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UgandaAnuario de los testigos de Jehová 2010
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NUEVOS PELIGROS Y MÁS OPORTUNIDADES
En 1980, mientras el hermano Reschke visitaba la sede mundial en Brooklyn (Nueva York), se le invitó a presentar un informe a la familia Betel sobre la situación en Uganda. Después, algunos miembros del Cuerpo Gobernante expresaron su deseo de poder enviar de nuevo misioneros a ese país. Todo el mundo veía que era un buen momento para aumentar la actividad misional. Ya era posible reunirse en grupos más grandes, y en 1981, el número de publicadores llegó a 175. De hecho, en julio de aquel mismo año hubo un nuevo máximo de 206 publicadores, que causó gran emoción.
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SE RECIBEN MISIONEROS DE NUEVO
Los graduados de Galaad Jeffrey Welch y Ari Palviainen llegaron a Kampala procedentes de Kenia en septiembre de 1982. Desde el principio, Jeff y Ari, como los llamaban los hermanos ugandeses, obtuvieron resultados muy satisfactorios. Jeff recuerda: “En aquel tiempo, la gente estaba hambrienta en sentido espiritual, y nuestras revistas, con sus atractivos temas, prácticamente se distribuían solas”.
En diciembre, a Jeff y Ari se les unieron Heinz y Marianne Wertholz, graduados de la Extensión de la Escuela de Galaad en Wiesbaden (Alemania). Desde el principio, a los Wertholz les impresionó mucho la forma en que sus hermanos de Uganda eran capaces de salir adelante en medio de condiciones tan inadecuadas y peligrosas.
Heinz recuerda: “Muchos servicios, como el suministro de agua y las comunicaciones, no funcionaban. La situación política se mantenía tensa. En más de una ocasión corrieron rumores de un golpe de estado, y había muchos controles militares en las carreteras. Además, los tiroteos y los robos eran comunes, sobre todo de noche. Cuando oscurecía, nadie andaba por las calles. Todo el mundo permanecía en su casa esperando —y a menudo pidiéndole a Dios— que la noche pasara sin visitas inesperadas”.
A Heinz y Marianne se les invitó a alojarse con Sam Waiswa y su familia mientras encontraban una casa que pudiera usarse como hogar misional. Aunque Sam era maestro de profesión, sus recursos se habían reducido muchísimo debido a las condiciones económicas del país, lo que hacía verdaderamente notable la hospitalidad de su familia.
“Resultó difícil encontrar casa en una zona segura —recuerda Heinz—, así que tuvimos que quedarnos cinco meses en el hogar de Sam. Durante ese tiempo llegamos a conocernos muy bien. Algunas veces la familia, que era grande, solo podía comer una vez al día, pero siempre estaban contentos, y los niños eran respetuosos y obedientes. Como el suministro de agua de la ciudad era deficiente, los niños tenían que traer el agua en recipientes de plástico de 20 litros (cinco galones), que transportaban sobre la cabeza. Cuando llegábamos a casa después de predicar, siempre encontrábamos agua limpia. Sobra decir que aprendimos a economizar. Por ejemplo, solo usábamos unos litros de agua para bañarnos y poníamos en una palangana el agua con que nos habíamos enjuagado, para luego usarla en el inodoro.”
En abril de 1983, unos diez años después de que los misioneros anteriores se vieran obligados a salir de Uganda, los cuatro nuevos misioneros encontraron casa en una zona relativamente tranquila. La inseguridad general y la escasez de provisiones ocasionaban muchos problemas, pero el amor de los hermanos del país compensó con creces aquellos inconvenientes.
“Siempre disfrutábamos de impartir las buenas nuevas a los ugandeses —explica Marianne—. Eran religiosos, casi todos tenían la Biblia y les gustaba conversar. Eran de trato fácil, muy educados y, a pesar de los problemas económicos y de otro tipo, siempre se les veía felices y sonrientes.”
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“¿CÓMO SE DICE...?”
En la década de 1980, a los diligentes publicadores de Uganda les alegró mucho que llegaran con regularidad misioneros celosos. Algunos acababan de graduarse de Galaad, y otros se habían visto obligados a salir de sus asignaciones misionales en Zaire (actual República Democrática del Congo). El aumento de misioneros en Kampala y Jinja permitió abarcar mejor estos territorios densamente poblados, y los misioneros se emocionaron al ver que el campo de Uganda estaba listo para la siega. De hecho, el problema no era hallar interés, sino cultivarlo.
Lleno de entusiasmo tras el curso de varios meses en Galaad, Mats Holmkvist estaba deseando dominar el idioma del lugar a fin de cultivar el interés de la gente en la verdad. Por aquel entonces, Fred Nyende era precursor especial en Entebbe, y sus habilidades como intérprete y traductor sirvieron para enseñar a los nuevos misioneros a lograr un buen dominio del luganda, un idioma lleno de palabras que podían resultar difíciles de pronunciar. De hecho, a Mats se le hizo verdaderamente difícil aprender el nuevo idioma.
—¿Cómo se dice “Reino de Dios” en luganda? —preguntó Mats en una de sus primeras clases.
—“Obwakabaka bwa Katonda” —fue la rítmica respuesta de Fred.
“Eso no hay quien lo pronuncie”, pensó Mats, arrepentido de haber preguntado. Sin embargo, Mats progresó de forma sorprendente y consiguió hablar el luganda bastante bien.
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1963 Llegan misioneros de Galaad.
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1973 Se proscribe a los testigos de Jehová y se expulsa del país a los misioneros.
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1982 Se vuelve a permitir la entrada de misioneros en el país.
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