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  • Jehová me ha ayudado a darle siempre lo mejor de mí
    Biografías de testigos de Jehová
    • De nuestra clase, enviaron a nueve a Taiwán, entre ellos a Ian Brown, un hermano de Nueva Zelanda que sería mi compañero. Sabíamos poco o nada de Taiwán. ¡Ni siquiera sabíamos dónde estaba hasta que miramos un mapa!

      El interior de Queensland y Taiwán son como el día y la noche. Creo que no hay dos lugares más distintos. Nuestro primer gran reto fue aprender chino. Por ejemplo, durante bastante tiempo no entendíamos nada de lo que se decía en las reuniones. Y eso fue difícil, porque allí es donde se renuevan las fuerzas en sentido espiritual. Tampoco podíamos conversar con los hermanos. La capacitación que habíamos recibido en Galaad y la reserva espiritual que traíamos de allí fue lo que nos salvó. Por supuesto, tampoco dejamos de estudiar la Biblia y de orarle intensamente a Jehová. Y, aunque es cierto que no podíamos comunicarnos bien con los hermanos, el amor que sentían por Jehová y por nosotros nos animaba mucho.

      Mapa de Australia y la parte oriental de Asia. Se indican los lugares donde Terry vivió y predicó: Taipéi (Taiwán), golfo de Carpentaria, Cloncurry, Mackay, Gladstone y Bundaberg en el estado de Queensland (Australia) y el estado de Nueva Gales del Sur (Australia).

      Aprendo chino

      Todos los misioneros recibían un curso intensivo de chino al llegar a Taiwán. El nuestro lo dio una hermana de Australia que se había graduado de la clase 25 de Galaad, Kathleen Logan.e Nos sumergimos por completo en el idioma y, tal y como nos recomendaron, usábamos de inmediato todo lo que íbamos aprendiendo. Ian y yo nos habíamos aprendido de memoria una presentación corta para el primer día que salíamos a predicar. De camino al territorio, íbamos debatiendo quién hablaría en la primera puerta. Aproveché que yo era el mayor de los dos para mandarle al “pobre” Ian que hablara él primero. Cuando tocó a la puerta, salió un hombre chino de porte elegante que escuchó con paciencia la presentación de Ian que mezclaba el inglés y el chino. Nos quedamos con la boca abierta cuando el hombre nos preguntó en perfecto inglés qué era lo que queríamos. Charlamos durante un rato y, al final de la conversación, el hombre nos animó a seguir aprendiendo el idioma. Lo que nos dijo nos dio un empujoncito para “seguir luchando”, como habría dicho mi amigo Ben.

      Predicábamos en una zona amplia de Taipéi, la capital. Como allí había muy pocos Testigos, era un territorio prácticamente virgen. Pero Ian y yo no nos achicamos y pusimos manos a la obra. Casi todos los meses dejábamos cientos de revistas. Aunque, para ser sinceros, creo que algunos las aceptaban con tal de averiguar quiénes éramos y qué les intentábamos decir. A pesar de todo, hicimos lo que pudimos por sembrar semillas del Reino con la esperanza de que algunas cayeran en buenos corazones.

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    • Ian Brown, mi amigo y compañero, siguió sirviendo en Taiwán hasta su muerte en el 2013.

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