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La explicación que algunos dan al hecho de que Dios permita el mal¡Despertad! 1987 | 8 de octubre
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La revista británica The Evangelical Quarterly dice: “Uno de los mayores obstáculos para creer en un Dios omnipotente y que ama a todas sus criaturas es que en el mundo exista sufrimiento en apariencia inmerecido”.
Por consiguiente, hay quienes culpan a Dios de tolerar el sufrimiento, si no de causarlo directamente. El teólogo John K. Roth escribió: “La propia historia acusa a Dios. [...] No se puede pasar por alto la responsabilidad de Dios”.
Por otro lado, desde el tiempo de Agustín muchos pensadores religiosos han argumentado elocuentemente a favor de la inocencia de Dios. En el siglo XVII, el filósofo Leibniz acuñó un término para este empeño: teodicea, es decir, “justificación de Dios”. (Véase la página 6.)
La teología moderna se sienta en el banquillo de los testigos
Los esfuerzos por librar a Dios de culpa han continuado hasta tiempos modernos. Mary Baker Eddy, fundadora de la iglesia ciencia cristiana, trató de resolver el problema ¡negando en primer lugar la existencia del mal! En el libro Science and Health With Key to the Scriptures (Ciencia y salud con la clave de las Escrituras) escribió: “Dios [...] no hizo al hombre con la capacidad de pecar [...]. Por consiguiente, el mal no es más que una ilusión, no tiene ninguna base real”. (Las cursivas son nuestras.)
Otros han excusado a Dios diciendo que supuestamente existe virtud en el sufrimiento. En cierta ocasión, un rabino comentó: “El sufrimiento viene para ennoblecer al hombre, para purgar sus pensamientos de orgullo y de superficialidad”. Siguiendo esta misma línea, algunos teólogos han teorizado que el sufrimiento que se experimenta en la Tierra es “necesario a fin de preparar nuestra personalidad moral para la vida en el futuro Reino celestial”.
No obstante, ¿es razonable creer que Dios ocasiona o permite las desgracias a fin de purificar o castigar a la gente? Las personas que fueron enterradas vivas en San Ramón ciertamente tuvieron poca oportunidad de mejorar sus cualidades morales. ¿Las sacrificó Dios para que aquello sirviera de lección a los supervivientes? En tal caso, ¿cuál fue la lección?
Es comprensible, pues, que el libro de Kushner When Bad Things Happen to Good People atraiga a la gente. Como el autor había experimentado en sí mismo el dolor del sufrimiento, intentó consolar a sus lectores recordándoles que Dios es bueno. Pero cuando tuvo que explicar precisamente por qué permite que los inocentes sufran, la línea de razonamiento de Kushner dio un extraño giro. “Dios quiere que los justos vivan vidas pacíficas y felices —comentó—, pero a veces ni siquiera Él puede conseguirlo.”
De ese modo, Kushner presenta un Dios que no es inicuo, pero sí débil, un Dios que no es omnipotente en el sentido pleno de la palabra. Aun así, es curioso ver que Kushner sigue animando a sus lectores a orar por ayuda divina. No obstante, no aclara cómo podría ese Dios, de poder supuestamente limitado, ser de verdadera ayuda.
Un debate de la antigüedad
Los pensadores religiosos del mundo no han sabido defender a Dios de manera convincente, y tampoco han dado verdadero consuelo a las víctimas del mal. Tal vez, a quien debería juzgarse es a la teología y no a Dios,
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Un examen del mal desde Agustín hasta Calvino¡Despertad! 1987 | 8 de octubre
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Un examen del mal desde Agustín hasta Calvino
EN SU libro La ciudad de Dios, Agustín, un teólogo del siglo V, arguyó que Dios no era el responsable de que existiese el mal, sino el hombre. Escribió: “Dios, el autor de las cualidades humanas, y no de los vicios, creó al hombre recto; pero el hombre, habiéndose hecho corrupto de su propia voluntad y habiendo sido condenado justamente, engendró hijos corruptos y condenados [...]. Por consiguiente, del mal uso del libre albedrío se originó todo el proceso del mal”.
El mal uso del libre albedrío puede explicar mucho, o la mayor parte, del mal que ha afligido a la humanidad. No obstante, ¿puede achacarse un desastre, como el de San Ramón, al libre albedrío del hombre? ¿No son provocados muchos de los desastres por circunstancias que el hombre no puede controlar? Además, aunque el hombre hubiese escogido voluntariamente el mal, ¿por qué permite un Dios de amor que este continúe?
En el siglo XVI, el teólogo protestante francés Juan Calvino creía, al igual que Agustín, que algunos seres humanos están “predestinados [por Dios] a ser hijos y herederos del Reino celestial”. Pero Calvino llevó los asuntos más lejos, pues dijo que Dios también había predestinado a otros a ser “recipientes de su ira”, ¡destinados a la condenación eterna!
La doctrina de Calvino tuvo espantosas implicaciones. Si un hombre sufría cualquier tipo de desgracia, ¿no indicaría eso que se encontraba entre los condenados? Además, ¿no sería Dios responsable de las acciones de aquellos a quienes Él había predestinado? Con sus argumentos, Calvino inconscientemente ¡había convertido a Dios en el Creador del pecado! Él dijo que “el hombre peca con el consentimiento de una voluntad aquiescente y predispuesta”. (Instrucción de fe, de Juan Calvino.)
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