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  • Los amerindios. El fin de una era
    ¡Despertad! 1996 | 8 de septiembre
    • Los amerindios. El fin de una era

      ¿QUIÉN no ha visto una película típica de indios y vaqueros? En todo el mundo se ha oído hablar de Wyatt Earp, Buffalo Bill y el Llanero Solitario, así como de los indios Jerónimo, Toro Sentado, Caballo Loco, el jefe José y muchos otros. Pero ¿ha sido Hollywood fiel a la realidad? ¿Con cuánta objetividad ha representado a los indios en sus películas?

      La historia de la conquista de los indios de América del Norte por los europeos plantea ciertas cuestiones.a ¿Han tratado con imparcialidad a los indios los libros de historia? ¿Podemos aprender alguna lección de la codicia, la opresión, el racismo y las atrocidades de aquella época? ¿Cuál es la verdad tocante a los indios y los vaqueros?

      La última batalla de Custer y la matanza de Wounded Knee

      En el año 1876, Toro Sentado, hechicero de los lakotas (una de las tres principales divisiones de los siux), fue uno de los caudillos de la famosa batalla del río Little Bighorn (Montana). El teniente coronel Custer, apodado “Cabellos Largos”, al mando de 650 soldados, pensó que derrotaría fácilmente a 1.000 guerreros siux y cheyennes. Pero cometió un grave error de cálculo. Se enfrentaba al mayor grupo de guerreros amerindios que posiblemente se haya reunido jamás: unos tres mil.

      Custer dividió su 7.⁠o Regimiento de Caballería en tres grupos. Entonces, sin esperar el apoyo de los otros dos, su grupo atacó lo que él consideraba una parte vulnerable del campamento indio. Acaudillados por los jefes Caballo Loco, Hiel y Toro Sentado, los indios acabaron con Custer y su unidad de unos doscientos veinticinco soldados. Fue una victoria temporal para las naciones indias, pero una amarga derrota para el ejército de Estados Unidos. Sin embargo, tan solo catorce años después habría una terrible venganza.

      Finalmente, Toro Sentado se rindió tras habérsele prometido el indulto; aun así fue confinado un tiempo en el fuerte Randall, en el territorio de Dakota. Siendo ya viejo, apareció en público en el espectáculo ambulante Buffalo Bill’s Wild West Show. Aquel ilustre jefe e influyente hechicero ya no era más que una sombra de lo que había sido.

      En 1890, Toro Sentado (cuyo nombre lakota era Tatanka Iyotake) fue muerto a balazos por los policías indios que habían ido a arrestarle. Sus asesinos fueron el teniente Cabeza de Toro y el sargento Tomahawk Rojo, ambos “pechos de metal” siux, es decir, hombres que ostentaban una placa de policía.

      Aquel mismo año la resistencia india a la dominación del hombre blanco fue finalmente subyugada en la matanza de Wounded Knee Creek, en las Grandes Llanuras de América del Norte, cuando los soldados federales exterminaron con sus cañones revólver Hotchkiss a unos trescientos veinte hombres, mujeres y niños siux que huían. Los soldados alardearon de que aquella era su venganza por el exterminio de sus compañeros (Custer y sus hombres) en las colinas próximas al río Little Bighorn. Así acabaron más de doscientos años de guerras y escaramuzas esporádicas entre los colonizadores americanos invasores y las tribus indígenas asediadas.

      Pero ¿cómo llegaron a establecerse en América del Norte los indios? ¿Cómo vivían antes de que llegara el hombre blanco a Norteamérica?b ¿Qué factores condujeron a su derrota y sometimiento finales? ¿Y cuál es la situación actual de los indios en un país dominado por los descendientes de los primeros inmigrantes europeos? En los siguientes artículos se tratarán estas y otras cuestiones.

  • ¿Cuál era su procedencia?
    ¡Despertad! 1996 | 8 de septiembre
    • ¿Cuál era su procedencia?

      “¿CÓMO nos llamábamos antes de que llegara Colón? [...] Cuando se traduce la palabra con la que nos designábamos —y aún nos designamos— en cada una de las tribus, sin saber la que habían escogido las demás, siempre viene a significar lo mismo. En nuestra lengua [narragansett] decíamos ninuog, que quiere decir ‘la gente’ [en navajo, diné] ‘los seres humanos’. Así es como nos llamábamos. De modo que cuando llegaron los colonizadores [europeos], nosotros sabíamos quiénes éramos, pero ignorábamos quiénes eran ellos. Por eso los llamamos awaunageesuck, ‘los extraños’, pues ellos eran los extranjeros, ellos eran los desconocidos, mientras que nosotros nos conocíamos todos. Y nosotros éramos los seres humanos.”—Roble Alto, tribu narragansett.

