron los restos de un inmenso palacio, conocido por el nombre de su último ocupante, el rey Zimri-Lim. El arqueólogo francés Louis-Hugues Vincent lo describió como “la joya de la arquitectura oriental arcaica”. Superaba las 2,5 hectáreas [6 acres] de extensión y tenía unas trescientas habitaciones y patios. Incluso en tiempos antiguos, este palacio era considerado una de las maravillas del mundo. “Era tan famoso —comenta Georges Roux en su libro Ancient Iraq—, que el rey de Ugarit, en la costa siria, no titubeó en enviar a su hijo 600 kilómetros [370 millas] tierra adentro con el único propósito de visitar ‘la casa de Zimri-Lim’.”
La entrada al palacio fortificado —una puerta flanqueada por dos torres— daba acceso a un espacioso patio. Sobre un estrado, se hallaba el trono de Zimri-Lim, el último rey de Mari. Desde allí, este se encargaba de asuntos militares, comerciales y diplomáticos, emitía juicios y recibía a visitantes y embajadores. Contaba con habitaciones para los invitados, a quienes el rey por lo regular agasajaba durante suntuosos banquetes. Los platos incluían carne de res y de oveja, gacela, ave y pescado, manjares que se presentaban asados, a la parrilla o hervidos, y se servían con salsas de ajo muy condimentadas y verduras y quesos diversos. El postre consistía en fruta fresca, seca o confitada y pasteles horneados en complejos moldes de pastelería. Para saciar la sed de los invitados, se servía cerveza o vino.
La higiene no era desconocida en el palacio. Se descubrieron cuartos con bañeras de terracota y retretes sin asiento. Los pisos y la parte inferior de las paredes de estas habitaciones estaban protegidos con una capa de betún. Las aguas residuales se drenaban por alcantarillas de ladrillo, y las tuberías de arcilla impermeabilizadas con betún aún sirven después de tres mil quinientos años. Cuando tres mujeres del harén real contrajeron una enfermedad mortal, las instrucciones fueron estrictas: una mujer tan enferma debía aislarse y mantenerse en cuarentena. “Nadie debe beber de su copa, comer a su mesa ni sentarse en su silla.”
¿Qué aprendemos de los archivos?
Parrot y su equipo descubrieron aproximadamente veinte mil tablillas cuneiformes escritas en acadio. Las tablillas consistían en cartas y textos sobre asuntos administrativos y económicos. Todos los archivos publicados, una tercera parte tan solo, se reúnen en veintiocho volúmenes. ¿Qué valor tienen? “Antes del descubrimiento de los archivos de Mari —dice Jean-Claude Margueron, director de la Misión Arqueológica Francesa de Mari— no sabíamos casi nada de la historia, de las instituciones, ni de la vida cotidiana de la Mesopotamia y la Siria de comienzos del II milenio. Gracias a ellos se han podido escribir capítulos enteros de la Historia.” Como dijo Parrot, los archivos “revelan similitudes asombrosas entre los pueblos que mencionan y lo que nos dice el Antiguo Testamento de la época de los patriarcas”.
Las tablillas que se hallaron en Mari también arrojan luz sobre ciertos pasajes bíblicos. Por ejemplo, indican que adueñarse del harén de un enemigo era “una parte fundamental de la conducta de los monarcas de aquella época”. El consejo que el traidor Ahitofel dio a Absalón —hijo del rey David—, a saber, de que tuviera relaciones sexuales con las concubinas de su padre, no era nada nuevo (2 Samuel 16:21, 22).
Desde 1933 ha habido 41 campañas arqueológicas en Tell Hariri. Hasta la fecha, sin embargo, solo se han examinado 8 [20 acres] de las 110 hectáreas [270 acres] que abarca Mari. De seguro, aún se harán fascinantes descubrimientos en Mari, la antigua reina del desierto.
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Mari, antigua reina del desiertoLa Atalaya 2005 | 15 de mayo
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[Ilustración de la página 11]
En este documento, el rey Iahdun-Lim de Mari se jactaba de su obra de construcción
[Ilustración de la página 11]
El descubrimiento de esta estatua de Lamgi-Mari condujo a la identificación incuestionable de Mari
[Ilustración de la página 12]
Ebih-II, intendente de Mari, orando
[Ilustración de la página 12]
Estrado del palacio donde tal vez estuvo la estatua de una diosa
[Ilustración de la página 12]
Estas ruinas de Mari muestran una construcción de adobe
[Ilustración de la página 12]
Un baño del palacio
[Ilustración de la página 13]
Estela de victoria de Naram-Sin, conquistador de Mari
[Ilustración de la página 13]
Unas veinte mil tablillas de escritura cuneiforme se hallaron en las ruinas del palacio
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