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  • Islas Salomón
    Anuario de los testigos de Jehová 1992
    • El gerente de un aserradero de Honiara prometió suministrar los 300 maderos necesarios para los pilares principales de apoyo, los postes de la galería y el pórtico, y los cabrios y las correas del armazón del tejado. Este último se construiría en Honiara y se desmontaría para enviarlo en una barcaza a Auki, donde se volvería a ensamblar y se colocaría sobre los pilares principales.

      El equipo de construcción estaba listo para empezar. Tan solo disponían de dos martillos de uña y dos cinceles, pero no faltaban voluntarios dispuestos a echar una mano en el trabajo. Ningún Testigo de Malaita, sin embargo, tenía la más mínima experiencia en la construcción. “Los hermanos contaban con que yo supervisara las obras, pero yo no había construido ni siquiera un gallinero en mi vida”, dijo el hermano Allan.

      También faltaba por ver cómo iban a levantar del suelo las cerchas —compuestas cada una de ocho maderos anchos atornillados entre sí con un peso total de 2 a 5 toneladas⁠— y cómo iban a colocarlas encima de los pilares de 6 metros de altura. Además, ¿cómo se las arreglarían para levantar la cumbrera unos 12 metros en el aire sin una grúa de grandes cargas?

      “No tengo la menor idea —confesó el hermano Allan en aquel entonces⁠—. Tendremos que confiar en que Jehová nos ayude.”

      Llega la ayuda necesaria

      En octubre de 1986 llegó desde lejos ayuda especializada. Jon y Margaret Clarke, que habían colaborado en la construcción de la sucursal de Nueva Zelanda, se enteraron de la situación en que se hallaba la congregación de Auki y consiguieron un visado de tres meses para entrar en Malaita.

      Con una hormigonera que se había recibido como regalo, la congregación se puso a trabajar. Se construyó una amplia plataforma y una pared de bloques de hormigón con laterales detrás de ella. Los hermanos cavaron hoyos profundos con sus propias manos, los rellenaron de hormigón y a continuación colocaron los dieciocho pilares principales de apoyo para la pared, el tejado y la galería.

      Gracias a las instrucciones que les dio el hermano Clarke, los hermanos nativos pudieron volver a ensamblar por sí mismos las cerchas del tejado del auditorio y las tres cerchas del tejado del pórtico. ¿Cómo se las apañarían para colocar las pesadas cerchas en su sitio? Era toda una proeza de ingeniería, pues las cerchas constaban de ocho maderos atornillados entre sí formando un gran triángulo. Los hermanos mostraron una resolución y un ingenio indescriptibles.

      Baile de maderos

      Para llevar a cabo la colosal tarea de izar las cerchas, los hermanos solo disponían de un aparejo de poleas instalado en una grúa que habían fabricado ellos mismos con ocho maderos. La primera cercha, de dos toneladas, tenía que levantarse por encima de la pared de bloques de hormigón y colocarse sobre dos pilares de apoyo situados detrás de esta. Cuando la grúa izó la cercha por su vértice, los hermanos descubrieron desalentados que no podía levantarla lo suficiente para salvar la pared. Le faltaba como un metro. Dejaron la cercha colgando de la grúa durante dos días —apoyada sobre varios maderos⁠—, mientras se lamentaban y le daban vueltas al problema.

      La gente que pasaba por el lugar se burlaba de ellos, diciendo: “¿No puede Jehová levantarles la cercha?”.

      “¡Muy bien! —exclamaban los hermanos⁠—. Seguro que ahora nos ayuda Jehová.”

      En un momento de inspiración, los obreros dieron con un modo de solucionar el problema. Metieron el gato de una furgoneta bajo uno de los dos extremos de la cercha, levantaron esta unos cuantos centímetros y le pusieron más soportes. A continuación trasladaron el gato al otro extremo de la cercha, lo levantaron y le colocaron soportes. Repitieron esta operación una y otra vez durante cuatro días, hasta que consiguieron izar la cercha por encima de la pared de hormigón y colocarla en los pilares de apoyo correspondientes. Finalizada tal proeza, los hermanos se pusieron a bailar alrededor del solar formando un gran círculo, a la vez que daban palmas y cantaban de alegría.

      Después de haber acabado las obras y de haber utilizado el gato para levantar tres cerchas, una de ellas de cinco toneladas de peso, los hermanos se dieron cuenta de que los caracteres borrosos inscritos en un lado del gato para indicar cuánto peso podía levantar este no decían 15 toneladas, como ellos habían creído, sino 1,5 toneladas.

      “Pensándolo bien, lo que hicieron los hermanos y las hermanas carece de toda lógica —dice el hermano Allan⁠—. Cuando se izaban aquellas enormes cerchas en el aire, me parecía estar viendo un baile de maderos.”