      Hay muchas teorías sobre el origen de los amerindios.a Joseph Smith, fundador del mormonismo, creía, al igual que el cuáquero William Penn y otras personas, que los indios eran hebreos, descendientes de las supuestas diez tribus perdidas de Israel. La explicación aceptada por la mayoría de los antropólogos de la actualidad es que, bien por un puente de tierra, bien por mar, algunas tribus asiáticas penetraron en lo que hoy es Alaska, Canadá y Estados Unidos. Los estudios del ADN también parecen corroborar esta hipótesis.

      Orígenes y creencias de los amerindios

      Tom Hill y Richard Hill, padre, amerindios seneca y tuscarora respectivamente, y autores del libro Creation’s Journey—Native American Identity and Belief (El trayecto de la creación: identidad y creencias amerindias), escriben: “Tradicionalmente, la mayoría de los pueblos indígenas creen que fueron creados de la propia tierra, de las aguas o de las estrellas. Por otro lado, los arqueólogos tienen la teoría de un gran puente de tierra que cruzaba el estrecho de Bering y por el que los asiáticos emigraron a las Américas; según esa teoría, aquellos asiáticos fueron los antepasados de los pueblos indígenas del hemisferio occidental”. Algunos amerindios tienden a ver con escepticismo la teoría del estrecho de Bering defendida por el hombre blanco. Prefieren creer en sus propias leyendas y relatos. Ellos se consideran los primeros habitantes y no unos exploradores que emigraron de Asia.

      En su libro An Indian Winter (Invierno indio), Russell Freedman relata: “Según la creencia de los mandan [tribu que vivía cerca de la parte alta del río Misuri], el Primer Hombre fue un espíritu poderoso, un ser divino. Había sido creado en el pasado remoto por el Señor de la Vida, el creador de todas las cosas, para ser mediador entre los seres humanos comunes y los incontables dioses, o espíritus, que habitaban el universo”. Entre las creencias de los mandan también estaba la leyenda de un diluvio. “En cierta ocasión, cuando cayó un gran diluvio en el mundo, el Primer Hombre salvó a las personas enseñándoles a construir una torre protectora, o ‘arca’, que se alzara por encima de las aguas diluviales. En su honor, toda aldea mandan tenía una réplica en miniatura de aquella torre mítica: un poste de cedro de unos cinco pies de alto, rodeado de una cerca de tablas.”

      Los mandan también tenían como símbolo religioso “un poste alto envuelto en plumas y pieles y coronado con una espantosa cabeza de madera pintada de negro”. ¿Qué simbolizaba? “Aquella efigie representaba a Ochkih-Haddä, un espíritu maléfico que tenía una gran influencia sobre los seres humanos, pero no era tan poderoso como el Señor de la Vida o el Primer Hombre.” Para los indios de las praderas, “la creencia en el mundo de los espíritus era parte incuestionable de la vida cotidiana. [...] No se podía tomar ninguna decisión importante ni emprender ninguna tarea sin primero buscar la ayuda y aprobación de los seres sagrados que gobernaban los asuntos humanos”.

      En su libro The Mythology of North America (Mitología de Norteamérica), John Bierhorst relata: “Antes de que hubiera clanes, se decía que los osages vagaban de un lugar a otro en una condición denominada ganítha (sin ley ni orden). Según cierta opinión tradicional, en aquellos tiempos primitivos unos pensadores llamados Pequeños Viejos [...] formularon la teoría de que un silencioso poder creativo llena el cielo y la Tierra y mantiene moviéndose en perfecto orden a las estrellas, la Luna y el Sol. Lo llamaban Wakónda (poder misterioso) o Eáwawonaka (hacedor de nuestro ser)”. Los zuñis, los siux y los lakotas, tribus del oeste, creen algo parecido. Los winnebagos también tienen un mito sobre la creación en el que interviene el “Creador de la tierra”. El relato dice: “Él deseó la luz, y se hizo la luz. [...] Entonces volvió a pensar y deseó la tierra, y llegó a existir esta tierra”.

      Para el estudiante de la Biblia, es muy interesante observar algunos paralelos entre las creencias de los indios norteamericanos y las enseñanzas que aparecen en la Biblia, especialmente en lo que tiene que ver con el Gran Espíritu, el “hacedor de nuestro ser”, que nos recuerda el significado del nombre divino, Jehová: “Él Hace que Llegue a Ser”. Entre los demás paralelos están el del Diluvio y el del espíritu maléfico que la Biblia llama Satanás. (Génesis 1:1-5; 6:17; Revelación [Apocalipsis] 12:9.)

      Una mejor comprensión de la manera de pensar amerindia

      Los escritores amerindios Tom Hill y Richard Hill mencionan cinco regalos que, según ellos, los indios han recibido de sus antepasados. “El primer regalo [...] es nuestro profundo apego a la tierra.” Y en vista de su historia anterior y posterior a la llegada de los europeos, ¿quién puede negar que lo tienen? Su tierra, que ellos consideran sagrada, les fue arrebatada sistemáticamente valiéndose de la fuerza, de artimañas o del incumplimiento de tratados.

