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¿A qué se debe la crisis de confianza?La Atalaya 1998 | 15 de agosto
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¿A qué se debe la crisis de confianza?
“¿SE PUEDE confiar en alguien hoy en día?” Es posible que haya oído a algunas personas frustradas formular esa pregunta. O quizá se la haya hecho usted mismo, motivado por algún suceso que lo perturbara en sentido emocional.
Es innegable que en todo el mundo existe una falta de confianza en las instituciones y en las demás personas, a menudo justificada. ¿Hay alguien que en realidad espere que la mayoría de los políticos mantenga sus promesas electorales? Una encuesta realizada en 1990 que abarcó a 1.000 estudiantes alemanes reveló que mientras el 16,5% se mostró confiado en que los políticos podrían resolver los problemas mundiales, el doble de ese porcentaje expresó serias dudas al respecto, y la mayoría cuestionó tanto la capacidad como la voluntad de la clase política para lograrlo.
El rotativo Stuttgarter Nachrichten se lamentó: “Demasiados políticos buscan primero su propio interés, y luego, solo posiblemente, el de sus votantes”. La gente de otros países es de la misma opinión. El diario The European dijo de uno de ellos: “El desprecio de la juventud hacia los políticos está bien justificado, y sus mayores lo comparten”. Señaló que “el electorado casi siempre destituye a los partidos que están en el poder”. El periódico añadió: “Todo el que pasa algún tiempo con los jóvenes [de ese país] percibe de inmediato su desconfianza y lo desorientados que se sienten”. Sin embargo, es poco lo que un gobierno democrático puede lograr si no cuenta con la confianza de la gente. John F. Kennedy, anterior presidente de Estados Unidos, dijo en cierta ocasión: “Un gobierno eficaz es el que se fundamenta en la confianza del pueblo”.
Muchas personas se muestran reacias a confiar en el mundo de las finanzas, debido a los repentinos reveses económicos y al fracaso de las operaciones para enriquecerse rápidamente. Cuando los mercados bursátiles internacionales fluctuaron sin control en octubre de 1997, una revista de noticias se refirió a “una furiosa y a veces irracional falta de confianza” y al “contagio de la desconfianza”. También comentó que en cierto país asiático “se ha socavado tanto la confianza, que la propia existencia del régimen en el poder [...] parece amenazada”. En resumen, declaró algo evidente: “Las economías se basan en la confianza”.
La religión también está fracasando en este sentido. La revista eclesiástica alemana Christ in der Gegenwart (El cristiano contemporáneo) comenta con tristeza: “Los índices de confianza de la población en la Iglesia siguen cayendo”. Entre 1986 y 1992, el número de alemanes con mucha o por lo menos bastante confianza en la Iglesia descendió de un 40 a un 33%. De hecho, en la antigua Alemania oriental esa cifra se situó por debajo del 20%. Por otro lado, el número de personas que tenían poca o ninguna confianza en las instituciones religiosas se incrementó de un 56 a un 66% en lo que fue la Alemania occidental, y a un 71% en la antigua sección oriental del país germano.
El declive de la confianza se ha hecho patente en otros campos además de la política, las finanzas y la religión, los tres pilares de la sociedad humana. Por ejemplo, en el cumplimiento de la ley. Las escapatorias de los códigos penales, las dificultades para administrar la ley con justicia y las decisiones cuestionables de los tribunales han socavado gravemente la confianza de la población. Según la revista Time, “las frustraciones de los ciudadanos y policías han llegado a tal extremo, que ya no confían en un sistema que vez tras vez pone en la calle a los criminales peligrosos”. Incluso la confianza en la policía se ha desplomado, debido a las acusaciones de corrupción y brutalidad en ese cuerpo.
En cuanto a la política internacional, el fracaso de las conversaciones de paz y las violaciones del alto el fuego revelan la desconfianza existente. Bill Richardson, embajador de Estados Unidos ante las Naciones Unidas, indicó sin rodeos cuál es el principal escollo para lograr la paz en Oriente Medio: “Existe una falta de confianza”.
Ya en un plano más personal, muchos desconfían hasta de los parientes cercanos y de los amigos, aquellos a quienes los seres humanos normalmente acuden en busca de comprensión y consuelo cuando afrontan problemas. La situación es muy parecida a la que el profeta hebreo Miqueas describió: “No pongan su fe en un compañero. No cifren su confianza en un amigo íntimo. De la que se reclina en tu seno guarda las aperturas de tu boca” (Miqueas 7:5).
Una señal de los tiempos
Según una cita reciente, el psicólogo alemán Arthur Fischer comentó: “La confianza en el progreso social y en el futuro de cada persona ha sufrido un descenso realmente espectacular en todos los frentes. Los jóvenes dudan de que las instituciones sociales puedan ayudarlos. Han llegado a un punto en que las organizaciones políticas, religiosas o de cualquier otra índole no les merecen ninguna confianza”. No sorprende que el sociólogo Ulrich Beck se refiera a una “cultura de recelo” ante el conjunto de autoridades, instituciones y expertos por mucho tiempo respetados.
