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    ¡Despertad! 2005 | 8 de marzo
    • Al lado de la Casa de la Moneda se encuentra una construcción singular, abierta en 1993, que atrae a gente de todo el mundo: el Museo Estadounidense en Memoria del Holocausto.

      Para recordar el exterminio en masa y la supervivencia

      El término holocausto, de origen griego, designa en la Biblia a la ofrenda que se consumía en su totalidad en el fuego (Hebreos 10:6). Sin embargo, en este museo se refiere a “la persecución sistemática y la aniquilación [...] del judaísmo europeo [promovidas y llevadas a cabo] por la Alemania nazi y sus colaboradores entre 1933 y 1945”. Aunque los judíos fueron las principales víctimas, el Estado también procuró eliminar a miembros de las tribus gitanas roma y sinti, impedidos, polacos, prisioneros de guerra soviéticos, homosexuales, testigos de Jehová y disidentes políticos.

      Al entrar, la primera impresión es turbadora, pues todo evoca la intimidación que pretendían crear los campos de concentración. Así, nos topamos con un espacio alto, frío, fabril e impersonal, de acero y ladrillo. Desde la Sala del Testimonio, en el primer piso, se ve la cubierta de acero y vidrio de la tercera planta. Como explica un folleto oficial, este tragaluz ofrece una perspectiva “distorsionada, deforme y desalineada”, con la que el arquitecto logra que el visitante perciba que “algo anda mal”.

      Aunque hay cinco plantas, el recorrido abarca desde la cuarta —donde se recomienda iniciarlo— hasta la segunda. La visita es autoguiada y suele tomar dos o tres horas. Dado que la exposición permanente contiene imágenes muy crudas de persecución y exterminio, no es aconsejable entrar con menores de 11 años. Para ellos hay una exposición especial en la planta baja, “La historia de Daniel”, que relata el Holocausto desde la perspectiva de un niño que creció en la Alemania nazi.

      Accedemos a la cuarta planta en ascensores que parecen lúgubres contenedores de acero. Allí comenzamos la historia por “El ataque nazi”, que abarca el período de 1933 a 1939. Vemos cómo logró la propaganda nazi controlar a la población alemana e infundir miedo y terror por doquier, particularmente en el corazón de millones de judíos europeos. ¿Qué hay en el tercer piso?

      Esta planta (años 1940 a 1945) lleva el inquietante título “La solución final” y “trata de los guetos, las deportaciones, los trabajos forzados, los campos de concentración y la puesta en marcha de la ‘solución final’ [el exterminio de los judíos y otras personas] con instrumentos de destrucción tales como los comandos móviles y los campos de concentración”, según leemos en la guía para los visitantes.

      La segunda planta tiene un tema más positivo, “El último capítulo”, y explica “el rescate, la resistencia, la liberación y la lucha de los sobrevivientes por rehacer sus vidas”. En un extremo se encuentra el Centro de Aprendizaje Wexner, que incluye aspectos muy interesantes para muchos testigos de Jehová. Hay monitores con los que es posible leer sobre las vivencias de algunos testigos de Jehová que experimentaron grandes sufrimientos e incluso llegaron a morir.

      Este fue el heroico caso de Helene Gotthold, de Dortmund (Alemania), madre de dos hijos que no dejó de asistir a las reuniones cristianas pese a la prohibición nazi y murió guillotinada en diciembre de 1944. Y no es más que un ejemplo del sinfín de víctimas y mártires de los campos de concentración hitlerianos.

      En este mismo piso se destaca la Torre de la Vida (o Torre de los Rostros), que atraviesa tres plantas y exhibe centenares de fotos de los habitantes judíos de la pequeña localidad de Eishyshok (hoy Eišiškēs, Lituania) tomadas entre 1890 y 1941. Un Einsatzkommando (comando móvil de exterminio de las SS) masacró en solo dos días a aquella colectividad hebrea que había florecido durante nueve siglos. Según los archivos de la burocracia nazi, implacablemente minuciosa, en esa ocasión se eliminó a 3.446 judíos: 989 hombres, 1.636 mujeres y 821 niños.

      En la segunda planta también está la Sala del Recuerdo, cuyas paredes de mármol contienen inscripciones tomadas de Deuteronomio 30:19, Génesis 4:9, 10 y otros pasajes bíblicos. Incluye varias pruebas de la persecución de los testigos de Jehová, como los triángulos violetas que tenían que llevar como distintivo. Abra bien los ojos para no pasarlas por alto durante la visita. En el museo hay muchos otros rincones que merece la pena examinar con cuidado, entre ellos el Centro de Estudios Avanzados de la quinta planta.

      Al regresar a la calle, probablemente respiremos aliviados. Ahora es el momento de proseguir con el museo más reciente del Instituto Smithsoniano, el cual está dedicado a una historia muy distinta que también hace alusión a algunos intentos de genocidio.

  • Museos que vale la pena visitar
    ¡Despertad! 2005 | 8 de marzo
    • [Ilustración de la página 16]

      La Torre de la Vida alcanza hasta el tercer piso

      [Ilustración de la página 16]

      Uniforme usado por un testigo de Jehová en un campo de concentración

      [Ilustración de la página 17]

      Museo Estadounidense en Memoria del Holocausto

      [Ilustración de la página 17]

      Helene Gotthold

      [Reconocimiento]

      USHMM, por gentileza de Martin Tillmans

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