      “El segundo regalo es el poder y el espíritu que los animales comparten con nuestro pueblo.” Los indios han demostrado de muchas maneras su respeto a los animales. Cazaban únicamente para obtener alimento, ropa y abrigo. No fueron los indígenas quienes prácticamente exterminaron al búfalo (bisonte americano), sino el hombre blanco con su sed de sangre y su miope avaricia.

      “El tercero es las fuerzas espirituales, que son nuestros familiares vivientes y que se comunican con nosotros por medio de las imágenes que hacemos de ellos.” Esta es la creencia común de muchas religiones en todo el mundo: la supervivencia de algún tipo de espíritu o alma después de la muerte.b

      “El cuarto es el sentido de identidad, expresado y reafirmado a través de nuestras tradiciones tribales.” Dicho sentido de identidad se percibe hoy día en las ceremonias tribales, donde la gente se reúne para hablar de los asuntos de la tribu, o en las powwows (reuniones) sociales, con sus bailes y música típicos. El atuendo indio, el rítmico sonido de los tambores, los bailes, las reuniones de familia o clan, todo ello es reflejo de la tradición tribal.

      “El último regalo es el proceso creativo: nuestras creencias hechas realidad mediante la transformación de materiales de la naturaleza en objetos de fe y orgullo.” Actividades creativas como la cestería, la tejeduría, el moldeado y pintado de piezas de alfarería, y la manufactura de joyas y adornos están vinculadas a su antiquísima tradición y cultura.

      Son tantas las tribus amerindias que harían falta muchos libros para relatar todas las creencias y costumbres tradicionales. Pero lo que ahora nos interesa saber es el efecto que tuvo en ellas la llegada de millones de europeos, muchos de ellos supuestamente cristianos.

  • La pérdida de su mundo
    ¡Despertad! 1996 | 8 de septiembre
    • La pérdida de su mundo

      LA HISTORIA de Estados Unidos se ha sintetizado durante muchos años en la expresión: “La conquista del Oeste”. Las películas de Hollywood evocan la época de los colonizadores blancos que atravesaron las llanuras y montañas de Norteamérica, con soldados tipo John Wayne, vaqueros y luchas entre los colonizadores y los feroces y salvajes indios que blandían su hacha de guerra. Mientras el hombre blanco buscaba tierras y oro, algunos sacerdotes y predicadores de la cristiandad se dedicaban supuestamente a salvar almas.

      ¿Cómo se ve la historia desde el ángulo de los indígenas de América, sus primeros habitantes? Con la llegada de los europeos, los indios “tuvieron que encararse al depredador más voraz que jamás había penetrado en su entorno: los invasores blancos procedentes de Europa”, dice el libro The Native Americans—An Illustrated History (Historia ilustrada de los amerindios).

      La armonía condujo a la lucha

      Al principio, los indígenas recibieron con bondad y cooperación a muchos de los primeros europeos que llegaron al nordeste americano. Un relato dice: “Sin la ayuda de los powhatan, el asentamiento británico de Jamestown (Virginia) —la primera colonia inglesa permanente en el Nuevo Mundo— no habría sobrevivido a su primer y terrible invierno de 1607-1608. Igualmente, la colonia que fundaron los ‘peregrinos’ en Plymouth (Massachusetts) habría fracasado de no haber sido por la ayuda de los wampanoag”. Algunos indígenas enseñaron a los inmigrantes la manera de fertilizar la tierra y cultivarla. ¿Y cuánto éxito habría tenido la expedición de Lewis y Clark en los años 1804-1806 (para encontrar una vía de transporte práctica que enlazara los territorios de Luisiana y Oregón) sin la ayuda e intervención de la india shoshone Sacagawea? Ella fue su “señal de paz” cuando se vieron cara a cara con los indios.

      Sin embargo, debido a la manera de utilizar la tierra los europeos y a que los recursos alimentarios eran limitados, la enorme inmigración a Norteamérica provocó tensiones entre los invasores y los nativos. El historiador canadiense Ian K. Steele explica que en el siglo XVII había 30.000 indios narragansett en Massachusetts. Su jefe, Miantonomo, “percibiendo el peligro, [...] trató de expandir su alianza con los mohawk a fin de crear un movimiento de resistencia amerindio general”. Parece ser que en 1642 dijo lo siguiente a los montauk: “[Tenemos que] ser uno como ellos [los ingleses], de lo contrario desapareceremos pronto, pues sabéis que nuestros padres tenían muchos ciervos y pieles, nuestras llanuras estaban llenas de ciervos, al igual que nuestros bosques, y de [pavos], y nuestras calas llenas de peces y aves. Pero estos ingleses que tomaron nuestra tierra, cortan la hierba con guadañas y los árboles con hachas; sus vacas y caballos se comen la hierba, y sus cerdos echan a perder nuestros bancos de almejas, así que todos moriremos de hambre”. (Warpaths—Invasions of North America [En pie de guerra: Invasiones de Norteamérica].)

