-
¿Por qué me siento tan inseguro?¡Despertad! 1990 | 22 de abril
-
-
Jóvenes y vulnerables
En primer lugar, debes saber que todo el mundo tiene sentimientos de inseguridad. Todos hemos nacido imperfectos, y por consiguiente somos propensos a sentirnos incompetentes o hasta inútiles de vez en cuando. (Santiago 3:2; compárese con Romanos 7:21-24.) Para colmo, eres joven e inexperto. Es de lo más natural que te sientas inquieto ante circunstancias que no te son familiares o cuando se te pide que hagas algo completamente nuevo para ti.
Por ejemplo, la Biblia nos habla de cómo se sintió el joven Jeremías cuando Dios lo nombró profeta. Aunque es probable que tuviese ya más de veinte años, Jeremías se sintió inseguro respecto a si podría llevar a cabo dicha asignación, y se excusó diciendo: “Solo soy un muchacho”. (Jeremías 1:6.) Por lo visto, el joven Timoteo también se sintió incompetente, pues el apóstol Pablo tuvo que darle consejo franco para ayudarle a vencer sus sentimientos de inseguridad. (1 Timoteo 4:11-16; 2 Timoteo 1:6, 7.)
-
-
¿Por qué me siento tan inseguro?¡Despertad! 1990 | 22 de abril
-
-
Cómo luchar contra los sentimientos de inseguridad
Sea cual sea su causa, los sentimientos de inseguridad son tan solo parte del desarrollo y puede que nunca desaparezcan por completo.a Es posible que hasta personas adultas y equilibradas, a causa de una preocupación desmedida por su apariencia, reputación o aptitudes, vean también debilitada la confianza que tienen en sí mismas.
Muchos jóvenes tratan de disimular su falta de confianza en sí mismos mediante muestras de falsa fanfarronería, atuendo extravagante o comportamiento rebelde, pero hay maneras mucho mejores de hacer frente a la situación cuando te sientes inseguro.
Reconoce tus cualidades positivas: Puede que tu figura o tu físico no sean perfectos, pero posiblemente has cultivado las cualidades cristianas de “amor, gozo, paz, gran paciencia, benignidad, bondad, fe, apacibilidad, autodominio”. (Gálatas 5:22, 23.) Estas cualidades son muchísimo más valiosas que cualquier atributo físico, y pueden ayudarte a ganar la aprobación de Dios.
Evita comparaciones que no sean equitativas: Como dijo en cierta ocasión Eleanor Roosevelt, esposa del trigésimo segundo presidente de Estados Unidos: “Nadie puede hacerte sentir inferior si tú no lo consientes”. Gálatas 6:4 nos da un buen consejo al respecto: “Que cada uno pruebe lo que su propia obra es, y entonces tendrá causa para alborozarse respecto de sí mismo solo, y no en comparación con la otra persona”.
¿Acaso el hecho de que alguien sea más guapo, tenga mejor ropa o sea más inteligente le hace mejor persona que tú? Lo cierto es que las apariencias externas no cuentan mucho para Dios. La Biblia dice: “Porque no de la manera como el hombre ve es como Dios ve, porque el simple hombre ve lo que aparece a los ojos; pero en cuanto a Jehová, él ve lo que es el corazón”. (1 Samuel 16:7.)
Evita el lazo de los celos: “Los celos son podredumbre a los huesos” y engendran inseguridad. (Proverbios 14:30.) Por el contrario, aprende a ‘regocijarte con los que se regocijan’ y a alegrarte sinceramente por los logros de otros. (Romanos 12:15.) Si lo haces, los demás se sentirán mucho menos inclinados a hacer comentarios negativos sobre tus éxitos.
Interésate por otros: El doctor Allan Fromme comentó que “los que tienen un buen concepto de sí mismos disfrutan de cierta paz, porque se centran en otros [...]. Los que se tienen en poco son prisioneros del propio yo. Están encerrados en sí mismos, pendientes siempre de su persona”. Huye de esa situación por medio de no estar “vigilando con interés personal solo [tus] propios asuntos, sino también con interés personal los de los demás”. (Filipenses 2:4.) Cuanto más te intereses por otros, menos te preocuparás por tus propios sentimientos de inseguridad.
Tómate las críticas con calma: “No des tu corazón a todas las palabras que hable la gente”, sobre todo cuando lo único que hacen es rebajarte. (Eclesiastés 7:21.) Por otro lado, si la crítica es merecida, busca maneras de aplicarla. “El sabio escucha y absorbe más instrucción [...]. La sabiduría y la disciplina son lo que han despreciado los que simplemente son tontos.” (Proverbios 1:5, 7.) Quizás te quedes corto en algún campo, pero eso no significa en absoluto que seas un fracaso como persona.
¿Y si las críticas vienen de tus padres? Los padres tienen la responsabilidad de disciplinar a sus hijos. (Efesios 6:4.) Si piensas que lo hacen de manera excesiva, injusta o humillante, podrías escoger un momento tranquilo para hablar del asunto con ellos y explicarles cómo te afectan sus palabras.
Fíjate metas realistas: No necesitas ser el alumno más destacado de la clase para ser un buen estudiante, ni tampoco convertirte en un atleta olímpico para disfrutar de los deportes. “La sabiduría está con los modestos”, y la modestia implica conocer nuestras limitaciones. (Proverbios 11:2.) No obstante, eso no significa que tengas que fijarte metas demasiado bajas por temor al fracaso, pues este puede servir de aprendizaje. Al fin y al cabo, se aprende a caminar por medio de superar la tendencia a caer.
No temas ser diferente: Los jóvenes que permiten que sus compañeros controlen su modo de hablar, vestir y arreglarse no son más que esclavos. (Romanos 6:16.) Tú, por el contrario, procura ‘servir a Jehová como esclavo’. (Romanos 12:11.) Si se burlan de ti por hacer lo que está bien, te servirá de consuelo saber que tu valentía regocija el corazón de Dios. (Proverbios 27:11.)
Aunque seguro que estas sugerencias te ayudarán, no esperes desarrollar seguridad en ti mismo de la noche a la mañana. Ten paciencia, espera reveses y trata de no ceder a la autocompasión. Al debido tiempo te sentirás más seguro que nunca.
-