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FortificacionesPerspicacia para comprender las Escrituras, volumen 1
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Torres y puertas. En los muros interiores se edificaban torres (además de las que se hallaban en los muros exteriores). Eran más altas que el muro, y a veces sobresalían hasta 3 m. por encima de él. Estaban almenadas en la parte superior, y algunas veces tenían aberturas por debajo del almenaje para la conveniencia de los arqueros y de los que arrojaban piedras. El que las torres sobresaliesen del muro —como también ocurría con los bastiones— y nunca estuviesen colocadas a más de dos tiros de flecha de distancia, y por lo general mucho más cerca, permitía que los defensores dominasen toda la zona a lo largo del muro. En la parte superior de la torre había un saliente que tenía aberturas en el suelo, de manera que los disparos de los arqueros, las piedras y las teas podían dirigirse directamente hacia abajo a los invasores. En las Escrituras se mencionan en muchas ocasiones estas torres. (Ne 3:1; Jer 31:38; Zac 14:10.) Las torres también servían de puestos para los atalayas, desde donde podían ver acercarse al enemigo a gran distancia. (Isa 21:8, 9.)
Generalmente, en la parte más elevada de la ciudad se edificaba la ciudadela. Esta tenía un torreón y sus propios muros, aunque no eran tan fuertes como los que rodeaban la ciudad. La ciudadela era la última fortaleza de refugio y resistencia. Cuando los soldados enemigos abrían una brecha en los muros de la ciudad, tenían que luchar por las calles de esta para alcanzar la torre. Así era la torre de Tebez, que atacó Abimélec después de capturar la ciudad y donde una mujer le rompió el cráneo al arrojar una piedra superior de molino sobre su cabeza. (Jue 9:50-54.)
Aparte de estas torres (heb. migh·dál; plural, migh·da·lím), otras se construyeron en lugares solitarios y sirvieron de ‘puestos de vigilancia’, con el fin de proteger pozos y abastecimientos de agua, caminos, líneas fronterizas y vías de comunicación o de avituallamiento. El rey Uzías de Judá se distinguió, entre otras cosas, por haber construido torres en Jerusalén y en el desierto, las cuales parece que se levantaron con el fin de proteger las cisternas de agua que hizo construir para abrevar su ganado. (2Cr 26:9, 10.) En el Négueb se han encontrado varias de estas torres.
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Usos simbólicos. Como las torres que había en el desierto eran los lugares de refugio más seguros en varios kilómetros a la redonda, Proverbios 18:10 dice con propiedad: “El nombre de Jehová es una torre fuerte. A ella corre el justo, y se le da protección”. También son significativas las palabras que se hallan en el Salmo 48: “En sus torres de habitación [de Sión] Dios mismo ha llegado a ser conocido como altura segura. [...] Marchen ustedes alrededor de Sión, y vayan a la redonda de ella, cuenten sus torres. Fijen su corazón en su antemural. Inspeccionen sus torres de habitación, para que puedan relatarlo a la generación futura”. (Compárese con Heb 12:22.) Esto sería especialmente significativo para los judíos que mirasen hacia arriba, a la gran plaza fuerte de Jerusalén con sus poderosos muros de defensa, la cual se elevaba a mayor altura que casi cualquier otra capital importante de la historia humana.
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