      Los intentos de Miantonomo por formar un frente amerindio unido se malograron. En 1643, durante una guerra tribal, fue capturado por el jefe Uncas, de la tribu mohegan, quien lo entregó a los ingleses acusado de rebelde. Como estos no tenían poder legal para condenar y ejecutar a Miantonomo, buscaron una solución conveniente. Steele añade: “No pudiendo ajusticiar [a Miantonomo] por estar fuera de la jurisdicción de todas las colonias, las autoridades dispusieron que Uncas lo ejecutase ante testigos ingleses para constatar que se le había dado muerte”.

      Este hecho ilustra no solo los constantes conflictos entre los colonos invasores y los nativos, sino también las rivalidades y traiciones recíprocas entre las tribus, que ya existían antes de que el hombre blanco llegara a Norteamérica. En las guerras por la dominación colonial de Norteamérica libradas entre los británicos y los franceses, estos tenían de su lado a algunas tribus, y aquellos a otras. Prescindiendo de quiénes perdieran, todas las tribus implicadas pagaban muy caras las consecuencias.

      “Un abismo de incomprensión”

      He aquí uno de los modos de ver la invasión europea: “Lo que los caudillos de las naciones indias no entendieron, a menudo hasta que fue demasiado tarde, era cómo veían los europeos a los indios. Para muchos, no eran ni blancos ni cristianos, sino solo unos salvajes —incivilizados y crueles—, un artículo peligroso y carente de sentimientos destinado a los mercados de esclavos”. Tal actitud de superioridad tuvo trágicas consecuencias en las tribus.

      El criterio europeo era incomprensible para los amerindios. Según palabras de Philmer Bluehouse, consejero navajo, en una entrevista reciente concedida a ¡Despertad!, mediaba “un abismo de incomprensión”. Los indígenas no opinaban que su civilización fuera inferior, sino diferente, con unos valores totalmente distintos. Por ejemplo, el concepto de vender tierras era completamente ajeno a los indios. ¿Puede uno poseer y vender el aire, el viento o el agua? Entonces, ¿por qué la tierra? Estaba allí para que todos la utilizaran. Por eso los indios no cercaban los terrenos.

      Con la llegada de los británicos, los españoles y los franceses, se produjo lo que se ha calificado de “encuentro cataclísmico de dos culturas distintas”. Los indígenas vivían en armonía con la tierra y la naturaleza desde hacía siglos, y sabían sobrevivir sin trastornar el equilibrio del medio ambiente. Sin embargo, los blancos tacharon a estos enseguida de seres feroces e inferiores, desviando así la atención, con oportunismo, del salvajismo con que ellos los habían sojuzgado. En 1831, el historiador francés Alexis de Tocqueville resumió la opinión imperante que tenían los blancos respecto a los indios como sigue: “El cielo no los ha hecho para que se civilicen; es necesario que mueran”.

      El peor asesino

      A medida que los nuevos pobladores cruzaban Norteamérica en dirección oeste, la violencia engendraba violencia. Sin importar quiénes atacaran primero, los indios o los invasores europeos, todos cometían atrocidades. Los indios eran temidos por su reputación de arrancar el cuero cabelludo, práctica que algunas personas creen que aprendieron de europeos que ofrecían recompensas a cambio de cueros cabelludos. Aun así, los indios luchaban por una causa perdida contra un enemigo muy superior, tanto en número como en armas. En la mayoría de los casos, las tribus acababan teniendo que abandonar sus tierras ancestrales o morir. Y muchas veces sufrían ambas consecuencias: después de abandonar sus tierras se les daba muerte o morían de enfermedad y de hambre.

      Pero lo que más diezmó a las tribus indias no fueron las batallas. Ian K. Steele escribe: “Las armas más potentes durante la invasión de Norteamérica no fueron el rifle ni el caballo ni la Biblia ni la ‘civilización’ europea. Fueron las epidemias”. Respecto al efecto que tuvieron las enfermedades del Viejo Mundo en las Américas, Patrica Nelson Limerick, profesora de Historia, escribió: “Al ser introducidas en el Nuevo Mundo, estas mismas enfermedades [a las que los europeos habían desarrollado inmunidad con el paso de los siglos] —varicela, sarampión, gripe, paludismo, fiebre amarilla, tifus, tuberculosis y, sobre todo, viruela— encontraron poca resistencia. Las tasas de mortalidad eran muy elevadas, llegando a alcanzar el 80 o el 90% en una aldea tras otra”.

