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    Anuario de los testigos de Jehová 2005
    • Una vida cambia de rumbo en el mar

      En 1966, Antonio Lanza trabajaba de técnico en una fábrica de televisores de Milán (Italia), y su empresa solicitó un voluntario para encargarse durante tres años del servicio postventa en Tahití. Antonio aceptó el puesto y decidió dejar en Italia a su esposa, Anna, y sus dos hijos pequeños. Ella pasó varias semanas llorando y tratando de persuadir a su esposo para que cambiara de parecer, pero no logró nada.

      La travesía desde Marsella (Francia) hasta Papeete duraba treinta días. Antonio era una persona abierta que gustaba de conversar, pero casi todos los pasajeros hablaban francés, idioma que él no entendía. Al segundo día de viaje, sin embargo, conoció a dos monjas italianas, quienes debido a sus rituales diarios disponían de poco tiempo para charlar. No obstante, le dijeron a Antonio que en el barco había una mujer francesa que hablaba italiano. Se trataba de Lilian Selam, una Testigo que se dirigía con sus hijos a Tahití para unirse a su esposo, que había conseguido empleo allí.

      Antonio encontró a Lilian y se puso a hablar con ella. Lilian, a su vez, le dio una publicación bíblica en italiano. A partir de ese momento tuvieron muchas conversaciones espirituales, en una de las cuales Lilian le recordó a Antonio la situación moralmente peligrosa en la que se colocaba al dejar a su esposa y sus hijos mientras él trabajaba en Tahití durante tres años. También, al leerle pasajes bíblicos como Efesios 5:28, 29 y Marcos 10:7-9, le mostró que para Dios, el matrimonio es sagrado.

      Antonio tomó en serio estos consejos y comenzó a arrepentirse de su decisión. Cuando el barco hizo escala en Panamá, escribió a su esposa diciéndole que tan pronto como reuniera el dinero, pagaría el vuelo a Tahití para ella y los niños. Luego le escribió de nuevo, esta vez para decirle que fuera adonde el cura a pedirle una Biblia y que se la trajera. ¿Qué le pareció aquello al sacerdote? Este le dijo a Anna que su esposo debía de haberse trastornado para querer leer un libro tan complicado.

      Seis meses después de su llegada a Tahití, la familia de Antonio se reunió con él. El día después del reencuentro, Anna, que era muy religiosa, le pidió a Antonio que los llevara a la iglesia para agradecer a Dios el reencuentro. “Está bien —dijo Antonio—, iremos a la iglesia.” Pero en vez de llevar a su familia a la iglesia católica, los llevó al Salón del Reino. La sorpresa de Ana, claro, fue mayúscula, pero disfrutó del programa e incluso accedió a estudiar la Biblia. ¿Quién fue su maestra? Pues Lilian Selam, la hermana que le había dado testimonio a Antonio en el barco.

      Antonio planeaba pasar tres años solo en Tahití, pero ya lleva treinta y cinco, y con su familia. Ahora Antonio, Anna y sus cuatro hijos están unidos en la adoración verdadera y él sirve de anciano de congregación.

  • Tahití
    Anuario de los testigos de Jehová 2005
    • [Ilustración de la página 95]

      Anna y Antonio Lanza

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