En una cultura como esa, la gente tiende a recluirse en sí misma, a rechazar cualquier autoridad y a vivir según sus propias normas, sin que los consejos ni la orientación de los demás influyan en sus decisiones. Hay quienes se vuelven demasiado suspicaces y puede que hasta desconsiderados en su trato con las personas que a su entender ya no merecen su confianza. Esta actitud genera un ambiente enrarecido como el que se describe en la Biblia: “En los últimos días se presentarán tiempos críticos, difíciles de manejar. Porque los hombres serán amadores de sí mismos, amadores del dinero, presumidos, altivos, blasfemos, desobedientes a los padres, desagradecidos, desleales, sin tener cariño natural, no dispuestos a ningún acuerdo, calumniadores, sin autodominio, feroces, sin amor del bien, traicioneros, testarudos, hinchados de orgullo, amadores de placeres más bien que amadores de Dios, teniendo una forma de devoción piadosa, pero resultando falsos a su poder” (2 Timoteo 3:1-5; Proverbios 18:1). No hay duda de que la crisis de confianza actual es una señal de los tiempos, un signo de “los últimos días”.
Realmente no se puede disfrutar a plenitud de la vida en un mundo que padece una crisis de confianza, y lleno de personas como las descritas anteriormente. Ahora bien, ¿es realista esperar que la situación cambie? ¿Se puede superar la crisis de confianza de nuestro tiempo? Si así es, ¿cómo y cuándo?
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La confianza puede recuperarseLa Atalaya 1998 | 15 de agosto
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La confianza puede recuperarse
AUNQUE la crisis de confianza actual es una señal de “los últimos días”, la desconfianza también se hizo patente miles de años atrás (2 Timoteo 3:1). Surgió por primera vez en el lugar más insospechado: en un paraíso. La Biblia dice de aquel paraje: “Dios plantó un jardín en Edén, hacia el este, y allí puso al hombre que había formado. Así Jehová Dios hizo crecer del suelo todo árbol deseable a la vista de uno y bueno para alimento, y también el árbol de la vida en medio del jardín, y el árbol del conocimiento de lo bueno y lo malo” (Génesis 2:8, 9).
Unos versículos más adelante se aclara la relación entre estas palabras y la crisis de confianza de nuestro tiempo. Leemos: “También impuso Jehová Dios este mandato al hombre: ‘De todo árbol del jardín puedes comer hasta quedar satisfecho. Pero en cuanto al árbol del conocimiento de lo bueno y lo malo, no debes comer de él, porque en el día que comas de él, positivamente morirás’” (Génesis 2:16, 17). ¿Tenía Adán alguna razón para dudar de las palabras de Jehová?
Seguimos leyendo: “Ahora bien, la serpiente resultó ser la más cautelosa de todas las bestias salvajes del campo que Jehová Dios había hecho. De modo que empezó a decir a la mujer: ‘¿Es realmente el caso que Dios ha dicho que ustedes no deben comer de todo árbol del jardín?’. Ante esto, la mujer dijo a la serpiente: ‘Del fruto de los árboles del jardín podemos comer. Pero en cuanto a comer del fruto del árbol que está en medio del jardín, Dios ha dicho: “No deben comer de él, no, no deben tocarlo para que no mueran”’. Ante esto, la serpiente dijo a la mujer: ‘Positivamente no morirán. Porque Dios sabe que en el mismo día que coman de él tendrán que abrírseles los ojos y tendrán que ser como Dios, conociendo lo bueno y lo malo’. Por consiguiente, la mujer vio que el árbol era bueno para alimento, y que a los ojos era algo que anhelar, sí, el árbol era deseable para contemplarlo. De modo que empezó a tomar de su fruto y a comerlo. Después dio de este también a su esposo cuando él estuvo con ella, y él empezó a comerlo” (Génesis 3:1-6).
Al pasar por alto la clara advertencia de Dios, Adán y Eva demostraron que no confiaban en Jehová. Fueron un reflejo de Satanás, el adversario de Dios que había hablado a Eva por medio de una serpiente literal. Satanás desconfió del modo de gobernar de Jehová. Por ese motivo, y por el orgullo y la ambición de su corazón, se rebeló contra Dios y engañó a los seres humanos para que hicieran lo mismo. Los indujo a pensar que Dios no merecía su confianza.