      Russell Freedman describe así una epidemia de viruela que hubo en 1837: “Los mandan fueron los primeros afectados, seguidos en rápida sucesión por los hidatsas, los assiniboines, los aricaras, los siux y los pies negros”. Los mandan fueron casi totalmente exterminados. De una población de alrededor de 1.600 en 1834, quedaron reducidos a 130 en 1837.

      ¿Qué pasó con los tratados?

      Hasta el día de hoy, los ancianos de las tribus todavía pueden recitar las fechas de los tratados que firmó el gobierno de Estados Unidos en el siglo XIX con sus antepasados. Pero ¿qué ofrecían realmente aquellos tratados? A cambio de buenas tierras, por lo general se les dio una reserva árida y ayuda gubernamental para subsistir.

      Un ejemplo del desdén con el que se trató a las tribus indígenas lo tenemos en el caso de las naciones iroquesas (de este a oeste: mohawk, oneidas, onondagas, cayugas y senecas) después de la derrota de los británicos a manos de los colonos norteamericanos en la guerra de la Independencia, que finalizó en 1783. Los iroqueses se habían puesto del lado de los británicos, y, según Alvin Josephy, hijo, todo lo que recibieron en compensación fue insultos y abandono. Los británicos, “sin tener en cuenta a [los iroqueses], cedieron a Estados Unidos la soberanía sobre las tierras [iroquesas]”. Luego añade que hasta aquellos iroqueses que habían apoyado a los colonizadores en su lucha contra los británicos “fueron víctimas de codiciosos individuos y compañías que especulaban en terrenos y del propio gobierno estadounidense”.

      Cuando en 1784 se convocó una reunión para firmar un tratado, James Duane, que había sido representante del Comité de Asuntos Indios del Congreso Continental, exhortó a los funcionarios del gobierno a “tratar a los iroqueses deliberadamente como seres inferiores para socavar cualquier indicio de confianza en sí mismos que todavía les quedara”.

      Su arrogante proposición se llevó a cabo. Algunos iroqueses fueron tomados como rehenes, y se hicieron “negociaciones” a punta de pistola. Los iroqueses, aunque no se consideraban vencidos en guerra, tuvieron que renunciar a todas las tierras que tenían al oeste de Nueva York y Pensilvania y aceptar una reserva de dimensiones reducidas en el estado de Nueva York.

      Se utilizaron tácticas similares contra la mayoría de las tribus indígenas. Josephy también dice que los funcionarios estadounidenses se valieron de “sobornos, amenazas, alcohol y manipulaciones de representantes no autorizados para tratar de arrebatar tierras a los delawares, los wyandot, los ottawas, los chippewas [u ojibwas], los shawnees y otras naciones de Ohio”. Es comprensible que los indios no tardaran en desconfiar del hombre blanco y de sus promesas vacías.

      La “larga marcha” y la “senda de las lágrimas”

      Cuando estalló la guerra de Secesión (1861-1865), hubo que retirar soldados del territorio navajo, en el sudoeste. Los navajos aprovecharon esta tregua para atacar los asentamientos estadounidenses y mexicanos en el valle del río Grande (Bravo), en el territorio de Nuevo México. En respuesta, el gobierno envió al coronel Kit Carson y sus Voluntarios de Nuevo México para reprimir a los navajos y llevarlos a una reserva situada en una árida franja de tierra denominada Bosque Redondo. Carson arrasó las casas y cosechas de los navajos para sacarlos del impresionante cañón de Chelly, en el nordeste de Arizona. Hasta destruyó más de cinco mil durazneros (melocotoneros).

      Hizo prisioneros a 8.000 navajos y los obligó a emprender la “larga marcha” de unos 500 kilómetros hasta el campo de detención de Bosque Redondo en el fuerte Sumner (Nuevo México). Un informe dice: “Hacía un frío glacial, y muchos de los exiliados —mal vestidos y desnutridos— murieron en el camino”. Las condiciones que había en las reservas eran terribles. Los navajos tuvieron que cavar agujeros en el suelo para cobijarse. En 1868, tras reconocer su grave error, el gobierno concedió a los navajos 1.500.000 hectáreas de sus tierras ancestrales en Arizona y Nuevo México. Los navajos regresaron, pero ¡qué precio habían tenido que pagar!

      Entre 1820 y 1845, decenas de miles de choctaw, cheroquis, chickasaw, creek y seminolas fueron obligados a abandonar sus tierras en el sudeste y a marchar hacia el oeste, más allá del río Misisipí, hasta lo que hoy es Oklahoma —a centenares de kilómetros de distancia—. Debido a las crueles condiciones invernales, muchos murieron. La marcha forzada hacia el oeste se hizo tristemente célebre con el nombre de la “senda de las lágrimas”.

