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  • Llevado a Anás y después a Caifás
    El hombre más grande de todos los tiempos
    • Después de este intercambio de palabras, Anás envía a Jesús atado a Caifás.

      Para este tiempo todos los sacerdotes principales y los ancianos y los escribas, sí, todo el Sanedrín, están empezando a reunirse. Parece que se reúnen en el hogar de Caifás. El celebrar un juicio como aquel en la noche de una Pascua es una violación clara de la ley judía. Pero esto no impide que los líderes religiosos sigan adelante con su inicuo propósito.

      Semanas antes, cuando Jesús había resucitado a Lázaro, los miembros del Sanedrín ya habían resuelto entre sí darle muerte. Y hace solo dos días, el miércoles, las autoridades religiosas habían consultado entre sí para apoderarse de Jesús mediante alguna treta para matarlo. Imagínese, ¡en verdad lo habían condenado antes de haberlo sometido a juicio!

      Ahora se hacen esfuerzos para hallar testigos que suministren pruebas falsas para preparar un caso contra Jesús. Sin embargo, no pueden hallar testigos que concuerden en su testimonio. Con el tiempo, dos se presentan y aseguran: “Nosotros le oímos decir: ‘Yo derribaré este templo que fue hecho de manos y en tres días edificaré otro, no hecho de manos’”.

      “¿No respondes nada?”, pregunta Caifás. “¿Qué es lo que estos testifican contra ti?” Pero Jesús no contesta. Hasta con relación a esta acusación falsa, para humillación del Sanedrín, los testigos no pueden hacer que sus relatos concuerden. Por eso el sumo sacerdote decide emplear una táctica diferente.

      Caifás sabe cuánto se irritan los judíos cuando alguien afirma que es el mismísimo Hijo de Dios. En dos ocasiones anteriores los judíos se habían apresurado a tildar a Jesús de blasfemador que merecía la muerte, y una vez se imaginaron, erróneamente, que él afirmaba que era igual a Dios. Arteramente, Caifás ahora exige que se le responda a esto: “¡Por el Dios vivo te pongo bajo juramento de que nos digas si tú eres el Cristo el Hijo de Dios!”.

      Prescindiendo de lo que los judíos piensen, Jesús realmente es el Hijo de Dios. Y el que él guardara silencio podría interpretarse como que negaba que fuera el Cristo. Por eso, valerosamente Jesús contesta: “Lo soy; y ustedes verán al Hijo del hombre sentado a la diestra del poder y viniendo con las nubes del cielo”.

      Al oír esto, Caifás, con ademán dramático, se rasga las prendas de vestir exteriores y exclama: “¡Ha blasfemado! ¿Qué más necesidad tenemos de testigos? ¡Miren! Ahora han oído la blasfemia. ¿Qué opinan?”.

      “Expuesto está a muerte”, proclama el Sanedrín. Entonces empiezan a burlarse de él, y dicen muchas cosas en blasfemia contra él. Lo abofetean y le escupen en la cara. Otros le cubren todo el rostro y le dan puñetazos y dicen con sarcasmo: “Profetízanos, Cristo. ¿Quién es el que te hirió?”. Este comportamiento abusivo e ilegal ocurre durante el juicio nocturno.

  • Negado en el patio
    El hombre más grande de todos los tiempos
    • Mientras tanto, el juicio de Jesús —que evidentemente se efectúa en una parte de la casa que queda sobre el patio— adelanta. Quizás Pedro y otros que esperan abajo ven entrar y salir a los diversos testigos a quienes se llama para que se expresen.

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