El resultado: tirantez en las relaciones
Puede que haya observado que a los desconfiados les resulta difícil cultivar amistades duraderas. Publilio Siro, un autor romano del siglo primero, escribió: “No tiene la amistad más vínculo que la confianza”. Con aquel acto de rebeldía, Adán y Eva demostraron que no confiaban en Dios. Por consiguiente, este en realidad no tenía ninguna razón para confiar en ellos. Como resultado de esa pérdida de confianza, los primeros seres humanos perdieron la amistad de Dios. No hay indicación de que Jehová les hablara de nuevo después de condenarlos por su rebelión.
La relación entre Adán y Eva también se resintió. Jehová advirtió a Eva: “Con dolores de parto darás a luz hijos, y tu deseo vehemente será por tu esposo, y él te dominará” (Génesis 3:16). La versión Reina-Valera dice: “Él se enseñoreará de ti”. En vez de ejercer una autoridad amorosa sobre su esposa, tal como Dios quería, Adán se convirtió en su dueño y señor.
Después del pecado, Adán trató de culpar a su esposa. En su opinión, lo que ella hizo fue la causa por la que se les arrojó de un jardín perfecto a una tierra baldía, condenados a trabajar penosamente en condiciones que distaban mucho de las ideales antes de que volvieran al polvo (Génesis 3:17-19). Es más que probable que esa fuera una fuente de discordia entre ambos. Puede que Adán reaccionara de modo exagerado y manifestara que nunca más escucharía a Eva. Posiblemente se creyera con el derecho de decirle algo así: “¡A partir de ahora, yo soy el jefe!”. Por otro lado, puede que Eva viera el fracaso de Adán como cabeza de familia y se desvaneciera su confianza en él. Sea como fuere, cuando los seres humanos manifestaron falta de confianza en Dios, perdieron la amistad divina y perjudicaron las relaciones entre ellos mismos.
¿En quién podemos confiar?
No todo el mundo es digno de confianza, como lo ilustra el ejemplo de Adán y Eva. ¿Cómo podemos saber quién es confiable y quién no lo es?
El Salmo 146:3 nos aconseja: “No cifren su confianza en nobles, ni en el hijo del hombre terrestre, a quien no pertenece salvación alguna”. Y en Jeremías 17:5-7 leemos: “Maldito es el hombre físicamente capacitado que cifra su fiada expectativa en el hombre terrestre y realmente hace de la carne su brazo, y cuyo corazón se aparta de Jehová mismo”. Por otro lado, “bendito es el hombre físicamente capacitado que confía en Jehová, y cuya confianza Jehová ha llegado a ser”.
Por supuesto, no siempre es impropio que confiemos en otras personas. Estos textos solo ponen de relieve que la confianza en Dios nunca está mal depositada, pero la que se cifra en los hombres imperfectos conduce en ocasiones al desastre. Por ejemplo, quienes confían en que los seres humanos lograrán lo que únicamente Dios puede conseguir —la salvación y la paz y seguridad completas—, se encaminan al desengaño (Salmo 46:9; 1 Tesalonicenses 5:3).
En realidad, los hombres y las instituciones humanas son confiables solo en la medida en que obran en armonía con los propósitos divinos y manifiestan principios piadosos. De ahí que si queremos ganar la confianza de otras personas debemos ser veraces, honrados y responsables (Proverbios 12:19; Efesios 4:25; Hebreos 13:18). Únicamente si nos regimos por los principios bíblicos se verá justificada la confianza que los demás depositen en nosotros, y esta será una fuente de fortaleza y estímulo mutuos.
Recobremos la confianza
Los testigos de Jehová tienen un fundamento sólido para cifrar su confianza en Dios y animar a otros a hacer lo mismo. Jehová es fiel y leal, alguien cuyas palabras siempre son fidedignas, porque “es imposible que Dios mienta”. La confianza que se deposita en el Dios de amor nunca terminará en decepción (Hebreos 6:18; Salmo 94:14; Isaías 46:9-11; 1 Juan 4:8).
Quienes están unidos en su confianza en Jehová y viven según Sus principios tienen una fuerte motivación para confiar unos en otros. En una sociedad dominada por la desconfianza, nos alegra encontrar a personas fidedignas. Imagínese lo distinto que sería el mundo si pudiéramos tener plena confianza en lo que todos los demás dijeran o hicieran. Así será en el venidero nuevo mundo que Dios ha prometido. Nunca más habrá una crisis de confianza.
¿Quisiera vivir allí? Si así es, los testigos de Jehová lo invitan a que fortalezca su confianza en Dios y en sus promesas mediante un conocimiento más amplio de sus requisitos para la vida. Un estudio de la Biblia le demostrará que Dios existe, que se interesa en el bienestar de la humanidad y que pronto, por medio de su Reino, resolverá los problemas mundiales. Millones de personas han aprendido a cifrar su confianza en Dios y en su Palabra, la Biblia. Los testigos de Jehová se alegrarán de mostrarle el servicio público que rinden, que consiste en un curso gratuito de estudio de la Biblia. También puede escribir a los publicadores de esta revista para obtener más información.
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