      Las injusticias perpetradas contra los amerindios quedan confirmadas aún más por las palabras del general estadounidense George Crook, quien persiguió a los siux y los cheyennes en el norte. Él dijo: “La causa del indio rara vez es reflejada con justicia. [...] De producirse entonces algún incidente, la atención pública se vuelca sobre los indios, sobre sus crímenes y atrocidades, [las únicas] que todo el mundo se apresura a condenar, [mientras que] aquellos cuya injusticia fue el origen del problema [quedan impunes]. Nadie conoce esta situación mejor que el indio mismo, el cual considera con asombro [comprensible] la iniquidad de un Gobierno que sólo castiga a él, en tanto que permite que el hombre blanco siga con sus desmanes”. (Enterrad mi corazón en Wounded Knee.)

      ¿Cómo les va hoy día a los amerindios después de más de cien años de dominación europea? ¿Se encuentran en peligro de desaparecer a causa de la integración? ¿Qué esperanza tienen para el futuro? El siguiente artículo responderá a estas y otras preguntas.

  • ¿Qué les deparará el futuro?
    ¡Despertad! 1996 | 8 de septiembre
    • ¿Qué les deparará el futuro?

      EN UNA entrevista concedida a ¡Despertad!, Lawrence Hart, jefe de paz cheyenne, mencionó uno de los problemas que afectan a los indios: “Nos encaramos al poder de la aculturación y la integración. Por ejemplo, estamos perdiendo nuestro idioma. Hubo un tiempo en que esta era una táctica deliberada del gobierno. Se trataba por todos los medios de ‘civilizarnos’ mediante la educación. Se nos enviaba a internados y se nos prohibía hablar nuestra lengua materna”. Sandra Kinlacheeny recuerda: “Si hablaba navajo en el internado, la maestra me lavaba la boca con jabón”.

      El jefe Hart prosigue diciendo: “Últimamente anima ver que varias tribus están tomando conciencia de la situación. Se dan cuenta de que sus idiomas desaparecerán a menos que hagan algo para conservarlos”.

      Solo quedan diez personas que hablan karuk, lengua de una de las tribus de California. En enero de 1996 murió a la edad de 76 años Nubarrón Rojo (Carlos Westez), el último indio que hablaba catauba. Por muchos años no tuvo a nadie con quien hablar en dicha lengua.

      En los Salones del Reino de los Testigos de Jehová de las reservas de los navajos y los hopis en Arizona, casi todos los asistentes hablan su lengua nativa además de inglés. Hasta algunos Testigos que no son indios están aprendiendo navajo para llevar a cabo su obra de educación bíblica, ya que muchos navajos solo dominan bien su lengua vernácula. El hopi y el navajo siguen siendo lenguas vivas, y a los jóvenes se les anima a utilizarlas en la escuela.

      Educación amerindia

      En Estados Unidos hay veintinueve colegios universitarios indios con un total de 16.000 estudiantes. El primero se fundó en el estado de Arizona en 1968. “El derecho de impartir la educación a nuestra manera ha implicado una magnífica revolución en la nación india”, dijo el doctor David Gipp, del American Indian Higher Education Committee (Comité Amerindio de Educación Superior). En la Universidad Sinte Gleska, se enseña la lengua lakota como asignatura obligatoria.

      Según Ron McNeil (de la subtribu hunkpapa-lakota), presidente del American Indian College Fund (Fondo Universitario Amerindio), las tasas de desempleo de la población amerindia oscilan entre el 50 y el 85%, su expectativa de vida es la más baja de todos los grupos de Estados Unidos y sus índices de diabetes, tuberculosis y alcoholismo son los más altos. Proporcionarles una mejor educación es solo una de las medidas que pueden ayudarlos.

      Tierras sagradas

      Para muchos amerindios, las tierras de sus antepasados son sagradas. Como dijo Trueno Blanco a cierto senador: “Nuestra tierra es lo que más queremos en este mundo”. Por lo general, cuando los indios firmaban tratados y acuerdos creían que estos eran para que el hombre blanco pudiera utilizar sus tierras, no para que se convirtiera en dueño absoluto de ellas. En la década de los setenta del siglo pasado, las tribus siux perdieron gran parte de su valioso territorio en las Black Hills, macizo montañoso de Dakota, debido a la afluencia de mineros que buscaban oro. En 1980 el Tribunal Supremo de Estados Unidos decretó que el gobierno estadounidense pagara una indemnización de 105 millones de dólares a ocho tribus siux, aunque hasta la fecha, estas se han negado a aceptar el pago, pues quieren que se les devuelvan sus tierras sagradas, las Black Hills de Dakota del Sur.

      Como a muchos siux no les complace ver los rostros de presidentes blancos esculpidos en el monte Rushmore de las Black Hills, se está esculpiendo en una montaña cercana una efigie mucho mayor: la de Caballo Loco, el caudillo de guerra siux de la tribu oglala. Estará terminada para junio de 1998.

