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  • Donde la adoración verdadera y el paganismo se enfrentaron
    La Atalaya 2004 | 15 de diciembre
    • El templo de Ártemis se tambalea

      La adoración de Ártemis estaba muy arraigada en Éfeso. Desde antes del reinado de Creso, la diosa madre Cibeles había sido el personaje central en la vida religiosa de la región. Y este rey, con la esperanza de crear una figura religiosa que complaciera tanto a griegos como a no griegos, estableció una genealogía mitológica que vinculaba a Cibeles con el panteón helénico. Bajo sus auspicios, a mediados del siglo VI a.E.C. comenzó la construcción del templo de Ártemis, la sucesora de Cibeles.

      El templo constituyó un hito en la arquitectura griega. Nunca antes se habían utilizado bloques de mármol tan grandes para levantar una construcción de este género y magnitud. En 356 a.E.C. fue arrasado por un incendio. Al ser reconstruido, de manera igualmente espléndida, el templo generó gran cantidad de empleos y atrajo a innumerables peregrinos. Erigido sobre una plataforma de unos 73 metros de ancho por 127 de largo, medía 50 metros de anchura por 105 de longitud y estaba considerado una de las siete maravillas del mundo. Pero no todos lo veían con agrado. El filósofo Heráclito de Éfeso comparó el pasillo oscuro que conducía a su altar con la oscuridad del mal, y afirmó que las normas morales que reinaban en el templo eran peores que las de las bestias. Sin embargo, la mayoría pensaba que el santuario de Ártemis jamás entraría en decadencia. La historia probó lo contrario. El libro Ephesos—Der neue Führer (Nueva guía de Éfeso) declara: “En el siglo segundo, el culto a Ártemis y a otras divinidades bien establecidas del panteón se desplomó”.

      En el siglo III E.C., un gran terremoto sacudió Éfeso. Además, los navegantes godos del mar Negro saquearon el templo de Ártemis, se llevaron sus majestuosas riquezas y prendieron fuego al edificio. La publicación mencionada señala: “Derrotada e incapaz de proteger su propia morada, ¿cómo podría considerarse a Ártemis protectora de la ciudad por mucho más tiempo?” (Salmo 135:15-18).

      Por último, a finales del siglo IV, el emperador Teodosio I convirtió el “cristianismo” en la religión oficial, y el prestigioso templo de Ártemis en poco tiempo acabó siendo una cantera de materiales de construcción. La adoración de Ártemis se hundió hasta casi desaparecer. Cierto observador anónimo comentó respecto a un epigrama que alababa aquel santuario como una maravilla del mundo antiguo: “Ahora es un lugar totalmente desolado y miserable”.

  • Donde la adoración verdadera y el paganismo se enfrentaron
    La Atalaya 2004 | 15 de diciembre
    • [Ilustración de la página 27]

      Ruinas del templo de Ártemis

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