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  • ¿Qué dicen las Escrituras sobre la “divinidad de Cristo”?
    La Atalaya 1992 | 15 de enero
    • No lea más de lo que los textos dicen

      Los que afirman que Jesús fue un Dios-hombre se valen de diferentes textos bíblicos en un esfuerzo por probar que Jesús es parte de la Trinidad en que cree la cristiandad, igual a Dios en esencia, poder, gloria y duración. Pero cuando examinamos cuidadosamente esos textos descubrimos que los apoyadores de la “divinidad de Cristo” leen en estos versículos más de lo que estos realmente dicen.

      Algunos alegan que los textos bíblicos en los que Dios usa el pronombre “nosotros” prueban que Jesús (la Palabra) en su existencia prehumana era igual a Jehová. Pero el uso de este pronombre no significa que Dios estuviera hablando a alguien que fuera su igual. A lo más comunica la idea de que, entre las criaturas celestiales, una ocupa una posición de preferencia con relación a Dios. En su existencia prehumana, en realidad Jesús fue un asociado íntimo de Dios, un Obrero Maestro que trabajó con él y fue Portavoz de él. (Génesis 1:26; 11:7; Proverbios 8:30, 31; Juan 1:3.)

      Las circunstancias relacionadas con el bautismo de Jesús no sugieren que Dios, Cristo y el espíritu santo sean coiguales. Como humano, Jesús se bautizó en símbolo de que se presentaba ante su Padre celestial. En aquella ocasión “los cielos se abrieron”, y el espíritu de Dios descendió; vino sobre Jesús como una paloma. Además, “desde los cielos” se oyó que la voz de Jehová dijo: “Este es mi Hijo, el amado, a quien he aprobado”. (Mateo 3:13-17.)

      Entonces, ¿qué quiso decir Jesús cuando mandó a sus seguidores a bautizar discípulos “en el nombre del Padre y del Hijo y del espíritu santo”? (Mateo 28:19, 20.) Jesús no quiso decir, ni dijo, que él, su Padre y el espíritu santo fueran coiguales. Más bien, los que se bautizan reconocen a Jehová como el Dador de Vida y Dios Todopoderoso, a quien dedican la vida. Aceptan a Jesús como el Mesías y aquel mediante quien Dios suministró un rescate para la humanidad creyente. Además, reconocen que el espíritu santo es la fuerza activa de Dios, a la cual deben someterse. No obstante, los que se van a bautizar no deben considerar a Jehová, Jesús y el espíritu santo como una deidad trinitaria.

      Pero ¿no demuestran los milagros de Jesús que él era un Dios-hombre? No, pues Moisés, Elías, Eliseo, los apóstoles Pedro y Pablo y otros hicieron milagros sin que fueran Dioses-hombres. (Éxodo 14:15-31; 1 Reyes 18:18-40; 2 Reyes 4:17-37; Hechos 9:36-42; 19:11, 12.) Como ellos, Jesús fue un humano que hizo milagros gracias al poder que Dios le había dado. (Lucas 11:14-19.)

      Isaías llamó proféticamente “Dios Poderoso” a Jesús el Mesías. (Isaías 9:6.) En Isaías 10:21 este mismo profeta llamó ‘el Dios Poderoso’ a Jehová. Algunos tratan de usar esta similitud de palabras para probar que Jesús es Dios. Pero tenemos que tener cuidado para no leer en estos versículos más de lo que dicen. La expresión hebrea que se traduce “Dios Poderoso” no está limitada a Jehová, como sí lo está la expresión “Dios Todopoderoso”. (Génesis 17:1.) Hay que reconocer que existe una diferencia entre ser poderoso y ser todopoderoso, es decir, poderoso al grado máximo.

      De acuerdo con Isaías 43:10 Jehová dijo: “Antes de mí no fue formado Dios alguno, y después de mí continuó sin que lo hubiera”. Pero esas palabras no prueban que Jesús sea Dios. El punto es que Jehová no tuvo predecesor, que no existió dios alguno antes de él, porque es eterno. No habrá dios después de Jehová porque él siempre existirá, y no tendrá sucesores suyos como Soberano Supremo. Con todo, Jehová sí produjo otras criaturas a quienes él mismo llamó dioses, como las Escrituras lo muestran al decir acerca de unos humanos: “Yo mismo he dicho: ‘Ustedes son dioses, y todos ustedes son hijos del Altísimo. ¡De seguro morirán lo mismo que los hombres; y como cualquiera de los príncipes caerán!’”. (Salmo 82:6, 7.) De manera similar, la Palabra era un dios creado por Jehová, pero eso nunca hacía que Jesús fuera igual al Dios Todopoderoso.

  • ¿Qué dicen las Escrituras sobre la “divinidad de Cristo”?
    La Atalaya 1992 | 15 de enero
    • Una ojeada a otros textos

      Respecto al nacimiento de Jesús, Mateo escribió: “Todo esto realmente pasó para que se cumpliera lo que Jehová había hablado por su profeta [en Isaías 7:14], que dijo: ‘¡Miren! La virgen quedará encinta y dará a luz un hijo, y le pondrán por nombre Emmanuel’, que, traducido, significa: ‘Con Nosotros Está Dios’”. (Mateo 1:22, 23.) A Jesús no se le puso el nombre personal de Emmanuel, pero el papel que desempeñó como humano cumplió el significado de ese nombre. La presencia de Jesús en la Tierra como la Descendencia Mesiánica y Heredero del trono de David demostró a los adoradores de Jehová que Dios estaba con ellos, de parte de ellos, respaldándolos en lo que hacían. (Génesis 28:15; Éxodo 3:11, 12; Josué 1:5, 9; Salmo 46:5-7; Jeremías 1:19.)

      Al dirigirse a Jesús ya resucitado, el apóstol Tomás exclamó: “¡Mi Señor y mi Dios!”. (Juan 20:28.) Este relato y otros fueron ‘escritos para que creamos que Jesús es el Cristo el Hijo de Dios’. Y Tomás no estaba contradiciendo a Jesús, quien había enviado a Sus discípulos el mensaje: “Asciendo [...] a mi Dios y Dios de ustedes”. (Juan 20:17, 30, 31.) De modo que Tomás no pensaba que Jesús fuera el Dios Todopoderoso. Puede que Tomás se haya dirigido a Jesús con la expresión “mi Dios” en el sentido de que Cristo era “un dios”, aunque no “el único Dios verdadero”. (Juan 1:1; 17:1-3.) O puede que, al decir “mi Dios”, Tomás estuviera reconociendo a Jesús como el Portavoz y Representante de Dios, tal como otros se dirigieron a un mensajero angelical como si él fuera Jehová. (Compárese con Génesis 18:1-5, 22-33; 31:11-13; 32:24-30; Jueces 2:1-5; 6:11-15; 13:20-22.)

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