      Problemas actuales

      Para sobrevivir en el mundo moderno, los amerindios han tenido que adaptarse de diversas maneras. Hoy día hay un buen número de ellos que poseen una buena formación e incluso han cursado estudios universitarios, y que pueden utilizar sus aptitudes en el entorno tribal. Un ejemplo de ello es Burton McKerchie, un afable indio chippewa de Michigán que ha filmado documentales para el Servicio Público de Radiodifusión, y ahora trabaja en un centro de enseñanza secundaria de la reserva hopi de Arizona coordinando clases universitarias con videograbaciones por todo el estado. Otro ejemplo es Ray Halbritter, un líder tribal de la nación oneida educado en Harvard.

      En un artículo publicado en el Navajo Times, Arlene Young Hatfield comentó que los jóvenes navajos no viven las mismas experiencias ni hacen los mismos sacrificios que sus padres y abuelos cuando eran jóvenes. Ella escribe: “Debido a las comodidades [modernas], nunca han recogido ni cortado leña, acarreado agua ni cuidado ovejas como sus antepasados. A diferencia de los niños de antes, no contribuyen al sustento de su familia”. Y concluye diciendo: “Resulta imposible eludir los muchos problemas sociales que inevitablemente influirán en nuestros hijos. No podemos aislar a nuestras familias ni a la reserva del resto del mundo, ni tampoco podemos regresar a la vida que llevaban nuestros antepasados”.

      En eso radica el problema de los amerindios: cómo aferrarse a sus tradiciones y valores tribales particulares y al mismo tiempo adaptarse al cambiante mundo exterior.

      La lucha contra la droga y el alcohol

      El alcoholismo está causando estragos en la sociedad amerindia. La doctora Lorraine Lorch, quien ha ejercido la pediatría y la medicina general entre los hopis y los navajos durante doce años, dijo lo siguiente en una entrevista concedida a ¡Despertad!: “El alcoholismo constituye un grave problema tanto entre los hombres como entre las mujeres. Personas con organismos fuertes sucumben a la cirrosis, la muerte accidental, el suicidio y el homicidio. Es lamentable ver que se anteponga el alcoholismo a los hijos, al cónyuge e incluso a Dios. La risa se ha convertido en lágrimas, la mansedumbre, en violencia”. Y añadió: “Hasta algunas de las ceremonias, en su día sagradas para los navajos y los hopis, en la actualidad son a veces profanadas por la borrachera y la obscenidad. El alcohol roba a este hermoso pueblo su salud, su inteligencia, su creatividad y su verdadera personalidad”.

      Philmer Bluehouse, pacificador del Departamento de Justicia navajo, en Window Rock (Arizona), usó el eufemismo “automedicación” para referirse al abuso de drogas y alcohol. Es su forma de ahogar las penas y de evadirse de la dura realidad de una vida carente de trabajo y a menudo sin propósito.

      Sin embargo, muchos amerindios han logrado vencer al “demonio” de la bebida —introducido por el hombre blanco— y el vicio de la droga. Dos ejemplos de ello son Clyde y Henrietta Abrahamson, de la reserva india de Spokane, en el estado de Washington. Clyde, un hombre fornido, no muy alto y de pelo y ojos oscuros, contó a ¡Despertad!:

      “Habíamos vivido en la reserva casi toda nuestra vida y entonces nos mudamos a la ciudad de Spokane para estudiar en la universidad. No nos gustaba la vida que llevábamos, consumiendo alcohol y droga. Pero era la única que conocíamos. Crecimos detestando ambas influencias debido a los problemas que habíamos visto que causaban en la familia.

      ”Entonces conocimos a los testigos de Jehová. Nunca habíamos oído hablar de ellos antes de mudarnos a la ciudad. Nuestro progreso fue lento; tal vez porque no confiábamos plenamente en las personas que no conocíamos, particularmente si eran blancas. Por unos tres años nuestro estudio de la Biblia fue un tanto casual. Lo que más me costó dejar fue la marihuana. La había fumado desde que tenía 14 años y ya tenía 25 cuando traté de dejarla. Estuve bajo el efecto de la droga durante casi toda la primera etapa de mi vida adulta. En 1986 leí el artículo en la revista ¡Despertad! del 22 de enero titulado ‘Los demás fuman marihuana... ¿por qué no debo fumarla yo?’, y me hizo ver lo absurdo que es fumarla, especialmente tras leer Proverbios 1:22, que dice: ‘¿Hasta cuándo seguirán ustedes los inexpertos amando la inexperiencia, y hasta cuándo tendrán ustedes los burladores que desear para sí la burla consumada, y hasta cuándo seguirán ustedes los estúpidos odiando el conocimiento?’.

      ”Rompí con el vicio, y en la primavera de 1986 Henrietta y yo nos casamos. En noviembre de 1986 nos bautizamos, y en 1993 fui nombrado anciano en la congregación. En 1994 se bautizaron también como Testigos nuestras dos hijas.”