  • Islas Salomón
    Anuario de los testigos de Jehová 1992
    • El pueblo de Kona acude en su auxilio

      Solo se pudieron aprovechar 38 maderos del aserradero, de modo que todos los que faltaban para alcanzar los 300 necesarios tendrían que conseguirse en algún otro lugar. Pero ¿dónde? Los Testigos del pueblo de Kona, ubicado a 5 kilómetros de las obras, se dirigieron a los trabajadores para ofrecerles árboles de madera dura de sus propias tierras. Esa madera serviría para reemplazar los pilares principales de apoyo, los postes de la galería y el pórtico y las cerchas del tejado del auditorio. Esta donación suponía un gran sacrificio para los Testigos de Kona, pues Malaita había sido arrasada por el ciclón Namu, y los hermanos habían reservado especialmente esos árboles para reconstruir sus casas.

      A fin de obtener la madera, las hermanas de la congregación de Auki abrieron una franja de 800 metros de longitud por 6 metros de anchura a través de la espesa jungla, que iba desde el lugar donde estaban los árboles hasta la carretera principal. Reunieron todas sus fuerzas para cortar árboles, construir puentes sobre zanjas y quitar obstáculos de la nueva pista. Luego talaron los árboles, les cortaron las ramas y los escuadraron con sierras de cadena.

      “Somos como hormigas”

      Los nuevos maderos tenían 36 centímetros en cuadro y 6,4 metros de longitud. ¿Cómo iban a transportar esos enormes maderos hasta la carretera principal, a 800 metros de distancia?

      Los miembros de la congregación respondieron: “Somos como hormigas. Con las manos suficientes podemos llevar cualquier cosa”. (Compárese con Proverbios 6:⁠6.) Cuando se necesitaban más hermanos para transportar los maderos, se difundía la llamada por los alrededores: “¡Hormigas, hormigas, hormigas!”, y llegaban montones de hermanos y hermanas de todas las direcciones para echar una mano. Entre cuarenta levantaban un madero de media tonelada y lo transportaban por la pista hasta la carretera principal. Allí los cargaban en un camión y los llevaban al lugar de construcción.

      Colocar los pilares y los postes en su sitio era una operación arriesgada. Una vez más se demostró que la manera nativa de hacer las cosas era la más efectiva. Se colocaba cada pilar a unos 3 metros del agujero en el que había que introducirlo y fijarlo con hormigón.

      Treinta hermanos y hermanas levantaban el extremo superior del pilar y lo colocaban sobre un marco de maderas entrecruzadas. Luego empujaban el pilar con rapidez por el suelo, con su extremo inferior orientado hacia el agujero correspondiente. Dos hermanos valientes sostenían tablas de madera gruesas en el lado opuesto del agujero, de modo que el madero se detenía de golpe cuando golpeaba contra estas, y su propio impulso hacía que se levantara a posición vertical, para después caer en el agujero del fundamento.

  • Islas Salomón
    Anuario de los testigos de Jehová 1992
    • Se las arreglan como pueden

      El Salón de Asambleas de Malaita es un ejemplo de lo que se puede lograr sin equipo de construcción ni materiales modernos. Sirve de muestra de que Jehová bendice los esfuerzos de los que confían plenamente en Él. Las obras siguieron adelante a pesar de que a menudo no se contaba con las herramientas más elementales, como palas, que se considerarían absolutamente imprescindibles en países más ricos.

      Cuando había que extraer grava coralífera y cargarla en sacos para transportarla al lugar de construcción, las hermanas se encargaban de desprenderla de una cantera con palos puntiagudos, para luego recoger los granos cortantes con sus propias manos e introducirlos en los sacos. En tan solo un día, extrajeron trece cargas de tres toneladas cada una de relleno coralífero.

      Otro ejemplo de saber arreglárselas con lo que se tiene a mano es lo que ocurrió cuando se rompió sin posibilidad de reparación la rueda de la única carretilla disponible, y no se encontró un repuesto en todas las islas Salomón. Los Testigos no se amilanaron ni lo más mínimo. Hasta que llegó el repuesto de Nueva Zelanda, cinco semanas más tarde, levantaban la carretilla llena de hormigón y la llevaban hasta el lugar necesario.

  • Islas Salomón
    Anuario de los testigos de Jehová 1992
    • [Fotografías en la página 243]

      Se cargan en un camión maderos procedentes de terrenos pantanosos escuadrados con sierras de cadena. Colocación de un madero (pilar mural) en el agujero correspondiente de los fundamentos del Salón de Asambleas de Auki

      [Fotografías en la página 244]

      Cerchas enormes de hasta cinco toneladas hechas con ocho maderos atornillados. Se colocan las cerchas sobre pilares de apoyo de 6 metros de altura sin utilizar equipo pesado de construcción

      [Fotografía en la página 245]

      El Salón de Asambleas de Auki (Malaita), con capacidad para 1.500 personas, completamente terminado

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