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  • Encarándonos a la vida agitada de hoy
    ¡Despertad! 1987 | 22 de febrero
    • CIERTO trabajador dedica sus fines de semana a ver en la TV los partidos de fútbol, y entonces se queja de que no tiene tiempo para llevar a sus hijos al parque zoológico. Un ama de casa no se pierde ningún capítulo de la telenovela que ve todas las semanas, y entonces se lamenta de que tiene muy poco tiempo para hacer sus faenas domésticas. ¿Cuál es el problema? ¿La falta de tiempo, o el mal uso de él?

      El administrar bien el tiempo exige que se siga el principio que la Biblia da en Filipenses 1:10: “Que se aseguren de las cosas más importantes”.

      Sí; primero establezca a qué va a dar prioridad, para que, si es preciso desatender algún asunto, sea algo relativamente insignificante. Procure hacer una lista de todas las tareas que tiene que efectuar en, digamos, una semana, y divídalas en dos categorías: 1) Lo que tengo que hacer 2) Lo que me gustaría hacer.

      El trabajo seglar, el ir de compras, las reparaciones de la casa caen en la primera categoría, así como dedicar tiempo a la familia. En el caso del cristiano verdadero, también debe dar prioridad a asistir a las reuniones de congregación, compartir su fe con otros y estudiar la Biblia. (Mateo 6:33.)

      Si la lista parece abrumadora, puede que algo de lo que se tiene que hacer no sea tan necesario después de todo. También usted pudiera tratar de combinar actividades. Por ejemplo, si se trata de faenas domésticas, ¿por qué no enseñar a sus hijos a hacer algunas? Esto no solo hará posible que logre más, sino que también le dará momentos preciosos de que podrá disfrutar con sus hijos.

      ¿Y qué hay de la lista de lo que le “gustaría hacer”? Eso pudiera ser mucho. Sin embargo, sencillamente no se puede hacer todo. Por eso, calcule el costo de esas actividades. (Lucas 14:28.) ¿Le harán la vida más tranquila, o más tensa? ¿Aumentarán los gastos domésticos? ¿Interferirán con lo que se tiene que hacer?

      No caiga en la trampa de atestar de actividades su programa de modo que tenga que estar corriendo frenéticamente para efectuarlas. Permítase suficiente tiempo para ellas. Cierto contratista de obras, ya jubilado, le dio un buen consejo a un joven a quien había invitado a tomar una taza de té. El joven había rechazado la invitación diciendo: “Tengo que estar en el centro de la ciudad a las 4.50 de la tarde”.

      “¿Qué clase de cita es esa?”, le preguntó el contratista. “Trata de arreglar tus citas por horas completas —le aconsejó—, o te vas a matar corriendo.”

  • Encarándonos a la vida agitada de hoy
    ¡Despertad! 1987 | 22 de febrero
    • [Fotografía en la página 7]

      A menudo la prisa se debe a no haber organizado bien el tiempo o a poner demasiado en el programa de actividades

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