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Un libro para todo el mundoLa Atalaya 1998 | 1 de abril
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Este fue el obstáculo que afrontó el traductor de la Biblia Robert Moffat. En 1821, a la edad de 25 años, fundó una misión entre los tsuanas de África meridional. Decidido a aprender su lengua, que no tenía escritura, se relacionó con aquel pueblo. Perseveró, y con el tiempo, sin la ayuda de manuales ni diccionarios, dominó el idioma, elaboró un sistema de escritura y enseñó a algunos tsuanas a leer dicha escritura. En 1829, tras haber trabajado entre los tsuanas por ocho años, terminó la traducción del Evangelio de Lucas. Posteriormente dijo: “Me enteré de que algunos habían recorrido cientos de kilómetros para obtener ejemplares de San Lucas. [...] Cuando recibieron las porciones de San Lucas, los vi apretarlas contra el pecho y romper a llorar, derramando lágrimas de agradecimiento, tanto que tuve que decir a más de uno: ‘Van a estropear los libros con tantas lágrimas’”. Moffat también contó de un africano que vio a unas cuantas personas leer el Evangelio de Lucas, y les preguntó qué era lo que tenían. “La palabra de Dios”, contestaron. “¿Habla?”, preguntó el hombre. “Sí —fue la respuesta—, habla al corazón.”
14 Traductores abnegados de la talla de Moffat dieron a muchos africanos su primera oportunidad de comunicarse mediante la escritura. No obstante, dejaron al pueblo africano un legado mucho más valioso: la Biblia en su propia lengua. Además, Moffat introdujo el nombre divino en la lengua tsuana, y lo utilizó en toda su traducción.c De ahí que los tsuanas se refirieran a la Biblia como “la boca de Jehová” (Salmo 83:18).
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c En 1838, Moffat terminó la traducción de las Escrituras Griegas Cristianas. Con la ayuda de un compañero finalizó la traducción de las Escrituras Hebreas en 1857.
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