      ¿Solucionan algo los casinos y el juego?

      En 1984 no había en Estados Unidos ninguna casa de juego regentada por indios. Según The Washington Post, este año hay 200 tribus que poseen 220 establecimientos de esa clase en 24 estados. Hasta la fecha, los navajos y los hopis se destacan por haber resistido la tentación de hacer lo mismo. Pero ¿son los casinos y bingos la vía a la prosperidad y a la creación de más puestos de empleo para los que viven en las reservas? Philmer Bluehouse dijo a ¡Despertad!: “El juego es una espada de dos filos. La cuestión es si beneficia a más personas que a las que perjudica”. Un informe dice que los casinos indios han creado 140.000 puestos de trabajo en toda la nación, pero añade que los indios solo ocupan el 15% de dichos puestos.

      El jefe cheyenne Hart expresó a ¡Despertad! su opinión sobre el efecto que producen en las reservas los casinos y el juego: “Tengo sentimientos encontrados. Lo único bueno es que [el juego] crea puestos de trabajo y genera ingresos para las tribus. Pero he observado que muchos clientes son de nuestro propio pueblo. Conozco a algunos que se han enviciado con el bingo y salen temprano de casa para ir allí incluso antes de que los hijos regresen de la escuela. Los niños tienen la llave de la casa y se quedan solos hasta que sus padres vuelven de jugar al bingo.

      ”El problema principal es que las familias creen que van a ganar e incrementar sus ingresos. Pero eso no suele suceder; por lo general pierden. Los he visto gastar dinero que habían apartado para comprar alimento o ropa a sus hijos.”

      ¿Qué les deparará el futuro?

      Respecto al futuro de las tribus sudoccidentales, Tom Bahti dice que existen dos teorías bastante respetadas: “La primera predice de plano la inminente desaparición de las culturas indígenas en la corriente dominante de la vida norteamericana. La segunda es más vaga [...]. Menciona discretamente el proceso de aculturación, dando a entender que habrá una mezcla bien meditada de ‘lo mejor de lo viejo y de lo nuevo’, una especie de crepúsculo cultural dorado en el que el indio conserve lo típico de su artesanía, lo pintoresco de su religión y lo sensato de sus creencias, pero todavía sea tan razonable en sus relaciones con nosotros (la cultura superior [del hombre blanco]) como para ver las cosas a nuestra manera”.

      A continuación, Bahti plantea una pregunta: “Si bien el cambio es inevitable, ¿quiénes cambiarán, y con qué propósito? [...] [Los blancos] tenemos la mala costumbre de considerar a los demás pueblos como tan solo americanos subdesarrollados. Damos por sentado que tienen que estar descontentos con su forma de vida y ansiosos de vivir y pensar como nosotros”.

      Luego añade: “Una cosa es segura: la historia del amerindio todavía no ha terminado, pero cómo terminará o si terminará algún día es algo que está por verse. Puede que aún haya tiempo para considerar a las comunidades indias que todavía sobreviven como valiosos recursos culturales y no simplemente como problemas sociales desconcertantes”.

      La vida en un nuevo mundo de armonía y justicia

      Los testigos de Jehová saben, por su estudio de la Biblia, lo que el futuro puede deparar tanto a los amerindios como a personas de todas las naciones, tribus y lenguas. Jehová Dios ha prometido crear “nuevos cielos y una nueva tierra”. (Isaías 65:17; 2 Pedro 3:13; Revelación 21:1, 3, 4.)

      Esta promesa no se refiere a un nuevo planeta. Como bien saben los amerindios, esta Tierra es una verdadera joya cuando se la respeta y trata adecuadamente. La profecía bíblica indica que una nueva gobernación celestial sustituirá a los gobiernos explotadores de la humanidad. La Tierra será transformada en un paraíso con bosques, llanuras, ríos y fauna que habrán recuperado su estado inicial. Todo el mundo participará desinteresadamente en la administración de las tierras. Nunca volverá a prevalecer la explotación y la codicia. Habrá alimentos buenos y actividades edificantes en abundancia.

      Y con la resurrección de los muertos, todas las injusticias del pasado quedarán anuladas. Sí, hasta los anasazis (de una voz navaja que significa “los ancestros”), los antepasados de muchos de los indios pueblo, que residen en Arizona y Nuevo México, regresarán y tendrán la oportunidad de vivir para siempre aquí, en una Tierra renovada. Igualmente, es posible que otros caudillos famosos de la historia india, como Jerónimo, Toro Sentado, Caballo Loco, Tecumseh, Manuelito, los jefes José y Seattle y otros muchos, regresen en esa prometida resurrección. (Juan 5:28, 29; Hechos 24:15.) ¡Qué hermosa perspectiva ofrecen las promesas de Dios para ellos y para quienes le sirven hoy día!

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